sábado, 27 de enero de 2024

La autoridad (28 de Enero de 2024)

EVANGELIO
Marcos 1,21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. 

Palabra del Señor


Autoridades

De Jesús se dice en el Evangelio que “no enseñaba como los escribas, sino con autoridad” (Mc 1,22). ¿Qué autoridad? Porque la autoridad puede ser una autoridad legal, propia de personas que ocupan un cargo por elección de otros y que les permite mandar en tal o cual organización, como es el caso de los políticos elegidos democráticamente, o los jueces designados para impartir justicia; o el caso de los saduceos y fariseos del tiempo de Jesús, o el Papa, los obispos y sacerdotes en la Iglesia católica, que tienen una autoridad por la elección o el nombramiento de otros para ejercer tal o cual cargo en una institución.

También podemos hablar de autoridad tradicional, basada en la creencia de la legitimidad de las normas y roles que se han transmitido estables a través de los años, "desde tiempo inmemorial", se dice. Es el caso de la autoridad de un rey o la autoridad que reclaman muchos para que las cosas sigan igual basándose en el hecho de que "siempre se ha hecho así".

Cuando el evangelio habla de la autoridad de Jesús queda claro que ésta no se basa en la elección para un cargo institucional; Jesús no era ni fariseo ni saduceo, ni sacerdote del templo. Tampoco su autoridad se apoya en unas tradiciones milenarias que establecen unos patrones de comportamiento recogidos en códigos sociales no escritos. La autoridad de Jesús es de otro orden; yo la designaría como autoridad espiritual, aunque también podríamos llamarla autoridad informal, en el sentido de que no proviene de una estructura formal; o también la definiría como autoridad carismática, derivada de las cualidades personales o el carisma de un individuo por el que otros se sienten inspirados y cautivados.

Buda, Confucio, Gandhi, y, por supuesto Jesucristo, gozan de una autoridad espiritual que merece el respeto de quienes le conocen no tanto por el personaje que representan cuanto por la personalidad que tienen.  A esta autoridad se refiere el evangelio de hoy cuando habla de la autoridad de Jesús. Los judíos, acostumbrados a la autoridad legal de escribas y fariseos y al arraigo de tradiciones judías ancestrales, se sorprenden de la personalidad y el poder que deja ver quien oficialmente no era sino uno entre muchos, un simple ciudadano: "¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?." (Mt 13,55-56).


¿De dónde le viene la autoridad a Jesús?

Quien cree en el Misterio de la Encarnación puede decir que la autoridad le viene a Jesús de su divinidad, o si queremos del Padre Dios que le ha enviado, o del mismo Hijo, ungido por el Espíritu Santo para su misión. Así lo creemos y lo confesamos en la fe. Ahora bien, hay que distinguir entre autoridad y poder. Dios tiene el poder (cf Mt 26,57) y podría imponerlo por la fuerza. El Hijo en cuanto Dios podría haber impuesto su autoridad por la ley y la coacción, pero prefiere ser respetado no por el miedo sino por la autoridad moral que se desprende de una vida ejemplar.

Poco a poco la autoridad de Jesús se abre paso en el mundo sin recurrir a violencias ni imposiciones, sólo atrayendo  por la coherencia, la verdad y el testimonio. Jesús es "Palabra hecha carne" (Jn 1,14), esto dice todo sobre Él. En Él palabra y obra se solapan y confunden. Es fiel al Padre y a sí mismo en su misión, hace lo que ha venido hacer, y su hacer está en sintonía total con su decir. No hay enseñanza de Jesús que Él mismo no haya vivido. "Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo" (Is 55,11). Predica y testimonia Jesús la verdad, que no es otra cosa que la no-existencia de doblez, de doble vida; ésta es obra del diablo. La transparencia y la  verdad se abren paso en el mundo por el testimonio del amor; sólo el amor es verdad, sólo él se impone sin violencia, sólo el amor es digno de ser creído, admirado , respetado y seguido. De su amor sincero y bondadoso brota la autoridad de Jesús.

Poder y autoridad

Solemos confundir autoridad con poder. Es verdad que quien tiene autoridad tiene el poder de imponer normas, y de premiar o castigar. Y esto no es algo malo en sí; la autoridad de un padre de familia, de un presidente o un obispo es excelente cuando sirven a la justicia y la verdad. Para eso han sido instituidos y destinados en sus cargos. Pero sabemos que no siempre es así; la tentación del poder acecha siempre. El poder puede tener una tendencia demoníaca o divina.

¿Qué nos enseña la autoridad de Jesús y el poder que ejerce desde ella? 

A nivel social podemos decir que la autoridad de Jesús, hombre de palabra, es denuncia profética para una sociedad en la que la palabra ha perdido su valor al desligarse de los hechos. La autoridad política que no cumple la palabra dada es una autoridad desautorizada por la realidad. ¿Qué reconocimiento puede esperar alguien que se dice de izquierdas y vive sumergido en un consumo y un lujo brutales? ¿Quién que se dice servidor del pueblo puede exigir ser respetado cuando lo que hace es servirse de sus votos para alimentar ego y bolsillo? ¿Qué valor tiene la defensa de la vida cuando no se reconoce el derecho a nacer? ¿Cómo puede reclamar autoridad quien vive en el constante cambio de chaqueta?  

Frente a la palabra  efímera que se disuelve en el aire y desacredita la autoridad de quien la pronuncia habría que recuperar la palabra hecha carne, que dota de autoridad a quien hace de la honestidad y el compromiso su bandera.

A nivel religioso deberíamos revisar la autoridad en la Iglesia enfocándola desde la autoridad espiritual de Jesús. Una Iglesia que privilegie a algunos más que a otros, que se cimente sobre el cimiento de Pedro como jefe más que en la Roca de la fe que es Cristo, donde también Pedro se asienta, una iglesia que esté más preocupada por su poder e influencia política antes que por la felicidad de las personas, choca frontalmente con la autoridad de Jesús, que se sustenta en la verdad de su amor a los más pobres y descartados de la sociedad. 

Poco a poco la autoridad de Jesús se abre paso en el mundo sin recurrir a violencias ni imposiciones, sólo atrayendo  por la coherencia, la verdad y el testimonio. Jesús es "Palabra hecha carne" (Jn 1,14), esto dice todo sobre Él. En Él palabra y obra se solapan y confunden. Es fiel al Padre y a sí mismo en su misión, hace lo que ha venido hacer, y su hacer está en sintonía total con su decir. No hay enseñanza de Jesús que Él mismo no haya vivido. "Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo" (Is 55,11). Predica y testimonia Jesús la verdad, que no es otra cosa que la no-existencia de doblez, de doble vida; ésta es obra del diablo. La transparencia y la  verdad se abren paso en el mundo por el testimonio del amor; sólo el amor es verdad, sólo él se impone sin violencia, sólo el amor es digno de ser creído, admirado , respetado y seguido. De su amor sincero y bondadoso brota la autoridad de Jesús.



A nivel personal la autoridad espiritual de Jesús es un reto, una invitación a enraizar la fe individual en la experiencia de Dios, un reto que exige poner a Dios en el centro de la vida, reto de darse a conocer más como personas con experiencia de Dios que como miembros o cargos de una institución religiosa. ¿Qué autoridad tengo para dar a conocer a Dios si mis palabras y mis hechos no transparentan su presencia en mí? Obispos, sacerdotes, religiosos, monjes y monjas, catequistas: para ser respetados se requiere que crezca la persona y disminuya el personaje.

Jesús puso en evidencia la fragilidad de la autoridad legal representada por Pilatos y las autoridades judías; "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen" (Mt 23,2), es decir, tienen autoridad institucional, pero su autoridad moral deja mucho que desear. También criticó Jesús la autoridad tradicional asentada en la costumbre del "siempre se ha hecho así"; lo hace desenmascarando cómo nos acomodamos a la ley moral sin tener en cuenta su espíritu. "Habéis oído que se dijo, ... pero yo os digo...", ¿recordáis? (cf Mt 5,17-48).

Deberíamos abandonar en nuestra Iglesia la cultura de la queja para dar paso a la del respeto. Lo que hasta hace unos años se imponía por ley o por tradición hoy sólo puede ser transmitido con paciencia desde el ejemplo de vida, a partir del encuentro con personas que han hecho del amor y la misericordia su bandera.

Quienes andan cansados o perdidos y buscan respuesta a su situación en la religión les ocurre como a los habitantes de Cafarnaúm en tiempos de Jesús; están esperando poder encontrarse con quién les saque de su rutina. Esperan ver a personas individuales o comunidades que "no dejen hablar a los demonios" y los echen fuera de los ámbitos donde se han instalado; incluidos los entresijos eclesiales. Un reconocimiento aquí al Papa Francisco por procurar esta limpieza en temas de corrupción económica, de poder y de moral sexual. 

El mundo espera santos que pongan con su presencia y acción la autoridad necesaria para erradicar todo lo que hace impuro y esclaviza a la humanidad.

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Enero 2024
Casto Acedo

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