viernes, 27 de diciembre de 2024

Sagrada Familia (Domingo 29 de Diciembre)


COLOSENSES 3,12-21

Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.

Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.

Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.




* * *


Crisis familiar

La opción por vivir en pareja recurriendo a un contrato matrimonial esta en franca decadencia; basta comprobar la disminución de bodas celebradas tanto en los templos como en los juzgados. No cabe duda de que vivimos un cambio cultural que afecta de lleno a la institución familiar.

De fondo tenemos el nihilismo (no hay nada sólido, no se puede confiar en nada) que envuelve nuestro mundo occidental, preñado de un individualismo que encumbra el “sólo vale lo que me agrada y apetece”, lo cual hace imposible el matrimonio tal como la tradición cristiana de siempre lo ha entendido. Para la fe cristiana el matrimonio es comunión (comunidad) y sacrificio (donación). Y poco valor  se concede hoy a esto.

La vida matrimonial y familiar, sea religiosa o no, requiere una espiritualidad, un modo de entender las relaciones de pareja, en la que el amor de donación gratuita ocupe el puesto más importante. Y no está de moda entre nosotros este amor en gratuidad. Lo que se lleva es el juego del amor interesado, “te doy para que tú me des” (do ut des); y esto es solo una caricatura del amor.

Amor cristiano

¿En qué consiste el amor que apellidamos cristiano y que es tan esencial a la vida en pareja y a una vida familiar sólida? La carta de san Pablo a los Colosenses, leída teniendo en cuenta el entorno histórico y cultural en que se escribe, nos da unas claves esenciales para la intelección y la renovación del matrimonio y la familia.

El apóstol se dirige a personas conscientes de ser “elegidos, santos y amados”, es decir, que tienen consciencia de ser seres agraciados con un amor inmerecido. Hay una felicidad y alegría interior en quien se sabe “santo y amado” que le dispone de modo natural a vivirse en donación. Y esa conciencia del amor recibido dispone al alma a dar el mismo amor. Bonum est diffusibum sui, el bien, por sí mismo, por su propia naturaleza, tiende a difundirse.

Desde el reconocimiento del valor de uno mismo a los ojos de Dios se pueden entender mejor las recomendaciones que siguen en la carta: “revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia”. El hombre viejo es movido por el interés, el egoísmo y las pasiones carnales; el hombre nuevo se reviste de Cristo y hace de su seguimiento el motor de su vida espiritual.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra el otro”. ¡Como recuerda esta frase al acto por el que Jesús pide perdón en la cruz por los mismos que le han crucificado! Este ejercicio de ascesis es básico para madurez de la vida matrimonial y familiar. El amor conyugal y de familia requiere la decisión de perdonar, la “determinada determinación” y el entusiasmo necesarios para afrontar cuantos obstáculos se opongan a su realización. Sin esta voluntad es imposible el éxito en la vida familiar. Dios llama y ayuda, pero no hará por ti lo que tú puedes hacer. “El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo”; Dios no pide nada que Él mismo no haya hecho antes.

Y la pieza clave: “Por encima de todo eso, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta”. A la ascética le sigue la mística. Si el esfuerzo por trabajar la comunicación y el entendimiento entre los miembros de la familia es importante, más lo es la meta a la que esos trabajos conducen: el amor, definido aquí como “vínculo de la unión perfecta”. Esto es precioso de saber y de vivir. El amor es la piedra angular de todo el edificio comunitario y familiar, y este vínculo no es otro que el Espíritu Santo, Dios-Amor obrando, vinculando, uniendo. Se trata de poner a Dios en medio de la familia.


Dos concreciones de la carta a los colosenses

1. ¿Dominio del marido sobre la mujer?  “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas". San Pablo va aquí a lo concreto de las relaciones familiares; y lo hace con unas palabras que se han de leer en el contexto cultural de la sociedad patriarcal de su época. 

No pasa desapercibida para la sensibilidad feminista de hoy la afirmación “mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos”. ¿Consagra esto algún tipo de superioridad del varón sobre la mujer? ¿No hay igualdad de dignidad entre esposo y esposa? Creo que no podemos extraer de aquí conclusiones descontextualizadas. Basta prestar atención a todo lo dicho con anterioridad para no caer en una lectura fundamentalista de esta frase.

También se dice a continuación: “maridos, amad a vuestras mujeres y nos seáis ásperos con ellas”, y si este consejo no vemos inconveniente en aplicarlo también a la mujer, ¿porqué no referir el primero también al marido? Un cristianismo del siglo XXI no puede caer en el error que en otros tiempos se cometió al justificar supuestas superioridades por razón de sexo o género. El sensus fidei -sentido global de un texto a la luz de toda la escritura- nos remite a considerar el trato y consideración dados por Jesús a la mujer, un trato revolucionario en su contexto. Y desde esa visión evangélica debemos leer estos últimos párrafos, que no apuntan sino a que se lleve a la práctica en la convivencia familiar todo lo que se ha expuesto antes: amor, compasión, perdón.

2. ¿Y los hijos? El texto sobre los hijos también habría que leerlo actualizando sus expresiones bajo el signo del amor: "Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos".

La verdad es que hoy habría que cambiar los sujetos y predicados de la última frase: “Hijos, no exasperéis a vuestros padres, no sea que pierdan los ánimos”. ¿Cómo estamos educando a los hijos? Los padres de hoy se quejan de los adolescentes y jóvenes, también de muchos niños, que no se someten a la debida obediencia familiar, no es raro oírles decir  cómo les exasperan los hijos díscolos y cómo se ven impotentes para llevar a cabo una educación de los mismos renunciando a la violencia verbal o física.

Muchas veces no pueden evitar imponer su autoridad con el castigo. Este recurso último de la corrección mediante el castigo  ha hacerse siempre desde el amor, nunca desde la impaciencia o la ira. Cuesta tomar decisiones que de principio hacen sufrir al educando, pero más grave es dejar que el veneno de la indisciplina acabe por destruir la vida de aquel a quien queremos y tenemos el deber de educar. Aquí lo que se pide de nuevo es amor. Cundo amas no te equivocas. Dice san Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”. Que sirva esta cita como  reflexión para los padres y educadores cristianos.

Dar gracias y ser siempre misericordiosos

En esta fiesta de la Sagrada familia, demos gracias por el inmenso don de poder disfrutar de  padres, hijos y hermanos. Y si no se tienen, o hay problemas de por medio, no dejemos de predicar y aspirar al “amor como vínculo de perfección”.

Y un apunte final: en la consideración de las nuevas situaciones familiares que hoy surgen no olvidemos el “principio misericordia”. Esmerémonos en respetar, escuchar y acoger a las las personas que viven situaciones familiares extrañas o difíciles; y siendo conscientes de que para una renovación de la vida familiar no basta nuestra ascesis, recurramos al “amor de Dios”; es bueno orar poniendo  en manos de Dios a todas las familias y todas las novedades familiares que nos salen al paso.

Feliz día de la Sagrada Familia

Diciembre 2024
Casto Acedo

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