jueves, 21 de diciembre de 2023

El "sí" de María y José (IV domingo de Adviento. 24 de Diciembre).


EVANGELIO
Lc 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».

María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y la dejó el ángel.


Palabra del Señor.

*


Nuestro mundo secularizado tiende a celebrar una Navidad sin nacimiento, sin  novedad interior; como si la Navidad fuera una invitación vacua y sin sentido espiritual, sólo justificable por intereses folklóricos y económicos. 

Es lógico que el mundo capitalista vea e interprete la realidad desde parámetros de rentabilidad material. En estos días los medios hablan de reservas en hoteles y restaurantes saturados, de movilidad hacia destinos turísticos navideños, de subidas de precios a causa de la alta demanda de productos, de aumento de contratación de empleados temporales para el sector servicios, de aumento en los gastos familiares previstos, etc. No sé si eres consciente, pero las fiestas navideñas se han ido reduciendo a un evento más entre muchos, sin identidad propia, un acto de culto más al Dios Baco y la diosa Fortuna. En este bosque nos movemos y se nos invita desde la Palabra a evitar que la espesura de consumos nos impida ver la luz que alumbra más allá de ellos. . 

¿Qué nos pide hoy la liturgia? Que nos tomemos en serio el Misterio. ¿No es hermoso que llamemos "misterio" al pesebre donde están presentes José, María y el Niño? El poder de atracción de esas tres figuras sagradas es grande; tal vez por eso hay quienes se niegan y oponen a que el Belén luzca como parte de la ornamentación navideña. Lo cambian por el árbol del que penden multitud de regalos que sacian nuestros deseos. 

Los tiempos actuales parecen ser mas amigos de árbol que de nacimiento. Y en cierto sentido tiene su lógica:  ¿cómo compaginar la pobreza y humildad de un  belén con el derroche y la parafernalia de "las navidades"? Los regalos del árbol, que alegran los sentidos corporales, son mundanalmente más atractivos que el Belén, donde la riqueza y  belleza es poco evidente, sólo accesible con los ojos de la fe. 


El Niño Jesús, sacramento de Dios

En estas fiestas se va a cumplir la profecía de Isaías que habla de una “señal”: “Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel (Dios con nosotros)” (Is 7,14). En la nochebuena, los pastores también recibirán del ángel una Buena Noticia: “No temáis, os traigo la Buena Noticia... hoy os ha nacido un Salvador... Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre” (cf Lc 2,10-12). 

Una señal, un signo; un sacramento, “signo de encuentro con Dios”. Y el signo y sacramento primero y original de Dios es el Niño envuelto en pañales. Cuando entiendes esto se abre para tu vida sacramental un sentido nuevo. Aprendes que acercarte a los sacramentos (sobre todo a la Eucaristía) es acercarse a Jesús como se acercaron los pastores al establo de Belén. 

Lo que los pastores encontraron en Belén no fue un signo esotérico (oculto) o extravagante, sino un signo tan real, sencillo y palpable como una familia: un padre (José), una madre (María) y un hijo (Jesús). Cuando pensamos en Jesús olvidamos con frecuencia que la mayor parte de su vida la pasó en el anonimato de su pueblo, sometido en obediencia de amor a sus padres, trabajando y festejando con sus vecinos. La salvación da sus primeros pasos en una sencilla familia de Nazaret. 



María y José

La Virgen María y san José son los mejores guías para acercarte a Jesús. Para eso, pon hoy a esta pareja de enamorados en tu punto de mira. Merece la pena que contemples cómo ellos esperaron y prepararon el nacimiento. Percibe como su amor mutuo prepara un hogar para Dios en el mundo.

San José da un paso importante aceptando a María por esposa a pesar de la sospecha de infidelidad; lo hizo con una gran dosis de misericordia. Con motivo del inesperado embarazo de su prometida se dice de él en pocas palabras lo esencial de su personalidad (santidad): “era bueno y no quería denunciarla”, y por eso decidió repudiarla en secreto (Mt 1,19). Bueno, justo, misericordioso, compasivo;  pudo romper su compromiso  apelando a la supuesta infidelidad de María, la ley podría  justificar su decisión; pero es un hombre compasivo, que ama y perdona,  y no quiere hacer daño. Hace falta mucho amor para obrar como José. 

Gente sencilla y buena, como José, están capacitados para aceptar y vivir el misterio; los limpios de corazón verán a Dios (cf Mt 5,8). Personas como José son quienes mejor dejan ver a Dios entre nosotros. Cuando la bondad humana se abre al  don de Dios se produce el milagro de la encarnación, el sacramento del “Dios-con-nosotros”. Encuentra aquí eco el salmo 23: “¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? (¿Quién entrará en el Misterio?) / El hombre de manos inocentes / y puro corazón” (3-4). José es un buen modelo-guía para una Navidad con hondura.


Y con José, la Virgen MARÍA. El pueblo de Israel había recibido la promesa de que el Mesías hará acto de presencia en el seño de una virgen (Is 7,13). La Iglesia desde sus orígenes entendió que esa virgen era María; con su “sí” hizo posible la llegada del Mesías esperado. Si decimos de la Iglesia que es sacramento, signo de Dios en medio del mundo, ¿no lo será también María? Porque Dios desborda sobre ella su gracia, y su maternidad es bendición para toda la creación.

María dijo “sí” a Dios y “sí” a José, su esposo. Y no hubo contradicción ni conflicto a causa del doble "sí", porque el amor a Dios no anula ni empobrece el amor matrimonial. Dios enriquece todo lo que toca. Con Dios la libertad del hombre está garantizada.

Cuando el demonio entra en la vida de una persona decimos que toma posesión de esa persona; por eso a los endemoniados se les llama “posesos” o “poseídos”, que no es otra cosa que decir “esclavos del mal”. Dios no actúa así. No se apodera con violencia o engaño del corazón de nadie sino que obra con dulzura, pidiendo permiso, seduciendo. Así lo hace con María en la Anunciación (cf Lc 1,26-38), y lo mismo con José: “No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1,20). La feliz pareja se vio sorprendida por un gesto de inesperado amor de Dios, y el “sí” de su amor mutuo se fundió con el “sí” a Dios. ¡Hermoso programa de vida familiar! Con su amor hicieron visible el amor de Dios incluso antes de que naciera Jesús; su amor de pareja se hace sacramento de Dios, porque donde hay amor, allí está Él (cf 1 Jn 4,7-21).

*

Hoy, en vísperas de su venida, Dios pide permiso para entrar en el Belén de tu vida como entró en la familia de Nazaret. ¿No crees que es un honor inmerecido? ¿Estás dispuesto a acogerlo? Déjate llevar por el encanto de María y de José, maestros en el arte la Navidad; con ellos no te equivocarás. Mira el misterio y hazlo tuyo: el Niño en el pesebre, María y José admirados. No dejes de pararte y contemplar con ellos el amor de Dios en el pesebre de tu corazón. 

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Diciembre 2023
Casto Acedo

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