lunes, 31 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (1 de Noviembre)

 

APOCALIPSIS (7,2-4.9-14)

Yo, Juan, miré y vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: 
-«La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» ...

... Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: 
-«Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: 
-«Señor mío, tú lo sabrás.»
Me respondió: 
-«Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Palabra de Dios


Siempre me han llamado la atención estos versículos del Apocalipsis por lo que tienen de paradójico. “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»”. No son santos porque han llevado una "vida blanca" sino porque la sangre de Cristo (su amor) los ha blanqueado. La única "vida blanca" (santidad absoluta) es la de Cristo, simbolizada en "la sangre del Cordero".

Los santos no han lavado sus almas en la piscina de sus perfecciones, sino que se presentaron manchados ante Jesús, que perdonó sus pecados. La santidad no es fruto del esfuerzo humano sino de su humildad al reconocer el pecado y acudir a Dios. Los santos son pecadores perdonados; algo que con frecuencia olvidamos.

En mi infancia me enseñaron que un santo o un santa eran personas que habían vivido siempre las perfecciones cristianas: obediencia, castidad, pobreza, etc. Con la inocencia de mi niñez procuraba imitar las perfectas virtudes de tal o cual santo, algo que ya me parecía difícil. Llegada la adolescencia y la juventud tanta perfección no me pareció difícil sino imposible. Sólo con la madurez he ido aprendiendo que la santidad no es una cuestión de  perfecciones sino un asunto de humildad. Los santos son simple y llanamente personas humildes; el corazón en el cielo y los pies en la tierra.

La humildad, virtud cristiana por excelencia,  no presume de perfecciones; al contrario, si de algo presume es de sus debilidades. “Por lo que a mí respecta, -dice san Pablo- solo me gloriaré de mis debilidades” (2 Cor 12,5). A nadie le gustan sus debilidades, por eso san Pablo oró pidiendo a Dios que le liberara de algo que le hacía sufrir constantemente: “Por tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo” (Ibid. 8-10). Donde yo tiendo a decir "yo, mi, me" como referencia de santidad, san Pablo pone a Cristo. Donde yo presumo de mis virtudes, san Pablo presume de sus debilidades; no porque ser santo es ser débil y pecador sino porque sólo desde la consciencia del propio pecado (humildad) puedo acceder a la gracia de Dios. "Te basta mi gracia".

¡Qué importante es conocer a los santos no sólo en sus virtudes sino también en su debilidad! Ahí mismo se miraron ellos; cuando santa Teresa se define como "mujer y ruín" no lo hace solamente por quedar bien; ella misma se sentía pecadora; a medida que te acercas a la luz más se ven las manchas de tu vestido. Saber que fueron pecadores convertidos  acerca a los santos nosotros, porque los hace más humanos. Propio del hombre es errar y propio el levantarse. Me dan miedo las personas que nunca se equivocan.

Un buen ejercicio para este día de Todos los santos es sentir que están cerca de nosotros, que no nos aman y aceptan sólo en los momentos de gracia sino también en los de pecado. Nos acompañan en la debilidad. Interceden por nosotros. Cuando nuestra fe vacila y nuestras obras dejan que desear ellos saben de nuestro estado porque vivieron lo mismo.  Se dice de Cristo en la carta a los Hebreos que "no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado". ¿Podríamos decir lo mismo de los santos? Sí, pero sabiendo que éstos también fueron probados en el pecado, es decir,  sucumbieron y necesitaron "blanquear sus vestidos en las sangre del cordero". Los santos saben dónde encontrar la vida e interceden por nosotros ante el Señor Jesucristo, para que también por Él alcancemos la gloria de la santidad.

* * *

Pon hoy ante ti la imagen del santo de tu devoción. Mira y admira las virtudes que adornaron su vida.  Pero, por favor, no lo divinices, contempla también las debilidades de su vida. Al contrario, tu santo, como todos, no se consideró santo mientras anduvo en la tierra, se sabía pecador, siempre necesitado de la misericordia de Dios. Más que ponerte de rodillas ante tu santo favorito ponte con él de rodillas ante Jesús.

Y no pierdas la oportunidad de pedir a Dios la santidad para ti. No le pidas que un día vayas al cielo (deja eso para Dios en su momento) o que te adoren en un altar (eso es soberbia); pídele simplemente que no pierdas la conciencia de tu debilidad; que cada mañana te recuerde que eres un pecador, que la túnica de tu vida está manchada. No gires la cabeza ni vuelvas la vista a tu pecado; reconócelo con humildad y acude a Cristo que blanqueará tu vestido con su sangre derramada por ti. Así entrarás a formar parte tu también de la asamblea de los santos.

¡FELIZ DIA DE TODOS LOS SANTOS!

Un comentario más amplio y doctrinal en:

Casto Acedo. Noviembre 2022

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