jueves, 29 de mayo de 2025

Ascensión del Señor (Domingo, 1 de Junio)

HECHOS DE LOS APOSTOLES, 1,4-11

Dijo Jesús: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo" Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.

Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."

Palabra de Dios 

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Confiesa nuestro Credo que Jesucristo “subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso". Subió al cielo. Siempre imaginé el cielo como un lugar arriba, luminoso y alegre; luego me enseñaron que el cielo no es un lugar sino un estado. Se usa la palabra cielo porque las limitaciones que tenemos a la hora de expresar las experiencias más profundas obligan al lenguaje a recurrir a palabras e imágenes que por su impacto emocional puedan acercarnos a las realidades inefables. Decir cielo, sabemos,  es decir luz, altura, grandeza infinita, eternidad…
 
Las consecuencias de negar el cielo. 

¿Creemos hoy en el cielo? ¿No nos hemos excedido en la importancia concedida al “suelo” en detrimento del “otro mundo”? Tras el vaticano II, una tendencia muy agudizada, y nada negativa, dicho sea de paso, ha sido la de hacer una lectura “encarnada” de la fe; el error, también hay que decirlo, es que algunos han terminado por confundir vida “encarnada” con vida exclusivamente “carnal”, ninguneando al espíritu que ha de encarnarse. 

Cuando se dice que con la llegada de Cristo ya no hay distancias entre lo "profano" y "sagrado" (cf Mt 15,15-20; Hch 10,10-16), porque en Él humanidad y divinidad se aúnan -con y por Él las distancias han sido eliminadas (cf Col 1,15-20)-, muchos interpretan que ya todo es profano (secularismo). ¿Por qué no decir que todo es sagrado? La creación entera es lugar y motivo para el encuentro con Dios. La redención de Cristo alcanza a todo y a todos; con su irrupción en la historia el cielo no queda excluido de las realidades de la salvación sino que se hace más accesible al poder ser participado ya en el presente mientras esperamos poseerlo plenamente en el futuro.
 
Los excesos son siempre nefastos; no podemos negar el cielo impunemente; sin trascendencia la inmanencia pierde todo sentido cristiano. Reducir la religión a un fenómeno que debe ocuparse exclusivamente de los problemas materiales del pueblo, reducir la religiosidad a moral sea ésta de matiz progresista o conservadora, es hacerle un flaco favor. Y a veces, quiero pensar que sin mala voluntad, se hace. Es más fácil y cómodo usar del púlpito para amonestar sobre la bondad o maldad de tal o cual comportamiento, de ésta o aquella injusticia, que proclamar a pecho descubierto la gloria de la divinidad para pasar luego a su consecuente implicación en la redención de la humanidad. Es más fácil predicar y oír un sermón sobre uno de los diez mandamientos -sobre todo cuando el punto de moral que tratamos coincide con la moral de moda- que tratar del cielo, de la experiencia de Dios que prometen las bienaventuranzas, porque esto segundo supone, en quien proclama y en quien escucha, una experiencia previa de la gloria de Dios sólo posible desde una vida espiritual intensa y coherente.

Creer en el cielo sin desentenderse de la tierra
 
¿Puede existir una fe religiosa sin Dios? ¿Puede haber un Dios sin eternidad? ¿Puede creerse en un Dios eterno sin esperar el don de la eternidad para uno mismo? ¿Hasta dónde nos está permitido esperar? Por muy sorprendente que parezca, cuando a Jesús le preguntan «¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Él responde: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,29). ¿No hubiera sido más lógico afirmar que la obra que Dios quiere es que practiquemos la misericordia con los más necesitados? Pero no, Jesús pone la fe en Dios como la premisa para una vida cristiana profunda y comprometida de veras. 

Por muy importante que sea la dimensión moral de la fe, se comete un error de bulto si negamos la dimensión teológica (experiencia de Dios). Ser cristiano no es reducible a la simpleza de “ser buena persona”; cristiano es quien  tiene fe en el Dios de la Vida Eterna; sin fe en el mundo de lo sobrenatural e imperecedero no hay religión; sin cielo, sin vida eterna con Cristo junto al Padre, nuestra esperanza queda frustrada por el sinsentido de la muerte.
 
La fiesta de la Ascensión del Señor viene a coronar la obra de la redención de Jesucristo. Muerte y resurrección culminan en la ascensión, en la vuelta del Hijo a su origen trinitario. Su ascenso a la derecha del Padre no es una retirada, "no se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino” (Prefacio I de la Ascensión del Señor). 

No podemos ningunear ni ignorar lo que llamamos la dimensión escatológica de la fe, su cumplimiento pleno en una eternidad donde todo y todos seremos felices. Sin esa meta final la fe queda empequeñecida y simplificada de tal modo que podríamos llamarla con verdad opio del pueblo, porque, con perdón de los marxistas, sólo serviría para engañarnos con unas aspiraciones revolucionarias que ser verán frustradas con la muerte.

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“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11). Unas palabras que parecen invitar a mirar a la tierra. Pero ¿invitan también a no mirar al cielo? Creo que la clave está en lo de "no quedarse plantados". No es bueno mirar al cielo con el embelesamiento bobalicón de los falsos místicos. Pero es bueno mirar al cielo de vez en cuando, como hacía Jesús retirándose a orar con frecuencia (cf Mc 6,46; Jn 6,15), o como hizo en Getsemaní (cf Lc 22,41-42) y en la misma cruz, momento en el que encarnado y  clavado a las realidades de la tierra, no dejó de elevar sus ojos al Padre que todo lo puede (cf Lc 23,46; Hbr 5,7).
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Otro comentario sobre la Ascensión, con un estilo más personal, como el del domingo pasado, en: 

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Mayo 2025
Casto Acedo
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miércoles, 21 de mayo de 2025

Dios en mí (VI de Pascua. 24 de Mayo)

 

 

EVANGELIO Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».

Palabra del Señor.

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Una pregunta: ¿dónde está Dios?

De niño me enseñaron que Dios está en el cielo, un lugar muy hermoso, aunque, la verdad, siempre lo imaginé un poco aburrido, sobre todo para los deseos e inquietudes de un niño.

También me dijeron que está “en todas partes”, pero no como presencia tranquilizadora, sino como juez que vigilaba todos y cada uno de mis pensamientos y acciones. ¿Recuerdas el triángulo con el ojo en el centro? ¡Cuidado, Dios te ve! Un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Mejor no vivir bajo su mirada "justiciera".

Es verdad que Dios está arriba y está en todas partes, pero ¿cómo entender esto? Simplemente como que Dios es más grande que nada y que nadie, y que su presencia sostiene todo. “No hay brisa si no alientas, / monte si no estás dentro / ni soledad en que no te hagas fuerte. / Todo es presencia y gracia”, dice un himno del rezo de vísperas. En todas partes está Dios; la creación toda es expansión y reflejo de su Ser. 

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En mi juventud descubrí un nuevo rostro de Dios: la persona de Jesucristo. Dios se hace hombre en Él. Me resultó atractivo este nuevo look divino. Enmanuel, Dios con nosotros, Dios conmigo. “El que me ama guardará mi palabra”, dice. Y su Palabra me parece digna de ser guardada, porque no es doctrina sino vida. Me fascina de Jesús su honestidad: todo lo que dice lo hace; su predicación va unida a su vida; se complementan. Dice lo que hace y hace lo que dice. ¿Se puede encontrar a alguien más digno de fe?

Al Dios “con nosotros”, Jesucristo, lo encuentro en la vida de cada día; en quienes se cruzan en mi camino: mi familia, mis feligreses, mis amigos, los enfermos que visito, las personas que acuden a mí buscando consuelo o consejo. En mi vida, en mi historia, en mis avatares de cada día; Jesús camina conmigo. También lo veo en quienes viven situaciones de marginación, o de "descarte", como decía el Papa Francisco; en ellos sigue crucificado. Desde ahí me llama a trabajar por un mundo más justo.

Dios está ahí donde me encuentro. Tal vez yo no sepa ver claramente donde estoy en cada momento, pero tengo la certeza de que Él sí sabe donde estoy yo; y esto no me produce temor sino confianza. Es mi amigo.


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Pasados ya los sesenta años de edad, miro más a mi interior, y voy descubriendo la verdad que esconde la sentencia de san Agustín: Si es verdad que Dios es superior summo meo (mayor que cualquier cosa mía), también es cierto que es interior intimo meo (más interior que mi misma intimidad). Con la edad me he vuelto introspectivo, explorador de mis entrañas. Donde más busco ahora a Dios es en mis adentros.

Antes pensaba que cuando yo le fallaba Él se alejaba, me dejaba solo. Y ahora descubro que cuando me alejo Él no se va, soy yo quien me voy de mí mismo y me alejo de su presencia en mí. Su Espíritu está tan arraigado en mí interior que, si tal como he citado antes, no hay monte si Él no alienta, tampoco yo existo sin su Espíritu.

He descubierto que hay un Dios plural: Padre que está arriba y en todas partes, Hijo que está a mi lado, en mis hermanos y mis acontecimientos, y Espíritu que está dentro de mí. Y el evangelio de hoy me lo confirma. El que me ama -dice el Hijo- guardará mi palabra. Y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Me encanta el plural. Dentro de mí los tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 

Ya no busco compulsivamente a Dios en las cosas de afuera, tampoco me obsesiona en exceso hallarlo en los que me rodean; ahora lo busco en mí, y sé que  cuando todo mi espacio interior sea suyo le reconoceré en verdad como el que está más arriba de todo y el que se halla al mismo tiempo en mi intimidad y en la intimidad de cada una de las personas que poblamos el mundo. También en toda la creación.

Ya no temo al Dios Todopoderoso, ni me escandaliza verlo en los heridos de este mundo, porque he visto cómo su grandeza de Padre se ha fijado en mi bajeza, y cómo en mi debilidad me ha dado fuerzas para amar a los menos amables, y ha ensanchado mi corazón para acoger con amor todo lo que antes ignoraba u odiaba. Si puedo hacer algo por alguien es porque Él está conmigo.

De ser un cristiano que vivió su infancia obsesionado por cumplir los mandamientos, y que pasó su juventud empeñado en salvar a otros como si fuera el mismo Mesías -¡qué soberbia!- he pasado a ser más espiritual, es decir, más humilde. Voy aprendiendo que si soy algo o alguien valioso no es debido a mis méritos y capacidades, sino a la presencia oculta de Dios en mí. Esto es lo que me sostiene, a esto me agarro cuando me fallan las fuerzas, en esto centro mi tiempo de meditación y oración y desde aquí ejercito mi sacerdocio, esperando que la compasión divina me despierte a vivir cada vez más intensamente en  sintonía amorosa conmigo mismo y con toda la humanidad.

Este domingo es un buen día para pedir al Dios que me habita que abra mi mente a una mayor conciencia de su presencia en mí,  que no deje de abrirme más y más el ojo interior de la fe, para poderle ver, como dice san Juan de la Cruz, dibujado en mis entrañas.[1]

¡Feliz Domingo!

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[1] Para quien sepa y se atreva con unos textos que parecen difíciles, pero no lo son tanto, le invito a meditar sobre la presencia del Dios (el Amado) en su  interioridad leyendo el comentario de san Juan de la Cruz a la Canción 12, sobre todo nn 6-8 del Cántico Espiritual: “¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que llevo en mis entrañas dibujados”.  

Mayo 2022

Casto Acedo

viernes, 16 de mayo de 2025

Sobre el amor de Dios (18 de Mayo. V de Pascua)




EVANGELIO
Juan 13, 31-33a. 34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

—«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros».

Palabra del Señor.

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“Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). El amor de Dios es el punto de referencia tanto para la contemplación como para la acción cristiana, que ha de ser siempre caritativa, tal como lo vemos en la parábola de El buen samaritano (cf Lc 10,25-37) y El juicio final (Mt 25,31-46).  El punto de referencia lo tenemos en el amor de Jesús tal como él mismo lo enseña: "Como yo os he amado, amaos también unos a otros”.

¿Cómo fue el amor de Jesús?

* Humilde (encarnado). Un amor no paternalista y desde arriba sino fraterno y desde abajo.  Dios se abajó a nosotros y “envió a su Hijo” (Gal 4,4). Por tanto, si el camino de Dios-Amor es el de encarnarse en los problemas-situaciones humanas para dar vida, así ha de ser nuestro amor. El amor de Dios se hace disponibilidad para amar al hermano como ama Dios, que “mandó su hijo al mundo para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4,9).

Esencial. Amar es una condición sin la cual no se puede ser auténtico cristiano. “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). El amor no es una opción. La “opción preferencial por los pobres”, expresión nacida en Latinoamérica y muy repetida en todo el orbe cristiano, hay que entenderla como una llamada a todos los cristianos para que retomen el camino que nunca debieron dejar, es decir, el camino del amor, que no es optativo sino obligado para ser cristiano de hecho. El Señor no da un consejo: “si os parece bien, amaos”, sino un mandato inexcusable. Quién no ama no es de Dios.

*Excesivo. El “exceso” del mal pide “exceso de amor”, porque sólo el amor extremo derrota el extremismo del mal. Amar como Jesús supone aspirar a imitarle en su misericordia infinita: “No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos” (Mt 5,39-41).  En Palabras de la  primera Carta de san Pedro: “Tened un corazón compasivo y sed humildes. No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto, sino al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados, para heredar una bendición” (3,8-9).

Universal. Un amor compasivo y misericordioso con todos, porque en Dios “no hay acepción de personas” (Rm 2,11; cf Job 34,19), “pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ...  Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. (Lc 6,32.35-36). El amor excesivo de Cristo en la Cruz provoca la conversión de la humanidad. Un amor testimonial que hace exclamar a quien lo contempla: "Verdaderamente este era hijo de Dios" ( Mc 15,39). 

* Concreto. El amor de Jesús se concreta en las obras de misericordia: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt 25,35-35)

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Vivamos de modo inseparable el amor a Dios y el amor al prójimo. El primero es alimento fundamental para la vida interior: "Quien no ama no ha conocido a Dios" (Jn 4,8). Y conocido el amor de Dios no se puede evitar vivir el segundo: "Quien dice que conoce a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso", (1 Jn 2,4). El primero motiva y conduce al segundo, y el segundo verifica el primero.

En el centro (equilibrio) está la virtud. No exageremos el valor de las obras que realizamos en favor de nuestros hermanos porque nos pueden llevar a la soberbia de creer que las hacemos por nuestras propias fuerzas y sin necesidad de Dios. Tampoco caigamos en la trampa de medir nuestra vida y progreso espiritual por el tiempo dedicado al discurso teológico,  la oración y el retiro espiritual. Seamos sensatos y valoremos en su justa medida todo el tiempo que dedicamos a los demás y el que dedicamos a Dios. Ni uno ni otro deben ser motivo de soberbia sino de acción de gracias y alabanza a Dios que nos da la gracia de conocer su amor, de amarlo y de ser capaces de amar a los hermanos. 

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Mayo 2025
Casto Acedo

viernes, 9 de mayo de 2025

El Buen Pastor (11 de Mayo. IV de Pascua C)


EVANGELIO Jn 10,27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: 
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Palabra de Señor

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Escueto y sustancioso el Evangelio de hoy, domingo del Buen Pastor.

Nos dice san Mateo que Jesús “al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor»” (Mt 9,36).

En el contexto de la historia de Israel, donde grandes personajes bíblicos habían ejercido el oficio de pastores (Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David), Jesús se aplica a sí mismo el título de “Buen Pastor”. Porque también hay “malos pastores”, basta leer el capítulo 34 de Ezequiel, que se abre con un terrible lamento:.
“¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas? Os coméis las partes mejores, os vestís con su lana; matáis las más gordas, pero no apacentáis el rebaño. ¡ No habéis robustecido a las débiles, ni curado a la enferma, ni vendado a la herida; no habéis recogido a la descarriada, ni buscado a la que se había perdido, sino que con fuerza y violencia las habéis dominado” (2-4).
Tras estas palabras, Ezequiel profetiza que Dios será el Pastor de su Pueblo:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. … Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. … Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia» (11-16)
La profecía se cumple en Jesús, el Buen Pastor.

El breve evangelio de hoy nos quiere despertar a la suerte y la importancia de haber conocido a Jesús, Buen Pastor, y a la no menor suerte de formar parte de un rebaño. Porque ¿qué pastor sería ese que sólo tiene una oveja? Jesús es pastor de un rebaño, no olvides eso, porque podrías caer en la soberbia de creerte oveja única, perfecta y predilecta. El rebaño es plural: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”.

Termina el Evangelio con una frase misteriosa: “Yo y el Padre somos uno”. En el discurso de la última cena dirá Jesús “Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. (Jn 17,21).

¡Qué importante es la relación personal con Jesús! Pero también es importante saber que el conocimiento y la relación personal entre el Pastor y cada una de las ovejas no agota  el ministerio del Pastor. Si no hay comunidad, si no hay rebaño, si no hay unidad entre los miembros del rebaño, nadie creerá que Jesús es el enviado de Dios.

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Ya habían sido escritas las palabras anteriores antes de que León XIV fuera elegido como el nuevo pastor de nuestra Iglesia. Dios quiera que su pontificado sea fructífero; sabemos de la debilidad de la persona humana; pero también sabemos que los pastores de la Iglesia tienen un plus que les hace ser especiales; ese plus no es otro que la presencia del único Pastor (con mayúsculas), Jesucristo. Además, contamos con el talante misionero que nuestro nuevo guía espiritual ha vivido y practicado. Que el Espíritu Santo le ilumine y le facilite el trabajo por la unidad del rebaño bajo la guía del Señor. 

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Que todas las ovejas sean una 
(unidad, no uniformidad)

No me resisto a transcribir aquí una historia, que parece más bien un chiste, y que de simple parece dar la sensación de poco profunda, más para reír y distraerte que para meditar:

Un caminante por el campo, se encuentra a un pastor con un rebaño de ovejas.
Y le pregunta al pastor:
- Oiga buen amigo, ¿dan mucha lana las ovejas?
- Cuales ¿las blancas o las negra?
....El caminante sorprendido le dice:
- Pues las blancas.
- Unos 7 kilos de lana por temporada.
- ¿Y las negras?
- También, también.
- ¿Y dan mucha leche las ovejas?
- ¿Cuales las blancas o las negras?.
- Pues las blancas.
- Unos tres litros por semana .
- ¿Y las negras?
- También, también. 
...el caminante bastante enfadado le dice:
- Pero oiga, ¿porque cuando le pregunto algo sobre las ovejas me dice las blancas o las negras?
- Hombre, es que las blancas son mías .
- Ahhhh ¿y las negras?
- También, también.
En realidad no hay ovejas blancas y ovejas negras, porque a los ojos de Dios todas son una misma oveja. Es nuestra mente discursiva la que se empeña en establecer distinciones y poner distancias. Al ego le gusta un mundo de blancos y negros para poder afirmarse en su supuesta blancura. La división desvirtúa, la unión santifica.

Creo que hoy es un buen día para despertar el oído al silbo amoroso del Pastor, que nos llama a entrar dentro de nosotros, y sentir ahí la intimidad y comunión con Él y con su Cuerpo que es la Iglesia, a sentirnos oveja con y en las otras ovejas. El amor del Pastor Bueno rompe las distancias y nos unifica; bajo su mirada no hay dos, porque “el Padre y yo somos uno”, y quien entra en su intimidad se hace uno con ellos, con todos y con todo. ¡Gran misterio este!

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Textos para orar hoy con la mirada puesta en el Buen Pastor

Puedes servirte para la oración de hoy de dos poemas clásicos en los que la figura de Jesús como Buen Pastor se describe hermosamente.


Uno es un conocido soneto de Lope de Vega, y te invita a mirar al Pastor desde tu propia alma:
Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú me hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.

 

 

El otro poema, de magistral belleza mística en fondo y forma, es de san Juan de la Cruz, y describe el idilio de amor entre el Pastor (Jesús) y la pastora (alma, Iglesia), desde el lado de Aquel. 
Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento
y en su pastora ha puesto el pensamiento,
el pecho, del amor, muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido
aunque en el corazón está herido,
más llora por pensar que está olvidado.

Que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia!
Y el pecho, del amor muy lastimado.

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.
Compara ambos poemas. 

Lope de Vega mueve a conversión, a cambiar de vida, a imitar a Jesús, a seguir su ejemplo de amor. El poema de san Juan de la Cruz conmueve las entrañas al revelar con una ternura exquisita el amor puro y apasionado de Jesús, que sufre él mismo tu pecado, la ignorancia de su amor, la torpeza del olvido del Único Amor que puede sanar tus heridas.

¡Feliz Domingo del Buen Pastor!

Mayo 2025

Casto Acedo