viernes, 24 de junio de 2022

Al hilo de la Palabra (26 de Junio, 13º Ord C)

EVANGELIO (cf Lc 9,51-62)
Mientras iba de camino le dijo uno a Jesús: "Te seguiré a donde quiera que vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza" ... A otro le dijo: "Sígueme". El le respondió: "Señor, déjame primero ir a enterrar a mi Padre". Le contestó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vente a anunciar el reino de Dios""Nadie que pone la mano el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios". (cf Lc 9, 51-52)

Dice san Pablo que “para la libertad nos ha liberado Cristo” (Gal 5,1). Muy pocos llegan a calar en la hondura de esta afirmación. Para ello hace falta desmontar los patrones de comportamiento que impregnan nuestra cultura, que ha conseguido lo impensable hace años: hacer de la palabra libertad una sutil cadena a la que nos atamos gustosamente.

Lo dice el filósofo Byung-Chul Han [1]: “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”; hemos perdido la conciencia de ser dominados, porque ya no hay un explotador ajeno; cada uno se somete a sí mismo en la exigencia de alcanzar cada vez mayores niveles de rentabilidad, de fama, de prestigio; y los medios (wasap, facebook, instagram, etc. ) ofrecen amablemente  la oportunidad de abrazar los grilletes de la soberbia, la avaricia, la envidia, la lujuria, etc., que acaban encadenando la voluntad a sus caprichos. Es común hoy la “alienación y explotación por uno mismo”;  se vive tan alegremente sometidos a la dictadura del "yo más original e importante que nadie" que el simple hecho de darse cuenta y reconocerlo es ya una odisea.

En un mundo así resuena hoy la palabra de Jesús y la de san Pablo invitando a una liberación que podemos resumir con un verbo: soltar. Deja todo, decídete a despojarte de aquello que te impide realizarte plenamente, suelta las personas y las cosas que te atan, rompe los hilos que te impiden remontar el vuelo, trascenderte, ir más allá de tu pobre mente consumista. 


Hay quienes piensan que la llamada de Jesús es dolorosa en el sentido de que te ata a una serie  de penosas prácticas morales imposibles de cumplir. Se equivocan. Lo realmente imposible es nadar y guardar la ropa, es una falacia vivir en felicidad ocupando la vida en ambiciones que sólo aumentan el deseo de más y más, no dejando espacio al gozo de vivir. Apenas alcanzado un deseo ya acecha el sufrimiento que genera el siguiente. Quizá suene raro, pero Jesús llama al disfrute, al deleite, a vivir el placer del momento presente sin dejarse atrapar por la mayor o menor ansiedad que lleva implícita el deseo.

Aunque me he propuesto no alargarme en estas reflexiones, no puedo evitar transcribir aquí  la fábula de los dos pescadores que cuenta Toni de Mello:
El rico industrial del Norte se horrorizó cuando vio a un pescador de Sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando una pipa.
¿Por qué no has salido a pescar?, le preguntó el industrial.
-Porque ya he pescado bastante por hoy, respondió el pescador.
-¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas? Insistió el industrial.
-¿Y qué iba a hacer con ello?, preguntó a su vez el pescador.
-“Ganarías más dinero, fue la respuesta. De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comparte unas redes de nylon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas… y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo”.
-“¿Y qué harías entonces?” preguntó de nuevo el pescador.
-“Podrías sentarte y disfrutar de la vida” respondió el industrial.
- “¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?” Respondió el satisfecho pescador.
Parece un desatino decir que la llamada de Jesús es estarse ahí, quieto, como el "pescador del Sur", descansando sin hacer nada. ¿No nos llama Jesús a trabajar sin descanso por su Reino? Cierto. Pero ese trabajo no es posible sin antes no aquietar el corazón soltando la obsesión enfermiza por consumir y consumir. Quietud sí, quietismo no. 

"Caminad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne", dice hoy  Pablo san (Gal 5,16). Un corazón lleno de deseos y ambiciones mundanas no tiene espacio para el Reino, y acaba siendo un motivo de inquietud y discordia que lleva a devorarnos los unos a los otros por el ansia de sobresalir (cf Gal 5,15). Quien no lleva dentro el Espíritu no puede darlo a otros. Quién no saborea y disfruta el Reino en el quieto descanso de la contemplación no está capacitado para hacerlo presente. Una lámpara sin aceite no puede dar luz. 

Así pues el primer paso para seguir a Jesús consiste en vaciar la alcuza del alma de todo lo que no es  aceite; soltar lo que no te deja ser.  ¿Qué soltar? Lo que bloquea tu corazón,  los bienes o personas a los que has dado el poder de hacerte feliz y que no pueden proporcionarte mas que placeres efímeros. ¿Crees que de verdad te darán algún día la plena felicidad? Cuando tu seguimiento se empeña en ser compatible con tus apegos mundanos terminas  por hacer de la religión un consumo más, un gusto momentáneo sin vocación de plenitud y eternidad.

Suelta tus bueyes, como Eliseo (1 Re 19,19-21); “deja que los muertos entierren a sus muertos -dice Jesús-; tú -sigue diciendo- “ven y sígueme a mí, que no tengo ni siquiera donde reclinar la cabeza. Puedes ser tan libre como yo, que no estoy aferrado a nada. No te pido que no poseas nada; necesitas alimento, vestido, casa, familia y amigos para vivir. No te pido que no tengas posesiones, pero sí que nada te posea a ti, que seas libre para darte generosamente. Sólo poseyéndote te puedes dar, y sólo dándote puedes disfrutar el placer de ser auténtico. Vaciándote de todo puedes ser el amor que eres.

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Puedes aprovechar esta semana para hacer una lista de las llamadas al consumo que cada día te propone “el rico industrial del Norte”; son atractivas pero engañosas. No renuncies a una sana autocrítica. Anota en tu cuaderno espiritual todo aquello de lo que puedes prescindir sin que se resienta tu vida. Suelta juicios, prejuicios, odios, recelos, posesiones, relaciones tóxicas, seguridades económicas, sociales y religiosas, etc. Y quédate en pobreza con Jesús. Si haces esto ya le estás siguiendo, ya puedes afrontar con éxito lo que la vida te ponga por delante.

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Otro comentario más amplio y variado sobre la liturgia de la Palabra de este domingo en:


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