jueves, 2 de mayo de 2024

A vueltas con el amor (5 de Mayo)

Un comentario tal vez excesivamente largo. Tiene dos partes bien definidas. La primera insiste en el amor a Dios como mandamiento principal. El segundo se centra en el amar como ama Jesús dando unas pautas desde el evangelio de hoy. Tal vez en nuestro mundo donde se idealiza la caridad activa (amar al prójimo) deberíamos insistir en la contemplación del amor de Dios y el amor a Dios a fin de ser más auténticos y equilibrar la balanza. Siempre es más fácil sacar consecuencias morales de los textos, pero merece la pena y es muy gratificante dedicar tiempo a la simple contemplación del amor de Dios; aprendemos y aprehendemos así a amar como Él ama.
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EVANGELIO 
Jn 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

Palabra del Señor.

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«Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16b). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16a).

Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna» (cf. 3, 16)". (Benedicto XVI, Deus Charitas est, 1) 

Sigue diciendo la encíclica del papa Benedicto que Jesús, al mandamiento del amor al único Dios le añade el del amor "al prójimo como a ti mismo", ya recogido en el Antiguo Testamento (Lv19,8). "Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro".
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1.
Dios es amor (1 Jn 4,8),

El ser cristiano se juega todo en el "amor", término "que se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes" (nº 2 de la encíclica citada). Tal vez el primer paso a dar para hablar de "amor cristiano" sea clarificar qué cosa es. Y la Escritura lo pone fácil: "En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo". 

El amor no es un objeto sino una experiencia de gracia. Esto es lo que quiere decir eso de que "Dios nos amó primero (1 Jn 4,19). El nombre de este blog, "Primero Dios", anuncia que si Dios no va por delante de nosotros estamos perdidos. Todo es gracia, todo es amor de Dios. "Sin mi no podéis hacer nada", dice Jesús (Jn 15,5). Si puedo amar es en cierto modo porque Dios me hace partícipe de su amor; porque he he sido creado a su imagen y semejanza y participo de su ser que es amor. 

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El primero y principal mandamiento nos remite a Dios. Él es la fuente: ""Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas" (Mt 22,37). ¿Cómo poner en practica este amor? Contemplando, admirando, adorando, escuchando, a Dios. Es lo que Jesús enseñó a Marta, la hermana de Lázaro y María, cuando cansada y nerviosa le reprochó que su hermana no le ayudara en el servicio: "María ha escogido la parte mejor y no le será quitada" (Lc 10,42). En una sociedad activista nos cuesta aceptar esta primacía del amor de Dios y del amor a Dios, cuya práctica explícita es la vida de oración personal y comunitaria. Sin embargo, textos señalados de la espiritualidad cristiana ponen el amor a Dios como indiscutible primer deber de la persona. 

 San Juan de la Cruz, tras afirmar que "Al fin, para este amor (a Dios) fuimos criados",  añade: 
"Adviertan los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta (se refiere a la oración de María, la hermana de Lázaro). Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (Mt. 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios”.(Cántico espiritual 29, 3)
Si importante es el amor al prójimo, más importante es el amor a (de) Dios; es éste el que da valor a las buenas obras. Recuerda a san Pablo: aunque vendiera mis bienes y se los diera a los pobres, si no tengo amor de nada sirve (cf 1 Cor 13,3). 

Para entenderlo pregúntate: ¿Para hacer una buena obra, qué me motiva? ¿Cumplir un mandamiento que me garantice la tranquilidad de conciencia y el acceso al Cielo? ¿Estar orgulloso y satisfecho de mí mismo porque he obrado lo justo? Si es así, lo haces por amor propio, o buscando la alabanza de los hombres, y en tu soberbia ya quedas pagado con ello (cf Lc 14,12-14). Si lo que te moviere fuera el amor de y a Dios no tendrías siquiera atisbo de soberbia personal; obrarías con la naturalidad de los siervos que saben que no hacen nada extraordinario al servir a su Señor, simplemente hacen lo que tienen que hacer (Lc 17,10), aquello a lo que les impulsa el amor de Dios. 
"En la caridad verdadera uno ama a Dios por si mismo, por encima de todo lo creado, y ama a su hermano el hombre porque esta es la ley de Dios ... En la contemplación, además, también se cumple totalmente el segundo mandamiento de la caridad. Los frutos de la contemplación son testigos de esto aun cuando durante el tiempo real de la oración el contemplativo avezado no dirija su mirada a ninguna persona en particular, sea hermano o extraño, amigo o enemigo. En realidad, ningún hombre le es extraño, porque considera a cada uno como hermano. Y nadie es su enemigo. Todos son sus amigos. Incluso aquellos que le hieren o le ofenden en la vida diaria son tan queridos para él como sus mejores amigos y todos los buenos deseos hacia sus mejores amigos se los desea a ellos" (Anónimo. Nube del no-saber, 24). 
¿Entiendes ahora por qué "amar a Dios sobre todo" es el primer mandamiento? Sin éste se queda huérfano el segundo: "amar al prójimo".

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2.
“Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12)

Amarás a Dios y amarás a tu prójimo. "Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido el mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo... Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro" (Deus Charitas est 1). El texto es clarificador: el amor humano es la respuesta al don del amor con el cual Dios viene a nuestro encuentro.  

El amor es la respuesta, el punto de referencia tanto para la contemplación como para la acción cristiana, que ha de ser siempre caritativa (cf Lc 10,25-37: el Buen Samaritano; Mt 25,31-46: parábola del Juicio final).

Las prácticas de la vida de piedad (oración, sacramentos) son actos de amor a Dios, momentos para impregnarse del amor que Dios es y que se ha revelado en Jesús. La contemplación, si es verdadera, nos motivará siempre a vivir con los hermanos el mismo amor contemplado. Un amor que, siguiendo criterios evangélicos ha de ser como el amor de Jesús. "Amaos como yo os he amado". ¿Cómo fue el amor de Jesús? Damos unas pautas partiendo del texto evangélico de hoy:

* Humilde (encarnado). Un amor no paternalista y desde arriba sino fraterno y desde abajo.  Dios se abajó a nosotros y “envió a su Hijo” (Gal 4,4). Por tanto, si el camino de Dios-Amor es el de encarnarse en los problemas-situaciones humanas para dar vida, así ha de ser nuestro amor. El amor de Dios se hace disponibilidad para amar al hermano como ama Dios, que “mandó su hijo al mundo para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4,9). Nuestro amor será más cercano a Dios, más auténtico si lo vivimos desde el mismo abajamiento de Dios en Jesús, desde la encarnación y el servicio a los más pobres, para que también ellos vivan en el amor  de Dios que nosotros le acercaremos con nuestra caridad.

* Alegre. “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros” (Jn 15,11). ¿No hemos notado la alegría que transpiran esas personas que son testigos paradigmáticos del amor de Dios hoy? Testigos del amor de Dios como Oscar Romero, Teresa de Calcuta, Carlos de Foucauld u otros santos pulidos por el cincel del amor, se mostraron siempre alegres, serenos, maduros. Nuestra sociedad depresiva, crispada, triste, está necesitada del amor como remedio a la acritud y desesperanza. Donde está Dios hay amor, y donde hay amor hay alegría. En nuestro tiempo hay mucha risa, mucha diversión, pero ¿hay alegría? Si no hay alegría es que falta verdadero amor.

* Comunitario (eclesial)“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11). Vosotros, vuestra. Jesús gusta de usar el plural. Todos estamos llamados al amor; y ese amor crea comunidad, la de los que han creído en el amor que Dios nos tiene. “Dios no hace acepción de personas” (Rm 2,11). El amor no es un don para la privacidad, porque en esencia el amor tiende a entrelazar, a “enredar” a unos con otros creando lazos. El amor de Jesús es esencialmente inclusivo, abierto a toda la creación, universal y eclesial. ¿Qué es la Iglesia sino la comunidad de los que viven unidos en una misma fe-contemplación de Dios amor, y cuyo fin es trabajar por la instauración del Reino de Dios, comunidad humana universal unidos por los lazos del amor de Dios? El  grado de comunión con los hermanos mide el grado del amor.

* Esencial. Para el cristiano, amar no es una opción, sino una condición sin la cual no se puede ser auténtico cristiano. “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). El amor no es una opción. La “opción preferencial por los pobres”, expresión nacida en Latinoamérica y muy repetida en todo el orbe cristiano, hay que entenderla como una llamada a todos los cristianos para que retomen el camino que nunca debieron dejar, es decir, el camino del amor, que no es optativo sino obligado para ser cristiano de hecho. El Señor no nos da un consejo: “si os parece bien, amaos”, sino un mandato inexcusable. Quién no ama no es de Dios.

* Concreto. Un amor compasivo y misericordioso con todos que se  deja ver en obras de misericordia muy concretas -siete corporales y siete espirituales- que el Catecismo de la Iglesia Católica describe como "acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58,6–7; Hb 13,3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espiritual, como perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporal consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31–46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5–11; Si 17,22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6,2–4)” (CATIC 2447).
 
* * *
Vivamos de modo inseparable el amor a Dios y el amor al prójimo. El primero es alimento fundamental de nuestra vida interior ("quien no ama no ha conocido a Dios" Jn 4,8). Y conocido el amor de Dios no puedo evitar vivir el segundo ("Quien dice que conoce a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso", 1 Jn 2,4). El primero motiva y conduce al segundo, y el segundo verifica el primero.

En el centro (equilibrio) está la virtud. No exageremos el valor de las obras que realizamos en favor de nuestros hermanos porque nos pueden llevar a la soberbia de creer que las hacemos por nuestras propias fuerzas y sin necesidad de Dios. Tampoco caigamos en la trampa de medir nuestra vida y progreso espiritual por el tiempo dedicado al discurso teológico,  la oración y el retiro espiritual. Seamos sensatos y valoremos en su justa medida todo el tiempo que dedicamos a los demás y el que dedicamos a Dios. Ni uno ni otro deben ser motivo de soberbia sino de acción de gracias y alabanza a Dios que nos da la gracia de conocer su amor, de amarlo y de ser capaces de amar a los hermanos. 

Mayo 2024
Casto Acedo

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