jueves, 1 de junio de 2023

Dios es relación (Santísima Trinidad, 4 de Junio)

Siempre que escribo algo sobre la Santísima Trinidad me brota la teología. Y no puede ser de otro modo. La Trinidad es la clave de toda vida personal, eclesial y social cristianas. No viene mal hacer un esfuerzo por conocer los entresijos de este dogma. Adentrarse en el Dios trinitario es adentrarse en la identidad y en los cimientos de nuestra fe y nuestra cultura cristianas. Espero que esta pequeña lectura sobre algunos de los aspectos de la Santísima Trinidad te sirvan para tu vida espiritual. No doy consejos mascados. Mastica tú y saca conclusiones concretas partiendo de lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica:
“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". (CATIC, 234).
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Segunda carta del apóstol san Pablo  a los Corintios 13,11-13
(Segunda lectura de la liturgia del día)

Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

Palabra de Dios

* * *
Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
-¿Quién eres? -dijo una Voz.
-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre d
Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
-¿Quién eres? -dijo una Voz.
-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre de cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he pregunta

e cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿quién eres?
-Soy una cristiana.
-No he preguntado cuál es tu religión, sino ¿quién eres?

No consiguió pasar el examen y fue enviada nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente.

(Anthony de Mello) 

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La fiesta de la Santísima Trinidad es un tanto extraña. Por una parte parece que celebramos un frío dogma de fe. De hecho la palabra Trinidad referida a Dios nunca aparece en la Biblia, aunque en sus textos se hallan pistas que dan pie a decir que en Dios es Trinidad de personas.

Por otro lado, ¿qué celebramos? ¿A Dios? Pero ¿no es lo que celebramos siempre que nos reunimos en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo? Pues no. En cada fiesta del año celebramos el hacer de Dios, su revelación en el tiempo y el espacio, en la historia. Dios se revela salvando. Encarnación, Navidad, Pascua, Ascensión, Asunción, Institución de la Eucaristía (Corpus Christi), fiestas de Santos, etc. son acontecimientos salvadores con los que Dios se da a conocer. 

La fiesta de hoy centra la atención no en los actos sino en el ser de Dios, como si acostumbrados a gozar de los rayos del sol (efectos del ser de Dios) volviéramos la mirada al sol mismo (ser de Dios). La Solemnidad de la Santísima Trinidad es esto, una fiesta que invita a considerar a “Dios en sí”, en su propio ser, algo muy conveniente en tiempos en que el pensamiento funcional y práctico parece invadirnos hasta el punto de que si alguien o algo no es “para algo”, si no tiene un uso o una función práctica, deja de ser relevante.

La mentalidad funcional nos lleva a la valoración de las personas no por lo que son sino por lo que hacen o producen. Sin embargo, la naturaleza del hombre y la mujer creados “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26-27) desmiente la primacía del hacer sobre el ser. Si Dios me ha hecho a su imagen y Dios es en sí mismo antes de crear o hacer nada, es claro que mi ser está muy por encima de todo lo que mis pensamientos, palabras y obras realicen.

Si soy imagen de Dios, pensar a Dios en sí, tal como hacen los debates teológicos acerca de la Trinidad, me ayuda a saber quien soy. Me basta entrar en el Misterio de Dios como ser que existe en sí y para sí antes de la creación para que también yo comience a comprenderme más allá de etiquetas, títulos y acciones.


Dios es Misterio, yo soy misterio 

La primera enseñanzas del dogma de la Trinidad es que DIOS ES MISTERIO, entendiendo por misterio aquello que no se puede comprender o explicar pero no por eso deja de ser y existir. La palabra misterio referida a Dios no significa que Dios sea una realidad oscura e inaccesible que no me puede afectar, sino una Luz de tal intensidad que los ojos no pueden verla por su exceso. La finita luz de mi razón queda ofuscada por la infinitud de la luz divina. 

Ahora bien, si Dios es Misterio, también yo, creado a su imagen, lo soy.  Todo hombre y toda mujer es un misterio, incluso para sí mismo. Nos pasamos la vida estudiando, trabajando, intentando “ser alguien”; confundiendo ese “ser alguien” con “ser lo que hacemos, representamos o experimentamos”. Nos ilustra en esto el cuento de Anthony de Mello que abre este escrito. Todo es diferente cuando me comprendo a mí mismo como misterio enraizado en Dios.

La contemplación del Misterio de la Santísima Trinidad responde a la pregunta acerca de quién soy;  más allá de mis méritos soy misterio, imagen de Dios,  hijo de Dios, amado de la Santísima Trinidad. Como misterio que soy mi vida permanece siempre abierta al infinito, y no hallaré descanso hasta que no viva la comunión plena con el Misterio del que procedo. ¡Qué importante es conocer esto! Te  va la vida en ello.

Dios es relación, yo soy relación

Dice el dogma de fe que la Santísima Trinidad, que en Dios hay  tres personas distintas sin dejar de ser un solo Dios. Y cada persona se define por su relación: el Padre es padre por su referencia al Hijo (sin hijo no hay padre), el Hijo lo es por su relación con el Padre (sin padre no hay hijo), y el Espíritu Santo lo es en cuando amor que relaciona al Padre con el Hijo. O sea, que DIOS ES RELACIÓN DE PERSONAS.

Y, siguiendo la misma lógica que en el caso del Misterio,  si soy imagen de Dios también  SOY RELACIÓN. Mi persona crece y se realiza cuando me relaciono con Dios, con mis hermanos y con todo lo creado; y disminuye mi auténtica persona o personalidad cuando me cierro egoístamente a comunicar, a salir al encuentro de Dios, de mis hermanos y de la creación entera.

¡Qué importante es saber cómo es Dios en sí para saber quién soy yo! El conocimiento de Dios importa porque en Él aprendo a conocerme a mí mismo. Y puedo así encontrar mi lugar en el mundo.  Si Dios es relación, amor, bondad, misericordia, verdad, belleza, etc. También yo soy todo eso. Es verdad que también soy pecador y Dios no lo es; pero el pecado no forma parte de mi naturaleza original, ni destruye en mí la imagen de Dios que soy. Algunos Padres de la Iglesia dicen que lo que el pecado consigue es romper solamente la semejanza con Dios. Pero Dios sigue estando en cada persona;  la imagen permanece. Y es esa imagen que tengo ir sacando de mí, porque está oculta  bajo la costra del pecado que no me deja ser yo mismo. 

Hay algo que no solemos tener en cuenta cuando hablamos de pecado; que no es el Padre el que se aleja del hijo pródigo sino el hijo pródigo el que se va de la casa del Padre,  que es la casa (interioridad) mismo del hijo. Volver a casa no es solo volver a Dios, es volver a ser tú mismo. Es sorprendente descubrir que conocer a Dios es conocerme, volver a Dios es volver a mí mismo y amar a Dios es amarme y respetarme a mí mismo. La persona humana es RELACIÓN CON DIOS. Por eso la espiritualidad cristiana es algo tan sencillo como practicar la oración y el encuentro de amor con los hermanos, recuperar la semejanza con Dios.

Dios es Iglesia, yo soy Iglesia


Y, muy brevemente, añadir aquí que el conocimiento del ser de Dios nos da también las claves para la vida en comunidad o sociedad, y por supuesto, para entendernos y ser Iglesia. Somos muchos miembros y un solo cuerpo con un solo Espíritu, decía san Pablo en la liturgia de la semana pasada (1 Cor 12,3-7.12-13). 

Sin RELACIÓN CON EL PRÓJIMO mi persona queda oscurecida; manteniendo buenas relaciones mi vida personal se ilumina. En este sentido va la invitación de san Pablo este domingo:  “Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros”. A continuación, como deseándonos la única felicidad verdadera, la que participa del mismo ser de Dios añade: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros”.

La Iglesia es Misterio Trinitario, una Iglesia en muchos miembros; unidad en la diversidad. La Trinidad nos previene de una Iglesia uniforme; lo propio de la Trinidad no es la uniformidad, como si Dios fuera una sola persona que se revela en tres formas distintas (esto es modalismo). La nota que define a la Iglesia no es la uniformidad sino la unidad, y ésta sólo es posible cuando hay diversidad. Creo que no hace falta que me extienda en explicar las consecuencia prácticas de esta verdad. El dogma de la Trinidad anuncia y avisa de que una iglesia uniforme no es la Iglesia de Dios. La Iglesia ha de tener a la Trinidad como referencia: Dios es Iglesia, podemos decir, asamblea de personas distintas (diversidad) que se aman de tal modo que son con propiedad un sólo ser (unidad). Así el misterio que es la Iglesia enlaza con el de la Santísima Trinidad. 

Cuando me preguntan cómo trabajar para la renovación pastoral de la Iglesia encuentro sólo una respuesta: mirando a Dios, contemplándole en su ser; no se trata de realizar acciones pastorales espectaculares que atraigan a otros sino de dejarnos seducir por la verdad, la bondad y la belleza de Dios. En Dios encontramos la unidad en un mismo Espíritu. Y desde ahí mi santidad santifica al mundo, mi bondad lo hace bueno, mi evangelización evangeliza. ¿O aún crees que eso de evangelizar es cuestión de técnicas? En tiempos de individualismo, relativismo o funcionalismo, tal vez para evangelizar deberíamos considerar más la contemplación de Dios en sí, la mirada orante a la Santísima Trinidad. En ella podremos ver como en un espejo las claves de lo que debe ser la persona, la Iglesia y la sociedad.

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Baste hoy esta pequeña referencia a Dios como "relación personal" para darte cuenta de cuántas cosas puedes extraer para tu vida ahondando en lo que enseña el dogma de la Santísima Trinidad. Sabemos las cosas que un buen cristiano “tiene que hacer”, pero eso no es suficiente. Para llevar una vida satisfactoria y feliz es preciso conocer a Dios y reconocerte en Él desde la dinámica del amor, impregnarte de su ser, amarle como Él te ama y  amar a tu prójimo con su mismo amor de gratuidad y misericordia. 


Tu vida espiritual no debería regirse por leyes y mandamientos sino por el conocimiento de tí mismo que te da el conocimiento de Dios y las luces que éste aporta para andar por la vida. Aquí encuentra sentido la insistencia de nuestros obispos en la importancia que debemos dar a la formación cristiana entendida ésta como conocimiento de Dios en Jesucristo. "Alma, buscarte has en mi, y a mi buscarme has en ti", dice Jesús en un poema de santa Teresa de Ávila. 


¡Feliz fiesta de la Santísima Trinidad!

Especialmente para mis feligreses de Trujillanos. 

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Otra reflexión sobre el Misterio de la Trinidad;  la publicada el año pasado en este mismo blog:

https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2022/06/al-hilo-de-la-palabra-12-de-junio.html


Junio 2023

Casto Acedo.

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