miércoles, 30 de abril de 2025

Dos reflexiones al hilo del III domingo de Pascua C.


1.
Invitación al apostolado
(Reflexión personal para agentes de pastoral)

En la raíz de muchas de tus desilusiones pastorales está el hecho de querer evangelizar sin evangelizarte a ti mismo. ¿No dedicas un tiempo excesivo a proyectos pastorales y muy poco a ponerte a los pies el Señor escuchándole en la Palabra, en el templo y en la calle? ¿Puedes ser apóstol sin poner a Cristo resucitado en la base de tu vida? Quien no escucha la palabra -quien no es evangelizado- ¿cómo puede evangelizar? ¿Se puede ser buen pastor sin intimidad con Cristo y contacto directo con las ovejas? Tal como dijo el papa Francisco: no es buen pastor el que no huele a oveja. Tampoco el que no ha asimilado que sólo hay un Buen Pastor en sentido preciso: Jesucristo.

Hubo un momento en que Pedro tuvo miedo al seguimiento; no estaba dispuesto a seguir a su maestro hasta el final. Recuerda cómo quiso andar sobre las aguas y finalmente hubo de reclamar la ayuda del Señor por su miedo y poca fe (cf Lc 14,22-34), o cómo tentó al mismo Señor pretendiendo alejarle de la cruz (cf Mc 8,33), o la triple negación después de haber jurado fidelidad hasta la muerte (cf Mc 14,31; Mt 26,35). Jesús a través de la vida de Pedro te dice implícitamente a ti lo mismo que a él:
Has fracasado, me has negado, no te has dejado guiar por mí, no has seguido mi Palabra sino la tuya; bienintencionada, pero tuya. “¡No te negaré jamás!”, me dijiste. Y tres veces me negaste. Hoy me has escuchado, y por eso has echado las redes; te has arrojado al agua, te has mojado, has renovado por tres veces tu amor por mí y te has dejado ceñir por el Espíritu, que te llevará a donde no quieres. Hoy la pesca ha sido abundante. ¿Por qué? Porque hoy has puesto mi Palabra antes que la tuya.
Tres veces negó Pedro al Señor antes de la Pascua, y tres veces hubo de confesar, tras la resurrección, que lo único importante para él era su Señor. Te engañas a ti mismo si crees que puedes ser maestro sin ser discípulo, que puedes anunciar la Pascua (el paso) de Cristo, sin que previamente la Pascua pase por ti. ¿Cómo pretendes colocar al Señor en el centro del mundo si tú mismo lo tienes al margen de tu vida? ¡Hipócrita! (cf Mt 7,3-5).

Los evangelios nos muestran una imagen del primer Papa como hombre en constante proceso de fe, hasta ceder a Cristo el control de su propia vida; será Dios quien marcará los pasos que le guiarán hasta la prueba del martirio; ¿ha renunciado por ello a su libertad? No. Porque Dios sabe lo que más te conviene para ser libre, y fiándose de Él fue fiel a sí mismo, a sus promesas y aspiraciones.

* * *

 

2.
¿Pescar en la pecera?
(Una reflexión para instituciones eclesiales y comunidades)
 
Una segunda reflexión; en este caso más para pescadores de salón; me refiero a los que no están dispuestos a remar mar a dentro, donde se corren riesgos, y se limitan a "pescar en la pecera", haciendo lo que se ha hecho siempre y huyendo de todo lo que suene a creatividad pastoral. Todos los conocemos. Normalmente son pescadores que buscan arrimar el pez ya pescado a su particular red, a su institución religiosa, su movimiento o hermandad particular, a su modo exclusivista de vivir la fe.

Los movimientos de la Iglesia deberían estar al servicio de las parroquias acercando a los hombres a la Iglesia en su concreta comunidad parroquial. Pero, sin desmerecer a los que aún trabajan para este fin (¡en teoría todos suelen declararlo sobre el papel en sus estatutos!), da la sensación de que abundan cada vez más los que no ven a la parroquia sino una pecera de segundo orden, de la cual se pueden sacar peces para asegurarles su futuro en la charca del grupo particular. Éstos están más interesados en tomar peces de la red que en añadirlos. ¿No es esto un contrasentido?

Me atrevo a decir que muchos movimientos eclesiales, al menos en España, tuvieron una época dorada en la que sirvieron muy eficazmente de plataformas a las iglesias locales acercando con ilusión a los fieles a la mesa común (un recuerdo especial a la Acción Católica y al Movimiento de Cursillos de Cristiandad). Pero ahora veo movimientos envejecidos, cansados, con esa "tristeza dulzona" que dijo el papa Francisco (EG 83), de quienes "se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando" (EG, 96).

Están perdiendo tropa, bien por abandonos o simplemente por defunción de sus miembros envejecidos. Se niegan a reformar sus predios y para subsistir no encuentran otro camino que allegar adeptos a su causa entre los que ya están en la causa de Cristo, aunque en otros lugares que califican de inferiores a los suyos. Todo movimiento eclesial debería acercar a la parroquia, pero algunos dan la sensación de que en su agonía sólo buscan subsistir vampirizando, pescando en la pecera.

¡Cuántos pescadores, ingenuamente, ven en la parroquia el único caladero! Echan el ojo a éste o a aquel feligrés de misa dominical y se lanzan a la caza y captura de la pieza para su particular institución. Sacan los peces de la red ya recogida, en vez de ir a caladeros lejanos para traer más pescados a la casa de Cristo. ¡Pescadores de salón!, que no arriesgan ni piensan arriesgar!; porque lo suyo no es la vocación misionera sino el mantenimiento del status social-religioso adquirido en la institución. Echan la red en su propio nombre, no en el de Jesús.

Sabemos que la pesca fuera de los ámbitos clericales y eclesiales es ardua, difícil y complicada. Pero ¿no es esa la tarea fundamental de la Iglesia? No es fácil ser una "iglesia en salida". Primeramente porque salir supone dejare atrás determinadas comodidades. Pero sólo saliendo se puede avanzar; La solución a la crisis eclesial que vivimos en occidente no pasa por pescar en la pecera repitiendo una y otra vez la misma música una cacofonía pastoral que más que armonía sólo produce cansancio interior y rechazo.

Para ser un buen apóstol hay que escuchar en serio su llamada ("¡Sígueme!", Jn 21,19) y, dejando atrás lo viejo, embarcarse en la novedad de ser discípulo; estando dispuesto a la aventura, a arriesgar, a salir a las periferias para echar las redes en nombre del Señor; y luego sentarse a la mesa común, ahí donde el mismo Cristo se hace con nosotros Iglesia.
 
Mayo 2025.
Casto Acedo 

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