jueves, 30 de noviembre de 2023

Despertar (I Adviento. 3 de diciembre)

 EVANGELIO 

Mc 13,33-37

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!".

Palabra del Señor


Calderón de la Barca, en La vida es sueño incluye un soliloquio donde Segismundo piensa en la vida y en su suerte;  es, sin duda alguna, el texto más famoso del teatro español; y entre otras cosas dice:

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

La condición humana no ha cambiado. Porque seguimos dormidos, viviendo en sueños, creyendo que somos lo que soñamos (pensamos) y ajenos a la realidad de lo que en verdad somos. Nos creemos despiertos, pero solemos estar dormidos. 

Vivimos en gran parte de ilusiones, instalados en fantasías que nuestra mente inventa para huir de realidades que resultan poco atractivas. Sueña el soberbio en su triunfo, el avaricioso en ser poseedor de un tesoro insuperable, el lujurioso sueña vivir en un inagotable placer;  se deleita el perezoso en una vida descansada, el goloso se relame degustando exquisiteces  en una mesa de abundancia; goza el poderoso y violento aplastando al débil los y disfrutando su venganza; y el envidioso, pobre hombre, vive la pesadilla de no poder gozar nunca lo que gozan los demás. Cada cual se monta su película convencido de que es quien sueña ser y vive lo que sueña vivir.

Ante una vida planteada así, dos gritos conectados atraviesan el tiempo de Adviento: ¡Despertad! y ¡Velad!. Primero despertar, que es tomar conciencia de quién soy y para qué estoy en el mundo; y, ya despierto, velar para no recaer en el engaño de la mente que me hace vivir en la mentira de que la felicidad plena se alcanza en los deseos de la carne. Sueño imposible.

*

¡DESPERTAD! "¡Despierta, tú que duermes" (Ef 5,14). Un grito para los de fuera, para los que aún no han conocido el templo de la fe y la interioridad, para los que viven en sus laureles o sueños. Es la llamada que Adviento dirige a quienes ni siquiera se han planteado que existe una realidad interior donde se forja el sentido de la vida. Son o somos muchos los que vivimos aún dormidos, nuestro verdadero ser se halla arrullado por las sábanas y las mantas del hombre viejo con que el mundo nos calienta y adormece.

¡VELAD! ¡MANTENÉOS DESPIERTOS! Es este un grito para los que ya dieron un primer paso de conversión y entraron al atrio del templo, para los que ya han recibido conscientemente la luz del primer bautismo  y caminan  hacia el segundo que es la Pascua definitiva. Si eres de éstos, mantente despierto, no te duermas, no vuelvas al sueño de la taberna, el lupanar y el espectáculo. No mates la vida que ya has conocido.
*


Tal vez entre estos dos grupos ("los que necesitan un despertar" y los "invitados a mantenerse despiertos") te has colocado mentalmente en el segundo, el de quienes ya han conocido el evangelio y han de mantenerse atentos para no ser confundidos. Sin embargo te aconsejo que comiences el Adviento considerando que aún puedes estar entre los dormidos. A veces confundimos la fe con un sueño más, con creencias nada acertadas.

Si observas tu vida puede que aún esté cubierta por edredones, mantas y sábanas que alimentan el sopor y  la pereza que te impiden despertar. Esas ropas que cubren tu lecho son  los caprichos, los aires de grandeza, las envidias, el deseo de aparentar, etc. que no te dejan ver lo que  realmente eres.

 Para despertar al ser verdadero, para vivir de veras,  has de comenzar por el despojo de todo lo que cubre tu ser genuino, todo aquello que te impide salir del acomodo en la periferia para vivir en tu centro. 

Parece un desatino, pero para despertar a la vida se ha de comenzar por la aceptación de la realidad de la muerte.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¡Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

La muerte física pone al descubierto qué es lo permanente y qué lo perecedero. La muerte despoja de abalorios. Despertar a la conciencia de la muerte hace volver a lo esencial, la conciencia de la vida interior, el Reino de Dios que anida en el corazón y se imbrica en los afanes de la vida; la muerte pone a quien la conoce  ante su "ser original" hecho a la medida de Cristo. Contemplando sin temor la finitud de la vida se saborea su esencia.

*

El mencionado segundo grito de Adviento es un consejo para quien ya ha despertado: ¡MIRAD, VIGILAD! Contempla y mantén los ojos abiertos. Porque aún no vives en el centro del Santuario; no vives desde tu centro, sigues en el atrio de los gentiles bajo la seducción constante de recaer en el sueño para huir de  realidades que no te agradan: ¡En Egipto se vivía mejor! (cf Nm 11,5). Para mantenerte despierto es importante que seas fiel a la oración, a la comunidad y al reclamo de Amor y del amor como remedios contra el cansancio y el sueño.

Aprovecha el tiempo de Adviento para despertar a lo imperecedero y eterno, al conocimiento y a la vida del Amado; y cuida que se fortalezcan los lazos y compromisos que te unen a Él. Esta es la llamada de Adviento. "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te alumbrará”. (Ef 5,14). “Velad, no sea que venga el dueño de la casa y os encuentre dormidos”. "Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil". (Mt 25,41).

Despierta y está atento al Señor que viene.

¡FELIZ ADVIENTO!

* * *

NOTA: Tienes otro comentario sobre el tiempo de Adviento como tiempo para despertar y vivir el presente, en este blog:

Noviembre 2023
Casto Acedo

Adviento: presente, pasado y futuro (3 de diciembre)

EVANGELIO 
Mc 13,33-37

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!".

Palabra del Señor



El año litúrgico con su pedagogía milenaria vuelve a llamarnos en Adviento invitando a despertar. "¡Velad!". Cada año somos invitados en el tiempo de Adviento a resetear nuestros mecanismos espirituales. En cuatro semanas se nos pide revisar nuestras esperanzas para hacerlas confluir en Aquel que es para nosotros "la Esperanza de la gloria" (Col 1,27)

Ahora bien, en la celebración de "otro adviento" hemos de evitar caer  en la rutina que nos llevará al eterno retorno de lo mismo. El tiempo cristiano no es circular, sino que es una recta ascendente que apunta muy alto: hacia la consumación de todas las cosas en Cristo. No hay de hecho dos tiempos iguales, aunque lo parezcan; el últimos debería superar siempre al anterior.

Adviento invita a reiniciar el camino de la vida interior no partiendo de cero sino desde el punto en que me hallo, desde mi realidad espiritual actual, ya sea como persona o como comunidad. Desde ahí el Adviento trata de volverme y afianzarme en Jesucristo: el que fue, el que es y el que será. Aunque parezca un extraño juego de palabras, estamos ante un "esperar hoy al que ya ha llegado", la confluencia del pasado y el futuro en el presente.


Pasado: “El que fue (el que vino)”. 

Adviento invita a unirnos al pueblo de Israel en su esperanza. Es bueno releer en la biblia la historia de la salvación, historia de un pueblo que vivió momentos de derrotismo, de humillaciones y de persecuciones. Un resto de ese pueblo nunca perdió de vista la esperanza en su Dios. "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él… Todos éramos impuros, … Y sin embargo, señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero” (Is 63,16.64,7). 

Contemplar las acciones de Dios en la historia de la salvación es una excelente meditación para el Adviento. El “resto de Israel” se mantuvo firme en la esperanza rememorando las acciones pasadas de Dios;  esto te da pie para esforzarte estos días en recurrir con más frecuencia a la lectura de la Palabra de Dios, para  rememorar acontecimientos y personajes (Abrahán, Moisés, Isaías, Jeremías, Juan bautista, María, etc) que te ayuden a entender las claves de la esperanza. 

Contemplando la historia sagrada escrita en la Biblia te preparas para conocer y enfocar tu propia historia de relación personal con Dios. Conviene que alimentes tu esperanza volviendo a las fuentes de la fe: ¿Cuándo me sacó el Señor de Egipto (mi conversión)? ¿En qué momento concreto sentí que me libró de la angustia y me abrió a la esperanza? ¿Cuándo le sentí cercano, amigo, compañero? ¡Gózate haciendo memoria de tu conversión primera! No se trata de que te aferres a la nostalgia del pasado, sino de que pises fuerte con un pie echando el otro hacia adelante con seguridad y aplomo.

En la oración personal y comunitaria, en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía, celebra y rememora; bebe el agua de la fuente que es la experiencia de Dios que se te enseña en la Iglesia y que tú mismo extraes del hondón de tu historia personal. El agua de la vida que corre por los veneros de la Escritura es la misma agua que extraes del pozo de tu vida espiritual. El mismo espíritu que inspiró la Biblia inspira en ti la inteligencia de su lectura.


Presente: “El que es (el que viene)”. 

Y desde la lectura del pasado eclesial y personal, mira el presente. Vivimos tiempos de incertidumbre, de conflictos bélicos impensables hace unos años, de inseguridad política  y miedos. Son "signos de los tiempos" que el Concilio Vaticano II nos invita a leer como lenguaje de Dios. 

En medio de tanto dolor incomprensible y tanto sufrimiento acumulado, la esperanza corre el riesgo de tambalearse. Las cosas no parecen invitar al optimismo. Nos queda el refugio en el futuro que vendrá, pero ¿qué hay del presente? ¿Donde está el Dios bueno y misericordioso? 

Has de tener claro que la esperanza es virtud del presente. Los signos salvadores se están dando ya. En la noche de las guerras y los miedos brillan las estrellas de la entrega generosa. ¡Cuántas estrellas nos están alumbrando en estos tiempos de necesidad de paz y de cariño! Hay luces, signos a tu alrededor, que iluminan. ¡Cuántas personas e instituciones siguen poniendo amor donde no lo hay!  Párate y observa. Alimenta tu oración dejando que esos signos se apoderen de tu ánimo.

No sólo las estrellas de la solidaridad y la fraternidad son visibles, también el sol (Jesucristo) y la luna (Iglesia) se dejan ver. A Dios lo puedes ver con los ojos de la fe; y puedes estar seguro de que ese Dios que ves, oyes y sientes que toca tu corazón en estos días de incertidumbre, es el Dios verdadero; y esa Iglesia que en templos semivacíos celebra los misterios de la fe y con Caritas pone sus brazos al servicio de enfermos y necesitados, sigue siendo signo de esperanza a pesar de sus debilidades.

Los signos hablan y hay que leerlos. El amor sigue presente más que nunca, la fe es más pura y verdadera porque no se asienta tanto en evidencias cuanto en abandono humilde. La esperanza es más efectiva, está más presente, cuando ancla el corazón en la realidad del aquí y ahora queridos por Dios más que en el idílico porvenir que con frecuencia sueña nuestra egoísta imaginación. A Dios se le ve, se le ama y se le espera en el presente. ¿Qué haces mirando al cielo? Rastrea los signos de la presencia de Dios aquí y ahora, a tu lado.

Adviento es tiempo para que mires con ojos bien abiertos y descubras en el día a día “el brote del tronco de Jesé” (Is 11). "No recordáis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. (No pienses en lo que está por venir, añadiría yo). Mirad que realizo algo nuevo. ¿No lo notáis? Abriré caminos en el desierto, corrientes en el yermo, para dar de beber a mi pueblo" (Is 43,18-19). Entre las zarzas de la mentira, el dolor y la tristeza que  expanden estos días los noticiarios hay señales que anuncian un mundo nuevo. Deberías dejarte interpelar por los gestos mesiánicos que recorren la geografía del mundo, y que si sabes aprovechar te dejan ver el despertar de la solidaridad, la fraternidad y la misericordia. 

Como los Magos de Oriente, los que viven tiempos oscuros pueden ver cómo brilla en la oscuridad la estrella de Belén. Dios no nos deja solos. En la noche esperamos, “aguardamos” como el cazador la presa, permanecemos atentos a que no se nos escapen los signos de esperanza que se están produciendo. Dios sigue estando, sigue viniendo. Es Adviento. Cada día es Adviento. Porque cada día el Señor sigue viniendo a ti  y anima tu esperanza. Si despiertas lo ves. 


Futuro: “El que será (el que vendrá)”.

Adviento mira también al futuro: ¡Ven, Señor, Jesús! Estamos en proceso constante de crecimiento espiritual, de conversión. Importante es mirar al pasado y esencial entender y situarse en el presente; pero no lo es menos el futuro. Con la venida de Dios la utopía de un mundo perfecto no es un sueño imposible. La creación entera responde a un proyecto de Dios; y como toda proyección apunta a una meta: la consumación de todas las cosas en Cristo, la plenitud de su venida, el momento -kairós- en que Dios lo sea "todo en todos" (1 Cor 15,28; cf Rm 8,18-30). 

Vivir el Adviento es poner en acto nuestra esperanza, clarificar los objetivos que nos proponemos alcanzar y echar a andar. Porque el futuro es don y tarea, es porvenir de Dios y tarea de cada cual. 

¿Hacia dónde me dirijo? ¿Cuál es mi destino? Y puesto que sólo se hace camino al andar, ¿qué debo hacer hoy aquí para "vivir el futuro en mi presente"? Un buen camino es reorientar mi proyecto de vida a luz de la Palabra, para no estancarme ni desviarme del camino. Mirarme en el espejo de la Palabra y hacerla vida es necesario si no quiero correr el peligro de esforzarse por nada y llegar a ninguna parte. 

En adviento he de estar atento al peligro de ahogarme en la ciénaga de la nostalgia o las expectativas triunfalistas; esto ocurrirá si me obsesiono por esperar el retorno de un pasado glorioso que fue o un futuro triunfal que es sólo fantasía de mi ego falso.  Cuando creo que cualquier tiempo pasado fue mejor y me empeño en el imposible de volver atrás, me vuelvo reaccionario. ¿Notas en ti síntomas de ello? ¿Te descubres a ti mismo excesivamente dogmático, cerrado, intransigente, impermeable a todo lo nuevo? Si tu respuesta es "sí" necesitas urgentemente entrar en Adviento.

La esperanza del Adviento se alimenta también del futuro  como sana utopía en el presente. Aquí y ahora la meta de la vida, el triunfo de Cristo se saborea. He dicho "se saborea", en presente, porque como dice san Agustín, "tres cosas que existen de algún modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (recuerdos), presente de cosas presentes (visión) y presente de cosas futuras (expectación)” (Confesiones, L. XI,XX,26). La esperanza es, pues, del presente.

Has de saber  que el futuro es realidad cuando afecta al presente, lo único real. La utopía es motor en el presente, fuerza que pone en marcha el hoy; no es embobamiento en el mañana que se espera de brazos cruzados. Si la ilusión -utopía- del futuro no te está dinamizando, si no avanzas en tu vida espiritual y en tus compromisos personales, ¿no será que has perdido la brújula? Y la brújula es Jesús. Cuando te desorientas y desesperas, ¿no será que te obsesiona volver a un pasado inexistente o alcanzar un futuro de consumo, poder, apariencias o tranquilidad de conciencia,  que no es el futuro de Cristo? 

Adviento te llama a esperar ante todo en y a Dios, y con él afianzar tu esperanza en que puedes trabajar por un mundo nuevo unido a otros muchos. “Quien no espera nada de los demás, acaba marginándolos. Quien no espera nada de sí mismo acaba autodestruyéndose. La vida se edifica sobre la esperanza. Y la esperanza nace de la conciencia de lo que se cree” (Ricardo Mª Carles). 

Importante la interacción de las tres virtudes teologales. No olvides que la esperanza es esa virtud que va de la mano de sus dos hermanas, la fe y la caridad; para vivir en esperanza cree en Dios, cree en el hermano y cree en ti mismo; ama a Dios, ama a tu prójimo y ámate a ti mismo. Ama tu realidad con el mismo amor con que Dios la ama. 


* * *
Quedan poco más de cuatro semanas para la Navidad de 2024. Examina tu esperanza en estos días que nos acercan a la fecha del 25 de diciembre. La Navidad del consumo puede ser un obstáculo para despertar a la realidad de tu vida. Intenta escaparte a algún lugar de retiro; unas horas, un día, ¿quién pudiera una semana? Aprovecha el tiempo de Adviento parea darte la oportunidad de vivir tu Navidad, tu despertar a una vida más humana y más divina. No dejes que los oropeles de las navidades ahoguen en ti La Navidad.

Feliz Adviento

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Noviembre 2023.
Casto Acedo 

jueves, 23 de noviembre de 2023

El Reino de la compasión (Domingo 26 de Noviembre)


Noviembre 2023
Casto Acedo


EVANGELIO
Mt 25,31-46

"Dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. 

Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."

Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." 

Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. 

Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." 

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor

*

 
No ha sido extraña a la vida de la Iglesia la idea de un Reino de Dios  en connivencia con los poderes de este mundo, bien sea permitiendo la intromisión de la autoridad política en la vida eclesial o apoyando la participación de la Iglesia en los ámbitos del poder civil. Entender el título de Rey como algo mundano aplicado a Cristo, trae como consecuencia la construcción de una Iglesia acaparadora de poder político. 

Sin embargo, parábolas evangélicas como el buen samaritano (Lc 10,25-37) o el juicio final (Mt 25,31-46), ponen de manifiesto lo que Jesús mandó, hizo y enseñó es que el Reino de Dios no se asentara en el poder sino en el servicio y el amor. Las palabras de san Pablo: “Cristo tiene que reinar, hasta que ponga a sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25), no pueden ser leídas en clave política sino teológica; al final el Reino de la paz, el amor y la justicia, el Ser y Reino de Cristo,  prevalecerá sobre el mal del mundo, que son el odio, la violencia y la desigualdad. 
 
Jesús anunció el Reino de Dios
 
Hablar del Reino de Dios es tocar el quid de la predicación de Jesús. Solemos hablar del evangelio de Jesús, pero olvidamos con frecuencia que su buena noticia no fue una doctrina sino una realidad que Él resumió con la expresión “Reino de Dios”, aunque otros consideran más apropiado hablar de “reinado de Dios”, porque más que un lugar es un estado de cosas en los que se ve que la mano de Dios está presente.  

Reino o reinado -es difícil decidirse por uno de los dos términos- lo cierto es que el mismo Jesús huye de definiciones que terminan por encerrar la realidad en palabras. Su discurso sobre el Reino lo hace contando parábolas que despiertan la mente y los sentidos para rastrear la presencia y acción de Dios en el mundo; presencia y acción que a la postre no son otra cosa que el mismo Jesús aquí y ahora. Dice el teólogo E. Schilleebeck que "el mismo Jesús es una parábola y cuenta parábolas” y que “las parábolas no remiten a un mundo distinto del presente, sino a una nueva posibilidad dentro de este mundo: una posibilidad real de ver y vivir la vida y el mundo de un modo distinto al usual”. Una conciencia nueva.
 
Para ver con los ojos de Dios, Jesús no sólo nos da la letra de la canción del Reino en sus sermones y sus parábolas, también en sus obras, y especialmente sus milagros y su entronización en la cruz, pone música a la gran sinfonía de vida que es el misterio de la Encarnación. En Cristo, Dios encarnado, somos invitados a mirar de modo diferente la realidad que nos envuelve; ¿qué son los evangelios sino gafas que nos permiten ver la presencia de Dios en nuestra historia personal y en la de nuestro mundo? “¡Convertíos porque está cerca el Reino!” (Mc 1,15). Y no es otra cosa convertirse que cambiar el chip para leer la vida desde el ángulo de Dios y su reino.
 

La ira de Dios para los que rechazan el Reino
 
La parábola del juicio final (Mt 25,31-46) forma parte de esa invitación a cambiar nuestro punto de vista habitual sobre las cosas. Se habla en ella del día en que “vendrá el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, y se sentará en el trono de gloria para juzgar a todas las naciones” (Mt 25,31-32). ¿Dies irae, dies illa? ¿Día de ira aquel día? Desde el lado del yo falso o ego negativo, servidor del señor de las tinieblas, desde luego que sí, "día de la ira de Dios", porque el juicio que realiza la venida del Hijo le hace ver su inútil existencia; el egoísmo humano ha rehuido la luz que ahora viene a evidenciar la verdad. La suerte está echada. La falsedad humana se disuelve y pierde consistencia al caer sus mascaras. 

Los no-misericordiosos no entendieron que la calve de todo está en una vida de bondad y compasión, que la violencia, la avaricia y la soberbia son agentes de muerte, que las buenas palabras, los rezos y las ceremonias religiosas sólo son medios para un fin: amar sin límites. “Aquel día dirán muchos: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. ¿No fuimos asiduos a los rezos y las ceremonias? ¿No guardamos el domingo y cumplimos la abstinencia y el ayuno? “Y entonces les declararé: "¡No os conozco; apartaos de mí malvados!" (Mt 7,22-23). Una cosa les faltó: cumplir la voluntad de Dios Padre, que no es otra que amar. 

La alabanza de Dios para los que acogen el Reino
 
Más allá de los credos y las convicciones religiosas, el amor es la única verdad capaz de redimir a la humanidad. “¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de comer? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis?” (Mt 25,37-40).
 
Los justos no fueron especialistas en teología, tan torpes fueron en eso  que se mostraron incapaces de ver y tematizar que Dios está en el prójimo necesitado, pero no le hicieron falta pías catequesis ni doctas teologías para saber que la misericordia para con el prójimo es deber ineludible de toda persona. Amando al prójimo amaron el Reino. En esto fueron sagaces. Y por eso el día final no es para ellos  día de la ira de Dios; para quienes ponen el amor como piedra angular de sus relaciones (cf 1 Cor 13, 1-13) el día final será día de alabanza, bendición y acción de gracias.
 

Ateos buenos y ateos malos.
 
Por muy importante que sea la fe, mucho más lo es la vida a la que esa fe ha de conducir. Hay quienes han subtitulado a la parábola del juicio final como la parábola de los ateos buenos y los ateos malos. Y no les falta razón. Como en la narración de el buen samaritano (Lc 10,17-37), se pone el valor de la misericordia por encima de todo, incluso por encima de la fe teórica. La carta de Santiago abunda en ello: "¿De qué le sirve a uno, hermanos, decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? … La fe, si no tiene obras, está muerta. Alguno puede decir: ´ ¿Tú tienes fe?, pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo por las obras te mostraré mi fe´. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Por qué no te enteras de una vez, pobre hombre, de que la fe sin obras es estéril?" (Sant 2,14.17-20).
 
Sin amor la fe es tan infructuosa como un talento enterrado bajo tierra (cf Mt 24,25.30). San Juan de la Cruz, místico, y por ello curiosamente expuesto a ser muy admirado por los que buscan lo extraordinario de la vida religiosa (éxtasis, visiones, revelaciones, …), enseñó que “es más preciosa delante de Dios una obra o acto de voluntad hecho en caridad que cuantas comunicaciones y visiones puedan tener del cielo, pues estas ni son mérito ni demérito, y muchas almas, sin cosas de éstas, están sin comparación más adelante que otras que tienen muchas” (Subida, L.2, c. 22,19). 

Fíjate que simple. Vale más un vaso de agua dado al prójimo que tiene sed, que todas las revelaciones y visiones que se puedan tener, porque éstas son puro don de Dios, pero ese vaso de agua ha exigido una respuesta de tu voluntad, un gesto de amor, un paso hacia tu prójimo, y eso no se queda sin recompensa (Mc 9,41). Amar no es extasiarse ante la belleza de Dios y del prójimo, sino salir hacia el encuentro de Dios en el prójimo y del prójimo en Dios. Cuando la contemplación no mueve a la acción es falsa contemplación.
 
Cristo Rey, soberano del Reino de la compasión, del servicio solidario (INRI). Jesús es Rey de todos los que, relativizando leyes humanas y divinas, discursos teológicos y ritualismos, han encontrado en el "amor de hecho" la esencia de toda inteligencia, ya sea ésta filosófica, científica o mística.  Teología donde confluyen ateos y creyentes.

 * * *

Sé que tienes hambre y sed de conocimientos, ya sean estos científicos o filosóficos. También quieres conocer más a Dios. Te preocupa su ser o no ser, la verdad de su Encarnación. ¡Cuántas cosas querrías aprender de él, de su vida, de su entorno! ¿Será verdad que resucitó? Te preguntas, además, sobre la validez de tus rezos y demás actos piadosos. ¿Merecen la pena? Quizá también esperas disfrutar de alguna experiencia divina extraordinaria; pero ¿no estarás olvidando lo esencial? 

Recuerda cómo en la parábola de el buen samaritano sólo uno quedó justificado, sólo uno alcanzó la verdadera vida, sólo uno logra la salvación: “el que tuvo compasión” –dijo el maestro de la ley. “Jesús le dijo: Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10,37). No huyas de la práctica de la compasión refugiándote en rezos y prácticas devocionales. La llave de la Vida, más allá de credos y pertenencias religiosas, es tener un corazón compasivo. Jesús te aconseja: Busca ante todo el Reino de Dios y su justicia, procura vivir en el  amor a los hermanos, y todo lo demás se te dará por añadidura (cf Mt 6,33). ¿Vale? Pues hala, ¡llena el vaso de agua fresca, porque están llamando a tu puerta!

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Noviembre 2023
Casto Acedo 

jueves, 16 de noviembre de 2023

El amor se pierde si no se da (Domingo 19 de Noviembre)


EVANGELIO
Mt 25,14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 

«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. 

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." 

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»

¡Palabra del Señor!

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Los últimos domingos del año litúrgico nos hablan de “las cosas últimas” (escatología), del final de los tiempos, del futuro último, de la vida del “más allá” (1Tes 4,12-17.5,1-6). Pero no lo hacen para amedrentar con lo “por venir” sino para dar esperanza.
 
Siguiendo la lectura continuada del capítulo 25 del evangelio de san Mateo, la semana pasada la parábola de las diez doncellas animaba  mantener encendida la luz cuando llegue el Esposo (vv 1-13); este domingo nos cuestiona acerca de la responsabilidad adquirida al recibir de Dios determinados talentos (vv 14-30); y la próxima semana la fiesta de Cristo Rey nos encarará con la “realeza humilde” de nuestro Señor Jesucristo y el discernimiento necesario acerca del trato que le damos como “Dios-escondido” en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos o encarcelados (vv 31-46). Luego iniciaremos el Adviento, tiempo de esperanza, donde seguiremos ahondando en la venida del Señor, pero más centrados en el ahora de su venida.

Talentos naturales y talentos espirituales

Cuando hablamos de talento en nuestra cultura solemos referirnos a esos dones naturales con los que nace cada uno, especialmente los intelectuales o artísticos. Se dice así que una persona tiene talento para los estudios, para la música, la pintura, el teatro, etc. En su parábola de los talentos ¿se refiere Jesús a estas dotes naturales con las que se nace? Pues no especialmente. Aunque todos tenemos ciertos talentos naturales, la parábola habría que leerla más en la línea de los talentos espirituales que hemos recibido, como lo son la Palabra de Dios, la fe, el Reino de Dios. En cierta manera habría que leer esta parábola en sintonía con aquella que nos habla del sembrador que siembra la semilla en el campo y produce frutos de diversa intensidad según es acogida (Mt 13,1-23).

Además de haber recibido un cuerpo y una mente dotados de capacidades propias,  también hemos recibido unos dones espirituales. Todo esto no nos lo hemos ganado, no lo hemos conquistado con nuestro esfuerzo; son algo inmerecido, don gratuito de Dios, y no nos ha sido dado para vanagloria nuestra y admiración de otros sino para potenciarlo, para negociar; y no olvidemos que la palabra “negocio” significa “negación del ocio”, o sea, trabajo, actividad.

 ¡Hay que poner en marcha los talentos recibidos! Por lo general los talentos naturales que recibimos (capacidad física, inteligencia) solemos desarrollarlos bien, aunque las más de las veces movidos por intereses de rentabilidad económica. Tan es así que en nuestra cultura se ha acuñado la figura del cazatalentos, persona que se dedicada a buscar individuos idóneos para ser contratados por compañías necesitadas de ellos, todo en orden a la obtención de mayores beneficios. 

En el mundo de la economía neoliberal no se tiene en cuenta que los talentos físicos y mentales los hemos recibido para servicio de la humanidad, no para explotarlos y servirnos egoístamente de ellos. Eso no es “ser fiel en lo poco”, y quien lo hace no merece pasar “al banquete de su Señor” (Mt 25,21.23). Al contrario, su paga será la reprobación del Señor, que le privará del banquete: “Apartaos de mí, malditos, porque tuve hambre y no me diste de comer...” (Mt 25,41-42).

 
¿Miedo a negociar los talentos espirituales?

Pero ¡vayamos a los talentos espirituales!. ¿No eres poseedor de un espíritu que te hace semejante a Dios?  ¿No tienes un espíritu, además de un cuerpo y un alma? ¿Acaso no recibiste el don de Dios, su gracia, en el Bautismo? ¿No han sido la fe, la esperanza, el amor, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, el sacerdocio, e incluso la Iglesia, dones que el Señor te ha dado? Estos talentos que has recibido en su momento son gracias sobrenaturales que Dios da “a cada cual según su capacidad” (Mt 25,15). Y podrías preguntarte: ¿Qué uso estás haciendo de ellos? ¿Cómo los pones en juego? ¿Cultivas tu vida espiritual?  ¿Se deja ver en tu vida la Palabra de Dios, la fe, el orgullo de ser hijo de Dios,  u ocultas la fe por vergüenza, miedo o temor a perderla si la embarras con los problemas del mundo? 

¡Ay, el miedo! ¡Cuánto amor perdido por su causa! Porque, aunque lo contrario al amor es el odio, su mayor enemigo es el miedo que retrae, paraliza, desactiva la fuerza del amor (gracia) de Dios en nosotros.

 “Sabía que eres exigente, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra” (Mt 25,24-25).  Hay muchos miedos -¿vergüenzas?- que nos llevan a esconder nuestros talentos en un hoyo:
 *miedo al fracaso porque no creemos en el poder de la Palabra que nos dice que quien todo lo da recibe el ciento por uno (Mt 10,29-30), 
*miedo a no ser capaz de darlo todo, como aquel joven rico que no quiso arriesgar y “se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mt 19,22), o 
*miedo a perder la posición social o económica, como le ocurrió a los fariseos y saduceos del tiempo de Jesús, que escondieron su talento bajo los mantos, las filacterias, los ritos y los preceptos de la ley (Mt 23,13-32), que le parecieron más seguros. No fueron éstos malas personas tanto por sus acciones como por su inactividad.
 
Critica Jesús con dureza a  quienes "dicen y no hacen" (Mt 23,3), a quienes han hecho del pecado de omisión una forma diabólica de justificación. ¡Yo no he hecho nada malo! ¡Ni robo ni mato ni hago mal a nadie! No podemos discernir nuestro progreso espiritual por lo que no hacemos, en este caso los más santos serían los cadáveres del cementerio. La clave de un buen examen de conciencia está en preguntarte cada día ¿qué he hecho hoy por mí y por mi prójimo?, que es lo mismo que decir ¿qué he hecho por Dios? Recuerda que a la tarde te examinarán no de lo que no hiciste, sino de lo que hiciste. Pierde, pues, el miedo a ser un "cristiano en salida" que pone en juego sus talentos.
  
Hay muchos miedos en la vida que nos llevan a abrir hoyos para enterrar los talentos que Dios nos ha dado. A veces enterramos el don de Dios en hoyos tan cínicos como son  la oración desencarnada, la liturgia ritualista, las devociones interesadas o el amor frío y legalista. El empleado negligente no arriesgó, se contentó con estar en regla: "Aquí tienes lo tuyo” (Mt 25,25).  


"La monedita del alma"

La matemática espiritual descoloca al calculador. Conservar el capital recibido conduce a la ruina, regalar amor da siempre beneficios. "Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene” (Mt 25,29).

Un poema de Antonio Machado resume con acierto el pasaje evangélico que comentamos:
 
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.
  
En la vida del Espíritu las cosas no funcionan como en los negocios mundanos. La gran paradoja del amor que dando recibe rompe los cálculos matemáticos. Lo dice la oración atribuida a san Francisco de Asís "es dando como se recibe",  gastando como salimos ganamos, practicando la virtud de la pobreza como nos enriquecemos, ... .

“Sabía que eres exigente, … tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra” (Mt 25,24-25). Enterrar los talentos recibidos es vivir como cristiano vergonzante y timorato. ¿Qué decir de quien guarda parea sí lo que es de todos? Porque lo que se te da es para ser compartido. Quien lo guarda sólo para así  es indigno, merecedor de ser "echado fuera, a las tinieblas, donde será el llanto y rechinar de dientes" (Mt 25,30). El miedo y la pereza son venenos paralizantes que llevan a la perdición.
 
Si has recibido el talento de la fe, no puedes callarlo. Así lo enseñó en su día el santo arzobispo Oscar Romero, que tuvo clara conciencia de que su bautismo no fue un simple rito costumbrista y folklórico sino un inmenso don de Dios que no podía ser enterrado. Con valentía negoció los talentos recibidos e hizo crecer el Reino de Dios sembrando su semilla de paz y justicia en los campos del mundo. Sirva su palabra hoy como colofón para este  comentario evangélico: 

“Cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios. Cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta. Siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ese único bautizado que quede en el mundo es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y su justicia divina. Por eso da lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. Pero ¿qué están haciendo, bautizados, en los campos de la política? ¿Dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado. Dondequiera que hay un bautizado, ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay que decir algo en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes. No escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético”. (Homilía de 8 de julio de 1979). 

Cuando monseñor Romero se presentó al Señor con la palma del martirio en sus manos el día 24 de marzo de 1980, le dijo: “Señor, cinco talentos me dejaste, mira, he ganado otros cinco. Su Señor le respondió: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor” (Mt 25,22-23).

Y tú ¿Cómo estás invirtiendo la salud, la inteligencia, los dones materiales, el tiempo,... los talentos que Dios te ha confiado? En ese "cómo" te estás jugando la vida. Y no me refiero solo a la "vida eterna" sino a la vida toda; porque quien no ama no vive dignamente porque no puede ser feliz. Considera esto.  

Feliz domingo.

Noviembre 2023
Casto Acedo 

domingo, 5 de noviembre de 2023

La luz de la sabiduría (12 de Noviembre)

EVANGELIO Mt 25,1-13

"Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 

A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." 

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»"

¡Palabra del Señor!

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Nota: Advierto que el comentario gira principalmente sobre la primera lectura, del libro de la Sabiduría, 6,12-16:

"La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento". 

¡Palabra de Dios!

 

El ser humano no se limita a encajar sus días automáticamente en el puzle de la naturaleza y la historia. No solamente ve y vive, sino que se pregunta por lo que ve y lo que vive; tiene sed de saber, de comprender, de unificar sus experiencias en un todo. Es connatural a toda persona el deseo de salir de sí a la búsqueda respuestas acerca de la vida; intuye que más allá de las apariencias se esconde un misterio. Hay en la persona sed de Sabiduría:  “mi alma está sedienta de ti” (Sal 62,2). A quien adquiere el conocimiento y la visión adecuada de la vida se le llama sabio. 
 
¿Quién es sabio?
 
¿Qué es un sabio? No es precisamente quien tiene un coeficiente intelectual alto y es capaz de almacenar y procesar datos en su cerebro-mente. De ser así, cualquier computadora de hoy sería más sabia que cualquier humano, porque nadie es capaz de almacenar y cruzar datos con tanto orden y precisión como lo hace un chip informático. Para ser sabio no basta saber cosas, hay que conocer y vivir la propia vida en libertad de forma gratificante. Y eso no lo puede hacer ni  puede dárnoslo resuelto ninguna computadora. La sabiduría auténtica no tiene medida ni cálculo, forma parte de lo “indescifrable” (el misterio) de la persona. “Radiante e inmarcesible es la sabiduría”, (Sab 6,13).
 
¿Dónde está la auténtica sabiduría? ¿Se puede comprar con dinero? ¿Será sólo asequible para los privilegiados que tengan acceso a grandes centros universitarios? ¿Se hallará en las facultades universitarias de ciencias puras, sociales o humanas? ¡Nada de eso! No necesitamos estudios superiores ni riquezas materiales para adquirirla: “Se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Quien la busca no se fatigará, pues a la puerta la hallará sentada” (Sb 6,14-15). 

El estudio-trabajo compulsivo y la acumulación de teorías, más que una ventaja son un obstáculo insalvable para el sabio. La  sabiduría auténtica no se adquiere por la dedicación al estudio ni la acumulación de títulos académicos, sino por la disposición del corazón. "No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente", dijo San Ignacio de Loyola. 

Adquirir la sabiduría cristiana requiere vaciarse de saberes aprendidos en la escuela; porque “ella misma busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les muestra benévola, y les sale al encuentro en todos sus pensamientos” (Sb 6,17). 

La sabiduría de Dios, por tanto, sale a tu encuentro; y para dejarte alcanzar por ella sólo te pide entrar en silencio contemplativo para, de este modo, abrir tu mente y tu corazón. 

Ahora bien, cuando te mantienes despierto, fiel al ejercicio que supone la práctica de la meditación y contemplación,  ¿cómo saber si estás ya en la verdadera sabiduría? La respuesta te la da Jesús: Pues, por sus frutos la conocerás (cf Mt 7,16). Porque la auténtica sabiduría te da serenidad, paz, alegría, vida; mientras que el falso saber engendra la desorientación, la crispación, el cansancio, la oscuridad y la muerte. Revisa a dónde te conduce el saber o la sabiduría que gobierna tu vida y juzga por ti mismo si estás en el lado bueno. Sino, ¡atento! 

 
La sabiduría es amante, despierta, prudente, fuerte...

"Pensar en la sabiduría es prudencia consumada, y quien vela por ella, pronto se verá sin afanes” (Sab 6,14) . Según ésto, una de las actitudes cristianas más importantes relacionadas con la sabiduría es la vigilancia; y de ello nos habla la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13). La vigilancia es la virtud de los que esperan, y también de los sabios. 

El sabio se ejercita en la vigilancia, en el cuidado y atención del jardín de la sabiduría, para que no crezca en él la cizaña de la mentira.  El cuidado atento y la atención en esperanza son el aceite que se necesita para que prenda en el alma la lámpara sabiduría. Con el cuidado de las virtudes y la mirada en Él nos disponemos para recibirla  (cf 1 Cor 1,7-2.16).

¿Cuáles son esas virtudes que propiciarán el encuentro con la verdadera sabiduría? ¿Qué aceite necesita mi lámpara?  

* La primera virtud es el amor (caridad), porque nadie está expectante y alegre esperando que venga algo que no quiere o alguien a quien no ama; si no tienes amor ni a Dios ni al prójimo, no esperarás nada de ellos; con amor adquirirás el conocimiento que no se adquiere con las letras y los números. Se trata de una amante espera orante. Lo dice santa Teresa, que de esto sabía mucho: no consiste la cosa en "hablar mucho, sino en amar mucho".
 
* Junto al amor perseverancia en la oración; el mismo Jesús dice “Velad y orad para no caer en la tentación” (Mt 26,41); estas palabras las pronunció en Getsemaní, el lugar de la tentación de la huída; te conviene pues orar, sobre todo cuando sobreviene el desánimo y el deseo de abandonar. Perseverancia, pues.
 
* También es importante la prudencia. Cuando la tentación incita y provoca al alma se hace imprescindible la sensatez y el buen juicio. Piensa.  Adán y Eva en el paraíso (Gn 3,1-8), David en la terraza de su casa (2 Sam 11), Pedro en casa de Anás (Lc 22, 54-62), ¿habrían sucumbido si realmente hubieran “vigilado” y respondido con prudencia al provocador?; ¡de cuántas caídas te librarás si eres prudente! No olvides que el diablo, señor de la necedad y la mentira, aprovecha la imprudencia, el descuido y la distracción para hacerse con su presa. 
 
* Finalmente, la virtud de la esperanza vigilante va a exigir de ti  fortaleza.  El aceite de las lámparas que las vírgenes prudentes tuvieron en abundancia nos recuerda la unción bautismal: “para que el poder de Dios te fortalezca te ungimos con éste óleo de salvación”. Por la unción  el bautizado es fortalecido para vivir el mandamiento del amor. La fortaleza es don del Espíritu Santo; saldrás vencedor si, como David frente a Goliat, te confías al poder de Dios: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo" (1 Sam 11,45).


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Sé, pues, vigilante, porque el enemigo, como león rugiente,  ronda buscando a quien devorar (cf 1 Pe,5-8). Despierta tus sentidos, atento a las fauces de la fiera que a veces es tu propio ego que se resiste a dar paso al hombre nuevo que hay en ti; otras veces es el sistema social injusto que te arrastra; en otros momentos la fiera es la mentalidad consumista que aturde tus sentidos; o  los medios de comunicación que manipulan la verdad ofreciendo solo una cara de la noticia; o el sistema educativo impuesto que a menudo no forma personas sino ciudadanos y súbditos serviles.

 ¡Estate alerta! Que nada acabe devorando la sabiduría que has adquirido en la cercanía de Jesús. Mantente firme y alcanzarás el premio; se colmarán todas tus esperanzas. Si te mantienes vigilante y fiel no sólo adquirirás la sabiduría necesaria para vivir con gozo el día a día de tu vida, sino que, además, te estarás garantizando el triunfo definitivo, cuando el Señor te lleve con él en la resurrección final (cf 1 Tes 4,13). Entrarás entonces en el banquete de bodas preparado para los que esperan al Esposo con sus lámparas encendidas (cf Mt 25,10). 

Es tu responsabilidad. La esperanza, la fe y el amor son intransferibles, si fuera posible creer, amar y esperar por otro, ¿no habrían compartido las vírgenes sensatas su aceite con las necias? (Mt 25,8-9). Hay cosas que nadie puede vivir  por ti. No te duermas, ama, reza y se prudente. Sé sabio.

Noviembre 2023
Casto Acedo