jueves, 27 de junio de 2024

El poder de la fe (30 de Junio)

Este domingo podemos decir que el tema central es la fe. Tomamos nota del testimonio que de ella dan la hemorroisa y Jairo; ambos son personas necesitadas que recurren a quien puede salvarles de su desesperación. Jesús se acerca a ellos con acciones sacramentales donde cobran protagonismo la fe, la palabra y el gesto (tocar). La reflexión final trata sobre la Eucaristía como sacramento que nos permite el acercamiento a Dios no sólo por la palabra sino también por el tacto. Un toque divino.

El sábado se celebra la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Remito para este día a este mismo blog:  https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2023/06/san-pedro-y-san-pablo-29-de-junio.html
Aunque el evangelio es distinto las líneas de reflexión sobre Pedro como garante de la fe y sobre Pablo como evangelizador dan qué meditar (pensar) y qué hacer.

*

EVANGELIO  Mc 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:

«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

¡Palabra del Señor!

* * *
*
La liturgia de la Palabra de este domingo nos habla de dos personas que logran la sanación (salvación) gracias a la autenticidad de su fe que sirve de cauce a la acción de Jesús.. 

La primera persona es una mujer que padece hemorragias, y que ha gastado su fortuna en médicos buscando remedio a su enfermedad. Esta mujer puede considerarse símbolo de tantas y tantos como gastan dinero, tiempo y esperanzas buscando la vida donde no está. 

Y por otro lado Jairo, el jefe de la sinagoga, cuya fe llega hasta el límite; Jairo, con su hija enferma y con todo en contra cuando le anuncian que su hija ha fallecido sigue confiando en el Dios capaz de sacar vida donde sólo parece haber  muerte.

La hemorroísa confía en el poder de "Jesús que pasa", y no duda en acercarse a Él esperando la sanación. Y así sucede.  La resurrección de la hija de Jairo es una muestra del poder de la fe cuando ésta parece un absurdo.


La sanación (salvación), fruto de la fe.
 
Lo que sana y resucita no son la práctica de unos ritos, no se narran en los textos de hoy unos ritos mágicos sino nos actos de fe en el poder de Jesús. "No temas, basta que tengas fe" pide Jesús a Jairo para recuperar a su hija. Del mismo modo, la mujer enferma muestra su fe con el gesto de acercarse a Jesús y tocarlo confiando en la curación.

Estamos ante personas que recurren a Dios una vez agotadas todas las salidas posibles desde las ciencias humanas; la medicina del mundo ha fallado vaciando el corazón de esperanzas. Es hora de ir más allá, de dar un paso en el vacío, de dejarse llevar por los impulsos del corazón hacia Aquel que intuimos puede evitar lo inevitable. En ambos casos se trata de una fe que “había oído hablar de Jesús” y sale a su encuentro. 

El acercamiento a Jesús y el milagro, lo hemos dicho, no es el efecto de un acto de ritualismo mágico que automáticamente 
produce el efecto esperado si se realizan las palabras y los gestos adecuados. No. En ambos casos juega un papel primordial la fe en el poder sin límites de Jesús y en la esperanza de curación para quien se acerca a Él. La fe juega un papel importante en el milagro;  una fe va creciendo procesualmente.

En el caso de Jairo, sus allegados se revelan como un obstáculo a la fe: “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?” (Mc 5,35). La noticia de la muerte y las palabras disuasorias de los suyos podrían haber llevado a Jairo a desistir de su empeño, pero se fía de Jesús que le abre un margen de esperanza: “basta que tengas fe” (Mc 5,36). Y sigue confiando cuando, entre el alboroto del llanto y el duelo se reían de Jesús y su supuesta ingenuidad al afirmar que “la niña no está muerta, está dormida” (Mc 5,39). Jairo había pedido a Jesús: “ven, pon las manos sobre la niña para que se cure y viva” (Mc 5,23), había reconocido en Él el poder de sanar, de salvar y, finalmente, el poder de dar la vida más allá de toda lógica; y su apuesta por Jesús no quedó frustrada.

Jairo es ejemplo correcto de cómo responder con fe a los proyectos de Dios. Se trata de mantener la confianza en su palabra aunque las risas sarcásticas de los incrédulos inviten al desánimo. Siempre encontrarás en tu camino quien no comprenda o no quiera comprender tu obstinación creyente, siempre habrá quien se ría de ti, de tu fe, de tus prácticas religiosas, de la doctrina que profesas, de tu participación en los sacramentos. Es algo con lo que tienes que contar. Cuando esto ocurre, estás viviendo la prueba de la fe, la noche en que la fe se curte y madura, la oscuridad en la que crece la luz de la esperanza. 

Es fácil creer en los momentos buenos de la vida, y podríamos decir que en estos momentos la misma fe no es necesaria por la evidencia de la luz; pero en la oscuridad de la noche, en la tormenta de los problemas, en los límites de la desesperación, cuando Dios parece ajeno y las burlas arrecian, la afirmación-aceptación o negación-rechazo de Dios revelan la verdad o falsedad de la fe.
 


Tocar a Jesús en la Eucaristía.
 
Dios se revela “con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 2).

Palabra y gesto. Sacramento. En las curaciones que comentamos se da la palabra (“pensando que con solo tocarle el vestido curaría” Mc 5,27; “Talitha qumi, contigo hablo, niña, levántate” Mc 5,41) y el gesto de “acercarse y tocar” por parte de la mujer y de “tomar de la mano” por parte de Jesús. Cada vez que participas en la Eucaristía te acercas y tocas el cuerpo de Jesús. Puedes hacerlo de modo rutinario, o con la conciencia despierta. Ese mismo que tocas al comulgar, viene a ti y puede hacer el milagro que esperas.

Refiriéndose a la comunión eucarística san Juan Crisóstomo escribe: "Vamos, como la hemorroísa a tocar la orla de la vestidura de Jesucristo, o por mejor decir, vamos a poseerle todo entero: pues tenemos ahora su cuerpo en nuestras manos. Ya no es sólo su vestido el que permite tocar, sino que nos presenta su mismo cuerpo para que lleguemos a comerle. Acerquémonos, pues, con ardiente fe, los que estamos enfermos. Si los que entonces tocaron solamente la orla de sus vestidos sintieron tan grande efecto, ¿qué no podrán esperar los que aquí le reciben todo entero?”.

Algo parecido encontramos en santa Teresa de Ávila: “Sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan está con nosotros el buen Jesús. Lleguémonos, pues, a Él. Si cuando andaba en el mundo, con sólo tocar sus ropas sanaba a los enfermos, ¿por qué dudar entonces, si tengo fe, de que estando tan dentro de mí hará milagros y nos dará lo que le pidamos, estando como está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje” (Camino, 34,8).


San Pablo dice a los Corintios que “quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su condenación. Por ello hay entre vosotros muchos enfermos y no pocos han muerto” (1 Cor 11,29-30). Leído en contrario, una buena comunión ¿no podrá curar la enfermedad y librar de la muerte? “La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que da la vida eterna (cf Jn 6,54.58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa S. Pablo (cf 1 Co 11,30)” (Catecismo de la Iglesia, 1509).

* * *


 
No tengas miedo de creer en el Señor de los milagros. Sabemos que la fe auténtica se manifiesta en las buenas obras. Pero no te quedes encerrado en la horizontalidad de la fe. Cuando los remedios humanos fallan -así ocurrió con la enfermedad incurable de la hemorroísa y con la muerte de la niña d Jairo- nos queda el recurso a Jesús.
 
Y volviendo a la Eucaristía, no reduzcas a creencia etérea (irreal) tu fe en la presencia real de Cristo en el pan y el vino eucarísticos. El que curó a la hemorroísa y resucitó a la hija de Jairo ¿no es el mismo que está en la Eucaristía? ¿No curará hoy también las enfermedades de los que se acercan a Él con fe? ¿No puede despertar a la vida a quien se ha dormido? ¿Qué sentido tienen las palabras del sacerdote antes de la comunión: "una palabra tuya bastará para sanarme"?

Muchos enfermos van a Lourdes o a otros lugares a pedir la curación. ¿No deberían de acudir con mucha más fe y fervor a la Asamblea Eucarística del domingo? Muchos lugares y personas parecen tener el don de curación, y de todos los lugares acuden a ellos los que buscan ser sanados. De Jesús sabemos que tiene ese don. Trabajemos para que los que viven enfermos o desolados, los que han perdido el rumbo, los niños, y todos los hombres, conozcan y acudan a la milagrosa fuente de agua viva de la Eucaristía. 

El día que los fieles acudan a la misa dominical con el mismo entusiasmo que a otros lugares donde buscan el milagro, el Señor hará mayores prodigios que los que hace allí. Y te dirá: "tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud" (Mc 5,34).

Junio 2024
Casto Acedo

miércoles, 19 de junio de 2024

Sobre la fe (23 de Junio)


EVANGELIO Mc 4,35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.

Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!».

Palabra del Señor

El comentario de hoy se centra en las últimas palabras de Jesús en el evangelio: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Comenzamos indicando que la vida espiritual cristiana sólo es posible desde una fe madura que se fragua en la experiencia de la propia fragilidad. ¿No fue ese el caso de Job? (primera lectura) Consideraremos también el evangelio de hoy como una catequesis sobre la fe adulta. Para terminar indicamos cómo en el aprieto se purifica o se deteriora la fe: ¿estará Dios conmigo, o no?.

*

"El hombre no hallará paz verdadera hasta los cuarenta años de edad. No será en su corazón un hombre celestial antes de haber cumplido dicha edad. ¡Tantas cosas le tienen ocupado! La naturaleza le impele de acá para allá, inestable, emprende cosas diversas, es el yo quien domina, cuando se creía que era Dios. No se pueden quemar etapas, no puede el hombre antes de tiempo llegar a la paz verdadera y perfecta y hacerse del todo celestial. Sólo es posible por gracia de Dios, dada con abundancia excepcional, como ha sucedido en muchos casos” (J. Taulero, 1300-1361).

“Creer que se cree”
 
Hubo un momento de mi vida en que el citado texto de Taulero  me dio que pensar acerca de la fe. En él se da entender que el crecimiento espiritual es un proceso  y que difícilmente se alcanza la madurez espiritual antes de los “cuarenta años de edad”, o más tarde hoy habida cuenta de que en la época en que se escribe el texto la esperanza de vida rondaba los los 40 años. Taulero estaría diciendo que sólo se madura espiritualmente en la que se supone como  etapa final de la vida.

Teniendo esto en cuenta deberíamos pensar que quizá hablamos de la fe con demasiada superficialidad; vivimos “creyendo que creemos", confundimos la fe con las capacidades propias; la verdad de fondo es que, más que fe en Dios lo que tenemos es fe en nosotros mismos, en nuestras posibilidades; más que creyentes somos unos "creídos"; antes de los cuarenta (madurez)“la naturaleza le impele de acá para allá, inestable, emprende cosas diversas, es el yo quien domina, cuando se creía que era Dios”.

Anselm Grün, autor espiritual benedictino, tomó el texto de Taulero como punto de referencia para escribir un pequeño tratado: La mitad de la vida como tarea espiritual; en él da a entender que no se es espiritual hasta experimentar la propia insignificancia, hasta que la experiencia aprieta hasta hacer sentir la propia impotencia ante la enfermedad, el agotamiento o el fracaso.  La debilidad y la muerte, que hasta entonces eran cosa de otros, pasan a ser realidades posibles para uno mismo. 

Llegados a este punto o bien tendemos a engañarnos creándonos una fachada de persona exitosa y feliz, o bien acabamos por aceptar la dura realidad haciendo un ejercicio de humildad. En este segundo caso  llegamos a la conclusión de que la fe habida hasta entonces no era tal;  “creía  que creía en Dios", pero en realidad la fe estaba en mí mismo, en mis capacidades y poderes, en mi estatus social, etc.  La realidad de la propia indigencia física y espiritual acaba por descubrirme la verdad de lo que soy: criatura insegura y necesitada.


La experiencia de Job

Para llegar a ser un hombre de fe probada, se ha de pasar por la experiencia de la noche, algo imposible de alcanzar por  razonamientos y estudios. Sólo se llega a la fe por el camino de la experiencia.  Ejemplo plástico de ello es la historia bíblica de Job, que hubo de superar la prueba de la tempestad para despertar a la verdadera fe. Lo había tenido todo: riqueza material (campos y ganados) y afectiva (esposa, hijos y amigos); y de pronto Dios aparece como tormenta perfecta que hunde el navío de su vida exitosa quedándole prácticamente sin nada. 

Su primera reacción: un grito desgarrador al cielo, ¿por qué me ha puesto Dios en esta situación, a mí, que fui siempre fiel a sus preceptos? (cf Job 31). Job entra en crisis. 

Ha llegado para Job la hora de la prueba, la hora de confiar en Dios y solamente en él, porque ya no tiene nada más a qué asirse. No puede esperar nada de sus riquezas (las ha perdido), ni de sus capacidades físicas (está enfermo), ni de su familia (sus hijos han muerto), incluso su mujer se muestra hostil (“¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete”, le dice. Jb 2,9) y sus amigos quieren solucionarlo todo con buenas palabras buscando razones que expliquen su dolor sin negar a Dios. Lo único que se les ocurre decirle al a Job es que busque en sí mismo o en los suyos la culpa; si Dios es el que premia y castiga, tiene que haberla. ¿Hay motivos para seguir confiando y esperando en una situación así? ¿Hay motivos para vivir?

A Job, finalmente, se le abrirá una luz en la noche. Pero antes habrá de reconocer que “creía que creía” en Dios cuando en realidad su confianza estaba puesta mayormente en sus bienes y sus afectos. Y así era. 
Sus primeras quejas ponen en evidencia su poca fe (cf Cap 31, donde expone su inocencia). De la queja pudo surgir el Job ateo; sin embargo no fue así, la experiencia de la noche oscura le llevó a la fe auténtica, la de un Dios poderoso (Job 38,1.8-11) al que no puede comprender pero sin el cual todo carece de sentido; en su desgracia no reniega de Él sino que se abandona totalmente en sus manos. ¿No es la misma experiencia de Jesús en la cruz? (cf Mt 27,46). 

Dios le hace ver a Job su inmenso poder, su soberanía universal (cf Jb 38,1.8-11), y Job reconocerá que se ha excedido en sus exigencias; su propia justicia no es suficiente para salvarle si la gracia de Dios no está de su parte. Sin Dios nada puede: ¿Quién soy yo para pedirle cuentas? “Hablé a la ligera, ¿qué puedo responderte? Hablé una vez, pero no volveré a hacerlo” (Jb 40,4-5). Sólo le queda el silencio contemplativo como respuesta de fe.
 

“¿No te importa que nos hundamos?”
 
Job “creía que creía”, pero en realidad su fe no alcanza la madurez hasta pasar por la oscuridad del dolor, la soledad y el abandono. Cuando las preguntas no encuentran respuesta, la fe se pone a prueba, y superado el obstáculo, queda purificada. El silencio de Dios pone a prueba la fe. 

Todos hemos vivido momentos difíciles, épocas o situaciones en las que Dios parece estar totalmente ausente: una enfermedad incurable propia o de un pariente, vecino o conocido al que apreciamos, un fracaso familiar, una tragedia cercana, una decepción afectiva, etc. Entonces todo parece temblar, los cimientos de nuestra existencia -la fe y los valores en que siempre hemos confiado- se resquebrajan y se ponen en riesgo de zozobra.

Crisis económica (desconfianza del mundo de las finanzas), de valores (valoración del tener y el hacer sobre el ser),  crisis social (poca fe en los políticos e instituciones públicas), eclesial (escándalos eclesiásticos) y personal (falta de sentido de la vida) ... ¿No hay en el fondo de todo esto una crisis de fe en Dios? Como previó Nietzsche, la muerte de Dios (“Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado al olvidarnos de él”) ha dado lugar a la muerte del hombre (“¿Qué haremos ahora que la tierra ha perdido su sol?”). 

En un mundo sin Dios, y con una iglesia sostenida hasta ahora sobre bases más propiamente sociológicas que religiosas, podemos decir que la institución se ve zarandeada por el mar de la agitación y está a punto de hundirse. Y en medio del oleaje ¿qué hacer? Volvernos al único que nos puede salvar:  “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4,38).
 
Dios parece dormir ajeno a nuestros problemas. Sin embargo Él va con nosotros en la barca. Nos deja experimentar el miedo, la impotencia ante las situaciones difíciles, pero no nos abandona. Basta volver a Él, convertirnos, hacer una lectura de nuestra historia no desde los discursos humanos (teologías retóricas, discursos ateos, datos sociológicos) sino desde la Palabra de Dios que nos habla al corazón reprochándonos nuestra falta de confianza. 

Y Dios responde. Muchos lo han experimentado en su vida cuando han dejado a Dios el timón; primeramente se han beneficiado de la acción de Dios –calma la tempestad-, luego han comprendido la causa de sus miedos y naufragios –“¿porqué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4,40).


¿Está Dios conmigo?

Vamos en la barca con Jesús. Hay tempestad, tiempos difíciles, y hay miedo. Tu vida se zarandea. ¿Estará Dios conmigo? Luchas con todas tus fuerzas para evitar el naufragio. Pero ves que tus esfuerzos son inútiles. Estás a punto de abandonar la barca de la Iglesia para ahog
arte en el mar tenebroso. Es un momento crítico. Está en juego tu madurez espiritual.

Puedes negar a Dios para afirmar tu vida de espaldas a Él. Será inútil, porque tus posesiones y poderes son limitados y están abocados a desaparecer. La otra salida está en seguir creyendo a pesar de las dudas, abrazarte a la esperanza de un Dios que no te fallará. Achicas aguas a la espera de que la mano de Dios ponga fin a la tempestad: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31,6; Lc 23,46), no te comprendo pero “aumenta mi fe” (Lc 17,5). La esperanza te mantiene en la lucha por sobrevivir.

Acude a Dios. Pero no lo hagas con la arrogancia del “¿no te importa que perezcamos?” (Mc 4,38), sino con la humildad del que sabe que todo es gracia. “Hágase en todo tu voluntad” (Mt 6,10; 26,42).

A esta conv
icción de fe llegó Job, que a pesar del absurdo del dolor reprocha las críticas de sus amigos y profesa su fe en Dios más allá de la experiencia y los razonamientos humanos: “¿Por qué me perseguís como Dios y no os hartáis de escarnecerme? ¡Ojalá se escribieran mis palabras! ¡Ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y con plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que mi redentor vive y que al fin se alzará sobre el polvo; después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios”. (Jb 19,22-26).

 Esto es fe. Ahora Job, como Jesús en Getsemaní, demuestra que lejos de pertenecer al grupo de los que “creen que creen” está entre los que gozan de una fe más que saludable, capaz de sufrir la noche sin hundirse.

Junio 2024
Casto Acedo 

sábado, 15 de junio de 2024

AÑO JUBILAR DE SANTA EULALIA (San Pedro de Mérida)

  Parroquias de 

San Pedro de Mérida y Trujillanos


                   

Año Jubilar Eulaliense 

22 de Julio de 2024


¡Nos vamos 

de peregrinación 

a pie a la 

Basílica 

de Santa Eulalia

de Mérida!

*

Martes 18 a las 8,30

Charla de explicación sobre el Jubileo  

y organización del día.

en la parroquia

*   *   * 

Jueves  a las 8 de la tarde

Celebración  Penitencial 

en la Parroquia

*   *   * 

Sábado 22 a las 6 a.m.

Salida hacia la Basílica 

de Santa Eulalia de Mérida

 *   *   * 

A las 10 de la mañana

MISA JUBILAR 

EN LA BASILICA 

DE SANTA EULALIA

(Quién no ha haya podido ir a pie 

puede acercarse a la misa  en vehículo)

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San Pedro - Trujillanos  2024

C.A.

AÑO JUBILAR DE SANTA EULALIA (Trujillanos)

 Parroquias de 

Trujillanos y San Pedro de Mérida  


       

Año Jubilar Eulaliense  2023 - 2024

Sábado, 22 de Junio de 12024



¡Nos vamos 

de peregrinación 

a pie a la 

Basílica 

de Santa Eulalia

de Mérida!

*

Miércoles 19 a las 8,30

Charla de explicación sobre el Jubileo  

y organización del día.

en la sala parroquial.

*   *   * 

Jueves  a las 9 de la tarde

Celebración  Penitencial 

en la Parroquia

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Sábado 22 a las 7:15  a.m.

Salida hacia la Basílica 

de Santa Eulalia de Mérida

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10 de la mañana

MISA JUBILAR 

EN LA BASILICA 

DE SANTA EULALIA

Quién no ha haya podido ir a pie puede acercarse a la misa 

en vehículo.

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Trujillanos - San Pedro 2024

C. A.

miércoles, 12 de junio de 2024

La grandeza de lo pequeño (16 de Junio)


EVANGELIO Mc 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también: «¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar a su sombra».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Palabra del Señor

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El evangelio  de este domingo contiene dos parábolas muy sencillas que enlazan con la primera lectura, que es del profeta Ezequiel. El comentario que se hace aquí parte de una introducción acerca del "valor que Dios concede a lo pequeño y humilde" para luego hacer un breve comentario de cada una de las parábolas y acabar  con un aviso acerca de lo inconveniente de lo grandioso. 



Cuando Dios decidió encarnarse para remediar los males de la humanidad, pudo haber elegido el camino del poder, del espectáculo o de la riqueza deslumbrante, pero no lo hizo. Se decidió un camino distinto, aparentemente menos eficaz: el de la humildad, el ocultamiento y la pobreza.
 
¿No hubiera sido más lógico que hubiera tomado cuerpo en una poderosa familia romana y haber aprovechado las ventajas del Imperio para llevar su evangelio a todo el mundo conocido? Debes ser realista -diríamos hoy a Jesús- si las armas del mundo son las que son, ¿por qué no escoger lo grandioso para hacerte conocer? La respuesta de Jesús a estas propuestas sería claramente negativa. Para cerciorarse basta releer con detenimiento el pasaje de las tentaciones: no a la idolatría del dinero, no al poder, no al mesianismo espectacular (cf. Lc 4,1-13; Mt 4,1-11).

Dios, para manifestarse al mundo, eligió la pobreza y la humildad, el olvido de sí y el lenguaje de los últimos De este modo pudo ser aceptado y entendido por todos, porque su Palabra no fue demagogia sino vida, y viviendo con y desde los de abajo se puede llegar a todos, ya que el lenguaje de los pobres es más universal que el de los ricos.

Como la semilla que crece sin saber cómo.

Con gran sencillez describe el evangelio la parábola de la semilla que va creciendo por sí misma (Mc 4,26-29): "El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega".
 
Este texto va precedido por otro: la parábola del sembrador (cf Mc 4,1-20), donde la atención recae sobre el tipo de terreno donde cae la semilla del Reino (Palabra) y el consiguiente éxito o fracaso a la hora de germinar y dar fruto. 

 Puedes acercarte a esta parábola de la semilla que crece por sí sola desde una perspectiva moral, y ver en ella una llamada a la paciencia en la esperanza de la venida del Señor; pero tal vez sería mejor que hagas de ella una lectura mística y contemples el poder de Dios, el potencial oculto del Reino, que acontece independientemente de nuestras esperanzas y de nuestra paciencia. Aunque no lo veas, aunque la noche parezca cerrar tus ojos a la visión de Dios, aunque los signos de los tiempos parezcan contrarios a su éxito, el Reino de Dios acontece; Dios está ahí, desvelado en lo oculto, grande en su insignificancia, “sin que el hombre sepa cómo”. Es el misterio de Dios.
 
La fuerza del Reino no está en el trabajo del labrador que siembra, ni en la disposición de la tierra, sino en el potencial de la semilla. El creyente no sabe cómo crece la semilla, pero sí sabe que  el milagro del crecimiento ocurre. El cómo  permanece en secreto; se facilita así el respeto al misterio y la tentación de la manipulación; la semilla siempre puede germinar, incluso donde parecía imposible, porque todo es posible para Dios (cf Mt 19,26). 

Podemos concluir de aquí que no nos toca a nosotros ser programadores del Reino; a veces nos empeñamos en encerrar la semilla en esquemas de espiritualidades elitistas, o en proyectos y programas de acción pastoral muy elaborados, olvidando que el protagonismo lo tiene Dios.

El catequista y el predicador tienen el oficio de sembrar la semilla; sembrar y olvidarse, dar y retirarse, como hizo María de Nazaret. Tú recibe bien la palabra y anúnciala; y deja que sea Dios quien procure el crecimiento. ¿Quién no se ha sorprendido de que tras largos años de trabajo apostólico no ha visto crecer nada y sin embargo, en otros lugares donde apenas se ha anunciado el evangelio, florecen las conversiones? 

No acabamos de entender que los frutos no dependen tanto de nuestro trabajo misionero como de la potencialidad de la semilla. Como si Dios dijera: has sembrado, has trabajado duro, ahora te toca retirarte, dejar hacer, dejar que Dios sea Dios; algo difícil de aceptar si no se es rico en humildad. Se trata de saber pasar a segundo plano y dejar que el reino progrese animado por su propia dinámica interna; y también se trata de dejarte sorprender por el misterio de Dios, que hace crecer la semilla “sin que el hombre sepa cómo” 

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Como un grano de mostaza
 
"Dijo también: –¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas." (Mc 4,30-32.
 
Esta segunda parábola, leída a la luz de la profecía de Ezequiel  (cf 7,22-24) que se propone como segunda lectura,  muestra cómo Dios, de algo pequeño -en el caso de Ezequiel, de una rama tierna del alto cedro- es capaz de sacar una planta que acoja bajo sus ramas todo tipo de aves y animales; tenemos nuevamente el mensaje de la grandeza de Dios, que no se apoya en la fuerza sino en la debilidad, que es capaz de hacer ver en lo insignificante el  significado de la vida.

Dios cimenta en lo pequeño su proyecto de grandeza. Así lo hizo al nacer de la Virgen María, una pobre muchacha de Nazaret; dejando a un lado las grandes ciudades del imperio romano vino a nacer en una aldea de una ignota provincia de Judea. Bien podemos cantar con María cómo el Señor “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,52).

Como el árbol de Ezequiel, como Jesús de Nazaret, así es el Reino de Dios, y así debería ser la Iglesia, un árbol nacido de Dios y crecido al amparo de su fuerza, que acoge a todos bajo sus ramas, incluso a esos pájaros que en su momento fueron enemigos y abortaron la Palabra sembrada en el camino. Porque lo propio de Dios no es vencer a los enemigo exterminándolos sino recuperarlos y acogerlos a la sombra del árbol de la cruz. El reino es universal, no exclusivista, y la Iglesia debe caminar también hacia la misma universalidad.

Haciendo una lectura eclesial de esta parábola del grano de mostaza, puedes ver también en ella la Iglesia-árbol, nacida de la semilla que es Cristo y que con el paso del tiempo se ha transformado en una enorme planta  con sus diversas ramificaciones. Las instituciones y sus estructuras de la Iglesia son inevitables; no nos debe escandalizar la existencia de una Iglesia institucional y estructurada orgánicamente. El pecado o la gracia de la Iglesia no están en su necesaria estructura, sino en que ésta permanezca abrazada al árbol de la cruz y se consagre a la razón de su ser: hacer presente el Reino de Dios. La imagen de la Iglesia como gran árbol bajo el que se acogen todos es hermosa si en ella encuentran su sitio los pobres, los débiles, los indefensos. La grandeza de la Iglesia no está en que crezca más y más en estructuras sino en que se deje ocupar cada vez más por los que buscan en ella la utopía del Reino.

* * *
 

La lógica de los dinosaurios

Tenemos la idea de que para permanecer y ser eternos hemos de ser humana y socialmente grandes. Sin embargo, las promesas de Dios indican otra cosa. Lo pequeño es más hermoso y eterno que lo grandioso; eso parecen decirnos las parábolas comentadas.

¿No lo entiendes? Pues míralo desde la lógica de los dinosaurios. Nadie es capaz de explicar cómo unos animales tan enormes y abundantes sucumbieron a las leyes de la evolución y desaparecieron de la faz de la tierra, mientras otras especies pequeñas e insignificantes permanecieron y siguen aún vivas. Hay quien ha sugerido muy agudamente que los dinosaurios no desaparecieron por ser débiles, sino por ser excesivamente fuertes; su desarrollo biológico derivó en una especie excesivamente grande y absurda para su entorno; y esa pudo ser la causa de su desaparición.

Toda una metáfora de lo que puede ocurrir con una institución como la Iglesia si a fuerza de crecer se transforma en una criatura enormemente ostentosa y absurda para el medio ambiente del Reino de la sencillez. ¿No ha ocurrido, o está ocurriendo, algo de esto en determinados momentos de la historia?  No  olvidemos que si el Reino de Dios elige la pobreza, el ocultamiento y la debilidad para manifestarse; y también la Iglesia deberá  hacer lo mismo. Dios escogió lo pequeño y débil del mundo para confundir a lo grande y fuerte (cf  1 Cor 1,26-28). La pervivencia de la Iglesia está garantizada si se adapta a su misión: anunciar y hacer presente el Reino de las bienaventuranzas, reino de los últimos y pequeños.

Junio 2021
Casto Acedo 

jueves, 6 de junio de 2024

Escuchar y obrar (9 de Junio)

 

 EVANGELIO . Mc 3,20-25

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer.

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

—«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:

—«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dijo:

—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».

Les contestó:

—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

Y, paseando la mirada por el corro, dijo:

—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».


Palabra del Señor.


* 


No es raro que personas del entorno familiar o social tachen de loco a quien hace una opción fundamental y radical por el evangelio dejando todos sus bienes y comodidades pera entrar en vida contemplativa, por ejemplo, o yéndose a las periferias a vivir la caridad con los más pobres, o mostrándose partidario de opciones morales que descolocan a la cultura del consumo y el bienestar.

Cuenta san Marcos que Jesús comenzó su vida pública en compañía de sus discípulos y con un éxito notable; hasta el punto de  que “se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer”. El efecto de su personalidad es impactante, tanto por las palabras que pronuncia como por sus milagros que hace. Un cambio así no parece normal, y su misma familia al enterarse de lo que andaba haciendo “vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí”. Por su parte, los escribas, le acusan de endemoniado: “Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios”. Jesús aprovecha para poner en evidencia que el mayor obstáculo a la conversión: el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en condenar las obras realizadas por el Espíritu Santo señalándolas como obras del demonio. ¿Qué esperanza le queda a quien, para huir de su responsabilidad, niega  la verdad haciendo de ella una mentira?

Si miro la palabra evangélica, los milagros, los sacramentos y los testimonios de fe como venidos del maligno, ¿cómo alcanzar el perdón que me pudiera venir de ahí? ¿Qué me puede llegar de aquello que considero demoníaco? Si me cierro al Espíritu Santo no podré recibir el amor y perdón de Dios. A Jesús lo acusaron de loco, o lo que es lo mismo: de endemoniado. Si se acepta esto, si se confunde la luz con la oscuridad, ¿qué nos queda?

Que acusen a Jesús de ser un loco tiene su parte demoníaca del lado de los escribas, pero también tiene su lado positivo al poner en evidencia que el mensaje que predica y las acciones que realiza rompen con lo comúnmente aceptado por todos. Quien actúa como Jesús es considerado un peligro porque pone en jaque a los poderes instituidos que se asientan en convencionalismos rancios y fríos que todos aceptan y a pocos convencen.

La acusación contra Jesús viene precedida de un milagro hecho en sábado (día en que estaba prohibido trabajar) y de otras curaciones, que son demonizadas por los escribas pero que sirvieron al pueblo sencillo como señales de que estaban ante alguien venido de Dios. "Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban. Tú eres el Hijo de Dios” (Mc 3,11).Los pobres, que no saben de leyes del sábado ni de teologías reconocen el bien por sus obras; y Jesús con sus milagros da pruebas de bondad suficientes para ser aceptado como bueno y especial.

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Debió dolerle a Jesús que los escribas le consideran un loco, pero más le debió desconcertar que su madre y sus hermanos, tal vez por motivos de falsa honra familiar, también se alinearan en su contra y fueran para llevárselo a casa. “Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar”. La gente que tenía alrededor le dice: mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan”. Jesús no se deja presionar por su familia  y aprovecha para sentenciar: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”. Jesús hace realidad en su propia persona las palabras en las que invita a dejar “casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por el Evangelio” (Mc 10,29).

¡Cómo debió molestar a su familia que no ensalzara el protagonismo de la sangre o el linaje!  ¡Cómo debió tocar el corazón de María lo dicho por Jesús! Aún le quedaba a María mucho que pasar para llegar al nivel sublime de fe que muestra en la cruz permaneciendo de pie al lado de su hijo; mientras tanto va aprendiendo guardando estas cosas en su corazón. Como buena discípula sólo pudo entender el todo de la misión de su hijo a la luz de la cruz y la resurrección de la luego sería testigo.

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Jesús da hoy unas enseñanzas que llevan a considerar la calidad del seguimiento de su persona. ¿Hasta dónde estoy dispuestos a aceptar cambios que conlleven persecución por estar de su parte? El evangelio es locura bendita, ¿cuánta de esta locura hay en mi y cuánta perciben los que me ven de cerca? A Jesús le hubiera sido más fácil contemporizar no curando en sábado y cuidándose de no ser seguido y venerado por las masas, pero prefirió la confrontación, tan necesaria como peligrosa.

¿Imaginas a Jesús hoy rompiendo automatismos morales y litúrgicos? ¿Hasta qué punto aceptaríamos la dureza de sus palabras si pusieran en evidencia la adaptación de su mensaje a la sociedad del capitalismo y el consumo? ¿Le escucharíamos si desmantelara con sus palabras la falsedad de muchos de nuestras tradiciones? ¿Soportaríamos que Jesús nos dijera que no somos de los suyos porque no cumplimos la voluntad del Padre?

Echando una mirada a la Iglesia, y centrándonos en el modo y manera con que celebramos los sacramentos (bautismos, comuniones, confirmaciones, bodas, etc. banquetes incluidos), imagino a clérigos, fotógrafos, hosteleros, etc.  poniendo el grito en el cielo al oír que Jesús les dice que más importante que los eventos y los negocios en torno a ellos es ser discípulos, conocedores de su Palabra y seguidores de su voluntad. Enseguida entraríamos en contemporizaciones:
 
*"Los ritos-sacramentos son necesarios". (Sí, pero siempre y cuando se asuma en la vida lo que significan, diría Jesús); 

*“También los banquetes, fotos y regalos son necesarios”. (Pero no la gula y el derroche mientras otros pasan necesidad); 

*“No veo nada malo en que una pareja que se quiere casar en la Iglesia se embarque en despedidas de solteros, bodas por todo lo alto y post-bodas; ya se sabe, así son los jóvenes... de 35 a 40 años, que es la edad en que se casan”. (Pues que maduren y luego se casen; no podemos seguir bendiciendo orgías y comilonas);

*“¿No es preferible que todos se bauticen, comulguen y se casen en la Iglesia a que  no reciban nada de esto? Mejor es algo que nada". (Como si un rito sin conexión con la voluntad de Dios manifestada en las enseñanzas de Jesucristo, valiera para algo). 

Es muy propio de clérigos justificar en el ex opere operato -es Dios el que obra en el rito- todo lo que hacemos con tal de no someter nuestros actos a un discernimiento serio, en espíritu y en verdad. Antes que ser personas y comunidades de contraste preferimos disolvernos en el ambiente social; de este modo elaboramos una religión de consumo y capitalista, de eventos sociales donde prima un lujo que no todos se pueden permitir.
 
Recuerdo los años de la crisis económica de principios de siglo; muchos niños de la parroquia donde estaba entonces dejaron de asistir a catequesis porque, según sus padres, "el niño ya no quiere hacer la comunión"; la verdad era que el evento ya no cuadraba con los planes económicos de la familia, ni podían invertir ni podían esperar regalos que suavizaran el gasto que se veían obligados a realizar porque aquellos a los que invitaran, tan pobres como ellos, no corresponderían como se esperaría en buenos tiempos. ¿Qué quedaría de nuestros sacramentos -bautismos, primeras comuniones, bodas e incluso confirmaciones- si no se movieran en torno a ellos la vanidad y el dinero?. Del párroco que rompiera esta dinámica administrando los sacramentos, por ejemplo la comunión, con una fiesta sencilla y comunitaria sin previo aviso de fecha para evitar el "fiestón", se diría que está loco, y tal vez no sería la familia sino la autoridad eclesiástica la que se lo querría llevar para no dejar en mal lugar a la institución.

Deberíamos aprender de Jesús, que no se limitó a contemporizar; confrontó con valentía el sistema social imperante con la Palabra y la voluntad de Dios. Y hoy sigue vigente su palabra que dice que los suyos, sus discípulos, su familia, los únicos dignos de llamarse cristianos, son los que cumplen la voluntad de Dios; voluntad que a veces los escribas y los clérigos entorpecen cuando adaptan el evangelio, la liturgia y la moral  a lo políticamente correcto.

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Cada domingo desgranamos la Palabra en la misa. Leer el evangelio en la celebración dominical forma parte de nuestras leyes y de nuestros ritos. Prestemos atención, despertemos del sueño o de la ficción de que las cosas están bien como son. Los ritos son buenos y necesarios siempre y cuando no se transformen en montajes religiosos que más que acercar alejan de la vida real. ¡Dichoso quien en la santa Iglesia ha sido bautizado, lee el Evangelio  y va a misa los  domingos y fiestas de guardar! Algo así dijeron a Jesús: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». Pues eso. 

Feliz Domingo 

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Junio 2024

Casto Acedo