miércoles, 31 de enero de 2024

Creer, esperar, amar (Domingo 4 de Febrero)

 

EVANGELIO. Mc 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. 

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. 
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor

* * *

El primer capítulo del Evangelio de san Marcos es denso. En él, tras una presentación breve de Juan bautista que prepara para la venida del Salvador, Jesús es bautizado; luego es tentado en el desierto para inmediatamente comenzar su trabajo misionero en Galilea. Lo hace llamando a cuatro pescadores para que le sigan, predicando en las sinagogas y obrando milagros.

La liturgia de hoy nos invita a contemplarlo en plena tarea. Sale de la sinagoga, donde dió unas enseñanzas y donde curó a un hombre poseído por un espíritu impuro  (lo veíamos el domingo pasado). Hoy leemos cómo Jesús al salir de la sinagoga fue a casa de Simón, cuya suegra estaba en cama con fiebre y la cura. La gente está admirada de él. “La población entera se agolpaba en la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios” (v. 33).

Como vemos, el inicio de la vida pública de Jesús es especialmente triunfal. “Todo el mundo te busca” (v. 37), le dijeron. Pero Él no se deja llevar por los halagos. Ni siquiera por la tentación de establecerse y crear escuela en el lugar donde ya ha sentado cátedra. “Vámonos a otra parte -apremia a los suyos- para predicar allí también; que para esto he salido” (v. 38).

Pero vayamos por partes y contemplemos la actividad de Jesús a partir de tres verbos que resumen su quehacer y que se conjugan entre ellos: Curar, orar, predicar. Divido lo que sigue en tres partes diferenciadas, como si fueran tres comentarios distintos. La conclusión final enlaza las tres partes. Puedes leer las partes como independientes o como explicación extensa del evangelio de este  Domingo Quinto del Tiempo Ordinario B.

* * *


Curar

El texto, además de indicar que Jesús curó a muchos, narra en concreto una curación: la de la suegra de Simón Pedro. “Le hablaron de ella; se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles” (Mc 1,31). En muy pocas palabras nos da el evangelio las claves de su modo de actuar:

“Le hablaron de ella” y así se enteró de que padecía una enfermedad. Jesús atento a la realidad que le envuelve. Pudo haber pasado de largo, hacer como que no se entera, o simplemente ignorar a la enferma; a fin de cuentas era una mujer, una simple ama de casa, alguien irrelevante. Sin embargo el evangelista, por la rapidez de la actuación de Jesús, nos da a entender que esa mujer sí era importante para Él.

* Por eso "se acercó": Jesús no analiza el sufrimiento, ni se limita a comentarlo, ni polemiza sobre él; se acerca. Hay en este gesto una identificación de Jesús con el samaritano de la parábola de san Lucas (10,25-37). No pasa de largo, se acerca. Es hermoso contemplar ese detalle de Jesús dándose en cercanía, tocando el sufrimiento en corto. Una lección de grandeza para un mundo, el nuestro, que se conforma con un conocimiento virtual o estadístico de la realidad. Cuando el papa Francisco habla de “salir a las periferias”, ¿no se refiere a esto?

"La tomó de la mano": tocar a una persona que sufre es importante; es un gesto (sacramento), una forma de transmitir vida, de decir que se está, de hacer saber a la persona herida que no es marginada, no es un ser apestado por la enfermedad o la desgracia. El contacto físico es importante para sentirse amado. No podemos olvidar que somos carne y necesitamos del calor del abrazo, palpar el cariño en el roce de la piel, sentir la mano que se nos tiende.  

"La levantó": Con su apoyo Jesús cura, levanta al abatido. Con ese gesto de tomar la mano de la mujer y ayudarle a ponerse en pie le devuelve su dignidad;  hace a esa mujer sentirse salvada de la enfermedad que le obligaba a la postración. Levantarse es recuperar la vida; no en vano se usa este verbo –levantar- para indicar tanto el triunfo de la cruz (Jn 8,28) como la resurrección (Flp 2,9) y la ascensión (Mc 16,18)

"Y se puso a servirles": La curación no es para un simple "estar bien”, sino para volver a una vida de servicio. Podríamos preguntarnos acerca de la meta que esperamos alcanzar en nuestra tarea evangelizadora. Se trata de levantar, de sanar los corazones afligidos, de curar las dolencias de los que sufren la enfermedad, la marginación y la esclavitud del pecado. Pero la curación, la conversión, no concluye con un “estar bien”, un “sentirse a gusto” en sentido afectivo-material, sino que debe encaminar al servicio, a la adquisición de los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Jesús (Fp 2,5): sentirnos y ser servidores de Dios y del prójimo. Hacer creer a los catecúmenos que entrar en la Iglesia es entrar en el cielo es engañarles, algo propio de las sectas. Entrar en la Iglesia es unirse a los que cruzan el desierto de la vida codo con codo, compartiendo el sequedal y el oasis. Jesús no sana para dar un regusto espiritual, sino para fortalecer a la persona para que sea fiel en el servicio a Dios y al prójimo.


Orar

“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó al descampado y allí se puso a orar” (Mc 1,35). Sorprende el giro que da el texto. De la actividad casi frenética del día el texto pasa  a la serenidad y el silencio de la noche.

Lo más lógico debería ser que Jesús quedara satisfecho de todo lo obrado y durmiera a pierna suelta gozando el éxito. Sin embargo, como hombre sujeto a tentaciones, no debía ignorar que el éxito lleva en sí mismo una tentación muy sutil: la del endiosamiento y la consiguiente soberbia.

Cuando todo va bien también es importante la oración; y a veces  más necesaria que en los momentos de dificultad. En situaciones difíciles parece que el recurso al poder de Dios surge casi espontáneo; los problemas nos enseñan a ser humildes y a levantar la mirada a lo alto; sin embargo, los triunfos nos hacen creer que somos unos genios. “Seréis como dioses”, dijo la serpiente a Adán (Gn 3,4). Cuando nos vemos arriba nos olvidamos de lo de abajo, y también de Dios.

El detalle de Jesús orante en la noche pone de manifiesto que es necesario orar no sólo en Getsemaní sino también en tiempos de triunfo. Porque si en el sufrimiento la tentación es renegar de Dios, en los momentos de gloria la tendencia es a olvidarse de Él y montarse uno mismo el propio altar.

¿Cómo sería la oración de Jesús en esas madrugadas, envuelto en la oscuridad que apunta al amanecer? Imagino una oración de alabanza y acción de gracias al Padre, pero también una oración de petición: no me dejes caer en la tentación de la soberbia. Se necesita la fortaleza del Padre para que el cansancio misionero no incite al abandono; pero también se necesita mucha humildad para no dejarse seducir por la vanagloria.


Predicar

El tercer verbo que se conjuga hoy es el de la predicación. Jesús predicaba. La gente escuchaba. Se quedaban admirados. Aquí acecha también una tentación: la de hacerte una capillita y rodearte de discípulos amantes y obedientes; ser un telepredicador ante quien se rinden las masas.

Jesús no es un predicador instalado, pagado de sí, que reclama una clientela que alimente su ego. No se queda en un lugar cómodo a verlas venir.  Jesús es un predicador itinerante, sin residencia fija, “sin un lugar donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20), dispuesto siempre a ir más allá: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido” (Mc 1,38).

Jesús enseñaba en las sinagogas, pero no se limitó a ellas. ¡Qué buena enseñanza para la Iglesia de hoy y de siempre! Podemos referir aquí al papa Francisco cuando habla de “Iglesia en salida”. Una Iglesia que no permanece quieta esperando que vengan a ella los que la necesitaren, sino que sale de sus espacios sagrados para aventurarse a ser Iglesia más allá de la institución y los templos. Porque no se trata de traer personas a la institución eclesial sino de mirar, promover y hacer visible el Reino de Dios más allá de lo religioso.

Cuando hayas anunciado el evangelio en un lugar, te dice Jesús, “vámonos a otra parte” , no te instales, no te quedes ahí, en tu zona de confort espiritual, en tu hermoso Tabor; queda todavía mucho camino que recorrer, mucho que cambiar en tu corazón y en el mundo. Cuando sientas la tentación del aburguesamiento, cuando empieces a estar cómodamente instalado o instalada en una religiosidad confortable, escucha a Jesús que te repite: “vámonos a otra parte”, aún queda mucho  por andar.

* * *

Creer, esperar, amar

Jesús conjuga hoy para nosotros los tres verbos que necesitamos para ser Iglesia fiel al Reino de Dios: creer, esperar, amar.

Escuchar y predicar la Palabra. Cultivar la fe con una escucha atenta y una predicación arriesgada y novedosa, nada burguesa;  predicación de gestos y palabras que salgan de los templos y  lleguen a las periferias.

Orar, contemplar, celebrar; es decir, intimar y refugiarse en Jesús  para vivir  una esperanza serena, sin depresiones ni triunfalismos, anclados en su Persona  como única garantía de que la barca de la Iglesia no se hundirá.

* Y amar como Él amó, con un corazón samaritano, acercándonos al sufrimiento, tocando, sanando y devolviendo la dignidad a aquellos a los que les ha sido arrebatada.

Las claves para avanzar en la vida cristiana es simple: consiste en conjugar bien los verbos que hemos citado. Orar, predicar y sanar son tres caras de una misma realidad: el Evangelio. Predicar sin amar y sin interiorizar en la oración lo predicado es un despropósito; sanar (amar) sin hacerlo desde la profundidad del corazón que se conoce a sí mismo en la oración,  puede dar lugar al autoengaño de quien cree que ama a Dios y al prójimo cuando solo ama su propio protagonismo; y orar sin asiento en la Palabra y sin vivir el amor, es beatería malsana. 

El evangelio de este domingo nos permite ver a Jesús realizando su misión conjugando palabra, oración y caridad. Déjate seducir  y arrastrar por Él. 

*
Febrero 2024
Casto Acedo.

sábado, 27 de enero de 2024

La autoridad (28 de Enero de 2024)

EVANGELIO
Marcos 1,21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. 

Palabra del Señor


Autoridades

De Jesús se dice en el Evangelio que “no enseñaba como los escribas, sino con autoridad” (Mc 1,22). ¿Qué autoridad? Porque la autoridad puede ser una autoridad legal, propia de personas que ocupan un cargo por elección de otros y que les permite mandar en tal o cual organización, como es el caso de los políticos elegidos democráticamente, o los jueces designados para impartir justicia; o el caso de los saduceos y fariseos del tiempo de Jesús, o el Papa, los obispos y sacerdotes en la Iglesia católica, que tienen una autoridad por la elección o el nombramiento de otros para ejercer tal o cual cargo en una institución.

También podemos hablar de autoridad tradicional, basada en la creencia de la legitimidad de las normas y roles que se han transmitido estables a través de los años, "desde tiempo inmemorial", se dice. Es el caso de la autoridad de un rey o la autoridad que reclaman muchos para que las cosas sigan igual basándose en el hecho de que "siempre se ha hecho así".

Cuando el evangelio habla de la autoridad de Jesús queda claro que ésta no se basa en la elección para un cargo institucional; Jesús no era ni fariseo ni saduceo, ni sacerdote del templo. Tampoco su autoridad se apoya en unas tradiciones milenarias que establecen unos patrones de comportamiento recogidos en códigos sociales no escritos. La autoridad de Jesús es de otro orden; yo la designaría como autoridad espiritual, aunque también podríamos llamarla autoridad informal, en el sentido de que no proviene de una estructura formal; o también la definiría como autoridad carismática, derivada de las cualidades personales o el carisma de un individuo por el que otros se sienten inspirados y cautivados.

Buda, Confucio, Gandhi, y, por supuesto Jesucristo, gozan de una autoridad espiritual que merece el respeto de quienes le conocen no tanto por el personaje que representan cuanto por la personalidad que tienen.  A esta autoridad se refiere el evangelio de hoy cuando habla de la autoridad de Jesús. Los judíos, acostumbrados a la autoridad legal de escribas y fariseos y al arraigo de tradiciones judías ancestrales, se sorprenden de la personalidad y el poder que deja ver quien oficialmente no era sino uno entre muchos, un simple ciudadano: "¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?." (Mt 13,55-56).


¿De dónde le viene la autoridad a Jesús?

Quien cree en el Misterio de la Encarnación puede decir que la autoridad le viene a Jesús de su divinidad, o si queremos del Padre Dios que le ha enviado, o del mismo Hijo, ungido por el Espíritu Santo para su misión. Así lo creemos y lo confesamos en la fe. Ahora bien, hay que distinguir entre autoridad y poder. Dios tiene el poder (cf Mt 26,57) y podría imponerlo por la fuerza. El Hijo en cuanto Dios podría haber impuesto su autoridad por la ley y la coacción, pero prefiere ser respetado no por el miedo sino por la autoridad moral que se desprende de una vida ejemplar.

Poco a poco la autoridad de Jesús se abre paso en el mundo sin recurrir a violencias ni imposiciones, sólo atrayendo  por la coherencia, la verdad y el testimonio. Jesús es "Palabra hecha carne" (Jn 1,14), esto dice todo sobre Él. En Él palabra y obra se solapan y confunden. Es fiel al Padre y a sí mismo en su misión, hace lo que ha venido hacer, y su hacer está en sintonía total con su decir. No hay enseñanza de Jesús que Él mismo no haya vivido. "Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo" (Is 55,11). Predica y testimonia Jesús la verdad, que no es otra cosa que la no-existencia de doblez, de doble vida; ésta es obra del diablo. La transparencia y la  verdad se abren paso en el mundo por el testimonio del amor; sólo el amor es verdad, sólo él se impone sin violencia, sólo el amor es digno de ser creído, admirado , respetado y seguido. De su amor sincero y bondadoso brota la autoridad de Jesús.

Poder y autoridad

Solemos confundir autoridad con poder. Es verdad que quien tiene autoridad tiene el poder de imponer normas, y de premiar o castigar. Y esto no es algo malo en sí; la autoridad de un padre de familia, de un presidente o un obispo es excelente cuando sirven a la justicia y la verdad. Para eso han sido instituidos y destinados en sus cargos. Pero sabemos que no siempre es así; la tentación del poder acecha siempre. El poder puede tener una tendencia demoníaca o divina.

¿Qué nos enseña la autoridad de Jesús y el poder que ejerce desde ella? 

A nivel social podemos decir que la autoridad de Jesús, hombre de palabra, es denuncia profética para una sociedad en la que la palabra ha perdido su valor al desligarse de los hechos. La autoridad política que no cumple la palabra dada es una autoridad desautorizada por la realidad. ¿Qué reconocimiento puede esperar alguien que se dice de izquierdas y vive sumergido en un consumo y un lujo brutales? ¿Quién que se dice servidor del pueblo puede exigir ser respetado cuando lo que hace es servirse de sus votos para alimentar ego y bolsillo? ¿Qué valor tiene la defensa de la vida cuando no se reconoce el derecho a nacer? ¿Cómo puede reclamar autoridad quien vive en el constante cambio de chaqueta?  

Frente a la palabra  efímera que se disuelve en el aire y desacredita la autoridad de quien la pronuncia habría que recuperar la palabra hecha carne, que dota de autoridad a quien hace de la honestidad y el compromiso su bandera.

A nivel religioso deberíamos revisar la autoridad en la Iglesia enfocándola desde la autoridad espiritual de Jesús. Una Iglesia que privilegie a algunos más que a otros, que se cimente sobre el cimiento de Pedro como jefe más que en la Roca de la fe que es Cristo, donde también Pedro se asienta, una iglesia que esté más preocupada por su poder e influencia política antes que por la felicidad de las personas, choca frontalmente con la autoridad de Jesús, que se sustenta en la verdad de su amor a los más pobres y descartados de la sociedad. 

Poco a poco la autoridad de Jesús se abre paso en el mundo sin recurrir a violencias ni imposiciones, sólo atrayendo  por la coherencia, la verdad y el testimonio. Jesús es "Palabra hecha carne" (Jn 1,14), esto dice todo sobre Él. En Él palabra y obra se solapan y confunden. Es fiel al Padre y a sí mismo en su misión, hace lo que ha venido hacer, y su hacer está en sintonía total con su decir. No hay enseñanza de Jesús que Él mismo no haya vivido. "Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo" (Is 55,11). Predica y testimonia Jesús la verdad, que no es otra cosa que la no-existencia de doblez, de doble vida; ésta es obra del diablo. La transparencia y la  verdad se abren paso en el mundo por el testimonio del amor; sólo el amor es verdad, sólo él se impone sin violencia, sólo el amor es digno de ser creído, admirado , respetado y seguido. De su amor sincero y bondadoso brota la autoridad de Jesús.



A nivel personal la autoridad espiritual de Jesús es un reto, una invitación a enraizar la fe individual en la experiencia de Dios, un reto que exige poner a Dios en el centro de la vida, reto de darse a conocer más como personas con experiencia de Dios que como miembros o cargos de una institución religiosa. ¿Qué autoridad tengo para dar a conocer a Dios si mis palabras y mis hechos no transparentan su presencia en mí? Obispos, sacerdotes, religiosos, monjes y monjas, catequistas: para ser respetados se requiere que crezca la persona y disminuya el personaje.

Jesús puso en evidencia la fragilidad de la autoridad legal representada por Pilatos y las autoridades judías; "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen" (Mt 23,2), es decir, tienen autoridad institucional, pero su autoridad moral deja mucho que desear. También criticó Jesús la autoridad tradicional asentada en la costumbre del "siempre se ha hecho así"; lo hace desenmascarando cómo nos acomodamos a la ley moral sin tener en cuenta su espíritu. "Habéis oído que se dijo, ... pero yo os digo...", ¿recordáis? (cf Mt 5,17-48).

Deberíamos abandonar en nuestra Iglesia la cultura de la queja para dar paso a la del respeto. Lo que hasta hace unos años se imponía por ley o por tradición hoy sólo puede ser transmitido con paciencia desde el ejemplo de vida, a partir del encuentro con personas que han hecho del amor y la misericordia su bandera.

Quienes andan cansados o perdidos y buscan respuesta a su situación en la religión les ocurre como a los habitantes de Cafarnaúm en tiempos de Jesús; están esperando poder encontrarse con quién les saque de su rutina. Esperan ver a personas individuales o comunidades que "no dejen hablar a los demonios" y los echen fuera de los ámbitos donde se han instalado; incluidos los entresijos eclesiales. Un reconocimiento aquí al Papa Francisco por procurar esta limpieza en temas de corrupción económica, de poder y de moral sexual. 

El mundo espera santos que pongan con su presencia y acción la autoridad necesaria para erradicar todo lo que hace impuro y esclaviza a la humanidad.

* * *

*
Enero 2024
Casto Acedo

jueves, 18 de enero de 2024

La urgencia de la conversión (21 de Enero)


LITURGIA DE LA PALABRA
Jon 3,1-5.10; 1 Cor 7,29-31; Mc 1,14-20

“¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” (Jonás) . 

 “El momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina” (San Pablo). 

“Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. ... Venid en pos de mi y os haré pescadores de hombres” (Jesús).

* * *

Convertirse (adherirse) a la ley de Dios 

La urgencia de la conversión que piden los textos de hoy fue entendida en otro tiempo, y aún hoy por algunos, como invitación a arreglar cuanto antes los fondos del alma de cara a una severa auditoría divina. A muchos nos educaron en la idea de que estas palabras son una amenaza, un aviso severo sobre la necesidad de "estar en gracia de Dios" en cada instante. Para ello conviene hacer con frecuencia un pormenorizado y meticuloso examen de conciencia, un sincero propósito de enmienda, una detallada confesión en número, género y  especie de los pecados cometidos desde la última penitencia y la firme decisión de vivir en adelante como Dios manda, es decir, cumpliendo escrupulosamente cada uno de los diez mandamientos, con especial énfasis en el sexto y con alguna sordina en el séptimo. "Moral burguesa" se llama  esto.

"El momento es apremiante", ... "se ha cumplido el plazo". ¿Es miedo lo que pretenden transmitir Jonás, Pablo y Jesús hoy?  Se ha predicado la conversión recurriendo al terror, y apremiando a hacer un cambio de vida con tanta urgencia que no se han tenido en cuenta los procesos internos que propician  una conversión sincera, sólida y duradera.  Nos limitamos a menudo a una confesión mecánica de actos pecaminosos sin tener en cuenta para nada la raíz del mal ni las facilidades que damos para que arraigue en el corazón.

Hay una urgencia mal entendida que hace que ni siquiera nos paremos a pensar qué es lo que me seduce y arrastra hacia el pecado, que es lo que hay que convertir dentro de mí ser y en qué sentido. Quién vive la espiritualidad de las prisas  considera normal limitarse a seguir unos pasos rituales sin discernir seriamente, sólo repasar aprisa los mandamientos, hacer propósito de enmienda, confesar, ...y listo; misión cumplida. ¡Cuánta gente cree haberse convertido tras una confesión puntual realizada en un retiro de fin de semana!; como si la conversión fuera un lavado de cara instantáneo y que  dura para siempre.

Funciona este discurso de urgencia con quienes tienen a Dios por “justiciero” interesado en castigar más que en perdonar y reformar. A muchos les ha movido más el temor al castigo eterno que la esperanza de la felicidad en Dios. Lo podemos comprobar cada domingo. La feligresía antes asidua ha aflojado mucho en el cumplimiento perseverante del precepto desde que “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar” no es pecado mortal. Si para ir al cielo ya no es absolutamente imprescindible ir a la Iglesia el domingo, ¿por qué tomárselo tan en serio? Si todos vamos al cielo ¿para qué vamos a esforzarnos por entrar por la puerta estrecha? Muchos se sienten como aliviados de una carga, nunca descubrieron la riqueza espiritual de la Misa, la verdadera necesidad de Dios y la dimensión gratificante del encuentro con Dios en la comunidad. Tal vez nunca fueron verdaderos conversos.

*

Convertirse (adherirse) al amor de Dios

Pero hay otra lectura posible de estos textos; la que ve en ellos una urgencia de felicidad, una llamada a soltar lo que hipoteca la libertad incapacitándola para el bien y haciendo de la vida un infierno de prohibiciones y despropósitos. La invitación a la conversión es en este caso una buena nueva feliz, un anuncio de que merece la pena seguir a Cristo con libertad y alegría. Se trata de no ser atrapado por el miedo a la condena sino liberado por el gozo del amor de Dios. 

Es una pena que todavía haya quienes consideren los evangelios como un código de normas de obligado cumplimiento, un  manual de buenas prácticas para alcanzar el paraíso celestial. Se equivocan. Si fuera así sobraría el Nuevo Testamento. Gracias a Dios Jesucristo no vino a consagrar ley del Antiguo Testamento sino a revestirla de sentido con el traje del amor; vino a despertar la conciencia de la humanidad ante el hecho de que "está cerca el Reino de Dios”, que es lo mismo que decir que el amor de Dios y su felicidad se aproximan; que Dios quiere personas libres antes que súbditos sometidos  por el miedo al castigo. "No tengáis miedo" a quienes os anuncian un final apocalíptico y oscuro; tampoco tengáis miedo al mundo y sus seducciones, porque "yo he vencido al mundo" (Jn 16,33), dice Jesús; he venido "para que mi  alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud" (Jn 15,11).

Para entrar en el Reino de la alegría y la felicidad verdaderas se dan hoy unas claves muy sencillas: primeramente liberarse de todo lo que pueda atar: "los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él" . Esto hay que aclararlo, porque parece invitar a la desgracia. San Juan de la Cruz nos ayuda a comprender el texto cuando al referirse a
l desapego del mundo dice que "no se trata del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga” (1Subida 3,4). No se trata de carecer de mujer, de no llorar cuando sea tiempo de ello, ni de evitar la alegría en momentos felices, ni de negarse a hacer negocios, sino de no estar atados por el gusto o el disgusto de las cosas. Esta es la primera parte de la conversión, la eliminación de ataduras, soltar todo lo que esclaviza y mata la alegría cristiana.

La segunda parte es el seguimiento: Llamó Jesús a Simón y a Andrés, luego a Santiago y a Juan, y "dejándolo todo se marcharon tras Él". Jesús es el premio de la conversión, quien lo encuentra y lleno de alegría decide  vender todo lo que tiene para quedarse con Él  (Mt 13,44-46) 
ha encontrado la plenitud de su ser; y también la vida eterna.

* *


El sentido de la urgencia 

La representación de este mundo se termina”. Urge dejar lo impermanente y abrazar la eternidad siempre presente de Dios, urge unirse a quien permanece siempre, a Jesucristo; no por miedo sino por amor, no para escapar del infierno llevando una existencia monótona y gris sino para abrazar la felicidad del cielo en la alegría ya presente en la tierra.

¿Qué es lo verdaderamente  urgente? Un poema de Facundo Cabral sirve para resumir de manera muy sencilla la diferencia que hay entre la urgencia de vivir obsesionado por las cosas de este mundo y la de abrazar los valores  del Reino de Dios.

Puedes escuchar el texto con voz del autor en:

Para ti, que siempre vives la vida a un ritmo vertiginoso, quiero recordarte que lo más importante que tienes en la vida, eres tú y todos los que te rodean, y recuerda que...

*Urgente es una palabra con la que vivimos día a día, en nuestra agitada vida, y a la cual, le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.

*Urgente es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque sabes, el día que nos vamos, dejamos pendiente las cosas, que verdaderamente fueron urgentes.

*Urgente es que hagas un alto en tu ajetreada vida, y te preguntes: ¿Qué significado tiene todo esto que yo hago?

*Urgente, es que seas más amigo, más humano, más hermano.

*Urgente es que sepas valorar el tiempo que te pide un niño, una niña.

*Urgente, es que cada mañana, cuando veas salir el sol, te impregnes de su calor, y le des gracias al Señor, por tan maravilloso regalo.

*Urgente es que mires a tu familia, a tus hijos, a tu esposa, y a todos los que te rodean, y valores ese tan maravilloso tesoro.

*Urgente es que le digas a las personas que quieres, hoy, no mañana, cuánto los quieres.

*Urgente es que te sepas hijo de Dios, y te des cuenta que él, te ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida.

*Urgente es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano que no puede echar tiempo atrás, que todo lo hizo urgente, ... que fue un gran empresario, un gran artista, un gran profesional, que llenó su agenda de urgencias, citas, proyectos, pero dentro de todo, lo más importante, se te olvidó VIVIR.

Urgente no es guardar las formas sino vivir a tope desde el fondo. No pide el Señor otra conversión que no sea la vida misma como donación de amor. Más urgente que confesar los pecados es cuidar el corazón para que no arraigue. Estamos aún a principios del 2024. No estaría mal hacer una lista de las tareas urgentes que nos vamos a proponer en este tiempo para que no se no se pierda la gracia de Dios por entre las grietas del alma. Sin miedos, con creatividad y valentía; con la certeza de que merece la pena seguir a Jesús. Esto es conversión al Reino, la más buena y urgente.

Feliz domingo. 

Enero 2024
Casto Acedo

viernes, 12 de enero de 2024

Elí y Juan Bautista, guías espirituales (Domingo 14 de Enero)

 

PRIMERA LECTURA
1 Sam 3,3-10

...Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»

EVANGELIO
Jn 1,35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.

Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

* * *

"De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre". Así reza un himno de la liturgia de las horas   cuya antífona se repite una y otra vez proclamando que “la noche es tiempo de salvación”.(1) 

San Juan de la Cruz, en sus escritos místicos, elevó a categoría espiritual la idea de la noche. Hay quienes ven la noche como algo negativo, deprimente, oscuro. Sin embargo, el santo carmelita no ve en ella una desgracia sino una oportunidad; la noche es sobre todo un tránsito, un paso que purifica y potencia la fe y desemboca en la luz del amanecer; la noche está preñada del triunfo final que es de la Luz.

En la noche recibe Samuel la llamada de Dios. Y en una noche espiritual recibieron los primeros discípulos la llamada a seguir al Señor. En ambos casos no hay detrás una situación vital que comienza a hacer agua y necesita un cambio. En las crisis personales o sociales Dios purifica y nos abre a la fe. Como Samuel y los discípulos del Bautista son muchos los que buscan a Dios en el  tiempo de crisis espiritual que vivimos. ¿Qué respuesta estamos dando a su búsqueda?

* * *


Elí y el Bautista

Tanto la primera lectura como el evangelio de este domingo invitan a meditar y hablar sobre la llamada de Dios y su respuesta como seguimiento. Para reflexionar sobre ello solemos fijarnos en los protagonistas:  Samuel en el Antiguo Testamento  y los primeros discípulos en el Nuevo.  Hay en los textos otros personajes, como Elí y Juan Bautista, a quienes no solemos tener suficientemente en cuenta para este tema.  Sin embargo tienen un papel importante como facilitadores del encuentro y seguimiento de Jesús. 

Para ello hubieron que renunciar al protagonismo y desprenderse de  sus discípulos aventajados haciéndolos espirituales adultos y autónomos. Tanto Elí como Juan supieron discernir (leer) el momento apropiado para apartarse a un lado y dejar que Dios entre de lleno en la vida de aquellos que tenían bajo su mano. Entendieron y aceptaron con humildad  que ellos no eran la referencia última sino sólo puentes hacia Alguien mayor.

Por tres veces escucha Samuel la voz que le llama, y acude a Elí: “¡Aquí estoy!”. Hay en él una voluntad de obediencia y servicio. ¿A quién? De momento a su maestro, porque “aún no conocía Samuel al Señor”. A la tercera llamada el maestro aconseja bien al discípulo. Elí se da cuenta de que  ha llegado el momento de la mayoría de edad para Samuel, la hora en que Dios le toma el relevo: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. El Señor se presentó de nuevo y le llamó como antes: “¡Samuel, Samuel”. Él respondió: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

A partir de ahora Dios será el punto primero de referencia para Samuel;  comienza una una etapa de fe adulta: “Ya no creo por lo que me han dicho sino por lo que yo mismo he experimentado” (cf Jn 4, 42). Y lo mismo ocurre con los primeros discípulos de Jesús, que fueron antes discípulos del Bautista. Juan era el maestro a quien seguían. “No era él la luz sino testigo de la luz” (Jn 1,8). ¡Qué grandeza la de su pequeñez! Como hizo Elí con Samuel así hace Juan Bautista con sus discípulos: “fijándose en Jesús que pasaba, dice: Este es el cordero de Dios”. Y como hiciera Samuel, los discípulos dejaron a Juan y se fueron tras Él. ¿Qué buscáis?, les dice Jesús; ellos le contestan: Maestro, ¿dónde vives?".  Resulta curioso que directamente se interesen por el lugar donde vive Jesús; y dejando a Juan  “fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día”.

La narración de la vocación de los primeros discípulos y la de Samuel dejan ver la importancia de los mediadores o maestros de la vocación; el Bautista y Elí facilitan el encuentro con el Misterio. Más adelante, como hace Andrés con su hermano Simón, serán ellos quienes sirvan de guías espirituales para otros.

* * *


¿Crisis de vocaciones?

Desde la reflexión expuesta hablemos de vocaciones. Normalmente nos referimos con esta palabra a las llamadas a la vida sacerdotal y religiosa; pero esto es una reducción clerical; y desde esta visión solemos hablar de crisis. Faltan curas, monjas y frailes, decimos.  A mí me gusta decir que no faltan sacerdotes sino que sobran misas. Es una manera de decir que la verdadera crisis de vocaciones se ve sobre todo en la escasez de verdaderos discípulos del Maestro. 

En realidad no hay crisis de vocaciones, porque Dios sigue llamando. En todo caso hay crisis de “oyentes” o “escuchas”. Debemos ser conscientes de que lo grave no es la falta de sacerdotes y religiosos sino la falta de cristianos con experiencia de Dios, que se sientan discípulos de Jesús y sean fervorosos seguidores del Camino. Las vocaciones a la vida religiosa nacen en el campo de la vocación cristiana general. 

No poca culpa de esta falta la tenemos quienes no seguimos los pasos de Elí y el Bautista y hacemos de la Iglesia un patio particular poniendo a un lado la referencia a Dios.  La existencia de una Iglesia autorreferencial puede estar en el fondo de la crisis de nuevas vocaciones y la poca revitalización de las ya existentes. Nos duelen los seminarios y los templos vacíos, pero no nos preocupa tanto facilitar el encuentro de las personas con el Misterio de Dios. Ya se ha dicho que Dios sigue llamando, pero esa llamada requiere atención, que no es sino abrir los oídos del corazón a Dios. 

Define san Juan de la Cruz la oración como “advertencia amorosa a Dios”, atención a sólo Dios  a fin de escuchar su llamada, que no será otra que las invitación a vivir unido a Él e irradiar su presencia en el mundo. Para fijar los ojos en Él se necesitan maestros (guías) de oración experimentados que, como Elí y el Bautista, se preocupen de facilitar el encuentro con Dios. Para llegar a Él se han de sortear las miradas seductoras del mundo; y entre ellas la idealización del propio grupo religioso,  el modo interesado de entender la vida religiosa o incluso un cómodo concepto de dios que se resiste a dar el paso a Dios mismo. Al Dios de Jesús se le conoce en la cercanía personal, en el toque de amor (tacto, experiencia), no en la distancia académica o doctrinal. 

“Aquí estoy...habla, Señor, que tu siervo escucha”, “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día”. Estas citas bíblicas remiten a la práctica de la oración en vistas a la experiencia del Misterio o experiencia mística. A veces la obsesión por cumplir mandamientos, defender instituciones religiosas o fijar doctrinas seguras impiden la que debería ser la única obsesión cristiana: el deseo de Dios y su búsqueda. Muy distinta a la obsesión de llenar monasterios y templos. 

*

Por nuestras parroquias no dejan de pasar personas que quieren conocer a Dios. Deberíamos preguntarnos qué respuesta estamos dando a su demanda. A veces me da la impresión de que vemos en ellas sólo personas-objeto con las que cubrir nuestras tareas pastorales. No vienen a nosotros pidiendo ser catequistas de niños de primera comunión o confirmación, tampoco ser voluntarios de Caritas o formar parte de un grupo de liturgia, que es lo que habitualmente le damos: tareas. No es extraño que muchos abandonen pronto la parroquia. Si miramos con atención detectaremos que nos están pidiendo sentir a Dios, conocerle, vivir su presencia. La pregunta es: ¿estamos llevando al conocimiento de Dios, su experiencia,  a quienes se acercan a  nosotros buscándolo?

Nos jugamos mucho aquí. El primer objetivo a cumplir para mantener viva  la Iglesia ha de ser facilitar a las personas el encuentro con Jesucristo proveyéndoles así del alimento espiritual que necesitan. Para esto hacen falta quienes desde la propia experiencia de Dios ayuden a otros a adentrarse en el Misterio y disfrutarlo. 

Elí y el Bautista son actores secundarios de la película evangélica de hoy; esa es su grandeza; no se predicaron a sí mismos, no retuvieron a sus discípulos sino que se limitaron a  lanzarlos al encuentro con Dios; sabían que con esto todo lo demás vendría por añadidura (cf Mt 6,33).

Más que quejarnos por la falta de respuestas a la llamada de Dios procure cada cual responder a su llamada y ayude con humildad a otros a conocerle y amarle. ¿Qué hubiera sido de Samuel y de Andrés y sus compañeros si Elí y el Bautista no se hubieran cruzado en sus vidas?

Buen domingo.

*
Un comentario distinto al evangelio  de hoy en:

Enero 2024
Casto Acedo

viernes, 5 de enero de 2024

Bautismo de Jesús (7 de Enero)



EVANGELIO
 Marcos 1,7-11

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor
*

Hay momentos en la vida en los que uno arriesga y se la juega. Pongamos el ejemplo de un  examen de oposiciones, o el día en que se contrae matrimonio o se da el paso de ordenarse sacerdote o consagrarse en una orden religiosa, o cuando se realiza una tarea arriesgada de la que se sale ileso y triunfante. Hablamos entonces del “bautismo de fuego”, de ese momento que supuso un paso importante en la vida de una persona y que marcó un antes y un después.

Es curioso que para expresar esos momentos clave se use la palabra “bautismo” como signo del “paso” de una situación a otra; incluso podríamos decir de un “ser” a otro: se era estudiante, ahora licenciado; se era opositor, ahora médico o funcionario; se era novio/a, ahora esposo/a; se era seminarista, ahora sacerdote; se era un policía novato y tras la prueba de fuego de una misión real arriesgada se es un policía experimentado y en toda regla. La palabra “bautismo de fuego” es usada aquí, pues, como un momento que indica el tránsito de una realidad de ser a otra, y por extensión de un modo de vida a otro.

Pues bien, el paso por el bautismo de Juan supuso para Jesús un acto crucial, un "bautismo de fuego" Acercándose al Bautista la vida de Jesús da un giro importante; pasa de ser privada a ser pública, de escondida a descubierta. El grano de trigo oculto en el hogar de Nazaret brota para dar fruto abundante en Jerusalén.

Jesús no tenía pecado y por tanto no necesitaba el bautismo de Juan que era un bautismo de conversión (Mc 1,4); sin embargo, realiza un gesto inaudito en su caso. Ha pasado treinta años de vida oculta. ¿Qué aprendió Jesús en esa etapa de su vida? Ha madurado humanamente, ha tomado conciencia de su especial filiación divina y ha decidido dar el empujón definitivo a su misión. Quien  no conoció pecado se mezcla con los pecadores (2 Cor 5,21) que acuden a Juan en busca de perdón. En este gesto de abajamiento y humildad  se hace visible su dignidad y su ser: “Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al espíritu santo bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: ´Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto´”.  

El Espíritu Santo viene a Él y le empujará y acompañará en su vida pública; cuando termine su misión él mismo enviará el Espíritu sobre los suyos para que continúen su misión (Jn 19,30; 20,22).  

Las  palabras que suenan en el momento en que Jesús se acerca a Juan y es sumergido en las aguas del Jordán adquieren su sentido pleno en la  Cruz. "Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!" (Lc 12,50). "¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" (Mc 10,38) dijo a los Zebedeo. Ahí, en el momento en que el Hijo entrega  el Espíritu al Padre, se cierra el círculo que se inició en el Jordán. "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto", escuchas estas palabras dirigidas a Jesús en la Cruz y lo entiendes todo.  Es el predilecto, el primero, porque se ha hecho en la cruz el último. 

En el contexto del bautismo Juan presenta a Jesús como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29),  y con esas palabras sugiere que volvamos la mirada a la cruz, donde pende ese Cordero Redentor, donde todos los pecados del mundo golpean su cuerpo y, al ser asumidos por Él somos liberados de ellos por la infinita misericordia de Dios. "Sus heridas nos han curado" (Is 53,5; 1Pe 2,24). En la cruz está la fuente bautismal. El Siervo profetizado en Isaías en la primera lectura proclamada hoy ha cumplido su encargo (Is 42,1-4.6-7; cf Is 55,10-11).

* * *


La Fiesta del bautismo de Jesús es una excelente oportunidad para plantearnos el sentido que tiene para cada uno el propio bautismo. O el sentido que damos al bautismo de nuestros niños. ¿Significa algo  el bautismo? ¿Tiene alguna conexión con la realidad de cada día? Más allá del cumplimiento ritualista y la participación en unos cultos, ¿sería distinta tu vida sin el bautismo? Dicho más llanamente: te bautizaron con agua, pero ¿has recibido el  bautismo de fuego cristiano“Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11), dice el Bautista refiriéndose a Jesús.

Es día oportuno para preguntarnos si la prueba de fuego de nuestra fe la hemos superado, si en los momentos de tentación, de sufrimiento, de sinsentidos, de críticas, de dificultades familiares, en los momentos de cruz, hemos mantenido la fidelidad recurriendo a la fe en Dios Padre, manteniéndonos firmes como Jesús en la cruz; Él llevó su bautismo hasta el final. Y Dios Padre le resucitó. 

¿Y tú? ¿Esperas resucitar sin morir previamente a tu ego viviendo en entrega a Dios y a los hermanos como siervo? ¿Has llegado ya a sumergirte con Cristo en las aguas de la cruz? ¿Estás dispuesto a purificar tu alma de todo pecado crucificando y dando muerte a tu ego  para resucitar a la vida nueva?  Tu bautismo no solo te confiere una identidad, también te impone una tarea, cumplir la voluntad de Dios para tu vida, seguir su plan para ti. ¡Descubre y cumple la misión que Dios te ha encomendado! Acabas de iniciar un nuevo año, ¿no es una buena oportunidad para poner a dieta tu alma y dar un giro a tu existir? Plantéatelo.

* * * 

Enero 2024
Casto Acedo

Oro, incienso y mirra (Epifanía del Señor. 6 de Enero)

 

EVANGELIO
Mt 2,9-12

Los magos, después de oír al rey Herodes, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

* * *

No hace falta decir que el texto de san Mateo, donde se describe el periplo de unos magos de oriente siguiendo una estrella en busca del Mesías nacido en Belén, es un relato de dudosa historicidad pero lleno de simbolismos: magos de oriente, estrella, camino, oro, incienso y mirra. Hay toda una simbología escondida en estos personajes, en la luz estelar en mitad de la noche y en los dones que se ofrecen al Niño Dios.

San Mateo quiere transmitir un mensaje fundamental: el niño nacido en Belén, Jesús de Nazaret, es Rey de reyes; es aquel a quien todos buscan en sus noches y ante quienes, según la profecía, “se postrarán todos los reyes de la tierra” (Sal 72,11) presentes en estos magos peregrinos. Se da una paradoja que luego se hará realidad: el pueblo judío, representado en Herodes, se muestra reacio al reconocimiento de Jesús como Mesías; sin embargo es aceptado como tal  por los paganos (griegos, romanos, etíopes, sirios, etc.) a quienes los magos representan.

Un mensaje central en este día: Jesús es el Mesías, el Salvador del mundo; no sólo de los judíos sino de toda la humanidad; la palabra griega epifanía significa manifestación, y de un modo concreto para nosotros hoy significa que es manifestación de Dios, luz visible de Dios sobre y para todos los pueblos. Las iglesias cristianas de rito ortodoxo conceden a este día más importancia que a la Navidad; consideran que si importante es  el  hecho del nacimiento de Jesús, aún más relevante es que aquel que parecía propiedad cerrada de un pueblo se manifiesta como Luz para todos.

En la fiesta de hoy el evangelio viene a decir que el nacimiento de Jesús no es una simple anécdota histórica; ha venido para reinar en el corazón de quienes vagando por la oscuridad de ignorancia, la violencia y la guerra, no han perdido la esperanza de  un mundo nuevo. Dios manda la luz de la Palabra como estrella que conduce al encuentro con Cristo. Dios pone la estrella, los magos ponen su respuesta: salen de sus seguridades, entran en la noche de la fe dejándose guiar por la luz del evangelio y están dispuesto a darlo todo por Aquel a quien le revelan las señales. 

* * *

Si nos fijamos en las ofrendas de los magos (oro, incienso y mirra) hay en ellas un mensaje acerca de quién es Aquel a quienes se le ofrecen los dones. Al mismo tiempo  lo ofrecido  habla del camino espiritual que está llamado a seguir quien reconoce a Jesús como  Maestro y Salvador.

El oro, el incienso y la mirra, no son unos regalos materiales sin más. En la oración sobre las ofrendas de la misa de hoy se dice que se trata de  Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban”. Los magos de oriente, pues, con esas ofrendas están haciendo simbólicamente una profesión de fe:

a)    Al regalarle oro al niño están diciendo que Jesús es Rey. Era costumbre regalarle  oro a los reyes cuando se presentaban ante él sus súbditos o los señores de los pueblos sometidos. Regalar oro es decir "tú eres rey". Decir que Jesús es rey es confirmar algo que aparece a lo largo de todo el evangelio: con Jesús irrumpe en la historia el Reino de Dios; el mismo Jesús es proclamado Rey de forma paradójica en el ecce homo,  “aquí tenéis a vuestro rey" (Jn 19,14) y en la cruz pusieron un letrero; en él estaba escrito "Jesús el Nazareno, el  Rey de los Judíos" (Jn 18,19). Por tanto, la epifanía es la manifestación de la divina realeza de Jesús.

b)    Eincienso, tradicional signo de ofrenda a Dios, dice que el Niño de Belén  es un hombre-Dios, Dios hecho hombre, Dios-con-nosotros a quien se debe dar un culto de adoración. No solo admiran y “veneran” los magos al niño sino que le “adoran” reconociendo de este modo su naturaleza divina; este es el gran secreto de Jesús, la clave de interpretación de toda su vida. 

c)   Y la mirra, un perfume especialmente reservado para el embalsamamiento del cuerpo antes de la sepultura, está diciendo que Jesús, aunque Dios, es también hombre, es decir, ha asumido la humanidad hasta el límite de pasar por la muerte.. En todo semejante a nosotros menos en el pecado (GS 22).

Hay, pues, un mensaje de Dios para nosotros en estas ofrendas, pero también una llamada: tu vida -dice Dios- para ser digna, has de vivirla como ofrenda, es decir, como Cristo la vivió.  “Jesucristo a quien aquellos dones representaban y que ahora se inmola y se nos da en comida”, continúa la oración citada. Si la vida de Jesús, su destino, es inmolarse y hacerse comida por nosotros, ¿no deberá ser también nuestra vida lo mismo?

a)   * Mi vida ha de ser oro, es decir, ha de revestirse y adornarse con el manto de oro del Rey que son las bienaventuranzas: pobreza, pacifismo, misericordia, consuelo, persecución por el nombre de Jesús, etc.

b)  *También ha de ser una vida de incienso, de recogimiento espiritual, de reconocimiento y adhesión a Jesús como único Dios. Cultivar la vida espiritual dejando crecer en mi interior la luz del Espíritu deberá formar parte de mis tareas.

c)  *Y, finalmente, la mirra me habla de una humanidad que he de asumir. Formo parte de un todo que es la humanidad; soy hombre, no Dios, y como tal he de tomar conciencia de mi “estar de paso por el mundo”. No soy eterno por más que mi ego me quiera convencer de lo contrario. La humildad ha de ser el adorno de mi casa, porque soy humus (tierra) y sólo en mi humildad puedo encontrarme con Dios, con los hermanos y conmigo mismo.

Celebremos el día de Epifanía profesando nuestra fe en la realeza, divinidad y encarnación de Dios en Jesucristo. Pero no nos quedemos ahí sino que, dejándonos afectar por su venida, permitamos que su reino nos invada, su Espíritu nos posea y su humanidad nos configure con Él, hasta que podamos hacernos uno con Cristo y podamos decir con verdad todo el prefacio de hoy: "Mira, Señor (mis dones), que no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban y que ahora se inmola y se nos da en comida”. 

* * *

El día de reyes está unido en nuestra cultura a la tradición de regalar. Sin caer en el consumismo ambiente, haz de este día una ofrenda. Tal como da a entender la oración del ofertorio de hoy,  más que con cosas procuremos responder a Dios con los mismos dones que él nos da.  ¿Cómo? El texto te da pistas:  “Mira, Señor (mis dones), que no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban y que ahora se inmola y se nos da en comida”.  Le imitamos si hacemos de nuestra vida una ofrenda a Dios con Jesucristo. 

¿No te parece maravilloso y excelente poder ofrecer a Dios en la Eucaristía el único don digno de Él? Tenemos la suerte de poder ofrecer al Padre la única ofrenda agradable a sus ojos: Él mismo hecho hombre ofreciéndose por nosotros en un admirable intercambio. Se ofrece por nosotros al Padre y a nosotros dándosenos como alimento para nuestra vida.  Haz tú lo mismo.

Dios se hace rey mago para quien le busca y se acerca a Él. Se regala Él mismo como ofrenda para que no te falte nada a fin de vivir tu vida en plenitud.

Los magos de oriente son maestros espirituales que se dejan llevar por la estrella de Dios hasta la sabiduría y la salvación de Dios. Alégrate y disfruta de ello.

¡FELÍZ EPIFANÍA DEL SEÑOR!

Enero 2024
Casto Acedo