“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". (CATIC, 234).
Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
-¿Quién eres? -dijo una Voz.
-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre d
Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
-¿Quién eres? -dijo una Voz.
-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre de cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he pregunta
e cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿quién eres?
-Soy una cristiana.
-No he preguntado cuál es tu religión, sino ¿quién eres?
No consiguió pasar el examen y fue enviada nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente.
(Anthony de Mello)
* * *
La fiesta de la Santísima Trinidad es un tanto extraña. Por una parte parece que celebramos un frío dogma de fe. De hecho la palabra Trinidad referida a Dios nunca aparece en la Biblia, aunque en sus textos se hallan pistas que dan pie a decir que en Dios es Trinidad de personas.
Por otro lado, ¿qué celebramos? ¿A Dios? Pero ¿no es lo que celebramos siempre que nos reunimos en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo? Pues no. En cada fiesta del año celebramos el hacer de Dios, su revelación en el tiempo y el espacio, en la historia. Dios se revela salvando. Encarnación, Navidad, Pascua, Ascensión, Asunción, Institución de la Eucaristía (Corpus Christi), fiestas de Santos, etc. son acontecimientos salvadores con los que Dios se da a conocer.
Dios es Misterio, yo soy misterio
La primera enseñanzas del dogma de la Trinidad es que DIOS ES MISTERIO, entendiendo por misterio aquello que no se puede comprender o explicar pero no por eso deja de ser y existir. La palabra misterio referida a Dios no significa que Dios sea una realidad oscura e inaccesible que no me puede afectar, sino una Luz de tal intensidad que los ojos no pueden verla por su exceso. La finita luz de mi razón queda ofuscada por la infinitud de la luz divina.
Ahora bien, si Dios es Misterio, también yo, creado a su imagen, lo soy. Todo hombre y toda mujer es un misterio, incluso para sí mismo. Nos pasamos la vida estudiando, trabajando, intentando “ser alguien”; confundiendo ese “ser alguien” con “ser lo que hacemos, representamos o experimentamos”. Nos ilustra en esto el cuento de Anthony de Mello que abre este escrito. Todo es diferente cuando me comprendo a mí mismo como misterio enraizado en Dios.
La contemplación del Misterio de la Santísima Trinidad responde a la pregunta acerca de quién soy; más allá de mis méritos soy misterio, imagen de Dios, hijo de Dios, amado de la Santísima Trinidad. Como misterio que soy mi vida permanece siempre abierta al infinito, y no hallaré descanso hasta que no viva la comunión plena con el Misterio del que procedo. ¡Qué importante es conocer esto! Te va la vida en ello.
Dios es relación, yo soy relación
Dice el dogma de fe que la Santísima Trinidad, que en Dios hay tres personas distintas sin dejar de ser un solo Dios. Y cada persona se define por su relación: el Padre es padre por su referencia al Hijo (sin hijo no hay padre), el Hijo lo es por su relación con el Padre (sin padre no hay hijo), y el Espíritu Santo lo es en cuando amor que relaciona al Padre con el Hijo. O sea, que DIOS ES RELACIÓN DE PERSONAS.
Y, siguiendo la misma lógica que en el caso del Misterio, si soy imagen de Dios también SOY RELACIÓN. Mi persona crece y se realiza cuando me relaciono con Dios, con mis hermanos y con todo lo creado; y disminuye mi auténtica persona o personalidad cuando me cierro egoístamente a comunicar, a salir al encuentro de Dios, de mis hermanos y de la creación entera.
¡Qué importante es saber cómo es Dios en sí para saber quién soy yo! El conocimiento de Dios importa porque en Él aprendo a conocerme a mí mismo. Y puedo así encontrar mi lugar en el mundo. Si Dios es relación, amor, bondad, misericordia, verdad, belleza, etc. También yo soy todo eso. Es verdad que también soy pecador y Dios no lo es; pero el pecado no forma parte de mi naturaleza original, ni destruye en mí la imagen de Dios que soy. Algunos Padres de la Iglesia dicen que lo que el pecado consigue es romper solamente la semejanza con Dios. Pero Dios sigue estando en cada persona; la imagen permanece. Y es esa imagen que tengo ir sacando de mí, porque está oculta bajo la costra del pecado que no me deja ser yo mismo.
Hay algo que no solemos tener en cuenta cuando hablamos de pecado; que no es el Padre el que se aleja del hijo pródigo sino el hijo pródigo el que se va de la casa del Padre, que es la casa (interioridad) mismo del hijo. Volver a casa no es solo volver a Dios, es volver a ser tú mismo. Es sorprendente descubrir que conocer a Dios es conocerme, volver a Dios es volver a mí mismo y amar a Dios es amarme y respetarme a mí mismo. La persona humana es RELACIÓN CON DIOS. Por eso la espiritualidad cristiana es algo tan sencillo como practicar la oración y el encuentro de amor con los hermanos, recuperar la semejanza con Dios.
Dios es Iglesia, yo soy Iglesia
Baste hoy esta pequeña referencia a Dios como "relación personal" para darte cuenta de cuántas cosas puedes extraer para tu vida ahondando en lo que enseña el dogma de la Santísima Trinidad. Sabemos las cosas que un buen cristiano “tiene que hacer”, pero eso no es suficiente. Para llevar una vida satisfactoria y feliz es preciso conocer a Dios y reconocerte en Él desde la dinámica del amor, impregnarte de su ser, amarle como Él te ama y amar a tu prójimo con su mismo amor de gratuidad y misericordia.
Tu vida espiritual no debería regirse por leyes y mandamientos sino por el conocimiento de tí mismo que te da el conocimiento de Dios y las luces que éste aporta para andar por la vida. Aquí encuentra sentido la insistencia de nuestros obispos en la importancia que debemos dar a la formación cristiana entendida ésta como conocimiento de Dios en Jesucristo. "Alma, buscarte has en mi, y a mi buscarme has en ti", dice Jesús en un poema de santa Teresa de Ávila.
¡Feliz fiesta de la Santísima Trinidad!
Especialmente para mis feligreses de Trujillanos.
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Otra reflexión sobre el Misterio de la Trinidad; la publicada el año pasado en este mismo blog:
https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2022/06/al-hilo-de-la-palabra-12-de-junio.html
Junio 2023
Casto Acedo.
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