domingo, 29 de diciembre de 2024

Santa María, Madre de Dios (1 de Enero)

 


EVANGELIO Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor

*



Tres motivos festivos concurren en la celebración del 1 de Enero: La Solemnidad de santa María, Madre de Dios, la invitación a la paz, y el inicio de un nuevo año civil.


Santa María Madre de Dios

Desde el siglo VI se celebra en Roma la fiesta de la Virgen como Theotokos, Madre de Dios; fiesta que hace memoria del Concilio de Éfeso (año 431) que definió la maternidad divina de María. Madre de Dios es el título mayor, el más importante de María, del cual se derivan todos los demás títulos.

Si en la persona de Jesús confluyen en una sola persona (el Hijo) con dos naturalezas distintas (divina y humana), sin confusión, sin mezcla, pero también sin separación, es lícito decir que María es Madre de Dios. Esto no quiere decir, como pudieran creer algunos simplistas, que Dios no haya existido hasta nacer de María sino que del seno de María "no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen" (Concilio de Éfeso).

La fe en Virgen María y sus títulos no son autorreferenciales sino referidos a Cristo. No es grande María por sus méritos, sino por quien la ha engrandecido. "El poderoso ha hecho obras grandes por mí" (Lc 1,49). La encarnación de Dios en el seno de la Virgen es causa de gloria para ella y también para nosotros, ya que el hecho de que una mujer de nuestra raza sea Madre de Dios nos engrandece; además, el gozo de que María sea también “madre nuestra” en virtud de su maternidad divina es un motivo más para estar de fiesta

Orar por la paz

En el año 1968 el papa San Pablo VI, publicó un mensaje que comenzaba con estas palabras: «Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar 'el Día de la Paz' en todo el mundo, el primer día del año civil».

El libro de los Números recoge una preciosa fórmula de bendición para el pueblo: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”. (Nm 6, 25-26). La paz es concesión, dádiva, don, gracia de Dios. Esa paz la recibimos en Jesús, Príncipe de la Paz.

El año 1972 Pablo VI proponía para esta jornada: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”, porque “una Paz que no sea resultado del verdadero respeto del hombre, no es verdadera Paz. Y ¿cómo llamamos a este sentido verdadero del hombre? Lo llamamos Justicia”. Como Iglesia no podemos olvidar esto; la tarea de la Iglesia como Caritas no puede limitarse a dar bálsamo a las heridas de quienes sufren, sino ir a la raíz del sufrimiento, a las causas de la enfermedad y poner el remedio antes de que esta tenga lugar. El remedio, una vez diagnosticado el mal, se llama Cristo, “Él es nuestra paz” (Ef 2,14).

Año nuevo

Y ¿qué decir del año nuevo? Feliz Año. No es como tal una fiesta religiosa sino profana. Pero desde la encarnación nada de eso que llamamos profano queda al margen de Dios; la aparición del Hijo en la tierra que celebramos en Navidad rompe las fronteras entre lo divino y lo humano. Por eso la celebración de Año Nuevo tiene para el creyente mucho de religiosa. A quien cree en la Encarnación de Dios nada humano le es ajeno.

Nos deseamos felicidad en este día. Pero ¿qué felicidad nos deseamos? ¿La que viene de fuera de nosotros y pide sumisión (riquezas, honores, triunfo social)? No se espera un año feliz sentados en la poltrona y viéndolas venir sino activando en el corazón de cada uno la caridad, la práctica de la compasión y la misericordia. La esperanza es don, pero también tarea. Feliz año 2025.

Diciembre 2024
Casto Acedo

viernes, 27 de diciembre de 2024

Sagrada Familia (Domingo 29 de Diciembre)


COLOSENSES 3,12-21

Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.

Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.

Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.




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Crisis familiar

La opción por vivir en pareja recurriendo a un contrato matrimonial esta en franca decadencia; basta comprobar la disminución de bodas celebradas tanto en los templos como en los juzgados. No cabe duda de que vivimos un cambio cultural que afecta de lleno a la institución familiar.

De fondo tenemos el nihilismo (no hay nada sólido, no se puede confiar en nada) que envuelve nuestro mundo occidental, preñado de un individualismo que encumbra el “sólo vale lo que me agrada y apetece”, lo cual hace imposible el matrimonio tal como la tradición cristiana de siempre lo ha entendido. Para la fe cristiana el matrimonio es comunión (comunidad) y sacrificio (donación). Y poco valor  se concede hoy a esto.

La vida matrimonial y familiar, sea religiosa o no, requiere una espiritualidad, un modo de entender las relaciones de pareja, en la que el amor de donación gratuita ocupe el puesto más importante. Y no está de moda entre nosotros este amor en gratuidad. Lo que se lleva es el juego del amor interesado, “te doy para que tú me des” (do ut des); y esto es solo una caricatura del amor.

Amor cristiano

¿En qué consiste el amor que apellidamos cristiano y que es tan esencial a la vida en pareja y a una vida familiar sólida? La carta de san Pablo a los Colosenses, leída teniendo en cuenta el entorno histórico y cultural en que se escribe, nos da unas claves esenciales para la intelección y la renovación del matrimonio y la familia.

El apóstol se dirige a personas conscientes de ser “elegidos, santos y amados”, es decir, que tienen consciencia de ser seres agraciados con un amor inmerecido. Hay una felicidad y alegría interior en quien se sabe “santo y amado” que le dispone de modo natural a vivirse en donación. Y esa conciencia del amor recibido dispone al alma a dar el mismo amor. Bonum est diffusibum sui, el bien, por sí mismo, por su propia naturaleza, tiende a difundirse.

Desde el reconocimiento del valor de uno mismo a los ojos de Dios se pueden entender mejor las recomendaciones que siguen en la carta: “revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia”. El hombre viejo es movido por el interés, el egoísmo y las pasiones carnales; el hombre nuevo se reviste de Cristo y hace de su seguimiento el motor de su vida espiritual.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra el otro”. ¡Como recuerda esta frase al acto por el que Jesús pide perdón en la cruz por los mismos que le han crucificado! Este ejercicio de ascesis es básico para madurez de la vida matrimonial y familiar. El amor conyugal y de familia requiere la decisión de perdonar, la “determinada determinación” y el entusiasmo necesarios para afrontar cuantos obstáculos se opongan a su realización. Sin esta voluntad es imposible el éxito en la vida familiar. Dios llama y ayuda, pero no hará por ti lo que tú puedes hacer. “El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo”; Dios no pide nada que Él mismo no haya hecho antes.

Y la pieza clave: “Por encima de todo eso, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta”. A la ascética le sigue la mística. Si el esfuerzo por trabajar la comunicación y el entendimiento entre los miembros de la familia es importante, más lo es la meta a la que esos trabajos conducen: el amor, definido aquí como “vínculo de la unión perfecta”. Esto es precioso de saber y de vivir. El amor es la piedra angular de todo el edificio comunitario y familiar, y este vínculo no es otro que el Espíritu Santo, Dios-Amor obrando, vinculando, uniendo. Se trata de poner a Dios en medio de la familia.


Dos concreciones de la carta a los colosenses

1. ¿Dominio del marido sobre la mujer?  “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas". San Pablo va aquí a lo concreto de las relaciones familiares; y lo hace con unas palabras que se han de leer en el contexto cultural de la sociedad patriarcal de su época. 

No pasa desapercibida para la sensibilidad feminista de hoy la afirmación “mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos”. ¿Consagra esto algún tipo de superioridad del varón sobre la mujer? ¿No hay igualdad de dignidad entre esposo y esposa? Creo que no podemos extraer de aquí conclusiones descontextualizadas. Basta prestar atención a todo lo dicho con anterioridad para no caer en una lectura fundamentalista de esta frase.

También se dice a continuación: “maridos, amad a vuestras mujeres y nos seáis ásperos con ellas”, y si este consejo no vemos inconveniente en aplicarlo también a la mujer, ¿porqué no referir el primero también al marido? Un cristianismo del siglo XXI no puede caer en el error que en otros tiempos se cometió al justificar supuestas superioridades por razón de sexo o género. El sensus fidei -sentido global de un texto a la luz de toda la escritura- nos remite a considerar el trato y consideración dados por Jesús a la mujer, un trato revolucionario en su contexto. Y desde esa visión evangélica debemos leer estos últimos párrafos, que no apuntan sino a que se lleve a la práctica en la convivencia familiar todo lo que se ha expuesto antes: amor, compasión, perdón.

2. ¿Y los hijos? El texto sobre los hijos también habría que leerlo actualizando sus expresiones bajo el signo del amor: "Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos".

La verdad es que hoy habría que cambiar los sujetos y predicados de la última frase: “Hijos, no exasperéis a vuestros padres, no sea que pierdan los ánimos”. ¿Cómo estamos educando a los hijos? Los padres de hoy se quejan de los adolescentes y jóvenes, también de muchos niños, que no se someten a la debida obediencia familiar, no es raro oírles decir  cómo les exasperan los hijos díscolos y cómo se ven impotentes para llevar a cabo una educación de los mismos renunciando a la violencia verbal o física.

Muchas veces no pueden evitar imponer su autoridad con el castigo. Este recurso último de la corrección mediante el castigo  ha hacerse siempre desde el amor, nunca desde la impaciencia o la ira. Cuesta tomar decisiones que de principio hacen sufrir al educando, pero más grave es dejar que el veneno de la indisciplina acabe por destruir la vida de aquel a quien queremos y tenemos el deber de educar. Aquí lo que se pide de nuevo es amor. Cundo amas no te equivocas. Dice san Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”. Que sirva esta cita como  reflexión para los padres y educadores cristianos.

Dar gracias y ser siempre misericordiosos

En esta fiesta de la Sagrada familia, demos gracias por el inmenso don de poder disfrutar de  padres, hijos y hermanos. Y si no se tienen, o hay problemas de por medio, no dejemos de predicar y aspirar al “amor como vínculo de perfección”.

Y un apunte final: en la consideración de las nuevas situaciones familiares que hoy surgen no olvidemos el “principio misericordia”. Esmerémonos en respetar, escuchar y acoger a las las personas que viven situaciones familiares extrañas o difíciles; y siendo conscientes de que para una renovación de la vida familiar no basta nuestra ascesis, recurramos al “amor de Dios”; es bueno orar poniendo  en manos de Dios a todas las familias y todas las novedades familiares que nos salen al paso.

Feliz día de la Sagrada Familia

Diciembre 2024
Casto Acedo

martes, 24 de diciembre de 2024

Navidad y navidades (25 de diciembre)



EVANGELIO Lc 2,1-14


"Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Palabra del Señor.

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Estamos en Navidad y no hay que ser un experto en sociología para darse cuenta de que el sentido genuino de la fiesta está siendo ninguneado por un ambiente brutalmente consumista,  teológicamente irrelevante  y  moralmente ajeno a los valores cristianos. Los medios de comunicación apenas hablan del Nacimiento; las navidades le están ganando la partida a la Navidad.

Hay muchas navidades (plural y en minúsculas): la navidad del sentimentalismo rancio y barato, la del turrón y el mazapán, la de la pandereta, la felicitación washap y el villancico hortera; las navidades del tradicional y obligado encuentro familiar, de la misa del gallo puntual, la de los viajes y la del premio gordo que reparte injusticias ante la mirada complaciente de los perdedores, la navidad de la superficialidad y el despilfarro, etc.

¡Cuántas navidades que ocultan más que desvelan la verdadera Navidad!, esa que hace memoria de Jesús de Nazaret y que de vivirse desmontaría de un plumazo las navidades de lo efímero y superficial. La tendencia social a volver a la celebración pagana en estos días choca de frente con el origen de la fiesta cristiana: la "peligrosa memoria" de Jesús.  “Memoria peligrosa”, llamó J. B. Metz al relato total de la vida del Niño de Belén, porque el recuerdo de su paso entre nosotros fue y sigue siendo peligroso. ¿Acaso es casual que nuestra cultura ningunee y tergiverse el sentido original del evangelio en sus relatos?

En  cierta manera es bueno que los relatos de la vida de Jesús no formen parte del engranaje publicitario de las fiestas navideñas. Sería anacrónico. La memoria de Aquel que entró en el templo derribando mesas de cambio y expulsando mercaderes, pondría en evidencia la falsedad del juego que tenemos entre manos. Imagino a Jesús entrando en unos grandes almacenes o en la sala de rodaje de un spot publicitario, derribando cámaras, arrasando decorados, empujando estantes de productos en oferta, provocando cortocircuitos en la iluminación, creando confusión en la conciencia de mercaderes y sacerdotes. Este Jesús  es un peligro que la cultura capitalista conoce y quiere erradicar. 

Contra el olvido y la edulcoración del nacimiento deberíamos recuperar la memoria del relato original. Cuando pasen estos días, ¿Recogeremos el Belén que adorna nuestra casa en y desmontaremos el árbol con nostalgia del pasado, como los de Emaús, decepcionados y resignados a la mala suerte? ¿Pasarán estos días y meteremos el belén y sus figuritas en sus cajas apartándolas  hasta el próximo año? ¿O desempolvaremos el evangelio para concederle el debido respeto y dignidad  al Niño?

Estos días tan propensos al acomodo y la alienación pueden ser una buena oportunidad para el cambio personal a la luz del evangelio. Sería maravilloso darse una oportunidad para vivir una Navidad alternativa, evangélica, donde la memoria de Jesús se cruce con nuestra vida personal y comunitaria eclesial y social. Para ello debemos  buscar el mensaje oculto bajo los llamativos regalos que cuelgan o descansan a los pies del árbol; o mejor, despojar el árbol de abalorios y quedarnos con su tronco abrupto y duro. El árbol de la Navidad es el árbol de la Cruz. La grandeza de Jesús comienza en la pequeñez del establo y culmina en la ignominia de la Cruz. Entre ambos momentos hay una historia que revoluciona al mundo y que el mundo quiere acallar. Nuestras navidades están necesitadas de profetas que pongan en el centro la Navidad, la esperanza de un mundo nuevo según el testimonio de Jesús, el niño del Belén.


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Un buen consejo: aprovechar el parón y las vacaciones de Navidad para mirarte en Jesucristo, el Salvador-libertador; haz memoria de su vida y sus enseñanzas; recuerda su capacidad para compadecer y amar a todos; haz memoria de Jesucristo, el profeta amado, venerado, perseguido, crucificado y resucitado de entre los muertos, valedor de los pobres y que Él mismo “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.


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¡FELIZ NAVIDAD!

Diciembre 2024

Casto Acedo. 

jueves, 19 de diciembre de 2024

El encuentro (IV Adviento. Domingo 22 dic)


EVANGELIO  Lc1,39-45.

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor. 
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El pasaje del evangelio de hoy pone ante nosotros a María e Isabel, dos mujeres sabias, que han encontrado a Dios en sí mismas y se han encontrado a sí mismas en Dios; y con Él han aprendido la lección de que sólo el amor de Dios es importante.

Hacia ese amor caminamos, como María que llena de amor corre a encontrarse con Isabel. La palabra encuentro puede servirnos hoy como clave de reflexión y meditación. Navidad y encuentro son palabras hermanas. ¿No se ve clara esa relación en el gozo que desbordan María e Isabel en el encuentro de la visitación?

A unos días de la celebración de la Navidad, ¿cómo prepararme para que no se me escape el misterio de ese día? ¿Cómo implementar mi encuentro con Dios?

1. Lo primero y más importante es trabajar mi interioridad, el encuentro conmigo mismo. Para conocerme he de empezar sabiendo quién soy. María se definió a sí misma como “esclava del Señor”, servidora. Podríamos decir que es como si dijera “soy espacio para Dios”, vacío que aspira a ser llenado por Él, disponibilidad absoluta. “Hágase en mí según tu palabra”, dice,  y Dios ocupa el espacio que se le ofrece. Si considero que mi interioridad, como la de María, es un espacio para Dios, está claro que debo vaciarme de todo lo que impide  mi encuentro con Él.  Por eso debo preguntarme qué cosas esclavizan mi vida y no me dejan ser yo. Porque, si mi corazón está lleno de mentira, de maldad e increencia, ¿cómo podrá entrar Dios en mi vida? Primer paso para que Dios me encuentre: vaciarme de lo que estorba el señorío de Dios en mi vida.

2. Una vez purificado por el perdón de Dios su amor me llevará al encuentro con los otros. La experiencia de Dios-dentro es mágica, como la Navidad, y consigue que personas alejadas puedan reconciliarse, que quienes se desconocían puedan reconocerse, que parientes y amigos cuyo amor enfrió el tiempo y la distancia vuelvan a abrazarse. Si contemplas la escena de la visitación verás que la alegría de Dios que María e Isabel llevan muy dentro explota en alabanzas, cánticos y acción de gracias. Aún no ha llegado el día del nacimiento de Juan ni el de Jesús, pero ya se saborea la felicidad que produce la espera. Es la alegría de la esperanza (cf Rm 8,24). El encuentro se disfruta incluso antes de que se produzca en su concreción.

3. Y un tercer encuentro a trabajar estos días es el encuentro con Dios, o mejor el encuentro de Dios con nosotros, la apoteosis de la Navidad. A este encuentro se puede acceder en el encuentro con  los hermanos. Al prójimo se llega se llega desde Dios y a Dios desde ellos. Con la irrupción de Dios en la historia se rompe la barrera que separa lo profano de lo sagrado; pero no porque todo sea profano, sino porque ya todo es sagrado, con su irrupción en la historia Dios lo llena todo: la lengua, la cultura, los espacios, los tiempos, las personas, etc. En un mundo tan materialista y consumista, tan proclive a olvidar lo divino, un consejo: equilibra y procura no olvidar que más importante que la cuna o el pesebre, más importante que la Madre y las demás figuras del Belén, es el Niño. Sin Él todo queda vacío. Primero Dios. Sin Niño no hay Navidad.

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Quedan pocos días para Navidad:

Si andas perdido, vacíate de mapas engañosos y deja que Dios escriba en ti sus caminos; si últimamente andas queriendo no saber nada de nadie, o de alguien en concreto, mira a quienes te rodean, que son imagen de Dios como tú y merecen ser amados; y si has perdido el sentido del Misterio, déjate embaucar por Él. Si aprendes que “Dios es” y lo dejas ser en ti y en los hermanos te darás cuenta de que todo lo demás carece de importancia.

Diciembre 2024
Casto Acedo

jueves, 12 de diciembre de 2024

La alegría de dar ( III Adviento. 15 de Diciembre).



EVANGELIO Lc 3,10-18

"La gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué debemos hacer?» Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Los cobradores de impuesto «no exijáis más de lo establecido». Los soldados «no hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».

Palabra del Señor.


Al tercer domingo de Adviento se le llama domingo laetare, es decir, domingo de la alegría, porque la apertura al "Dios que viene" sólo es posible en la alegría que acompaña a la esperanza.

¿Cuáles son los caminos que conducen a la alegría? Hoy el evangelio, por boca de Juan Bautista, da a los insatisfechos unos consejos muy concretos para una vida satisfactoria y feliz:

a) Comparte fraternalmente tus bienes. Anima Juan a prestar atención a quienes viven bajo el umbral de la pobreza: "El que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo" (Lc 3,11). ¡Qué buen consejo para el domingo laetare! Quien es feliz comparte, porque no existe la felicidad rácana, egoísta o avara; el bien y la felicidad tienden por sí mismas a expandirse.  La verdadera alegría consiste en dar y darse. Quien quiera que desee alcanzar la alegría debe vivir en la convicción de que es más feliz quien da que quien recibe. La avaricia es enemiga de la felicidad.

b) Vive en justicia. A unos funcionarios encargados de cobrar los impuestos Juan les dice; "No exijáis más de lo establecido" (Lc 3,13). La corrupción es un viejo pecado. Y en ella todos tenemos mayor o menor parte. La justicia obliga a dar a cada cual lo que le corresponde; que no es distribuir a partes iguales, sino ser ecuánime, vivir la equidad, compartir los bienes "según la necesidad de cada uno" (Hch 2,45). No es justicia cristiana la que se rige fríamente por la ley sino por el principio de la misericordia. Dar a otros más de lo establecido por ley es corrupción, dar al necesitado más beneficio del que por estricta legalidad le corresponde es caridad, y esta virtud reporta siempre alegría.

c) Rechaza todo tipo de violencia. A unos soldados, acostumbrados a responder a los problemas con la fuerza y el poder, Juan les dice: "No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga" (Lc 3,14). Se ve que el descontento salarial del funcionariado es algo de siempre. La conversión a la alegría que pide Juan Bautista pasa por vivir agradecido a lo que se recibe, huir de cualquier forma de extorsión o cualquier otro tipo de violencia y ser exquisitos en el servicio público. Los que se aprovechan de la situación para obtener ventaja, ya sea extorsionando al pobre, medrando en sus propios negocios, o favoreciendo de cualquier otro modo sus intereses personales, no van por buen camino.

d) Practica la moderación en el ejercicio de los cargos que se te encomiendan. "Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está acerca" (Fp 4,5). ¿Qué es la mesura? Es la medida justa. Es la sintonía espiritual que debes mantener; ese punto de equilibrio que agrada a Dios. Porque para vivir en serena alegría la vara de medirse uno mismo y de medir al prójimo no ha de ser otra que la "medida de Dios": “Tratad a los demás como quisierais que Dios os tratara a vosotros"; "la medida que quisierais que Dios use con vosotros, usadla vosotros con el prójimo” (Mt 7,2.12).

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¡Qué buenas consignas para los días que faltan para la Navidad! Si las pones en práctica, tú mismo sentirás que "el Señor está cerca"; verás a Dios en el prójimo y el prójimo verá a Dios en ti. Obrando con la mesura (medida) de Dios estarás evangelizando, estarás dando la buena noticia del amor de Dios, noticia ajena a discursos vacuos y preciosistas y propiedad de quien es equidad, justicia y compasión.

Diciembre 2024
Casto Acedo

jueves, 5 de diciembre de 2024

Inmaculada Concepción (Domingo 8 de Diciembre)

 

El comienzo de la vida espiritual de María fue de una pureza inusual para el género humano. Así lo proclama el Prefacio de la fiesta: “Preservaste a la Virgen María de toda pecado original para que, enriquecida con la plenitud de tu gracia, fuese digna Madre de tu Hijo, imagen y comienzo de la Iglesia, que es la esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura”.

¡Qué suerte tuvo María! Se vio libre de pecado desde el instante de su concepción. Pero debemos matizar que ese privilegio lo hemos gozado todos los que en el sacramento del bautismo recibimos lo mismo que recibió María  "desde el instante de su concepción”. Por el agua y el Espíritu, en el bautismo, fuimos "elegidos"  como lo fue María; y también en el bautismo fuimos liberados del pecado original.

"Dios nos ha elegido -como a María- para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor" (Ef 1,4). El bautismo da un excelente punto de partida, pero no da la meta. Ni a María ni a nadie se le exime de una respuesta libre y responsable a la llamada de Dios. El hecho de su Concepción Inmaculada no le ahorró la prueba de la fe en momentos como el de la Anunciación, el parto en Belén, o el Calvario. De otro modo no hubiera sido una persona libre sino solo un autómata en manos de otro. 

¿Qué aprender de esta fiesta de la Inmaculada Concepción? Lo primero que nos enseña es que Dios no abandona nunca a la persona; desde el comienzo de la vida está ya presente en al ser humano; y se muestra especialmente generoso en el despertar de la vida espiritual. Lo queramos o no, Dios tiene un plan de salvación para cada cual, y llega un momento en que, como hizo a María, se lo revela.  

Aunque haya quien te quiera convencer de lo contrario, Dios quiere que seas  feliz con una felicidad muy tuya, distinta de la felicidad del consumo y las dependencias. Sólo desarrollando tu libertad puedes ser verdaderamente feliz. La felicidad es parte de tu verdadera naturaleza, porque no fuiste creado por Dios para el sufrimiento y la muerte sino para el gozo y la vida. El pecado -dependencias, miedos, tristezas, etc.-, que te aleja de la felicidad, no pertenece a tu naturaleza, es obra del maligno. 

María vivió siempre en Dios; que es lo mismo que decir que vivió en felicidad. Nunca perteneció al mundo de los alejados (pecadores, pecado original). Ella es un espejo donde mirar tu naturaleza original perfecta, sin defecto, sin pecado. Eso es lo que tú y yo somos, aunque la soberbia, avaricia, ira, miedos, etc. oscurezca a veces esa imagen y semejanza de Dios que sigue oculta en cada cual. La tarea de la vida cristiana consiste en desarrollar el bautismo recibido, despojarse del hombre viejo pecador, recobrar y mantener la belleza de Cristo que preservó de modo admirable su Madre.

Mírate hoy en el espejo de María Inmaculada. Contempla en su bondad, su fe inconmovible y su belleza, lo que tú mismo eres cuando vives sin arrimo de pecado. Bienaventurada. Bienaventurado. Llevar  una vida espiritual cristiana no es otra cosa que volver la mirada una y otra vez al bautismo, a ese momento en que renuncias al mal y confiesas que sólo en Dios está la plenitud de tu alegría. ¡Qué hermoso sería que pudieses cantar el magníficat con la misma fuerza y verdad con que ella o cantó ella!. Inténtalo. Lc 2,47-55. ¿Qué mejor oración para este día que cantar con María su mismo gozo?

Feliz día de la Inmaculada, nuestra Madre,  ejemplo insigne de pureza y de fe; también  abogada e intercesora. “Ruega por nosotros, santa madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar -como tú- las promesas de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo”. Amén.

María, Madre Inmaculada, ruega por nosotros.



Diciembre 2024
Casto Acedo

jueves, 28 de noviembre de 2024

Vivir en esperanza (I Adviento. 1 de Diciembre)

EVANGELIO 
Lc 21,25-28.34-36

“Dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras, y las inquietudes de la vida y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre".

Palabra del Señor
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Este domingo comienza el tiempo de Adviento, días previos a la celebración del nacimiento de Jesús y que la Iglesia invita a VIVIR EN ESPERANZA, con los ojos abiertos para reconocer a Jesús que viene.

Ya hace días que comenzó la estresante carrera del consumo navideño: Black friday, luces y decoraciones navideñas, compra de juguetes y regalos, reservas de comidas de empresa, etc. Es sorprendente cómo se ha dado la vuelta al sentido de la Navidad. Se debería preparar la acogida de quien va a nacer, y sin embargo, el primer lugar lo ocupa la alienación, la borrachera, la juerga y el divertimento, esperanzas en caprichos exteriores.

Tenemos casi de todo, y no estamos satisfechos. Vivimos saturados de deseos y esperanzas (en plural) que aguardamos lleguen desde fuera. Pero ¿y si la esperanza, en lugar de estar fuera, estuviera dentro? ¿No estaremos confundiendo la esperanza con las expectativas y los deseos?

Tal vez te equivocas al pensar que la felicidad cosiste en satisfacer tus aspiraciones a poseer o controlarlo todo. La ambición sólo genera sufrimiento. Quien  vive en esperanza aniquila el deseo, acepta lo que le venga y en un arranque de generosidad vive más preocupado por los sufrimientos y problemas ajenos que por los propios.

Te propongo para este Adviento un ejercicio muy simple: soltar tus dependencias o apegos, tus deseos y expectativas, la ilusión que pones en obtener bienes que consideras imprescindibles para ser feliz. Recuerda que quien vive de ilusiones es un iluso. Es mejor actuar que esperar ilusionado que la solución caiga del cielo. ¡Despierta a la realidad y actúa en ella! Así alimentas la esperanza. Es lo que hizo Jesús. 

Me atrevo a darte unos consejos:

Vacíate de todo deseo. Cuando deseas algo con vehemencia vives en el sufrimiento por no tenerlo, y una vez en tu mano pasas a vivir en otro sufrimiento, el del miedo a perderlo.  ¿Merece la pena?

Deja ir el sueño de que se solucionen tus problemas por arte de magia. Trabaja por una salida, pero no te agobies y desesperes si tarda en llegar. No olvides que los obstáculos son una oportunidad para crecer.

*Suelta tu "ego". Que tu felicidad personal no sea lo más importante. Busca satisfacer y alegrar a los que te rodean; sin excepciones; al hacerlo repartes esperanza, y lo que siembras cosecharás.

*No seas tan torpe como para creer que del vacío existencial puedes salir dándote a “juergas y borracheras”; sabes bien que la droga no elimina sino que aumenta la desesperación.

*Despierta. “¡Estad despiertos!” dice el evangelio. Sal del sueño en que vives.  Creer que tu felicidad depende de que se cumpla siempre lo que te apetece sólo te conducirá a la pesadilla del eterno desencanto.

*Medita, entra dentro de ti para hallar y sentir a Dios. Eres “imagen y semejanza de Dios”. Llevas impresa la imagen divina.  Si quieres vivir en esperanza suelta todo lo que desdibuja esa imagen y déjate embaucar por su amor.

*Permanece abierto a la novedad de lo que pasa ante de ti cada día; porque tus días están preñados de Dios. Lo tienes a tu lado, no como tú lo imaginas o deseas que venga, sino como él es: encarnado, pobre, sorprendente. Abre tus ojos a la realidad de su paso.

* La esperanza, la tuya y la de tus hermanos, se alimenta y crece  con la práctica de la caridad. Allí donde te necesiten, abre camino a la esperanza. Amar es el  mejor  ejercicio de Adviento, la mejor cuna para acoger al Niño Dios.

No te dejes embaucar por  "las esperanzas mundanas" y afírmate en la Esperanza auténtica, la que está anclada en Dios y sus promesas.

 ¡Feliz Adviento!

Casto Acedo

jueves, 21 de noviembre de 2024

Sobre la verdad (24 de Noviembre)

 

EVANGELIO

Jn 18,37-38

Dijo Jesús a Pilato: «Mi reino no es de este mundo». ... Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.». (Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?»).

* * 

No recoge el evangelio de hoy la pregunta entre irónica y escéptica que Pilato dirige a  Jesús cuando éste se llama a si mismo "testigo de la verdad": “¿Y qué es la verdad?”, apostilla el procurador.

El tema de la verdad es delicado. La mentalidad hoy dominante sólo admite una verdad, la de la ciencia, e incluso esta verdad es puesta en duda hoy por la física cuántica. Preguntas a alguien si hay verdad y te dice: “no hay verdad, hay verdades, ... y posverdades”, la tuya y la mía, la de cada cual, que puede ser cambiante; donde hoy es digo mañana es diego. Se ha puesto de moda una verdad elástica y moldeable, la post verdad o verdad líquida, que se amolda al gusto del envase del ego. 

Así que "no hay verdad", se dice;  ahora bien, eso que se dice, ¿es verdad?. Porque si no hay verdad ni siquiera se puede decir con verdad que no la hay. Y si no hay verdad, no  hay justicia, ni amor; porque no hay un bien y un mal verdaderos. Y llegados a este punto cada cual se lanza a vivir desde su egoísmo personal. El relativismo de la verdad está haciendo mucho daño.

Como cristianos creemos que hay una “Verdad absoluta”. Pero esa verdad no es una teoría, ni una idea, tampoco una ley o una doctrina; la verdad es una persona: Jesucristo. Él dijo “yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).  Su reino es el Reino de la verdad, la bondad y la belleza, todas con mayúsculas (absolutas). "Para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad".  ¿Cómo podemos conocer la verdad de Dios? Mirando a Jesús. “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). 

Los reinos mundanos se construyen bajo la sombra de la mentira. "Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, ... Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. ... ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?" (cf 1Jn 2.18-22). ¡Qué gran enseñanza!: es un mentiroso quien niega la Verdad que es Cristo, Dios hecho hombre. 

«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». (Jn 8,31-32). El Reino de Dios no es ni una ley ni un discurso, es sabiduría de vida; sólo quienes lo viven pueden entenderlo. Si quieres entender el Reino no te queda otra escuela que la de la Palabra y la Vida.  La Vida es la única Verdad absoluta. Cualquier lectura o interpretación acerca de ella se queda corta para expresarla. 

“Ha llegado -decía Jesús-, está cerca el Reino de Dios”. Pero ¿qué es o en qué consiste el Reino? Incluso a Él le resultó difícil traducir a conceptos su mensaje. Para darse a  entender echó mano de parábolas (“el Reino de Dios se parece a...”), porque los discursos son insuficientes. La Vida de Jesús, el Evangelio, es la gran parábola.  Sólo adentrándome en ella encontraré la Verdad del Reino de Dios.

¡Venga a nosotros tu Reino! ¡Venga tu gracia! ¡Venga tu amor!, Señor.

¡Feliz Solemnidad de Cristo Rey de la Verdad!

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Un comentario más amplio en:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2018/11/rey-de-la-verdad-y-el-amor-cristo-rey.html

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Noviembre 2024

Casto Acedo.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Sobre el final (17 de Noviembre)


EVANGELIO  
Mc  13,24-32.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 

-«En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. 

Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. 

Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. 

Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

¡Palabra de Señor!

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Cuando se escuchan evangelios como el de hoy solemos deprimirnos un poco. Hablan de cosas terribles.; y no nos gusta escuchar palabras que producen miedo. Si el evangelio es buena noticia, ¿cómo compaginarlo con anuncios tan horrendos?

La sabiduría del evangelio, el sensus fidei lo llaman los expertos, nos aclara las cosas. Hay en la Biblia una serie de textos que llamamos “apocalípticos”, que no quiere decir catastróficos sino reveladores. “Apocalipsis” significa “revelación”. No son textos pare ser leídos al pie de la letra (cosa que sí hacen los fundamentalistas religiosos, que los aprovechan para manipular con el miedo a las personas) sino que encierran un mensaje de esperanza que se puede extraer de ellos

De principio, los textos que hablan del final de los tiempos muestran algo tan simple como que “la historia tiene un fin”, algo que podemos mirar desde dos puntos de vista: como un fin de destrucción, de desaparición y de paso al vacío y la nada, un final temporal en toda regla; o como una finalidad, es decir, que la historia tiene una meta a la que apunta, y que completa el camino recorrido con anterioridad.

Si miramos el final o el fin desde la Biblia podemos ver que ésta no pone su acento en que todo termina y se acaba, en que todo desaparece, sino que todo alcanza su punto omega de perfección. Así lo indica el libro del Apocalipsis en sus últimos capítulos: "Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, ... Dios  enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.  Y dijo: «Mira, hago nuevas todas las cosas»". (20,1.4-5)

Se dice que uno de los mayores males de la Iglesia actual es que se ha desconectado de la vida de las personas. Y uno de los motivos puede estar en que hemos predicado tanto sobre el final catastrófico del mundo y de la humanidad, hemos reducido tanto la espiritualidad a un “terrible juicio final”, que se ha desdibujado la dimensión práctica de la sabiduría cristiana. Con el evangelio de hoy ganamos más leyéndolo para el presente que proyectándolo en un futuro más o menos cercano.

¿Qué sabiduría práctica de vida se oculta  tras el apocalíptico anuncio catastrofista de hoy? Lo primero: que las crisis son inevitables. “En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Entro en angustia, todo se tambalea en torno a mi, sólo veo oscuridad, lo que antes me daba luz no me ilumina, los faros que me orientaban en la tormenta se han derrumbado, no me siento firme, todo se tambalea bajo mis pies. ¿Te suena? Estás atravesando una crisis, pasando por la noche, diría san Juan de la Cruz. Tienes ante ti un reto: mantener la fe, atravesar tus sombras, aguardar con paciencia el amanecer; porque “entonces verás venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos. Cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta”. ¿Ves?, al final del túnel no está el agujero negro sino la luz de Jesús, el Hijo del hombre, la esperanza. Tú estás entre los elegidos que serán reunidos en la luz.

Lo que pretende el texto evangélico de hoy es algo tan simple como hacerte ver la gloria de Dios como lo único que te queda al final (el único fin de la vida, el destino natural de tu historia). Merece la pena que abras los ojos a la realidad de la muerte y del fin, porque ahí se desvela la vacuidad de la vida asida a lo perecedero. Puede que contemplar lo caduco que es todo lo que has valorado importante hasta ahora te haga entrar en crisis, pero esa crisis es una oportunidad para que decidas a pasarte al lado correcto de la vida. Las descripciones catastrofistas  son sólo la cruz de una moneda cuya cara es el amor de Dios, como lo deja ver la primera lectura de hoy, del libro de Daniel, cuando dice que, ahora y al final, cuando todo se hunde, “los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad” (Dn 12,3).

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Te aconsejo leer esta semana la segunda carta del apóstol san Pedro. Es toda una llamada a decidir qué camino tomar cuando llega el terremoto de la vida y todo se tambalea. “Si todas las cosas van a desmoronarse, ¡qué conducta tan santa y tan religiosa deberá ser la vuestra mientras esperáis y apresuráis la venida del día de Dios!” (2 Pe 3,11). Solemos optar por el camino equivocado, que es el de aferrarnos, atarnos, apegarnos a lo perecedero (poder, dinero, fama, …), cómo queriendo prolongar eternamente la situación de agonía; pero sabemos que la dirección a tomar es otra: despojarnos de todo lo que es caduco por naturaleza. Y ponernos en manos del único que puede garantizar la vida: “Mientras esperáis estos acontecimientos (del final) procurad vivir en paz con Dios, … considerando como salvación la paciencia de nuestro Señor” (3,14-15).

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Un comentario más amplio sobre la Palabra de hoy en:

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Noviembre 2024
Casto Acedo