EVANGELIO Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».
Palabra del Señor.
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Una pregunta: ¿dónde está Dios?
De niño me enseñaron que Dios está en el cielo, un lugar muy hermoso, aunque, la verdad, siempre lo imaginé un poco aburrido, sobre todo para los deseos e inquietudes de un niño.
También me dijeron que está “en todas partes”, pero no como presencia tranquilizadora, sino como juez que vigilaba todos y cada uno de mis pensamientos y acciones. ¿Recuerdas el triángulo con el ojo en el centro? ¡Cuidado, Dios te ve! Un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Mejor no vivir bajo su mirada "justiciera".
Es verdad que Dios está arriba y está en todas partes, pero ¿cómo entender esto? Simplemente como que Dios es más grande que nada y que nadie, y que su presencia sostiene todo. “No hay brisa si no alientas, / monte si no estás dentro / ni soledad en que no te hagas fuerte. / Todo es presencia y gracia”, dice un himno del rezo de vísperas. En todas partes está Dios; la creación toda es expansión y reflejo de su Ser.
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En mi juventud descubrí un nuevo rostro de Dios: la persona de Jesucristo. Dios se hace hombre en Él. Me resultó atractivo este nuevo look divino. Enmanuel, Dios con nosotros, Dios conmigo. “El que me ama guardará mi palabra”, dice. Y su Palabra me parece digna de ser guardada, porque no es doctrina sino vida. Me fascina de Jesús su honestidad: todo lo que dice lo hace; su predicación va unida a su vida; se complementan. Dice lo que hace y hace lo que dice. ¿Se puede encontrar a alguien más digno de fe?
Al Dios “con nosotros”, Jesucristo, lo encuentro en la vida de cada día; en quienes se cruzan en mi camino: mi familia, mis feligreses, mis amigos, los enfermos que visito, las personas que acuden a mí buscando consuelo o consejo. En mi vida, en mi historia, en mis avatares de cada día; Jesús camina conmigo. También lo veo en quienes viven situaciones de marginación, o de "descarte", como decía el Papa Francisco; en ellos sigue crucificado. Desde ahí me llama a trabajar por un mundo más justo.
Dios está ahí donde me encuentro. Tal vez yo no sepa ver claramente donde estoy en cada momento, pero tengo la certeza de que Él sí sabe donde estoy yo; y esto no me produce temor sino confianza. Es mi amigo.
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Pasados ya los sesenta años de edad, miro más a mi interior, y voy descubriendo la verdad que esconde la sentencia de san Agustín: Si es verdad que Dios es superior summo meo (mayor que cualquier cosa mía), también es cierto que es interior intimo meo (más interior que mi misma intimidad). Con la edad me he vuelto introspectivo, explorador de mis entrañas. Donde más busco ahora a Dios es en mis adentros.
Antes pensaba que cuando yo le fallaba Él se alejaba, me dejaba solo. Y ahora descubro que cuando me alejo Él no se va, soy yo quien me voy de mí mismo y me alejo de su presencia en mí. Su Espíritu está tan arraigado en mí interior que, si tal como he citado antes, no hay monte si Él no alienta, tampoco yo existo sin su Espíritu.
He descubierto que hay un Dios plural: Padre que está arriba y en todas partes, Hijo que está a mi lado, en mis hermanos y mis acontecimientos, y Espíritu que está dentro de mí. Y el evangelio de hoy me lo confirma. “El que me ama -dice el Hijo- guardará mi palabra. Y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Me encanta el plural. Dentro de mí los tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Ya no busco compulsivamente a Dios en las cosas de afuera, tampoco me obsesiona en exceso hallarlo en los que me rodean; ahora lo busco en mí, y sé que cuando todo mi espacio interior sea suyo le reconoceré en verdad como el que está más arriba de todo y el que se halla al mismo tiempo en mi intimidad y en la intimidad de cada una de las personas que poblamos el mundo. También en toda la creación.
Ya no temo al Dios Todopoderoso, ni me escandaliza verlo en los heridos de este mundo, porque he visto cómo su grandeza de Padre se ha fijado en mi bajeza, y cómo en mi debilidad me ha dado fuerzas para amar a los menos amables, y ha ensanchado mi corazón para acoger con amor todo lo que antes ignoraba u odiaba. Si puedo hacer algo por alguien es porque Él está conmigo.
De ser un cristiano que vivió su infancia obsesionado por cumplir los mandamientos, y que pasó su juventud empeñado en salvar a otros como si fuera el mismo Mesías -¡qué soberbia!- he pasado a ser más espiritual, es decir, más humilde. Voy aprendiendo que si soy algo o alguien valioso no es debido a mis méritos y capacidades, sino a la presencia oculta de Dios en mí. Esto es lo que me sostiene, a esto me agarro cuando me fallan las fuerzas, en esto centro mi tiempo de meditación y oración y desde aquí ejercito mi sacerdocio, esperando que la compasión divina me despierte a vivir cada vez más intensamente en sintonía amorosa conmigo mismo y con toda la humanidad.
Este domingo es un buen día para pedir al Dios que me habita que abra mi mente a una mayor conciencia de su presencia en mí, que no deje de abrirme más y más el ojo interior de la fe, para poderle ver, como dice san Juan de la Cruz, dibujado en mis entrañas..
¡Feliz Domingo!
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