viernes, 8 de diciembre de 2023

Preparar el camino al Señor (II Adviento; 10 de diciembre)

 

EVANGELIO
Mc 1,1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Palabra del Señor

* * *


El protagonista indiscutible del segundo domingo de Adviento es  Juan Bautista, el último profeta del Viejo Testamento y el primero del Nuevo. Su mensaje sigue la estela de la profecía de Isaías e  invita a “preparar el camino al Señor” (Is 40,3). La presentación pública que hace de Jesús como “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), deja ver el ser y la misión del quien se acercó a él pidiendo ser bautizado. 

La misión de Juan Bautista la continúa  hoy la Iglesia que, como hace la segunda carta de san Pedro, invita a estar preparados para recibir al Señor, no sólo con el arrepentimiento del mal realizado, sino también ejercitando el bien, para que así “apresuremos” la venida del Señor, estando “en paz con Dios, inmaculados e irreprochables” (2 Pe 3,8-14). 

¿Qué tenemos que hacer?

“Juan predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados!” (Mc 1,4). Hay una relación estrecha entre conversión y esperanza. Los que acuden a Juan Bautista lo hacen porque viven alguna situación desesperada; las heridas de la vida les han machacado el alma, y, aunque el texto no lo explicite, ya se habían agarrado a los ídolos de este mundo intentando escapar del sufrimiento; pero esas experiencias del mundo no debieron ser gratificantes. Por eso, cuando Juan les urge a cambiar, ellos, desconcertados preguntan: - Juan, "¿qué tenemos que hacer"? (Lc 3,10), ¿dónde poner nuestra esperanza? 

Es una buena pregunta para el Adviento. Se acerca la salvación, llega la Navidad, ¿qué tenemos que hacer? San Marcos no recoge las recomendaciones concretas que para el caso da el Bautista, no así san Lucas, que da unos consejos concretos: ¡compartid los bienes, practicad la justicia, sed constructores de paz! (cf Lc 3,10-14). 

No obstante, describiendo el modo de vida del Bautista el evangelio de Marcos da pistas acerca de cómo preparar la venida del Salvador: “Iba vestido de piel de camello, -nos dice- con una correa de piel a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre, y proclamaba: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias” (Mc 1,6-7). Juan es un asceta que predicaba y practicaba la austeridad y la humildad. Vive en el desierto, y a él acuden aquellos que se sentían insatisfechos y deseaban dar un giro a sus vidas. 

 El quehacer y el decir de Juan, y las palabras del profeta Isaías que se proclaman hoy en la primera lectura, nos dan pautas para preparar la Navidad: 

*Lo primero es la austeridad frente al consumismo ambiente. La sola contemplación de la figura del Bautista nos debe mover a la virtud de la pobreza, a la renuncia de todo lo superfluo, de aquello que sabemos que no necesitamos y además nos está haciendo daño, porque nos esclaviza. ¡Qué verdadero y claro es a veces aquello de que “el pecado mismo lleva en sí la penitencia”! La virtud de la austeridad nos hace libres y capaces de decidirnos por Jesús.

*De la austeridad brota una alegría “profunda” (interior) frente al “hedonismo” (exterior): “Consolad a mi pueblo y decidle: ... Aquí está nuestro Dios" (Is 40,1.9). La fe en Dios que salva da esperanza, y fruto evidente de la esperanza es la alegría, el gozo verdadero de quien se sabe con Dios y de Dios. ¡Cómo contrasta esta alegría interior con el placer efímero del pecado! 

*Añadimos a nuestros quehaceres la humildad y aceptación de uno mismo frente a la cultura de la apariencia y la moda. “Si todo este mundo se va a desintegrar, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida” (2 Pe 3,11). Humildad frente a la vanidad de unas fiestas navideñas que, a pesar de las restricciones sociales,  no dejarán de excitarnos con un indecente deseo de aparentar: “Que los valles se levanten, que las colinas y montes se abajen” (Is 40,5). “El que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado” (Lc 14,119. 



*También conviene al Adviento el espíritu de servicio frente al deseo de dominio: Ser como Juan Bautista, un servidor: “No era él la Luz, sino un testigo de la luz”(Jn 1,8). Hemos de vivir no predicándonos a nosotros mismos, sino a Cristo en el servicio al prójimo, apresurando así su venida ( cf 2 Pe 3,12) porque “el Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3,9) Con tu conversión estás acercando (apresurando, adelantando) el reino de Dios. 

*Finalmente, la Navidad se con misericordia entrañable y fiel a los mandatos del Señor“La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo” (Salmo 84,11). ¿Dónde se encuentran la fidelidad y la misericordia? En aquel que viene, en el Niño-Dios, el Mesías que nacerá, que es fidelidad de Dios a sus promesas y misericordia para nuestras miserias. Si Dios “perdona nuestras ofensas”, ¿no perdonaremos también nosotros a los que nos ofenden? ¿No se ablandará nuestro corazón y se rendirá ante la ternura de Dios? Entonces será Navidad.


Poner el amor en el centro del "nacimiento"

Los medios de comunicación hacen una lectura folklórica, turística y consumista de Adviento y Navidad. Es difícil frenar esta carrera de locos que luchan  por ser lo que no son  ambicionan lo que no pueden alcanzar. Tal vez nuestra mayor pobreza sea la  ignorancia de buscar fuera lo que sólo se puede encontrar dentro.
 ¿No debería preguntarme si merece la pena vivir en la opulencia, el orgullo y la competencia con los que me rodean? Debería preguntarme: ¿quién colmará mis carencias espirituales?: ¿el gordo de Navidad?, ¿los caprichosos lujos y excesos en la comida? ¿Los regalos de Reyes? ¿Cómo escaparé a la soledad? 

El segundo domingo de Adviento invita a mover ficha, a salir de la ciudad y retirarte al desierto para adquirir la sabiduría divina necesaria para no caer en el engaño de una  navidad sin nacimiento. Lo único que puede llenar tu corazón es al Amor (con mayúsculas). Haz estos días un retiro de amor y  solidaridad que despierte en ti el amor universal; haz de tu hogar (interioridad) un lugar donde quepan todos, de tu vida un "nacimiento" (¡qué ambivalente es esta palabra!) donde quepan todos. A esto te llama san Juan Bautista. 

Una cita de M. Eckhar te puede servir de meditación para tu retiro; parece un tanto enrevesada, pero esconde un mensaje muy sencillo: Amor a Dios humanado (Cristo), amor al prójimo (hermano) y amor a ti mismo (tu persona) son un todo indivisible. 
"Si te amas a ti mismo, amas a todos los hombres como a ti mismo. Mientras le tengas menos amor a un solo hombre que a ti mismo, no habrás llegado a amarte de veras; eso solo es posible cuando amas  a todos los hombres como a ti mismo, a todos los hombres en un solo hombre: y este hombre es Dios y hombre!".(Sermón XII, Qui audit me)
Nacer al amor universal (a Dios, al hermano, a ti mismo y a toda la creación) es el mejor modo de prepararte a vivir la Navidad. 

Diciembre 2023
Casto Acedo

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