viernes, 25 de noviembre de 2022

Ven, Señor Jesús (I Adviento. 27 de Noviembre)

EVANGELIO 

Mt  24,37-44.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.

En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

* * *

En ambientes de “meditación laica” se  habla mucho de “vida consciente” centrada en el presente, de “atención plena”, de "cortar relaciones tóxicas" y de "crecer en virtudes"; y resulta sorprendente cómo cala el mensaje en la ciudadanía, especialmente en personas con cierta madurez que ven como su vida no acaba de encajar en los esquemas sociales del momento. 

Desde hace siglos, la Iglesia ha predicado los mismos temas; y hoy lo sigue haciendo, aunque parece que con menos éxito. Ya hubo quien apuntó que el mayor problema de la Iglesia es que tiene una “imagen de marca deformada”. Tal vez se deba al uso de un lenguaje estereotipado, fijo, dogmático, esencialista y nada subjetivo, que no es significativo en la modernidad. 

¿Se puede seguir hablando de la presencia de Cristo en la Eucaristía remitiéndonos a una palabra, transubstanciación, y dejando a un lado la experiencia del encuentro personal con Cristo-Eucaristía-Amor? ¿Qué entiende el común de las personas cuando les hablas de pecado? ¿Saltarse una ley o haber abandonado el camino de la auténtica felicidad? Cuando se dice que el matrimonio es indisoluble, ¿se piensa en que el amor de Dios fortalece con su gracia la vida en pareja hasta hacerla irrompible? ¿O la expresión “para toda la vida” tiene como trasfondo la idea de “aguantar como sea”?

Lo mismo nos ocurre con el lenguaje escatológico, el de "las cosas últimas". Los evangelios que se leen en las semanas finales  del año litúrgico y que se prolongan hasta el primer domingo de Adviento dicen cosas como: “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra”. Lo que se nos queda al escuchar esto es la idea de que es inminente el castigo divino y debemos dejar todas esas cosas que tanto nos gustan si queremos salvar el alma. 

Los sacerdotes de la autoayuda venden mejor el mensaje que contiene este texto: para mejorar y ser más tú mismo -te dirían- debes dejar a un lado tus “relaciones tóxicas” (las personas que te influyen negativamente, la vida desordenada, el alcohol, las ocupaciones banales, etc), no porque el alcohol, las personas que te rodean o el planteamiento de vida que tienes sea malo, sino porque tu relación con esas realidades te intoxica; ¡ojo! la toxicidad no está en las cosas, las situaciones y las personas, sino en la “mala relación” que estableces con ellas. Cuando sanes tu corazón podrás volver a relacionarte con todo de una manera diferente y liberadora. Dicho así, ¿no entenderían mejor el mensaje los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Es sólo un ejemplo de cambio de lenguaje que se podría aplicar a otros textos. 


El evangelio de hoy dice: “En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos”. Es como decir que nuestra estancia en el mundo es limitada, que somos impermanentes, aves de paso, y no es lo más acertado desperdiciar la vida aferrándonos a algo que no tiene consistencia ni perdurabilidad. Y vuelvo a matizar que el problema no está en que comida, bebida y matrimonio sean algo malo, lo malo es el modo en que te relaciones con ello. Cuando tu vida sólo tiene sentido por lo que comes, lo que bebes o lo que vives en pareja, la dependencia o idolatría que tienes con todo eso te impide ver que hay un bienestar que está más allá de lo inmediato. “Porque el reino de Dios no es comida y bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo;” (Rm 14,17).

“Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre”. Este es el mensaje de Adviento: estar atentos, “atención plena”, despertar, porque quien se mantiene en pie no está dormido, y leer correctamente los signos que ves ante ti, tanto en tu exterioridad (guerras, discriminación, injusticias, catástrofes, etc.) como en tu interior (asimiento a placerse y bienes efímeros, individualismo, desesperanza, desánimo, etc.). Contemplando todo esto, abre los ojos de tu corazón y cree con firmeza que el Señor está aquí, que sigue viniendo, que hay esperanza. Para lograrla sólo has de vaciarte de todas esas dependencias que hacen de ti un esclavo. Dice san Juan de la Cruz que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso” (2 S 21,2). Dios es el agua fresca de la esperanza que llena el vaso de tu alma, si no te llega es porque la tienes tan okupada, estás tan invadido por  “relaciones tóxicas”, que no hay espacio para Él.

Así que necesitas una ecología de interiores, una limpieza del alma. ¿Por qué tienes que soportar tanta basura?. Es tiempo actuar, de despertar a tu presente y tomar decisiones. Y permíteme que sea reiterativo: no se trata de renunciar a nada, sino de cuidar que nada te posea; en palabras de san Juan de la Cruz:

Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.


* * *

Para terminar, unas apostillas: Alguno dirá, ¿pero no habla el evangelio de hoy de que se acerca la muerte como un ladrón en la noche? “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. ¿Por qué no me limito aquí a comentar lo que parece evidente en la advertencia? Es verdad, hemos de estar preparados para recibir la muerte, pero eso sólo debe hacerse desde la conciencia del presente, no desde el miedo al futuro. La consciencia de que un día moriremos libera; sin embargo el miedo a eso mismo angustia y paraliza. Lo que el evangelio de hoy pretende no es amedrentar sino invitar al cambio de actitudes. El miedo no invita a la esperanza sino al desánimo. ¡No a los profetas de calamidades!, ¡sí a los que anuncian esperanza!

Otros dirán ¿qué bueno sería hacer una buena confesión en estos días? Es un mensaje que no falta en los comentarios conservadores. Pues sí, no estaría mal acercarse al confesionario, pero ¿de qué sirve confesar faltas puntuales (acciones) si el corazón sigue apegado a las dependencias (actitudes) y no tiene visos de cambiar? Una confesión sin conversión, sin depuración de actitudes, es una mentira. También nuestra relación con los sacramentos puede ser tóxica. Lo es cuando se utilizan para justificar una vida que sigue atada a sus caprichos y se niega a soltar sus apegos. 

Convéncete de que no tienes que "conquistar el cielo" con extrañas prácticas religiosas; el evangelio no es un libro de autoayuda; lo que tienes que hacer es recuperar tu interioridad okupada por idolatrías (dependencias de cosas ajenas a Dios). La oración continua te ayudará al despertar consciente,  a ver cuales son los hilos que te impiden volar y con la  ayuda de Dios conseguir cortarlos ("cortar" es otra palabra clave para el crecimiento).  Ligado a este despertar y deseo de libertad encuentra sentido la práctica de los sacramentos, entre ellos el de la reconciliación. En tu vida espiritual no estás sólo (autoayuda) sino acompañado (presencia divina). Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20); estoy contigo en mi palabra, en la Iglesia, en los pobres, y también en los sacramentos. Medita y contempla esto. 

Cuando honestamente estés decidido a vaciar tu vaso y des pasos en ese sentido -"los ojos en Cristo"- el agua de la fuente que es Dios lo irá llenando. Sabrás entonces que el cielo está ya ahí, dentro de ti, "adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo" dice santa Teresa (Camino 28,2). Vivir la esperanza es vivir esta realidad, en el día de hoy, en la fiesta cercana de la Navidad y cuando llegue la hora de estar definitivamente con el  Padre eterno.  ¡Ven, Señor, Jesús!.

¡Feliz Adviento!

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Otro comentario a la liturgia de este domingo en:

Noviembre 2022
Casto Acedo

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