jueves, 28 de noviembre de 2024

Vivir en esperanza (I Adviento. 1 de Diciembre)

EVANGELIO 
Lc 21,25-28.34-36

“Dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras, y las inquietudes de la vida y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre".

Palabra del Señor
*

Este domingo comienza el tiempo de Adviento, días previos a la celebración del nacimiento de Jesús y que la Iglesia invita a VIVIR EN ESPERANZA, con los ojos abiertos para reconocer a Jesús que viene.

Ya hace días que comenzó la estresante carrera del consumo navideño: Black friday, luces y decoraciones navideñas, compra de juguetes y regalos, reservas de comidas de empresa, etc. Es sorprendente cómo se ha dado la vuelta al sentido de la Navidad. Se debería preparar la acogida de quien va a nacer, y sin embargo, el primer lugar lo ocupa la alienación, la borrachera, la juerga y el divertimento, esperanzas en caprichos exteriores.

Tenemos casi de todo, y no estamos satisfechos. Vivimos saturados de deseos y esperanzas (en plural) que aguardamos lleguen desde fuera. Pero ¿y si la esperanza, en lugar de estar fuera, estuviera dentro? ¿No estaremos confundiendo la esperanza con las expectativas y los deseos?

Tal vez te equivocas al pensar que la felicidad cosiste en satisfacer tus aspiraciones a poseer o controlarlo todo. La ambición sólo genera sufrimiento. Quien  vive en esperanza aniquila el deseo, acepta lo que le venga y en un arranque de generosidad vive más preocupado por los sufrimientos y problemas ajenos que por los propios.

Te propongo para este Adviento un ejercicio muy simple: soltar tus dependencias o apegos, tus deseos y expectativas, la ilusión que pones en obtener bienes que consideras imprescindibles para ser feliz. Recuerda que quien vive de ilusiones es un iluso. Es mejor actuar que esperar ilusionado que la solución caiga del cielo. ¡Despierta a la realidad y actúa en ella! Así alimentas la esperanza. Es lo que hizo Jesús. 

Me atrevo a darte unos consejos:

Vacíate de todo deseo. Cuando deseas algo con vehemencia vives en el sufrimiento por no tenerlo, y una vez en tu mano pasas a vivir en otro sufrimiento, el del miedo a perderlo.  ¿Merece la pena?

Deja ir el sueño de que se solucionen tus problemas por arte de magia. Trabaja por una salida, pero no te agobies y desesperes si tarda en llegar. No olvides que los obstáculos son una oportunidad para crecer.

*Suelta tu "ego". Que tu felicidad personal no sea lo más importante. Busca satisfacer y alegrar a los que te rodean; sin excepciones; al hacerlo repartes esperanza, y lo que siembras cosecharás.

*No seas tan torpe como para creer que del vacío existencial puedes salir dándote a “juergas y borracheras”; sabes bien que la droga no elimina sino que aumenta la desesperación.

*Despierta. “¡Estad despiertos!” dice el evangelio. Sal del sueño en que vives.  Creer que tu felicidad depende de que se cumpla siempre lo que te apetece sólo te conducirá a la pesadilla del eterno desencanto.

*Medita, entra dentro de ti para hallar y sentir a Dios. Eres “imagen y semejanza de Dios”. Llevas impresa la imagen divina.  Si quieres vivir en esperanza suelta todo lo que desdibuja esa imagen y déjate embaucar por su amor.

*Permanece abierto a la novedad de lo que pasa ante de ti cada día; porque tus días están preñados de Dios. Lo tienes a tu lado, no como tú lo imaginas o deseas que venga, sino como él es: encarnado, pobre, sorprendente. Abre tus ojos a la realidad de su paso.

* La esperanza, la tuya y la de tus hermanos, se alimenta y crece  con la práctica de la caridad. Allí donde te necesiten, abre camino a la esperanza. Amar es el  mejor  ejercicio de Adviento, la mejor cuna para acoger al Niño Dios.

No te dejes embaucar por  "las esperanzas mundanas" y afírmate en la Esperanza auténtica, la que está anclada en Dios y sus promesas.

 ¡Feliz Adviento!

Casto Acedo

jueves, 21 de noviembre de 2024

Sobre la verdad (24 de Noviembre)

 

EVANGELIO

Jn 18,37-38

Dijo Jesús a Pilato: «Mi reino no es de este mundo». ... Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.». (Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?»).

* * 

No recoge el evangelio de hoy la pregunta entre irónica y escéptica que Pilato dirige a  Jesús cuando éste se llama a si mismo "testigo de la verdad": “¿Y qué es la verdad?”, apostilla el procurador.

El tema de la verdad es delicado. La mentalidad hoy dominante sólo admite una verdad, la de la ciencia, e incluso esta verdad es puesta en duda hoy por la física cuántica. Preguntas a alguien si hay verdad y te dice: “no hay verdad, hay verdades, ... y posverdades”, la tuya y la mía, la de cada cual, que puede ser cambiante; donde hoy es digo mañana es diego. Se ha puesto de moda una verdad elástica y moldeable, la post verdad o verdad líquida, que se amolda al gusto del envase del ego. 

Así que "no hay verdad", se dice;  ahora bien, eso que se dice, ¿es verdad?. Porque si no hay verdad ni siquiera se puede decir con verdad que no la hay. Y si no hay verdad, no  hay justicia, ni amor; porque no hay un bien y un mal verdaderos. Y llegados a este punto cada cual se lanza a vivir desde su egoísmo personal. El relativismo de la verdad está haciendo mucho daño.

Como cristianos creemos que hay una “Verdad absoluta”. Pero esa verdad no es una teoría, ni una idea, tampoco una ley o una doctrina; la verdad es una persona: Jesucristo. Él dijo “yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).  Su reino es el Reino de la verdad, la bondad y la belleza, todas con mayúsculas (absolutas). "Para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad".  ¿Cómo podemos conocer la verdad de Dios? Mirando a Jesús. “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). 

Los reinos mundanos se construyen bajo la sombra de la mentira. "Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, ... Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. ... ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?" (cf 1Jn 2.18-22). ¡Qué gran enseñanza!: es un mentiroso quien niega la Verdad que es Cristo, Dios hecho hombre. 

«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». (Jn 8,31-32). El Reino de Dios no es ni una ley ni un discurso, es sabiduría de vida; sólo quienes lo viven pueden entenderlo. Si quieres entender el Reino no te queda otra escuela que la de la Palabra y la Vida.  La Vida es la única Verdad absoluta. Cualquier lectura o interpretación acerca de ella se queda corta para expresarla. 

“Ha llegado -decía Jesús-, está cerca el Reino de Dios”. Pero ¿qué es o en qué consiste el Reino? Incluso a Él le resultó difícil traducir a conceptos su mensaje. Para darse a  entender echó mano de parábolas (“el Reino de Dios se parece a...”), porque los discursos son insuficientes. La Vida de Jesús, el Evangelio, es la gran parábola.  Sólo adentrándome en ella encontraré la Verdad del Reino de Dios.

¡Venga a nosotros tu Reino! ¡Venga tu gracia! ¡Venga tu amor!, Señor.

¡Feliz Solemnidad de Cristo Rey de la Verdad!

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Un comentario más amplio en:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2018/11/rey-de-la-verdad-y-el-amor-cristo-rey.html

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Noviembre 2024

Casto Acedo.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Sobre el final (17 de Noviembre)


EVANGELIO  
Mc  13,24-32.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 

-«En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. 

Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. 

Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. 

Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

¡Palabra de Señor!

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Cuando se escuchan evangelios como el de hoy solemos deprimirnos un poco. Hablan de cosas terribles.; y no nos gusta escuchar palabras que producen miedo. Si el evangelio es buena noticia, ¿cómo compaginarlo con anuncios tan horrendos?

La sabiduría del evangelio, el sensus fidei lo llaman los expertos, nos aclara las cosas. Hay en la Biblia una serie de textos que llamamos “apocalípticos”, que no quiere decir catastróficos sino reveladores. “Apocalipsis” significa “revelación”. No son textos pare ser leídos al pie de la letra (cosa que sí hacen los fundamentalistas religiosos, que los aprovechan para manipular con el miedo a las personas) sino que encierran un mensaje de esperanza que se puede extraer de ellos

De principio, los textos que hablan del final de los tiempos muestran algo tan simple como que “la historia tiene un fin”, algo que podemos mirar desde dos puntos de vista: como un fin de destrucción, de desaparición y de paso al vacío y la nada, un final temporal en toda regla; o como una finalidad, es decir, que la historia tiene una meta a la que apunta, y que completa el camino recorrido con anterioridad.

Si miramos el final o el fin desde la Biblia podemos ver que ésta no pone su acento en que todo termina y se acaba, en que todo desaparece, sino que todo alcanza su punto omega de perfección. Así lo indica el libro del Apocalipsis en sus últimos capítulos: "Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, ... Dios  enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.  Y dijo: «Mira, hago nuevas todas las cosas»". (20,1.4-5)

Se dice que uno de los mayores males de la Iglesia actual es que se ha desconectado de la vida de las personas. Y uno de los motivos puede estar en que hemos predicado tanto sobre el final catastrófico del mundo y de la humanidad, hemos reducido tanto la espiritualidad a un “terrible juicio final”, que se ha desdibujado la dimensión práctica de la sabiduría cristiana. Con el evangelio de hoy ganamos más leyéndolo para el presente que proyectándolo en un futuro más o menos cercano.

¿Qué sabiduría práctica de vida se oculta  tras el apocalíptico anuncio catastrofista de hoy? Lo primero: que las crisis son inevitables. “En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Entro en angustia, todo se tambalea en torno a mi, sólo veo oscuridad, lo que antes me daba luz no me ilumina, los faros que me orientaban en la tormenta se han derrumbado, no me siento firme, todo se tambalea bajo mis pies. ¿Te suena? Estás atravesando una crisis, pasando por la noche, diría san Juan de la Cruz. Tienes ante ti un reto: mantener la fe, atravesar tus sombras, aguardar con paciencia el amanecer; porque “entonces verás venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos. Cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta”. ¿Ves?, al final del túnel no está el agujero negro sino la luz de Jesús, el Hijo del hombre, la esperanza. Tú estás entre los elegidos que serán reunidos en la luz.

Lo que pretende el texto evangélico de hoy es algo tan simple como hacerte ver la gloria de Dios como lo único que te queda al final (el único fin de la vida, el destino natural de tu historia). Merece la pena que abras los ojos a la realidad de la muerte y del fin, porque ahí se desvela la vacuidad de la vida asida a lo perecedero. Puede que contemplar lo caduco que es todo lo que has valorado importante hasta ahora te haga entrar en crisis, pero esa crisis es una oportunidad para que decidas a pasarte al lado correcto de la vida. Las descripciones catastrofistas  son sólo la cruz de una moneda cuya cara es el amor de Dios, como lo deja ver la primera lectura de hoy, del libro de Daniel, cuando dice que, ahora y al final, cuando todo se hunde, “los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad” (Dn 12,3).

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Te aconsejo leer esta semana la segunda carta del apóstol san Pedro. Es toda una llamada a decidir qué camino tomar cuando llega el terremoto de la vida y todo se tambalea. “Si todas las cosas van a desmoronarse, ¡qué conducta tan santa y tan religiosa deberá ser la vuestra mientras esperáis y apresuráis la venida del día de Dios!” (2 Pe 3,11). Solemos optar por el camino equivocado, que es el de aferrarnos, atarnos, apegarnos a lo perecedero (poder, dinero, fama, …), cómo queriendo prolongar eternamente la situación de agonía; pero sabemos que la dirección a tomar es otra: despojarnos de todo lo que es caduco por naturaleza. Y ponernos en manos del único que puede garantizar la vida: “Mientras esperáis estos acontecimientos (del final) procurad vivir en paz con Dios, … considerando como salvación la paciencia de nuestro Señor” (3,14-15).

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Un comentario más amplio sobre la Palabra de hoy en:

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Noviembre 2024
Casto Acedo

jueves, 7 de noviembre de 2024

Sobre el valor de las obras (10 de Noviembre)

 

EVANGELIO 
Mc 12,42-44

"Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.

Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»".

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Sorprendente la mirada de Jesús. Tal vez sea esta la lección central del Evangelio de hoy: su mirada. Todos están pendientes del espectáculo que proporciona el cepillo del templo. “Muchos ricos echaban mucho”, dice el evangelista. Se supone que se pavoneaban al hacerlo, ya que, como dice antes el mismo evangelio acerca de los escribas, “les encanta pasearse con amplios ropajes, … buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes”. Y por supuesto, disfrutan viendo cómo la gente les admira por los dineros que, con evidente soberbia, dejan caer en la urna de las monedas. 

En nuestra "sociedad del espectáculo”, para ser alguien tienes que hacer ostentación de poder y prestigio, ser una persona admirada, conocida y reconocida por todos, famosa por algo. De lo contrario no eres nadie, porque tendemos a valorarnos y a valorar a otros por lo que tenemos o por la magnitud de las obras que hacemos. Admiramos a los grandes mecenas que, poseedores de una gran fortuna, hacen donaciones millonarias para hospitales e instituciones benéficas. Los grandes capitales y los bancos más solventes suelen presumir de tener unas fundaciones benéficas que son la admiración de quienes las conocen.

Pero el evangelio de hoy no oculta el engaño y la mentira que puede ocultarse tras la presunción de riqueza y poder. La sociedad del lujo y la ostentación es incompatible con la fe, la fraternidad y la gratuidad cristianas. “Devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones”, dice Jesús de los cultos e influyentes escribas. Aparentan. Los hijos de una sociedad así son pura apariencia. Tras el brillo del oro se oculta la podredumbre de la injusticia (cf Mt 23,27).

Lo que da valor a la persona no es lo que tiene, y ni siquiera lo que hace. No se mide la santidad por el hacer o el poseer. Si así fuera, los grandes magnates, que hacen cosas espléndidas y buenas -no niego el beneficio objetivo que sus obras puedan reportar-, serían por decreto más santos que mi vecino o mi vecina, trabajadores, sencillos, humildes, pero cuyas obras no merecen una reseña en la prensa.

El místico medieval M. Eckhart acierta al decir que "la santidad se debe fundamentar en el ser, porque las obras no nos santifican a nosotros sino que nosotros debemos santificar a las obras".  Así es. En el caso de la viuda que echa en el cepillo “dos monedillas”, que era “todo lo que tenía para vivir”, aprendemos que la santidad no la hace la obra sino la intención, y en este caso la generosidad de la viuda supera con creces el valor de los más sonados donativos. "Esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie, ... ha echado todo lo que tenía para vivir", su generosidad y desprendimiento absoluto  santifican su obra.

Jesús no ama tus obras sino tu persona, no te quiere por lo que haces sino por lo que eres, no te valora por tus obras sino por la intención que te mueve a hacerlas. Así es, aunque a algunos les suena a tópico, y otros lo usan como justificación, "lo que cuenta es la voluntad";   la "buena voluntad".

La mirada de Jesús es contemplativa, no se deja seducir por el engaño de las formas, no se queda en las apariencias sino que va al corazón de las cosas (cf 1 Sam 16,7). Así de divina fue su mirada en el templo aquel día; todos estaban abducidos por el aparato propagandístico de los ricos e influyentes; sólo Él oyó la música celestial de las “dos monedillas” de la viuda cayendo en el arca de las ofrendas. Tenemos mucho que aprender de Él. Y de ella.

Noviembre 2024
Casto Acedo 

sábado, 2 de noviembre de 2024

Sobre el amor (3 de Noviembre)

EVANGELIO Mc 12,28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -«¿Qué mandamiento es el primero de todos?» 

Respondió Jesús: -«El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos"».

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Este domingo no podemos eludir una reflexión sobre el amor, un tema a la vez simple y complicado. ¡Cuánto se ha dicho y escrito sobre el amor! Sin embargo, el verdadero amor no se puede encerrar en palabras y discursos. 

El evangelio dice que “Dios es amor”, y es verdad; pero hay que precaverse de que la frase no funciona al revés. El amor no es Dios. En este caso encerramos a Dios en un concepto, o lo que es peor, a un modo de comportamiento, una moral, una ley; reducción de la religión a simple norma. 

San Juan de la Cruz sentencia que “el mirar de Dios es amar”, sustituyendo el sustantivo "amor" por el verbo "amar". Para evitar reduccionismos morales, ¿no es mejor decir que "Dios es amar", un verbo activo más que un concepto pasivo?

1.- Amar es escuchar a Dios,  advertir su presencia amorosa. Para ello es preciso disponerse abriendo los oídos y los ojos: "¡Escucha Israel. El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”Es el primer mandamiento del mandamiento de Jesús: ¡Escucha! Pon tu atención en el Único. No amas porque hay demasiado ruido en ti, demasiado barro en la mirada, demasiadas ideas, creencias, irreductibles convicciones propias, … demasiados dioses. Tantos ruidos impiden el silencio que necesitas para acoger eficazmente la Palabra de Jesús y detectar donde has de actuar tu amor. ¿Recordáis la parábola del sembrador y la semilla? Si no hay tierra buena, si no hay escucha, si no hay oración, si no dedico tiempo a contemplar quién es Dios, no puede arraigar en mí el amor. Escucha, pues, la voz de Dios en tu corazón; este el prefacio del amor.

2.- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Este es el grueso del mandato. Lo dice el título de este blog: Primero Dios. Poner tu pensamiento, tu sentimiento y tu voluntad en Dios. Parece poco práctico, ¿no es mejor lo del amor al prójimo? "Amar al prójimo" se supone más práctico que "amar a Dios", pero ¿serías capaz e amar a tu prójimo sin que antes nazca en ti el sentimiento de pertenencia a una misma familia? ¿Y quién sino Dios te hace hermano de toda la humanidad? Tomar conciencia de la presencia de Dios, amarle y reconocerle es un punto de apoyo imprescindible para amar cuando los propios sentimientos te invitan a pasar del prójimo. Del conocimiento de Dios-amor nace la compasión universal, el amar a todos los hermanos y a todas las creaturas.

3.- "Amarás a tu prójimo”. Es la parte que mejor nos sabemos, pero ¿la vivimos? Nuestro amor a Dios, nuestro progreso en la vida espiritual, la calidad de nuestra vida de oración y participación en los cultos de la Iglesia, se mide con este termómetro: ¿cómo andan mis relaciones con mi esposo o esposa, mi pareja, mis amigos, mis compañeros de trabajo, los marginados, etc.? La práctica del amor al hermano verifica si mi amor al Padre Dios es genuino. A todo padre le gusta que sus hijos se amen con el mismo amor con que él los ama. Despreciar al hermano es despreciar a Dios.

4.- Y, finalmente “ama a Dios y al prójimo como a ti mismo”. Solemos leer  el “como a ti mismo” dándole un sentido de máxima exigencia; pero el adverbio “como” más que un aldabonazo a la conciencia y al esfuerzo es una constatación: al prójimo y a Dios sólo lo amas en la medida en que te amas a ti mismo; y con el "a ti mismo"  no nos referimos al “amor egocéntrico” o egoísta, sino al amor genuino a tu misma persona, el amor a tu vida, a tus circunstancias, tus capacidades, tu suerte de estar en el mundo. ¿En qué medida te valoras?, ¿cómo de importante te consideras?, ¿estás  satisfecho con tu vida?. Porque si no te quieres a ti mismo no serás capaz de amar a los demás; y, por supuesto, no amarías a un Dios que te da una existencia que odiases. 

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Lee el mandato del Señor de atrás para adelante: comienza por conocerte en lo que eres, una persona amada de Dios, un hijo suyo, y ámate a ti mismo; ama tu vida, tu vocación. tu trabajo, tu familia, tu físico, ama todo lo que eres. Mira a los hermanos con amor, con el mismo mirar de Dios, que es “amar”; ama a tu prójimo como Dios lo ama, sin prejuicios ni discriminaciones, con amor bondadoso y  compasivo. Y para conseguir todo lo dicho pon a Dios primero, ama a Dios por la bondad que te ha mostrado al hacerte su hijo y darte el regalo de la familia de hermanos con quienes vives y convives; y no dejes de pararte cada día a hacer silencio para que, en medio de las tareas que te ocupan, puedas escuchar la voz de Dios que te dice: "Yo te amo, tú eres mi hijo, mi hija; me complazco en ti". Dios te ama,  merece la pena amar.  

Noviembre 2024

Casto Acedo