viernes, 3 de marzo de 2023

Cruz y Tabor (II Cuaresma, 5 de Marzo)


EVANGELIO
Mt 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.

Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

¡Palabra del Señor!

* * *

Somos seres en búsqueda; nos pasamos la vida “buscando”. Buscamos la felicidad, la suerte, un lugar para vivir; buscamos trabajo, buscamos situarnos en la vida, etc. Y la experiencia nos enseña que, a medida que encontramos aquello que buscamos nos salen al paso nuevas búsquedas; porque somos seres abiertos al infinito, naturaleza siempre insatisfecha.

Un lugar destacado en la lista de nuestras búsquedas lo ocupa Dios. La palabra “Dios” parece resumir todas nuestras aspiraciones. Es la perla más valiosa, el tesoro que más ansiamos (cf Mt 13,44-45). Sin embargo Dios es inasible, incomprensible, inefable, aquel que se nos escapa precisamente cuando parece que lo tenemos agarrado, porque somos aspirantes al infinito, pero finitos al fin y al cabo, y la inmensidad de Dios no cabe en nosotros.

1.  Ponte en camino, “sal de tu casa”.

La figura de Abrahán, el primer creyente, es un ejemplo claro de buscador insatisfecho. Es un arameo habitante de Ur de los caldeos ( cf Gn 15,7), es decir, vivía en el centro cultural, económico y político más importante de su época: Babilonia. Pero, a pesar de tener mucho, su vida no debía de ser  muy gratificante. Desde la tierra de los Zigurats, país de las torres de Babel,  lugar de los intereses, la confusión y el orgullo (cf Gn 11,1-9), donde tendría asegurado el porvenir mundano, emprende el incierto camino de la fe con la esperanza de saciar su inquietud espiritual.
 
Los dioses babilonios eran muy cultos y ricos, pero nunca quisieron la confianza de los hombres, sino su sometimiento. Abrahán siente la llamada del “Dios nuevo”, que quiere ser amigo del hombre, el Dios de la alianza. Abrazar la nueva fe exigía abandonar los dioses antiguos; y hubo de renunciar a la tierra que hasta entonces le vió crecer. Esto debió suponerle una ruptura interior muy fuerte: dejar todo, cambiar de mentalidad (vida), arriesgarlo todo, abandonándose  a la intuición de una promesa.

La biografía de Abrahán nos recuerda que la vida es tránsito, trashumancia, cuaresma. Cuando ya nos hemos acostumbrado a “nuestro Dios”, cuando ya lo tenemos situado en su lugar de culto, en su altar doméstico (domesticado) donde no nos causa sobresaltos, el mismo Dios se revela contra nuestra apatía, zarandea nuestro interior y nos hace saltar fuera: “Sal de tu tierra, de tus comodidades, de tus ideas fijas, de tus rutinas espirituales, de tus imágenes de Dios, … y vete a la tierra que te mostraré” (Gn 12,1).

“Abrahán marchó como le había dicho el Señor” (Gn 12,4). No discutió, no se dejó enredar en discursos y justificaciones, no se paró a proyectar su viaje cautelosamente, a hacer planes a largo plazo, sino que fiado en la promesa se puso en camino (Rm 4,3).

Cuando el miércoles de ceniza la Palabra invitaba al ayuno, la oración y la limosna, no invitaba a una serie de prácticas piadosas, sino a “salir”, a ponerse en marcha para el encuentro con Dios. ¿Dónde? Aquí. ¿Cuándo? Ahora. ¿Cómo?: “El ayuno que yo quiero es este: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo, y que no te encierres en tu propia carne (no te desentiendas de tus semejantes)”. Todas estas acciones suponen salir de un o mismo, echar a andar con la fe puesta en que "entonces brillará tu luz como la aurora, y tus heridas sanarán enseguida, tu recto proceder caminará ante ti, y te seguirá la gloria del Señor". (Is 58,6,-10.)

"¡Sal de tu tierra!". Abandona tu Babilonia, con sus seguridades, para encontrarte con Dios. Éste es el objetivo de la cuaresma, la que vivió Abrahán, el pueblo del Éxodo, el mismo Jesús y tantos otros que expusieron su vida y la encontraron en el riesgo de la partida; porque hallar a Dios significa buscarle siempre.


2. Escuchar a Jesús.

En tu camino hacia la Pascua (vida) el mismo Dios, tal como le salió al encuentro de los israelitas en el desierto, te sale a ti también al paso dándote pruebas de su cercanía. La transfiguración del Señor en la montaña (Mt 17,1-9), los momentos gozosos de oración, son prueba y anuncio de que no caminamos solos.

¿Qué ocurre en la transfiguración? La Transfiguración supuso un punto de inflexión en la misión del Hijo y una señal para los suyos. No en vano san Mateo narra el episodio a continuación del primer anuncio de la pasión y tras la áspera reacción de Pedro, a quien Jesús comparará con Satanás y acusará de quererlo apartar de su misión (Mt 16,21-28). En este momento crucial, Jesús se concede un respiro y tomando consigo a sus amigos más íntimos, se retira al monte a orar. En el silencio de la oración busca Jesús la necesaria intimidad con el Padre para discernir adecuadamente su misión (camino).

Es un momento delicado; Jesús lleva un tiempo considerable predicando la Buena Noticia con resultados no muy alentadores; las muchedumbres se encandilaron de principio con su Palabra y sus milagros, pero hay quienes comienzan a rechazarle porque ven peligrar sus convicciones o su estatus con el nuevo orden que el Reino de Dios exige. La transfiguración supone un espaldarazo a la misión de Jesús y una bocanada de oxígeno para la fe de los discípulos.

El fenómeno extraordinario ocurrido en el monte que la tradición identifica con el Tabor (Mt 17,1-9), describe una experiencia mística de Jesús participada por los que le acompañan. Al narrarla, el evangelista, además de poner en evidencia la naturaleza divina de Jesús, quiere iluminar a los cristianos para que descubran en Jesús al nuevo Moisés que les conducirá a la tierra prometida (Reino, vida eterna). La voz del cielo muestra a Jesús como el Hijo predilecto del Padre; es la misma que resonó en el bautismo de Jesús (cf Mt 3,17) y que ahora lo sitúa en un escalafón muy alto, por encima de Moisés y los profetas: “Escuchadle” (Mt 17,5); la voz de Moisés (Ley) y de Elías (profetas, promesas) es sustituida ahora por la del Hijo.

A partir de ahora el camino de búsqueda y encuentro no lo marcará la Ley antigua, ni siquiera la promesa contenida en los profetas de que Dios se acordará de su pueblo, sino Jesucristo, en quien haya plenitud la Ley y se cumplen las Profecías. Jesús es el nuevo “camino” a seguir (cf Jn 14,6), camino jalonado de gozos, pero también de sufrimientos. Cruz y gloria se entremezclan en la vida del discípulo como lo estuvieron en la vida del Maestro. En el mismo Tabor, y en poco tiempo, vivieron los discípulos el paso del placer al temor, de la gloria al miedo: “Señor, qué hermoso es estar aquí” … “Cayeron de bruces llenos de espanto” (Mt 17,4.6).

 

3. Discernir mi oración.

La prueba de la cruz es muy importante para distinguir con objetividad entre la verdadera y la falsa oración.  Será verdadera cuando conecta con la realidad de la cruz iluminándola ("¡hágase tu voluntad!"). Muy al contrario, quedarse embobado con los gustos del Tabor y no tomar la cruz con decisión e ir hacia adelante con Cristo es signo de inmadurez y falsedad; vale que en un primer movimiento nos acerquemos a la oración buscando regalos para el cuerpo y el espíritu, pero no son los gustos de la oración la meta de la vida cristiana (¿acaso no tiene más valor la oración hecha en sequedad?), éstos son sólo prendas que nos ayudan a intuir la gloria que Dios tiene reservada a los que no desfallecen en la lucha contra el demonio (contra el mal).

Los llamados momentos de Tabor (experiencias místicas) no son en modo alguno un premio a la virtud de quien los disfruta, sino que son más bien, y así lo dan a entender  santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz, unas gracias que Dios concede a los que sabe débiles y por tanto necesitados de apoyo en su camino. 

Vistas así, estas experiencias extraordinarias no deben alimentar en modo alguno la soberbia sino la humildad de los que tienen el privilegio de vivirlas (cf Teresa de Jesús, Camino de perfección, 18,7). Por muy agradecido a Dios que el caminante esté por las alegrías de las que le hace partícipe, debe saber que éstas no son en modo alguno mérito suyo sino regalo inmerecido. El éxtasis (salir de sí mismo) total solo lo tendrá el fiel cuando alcance la meta. Mientras tanto, al bajar del monte advertirá nuevamente que el mal sigue existiendo y mostrando toda su potencia en su empeño por derribar el poder de Dios. Y entre esas malas hierbas ha de crecer el Reino.
 
* * *
Resumiendo para caminantes: fíjate en Abrahán y su decisión de ponerse en marcha. ¿Hacia dónde? Cada día debes mirar a Jesús. “¡Escuchadle!, dice el Padre. Él es tu brújula. Contémplalo glorioso en tu oración (personal y comunitaria) y  experiméntalo crucificado en tus propios dolores y en los del mundo. Con su palabra (evangelio) Jesús ilumina tu senda para que llegues triunfante a la Pascua.
 
Celebrar la Cuaresma es dejarte conducir por Jesús. “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta… ¡Qué hermoso es estar aquí!” (Mt 17,1.4). En el monte santo de la oración contemplativa te anima el Señor revelándote su gloria; luego te  llevará a Jerusalén, lugar del Calvario y del sepulcro vacío.
 
Sé valiente y sigue los pasos de quien "después de anunciar su muerte a los discípulos les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección" (Prefacio del 2º Domingo de Cuaresma). Con Jesús tu naturaleza finita puede alcanzar lo infinito. La  búsqueda habrá terminado cuando tú seas todo para Dios y Dios lo sea Todo para ti.

* * *
Una breve oración para este domingo en:

Feliz domingo 2º de Cuaresma

Marzo 2023
Casto Acedo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario