jueves, 19 de octubre de 2023

Dios y el César. Contemplación y misión (22 de Octubre)



EVANGELIO
Mt 22,15-21

"En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.

Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»

Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»

Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»"

Palabra del Señor

* * *

NOTA: Para quienes se quejan o simplemente apostillan que los comentarios que escribo son demasiado largos, tengan en cuenta que hoy van como dos comentarios distintos; el primero se centra en el evangelio; el segundo, sin renunciar al evangelio del día, expone unas notas sobre el lema del DOMUND para este año: Corazón ardiente, pies en camino. 

* * *



1. 
A Dios lo que es de Dios 

El capítulo 21 del evangelio de san Mateo comienza narrando la entrada de Jesús en Jerusalén para, acto seguido, entrar en el templo y expulsar de allí a los mercaderes, curar algunos enfermos y provocar con ello la indignación de los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley que ponen en duda su autoridad (cf Mt 21,1-27). El pueblo le aclama y le escucha, y las autoridades conspiran contra Él. 

En este contexto refiere Jesús las parábolas de los dos hijos, los labradores homicidas y las bodas. La conclusión es siempre la misma: ya que los judíos se comportan como hijos obedientes sólo de palabra y no dan los frutos esperados se les quitará el Reino a este pueblo y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos; y se invitará a la boda a todo el que quiera asistir, ya que los primeros invitados han rechazado la invitación (cf Mt, 1,28-22,14).
 
Con estas parábolas y con el gesto de expulsar del templo a los mercaderes Jesús ataca directamente a los principales del judaísmo y al mismo templo, la institución judía más importante, centro del culto y del poder limitado que los romanos permiten a los judíos.

Atacar el templo es atacar los fundamentos de la religiosidad y la autoridad judía; para los sanedritas, reacios a aceptar el cambio revolucionario que Jesús predica, no queda más salida que acabar con este hombre que pone en duda la legitimidad del culto y la ley; hay que buscar la forma de desacreditarlo ante sus seguidores, y hacerlo de manera que los romanos tomen cartas en el asunto y los responsables judíos queden al margen de la trama.

 
Lo divino no excluye lo humano
 
Tal como se escenifica en la entrada triunfal en Jerusalén, el pueblo aclama a Jesús y se pone de su lado (Mt 21,1-11); por su parte los fariseos ven menguar su influencia, y movidos por el miedo a que el Nazareno les quite su autoridad e influencia “se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta” (Mt 22,15). 

Se acercan a Jesús, y preparando el terreno para luego comprometerle, pronuncian una sentencia que a pesar de su intencionalidad malévola resume excelentemente la visión que el pueblo tiene de Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias” (Mt 22,16). Una vez cebado el pez con el engaño de la alabanza, le dan a morder un anzuelo envenenado: "¿es lícito pagar impuestos al César o no?" (Mt 22,17). 

Tal vez cabría decir aquí aquello de "gracias por la flor pero me cago (con perdón) en el tiesto". Si Jesús dice que sí se declara partidario del imperio romano y contrario al deseo de libertad del pueblo; si dice que no se le acusará de sedicioso y habrá motivos para entregarlo al poder del César. Jesús, contra todo pronóstico, no responde ni que sí ni que no; astutamente, como hizo en el caso de la mujer adúltera que también le presentaron para comprometerle (cf Jn 8,3-11), reenvía la pregunta a la conciencia de sus interlocutores: “Enseñadme la moneda del impuesto. … ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron: del César. Entonces les replicó: pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,19-21).

Jesús evita responder con un sí o un no; a todos nos gustaría que Jesús nos dijera sí o no cada vez que le dirigimos una propuesta o pregunta; pero Jesús no hace eso; se limita a poner delante del hombre su propia responsabilidad en la toma de decisiones. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21), unas palabras que muchos malinterpretan al sostener que con ella Jesús separa la religión de la vida política, lo sagrado de lo profano. 

¿Debe el cristiano alejarse de cualquier compromiso político y dedicarse a la contemplación de los misterios divinos hasta que llegue la hora de la muerte? ¡De ninguna manera! ¿Significa la respuesta de Jesús  que todo cristiano en los asuntos temporales tiene que obedecer sin rechistar a la autoridad política de turno? Tampoco. No es ese el sentido en que se deben leer las palabras de Jesús; a los fariseos y al pueblo que le escucha Jesús les dice que hay unos deberes temporales que cumplir, unas tareas políticas y sociales que realizar; hay que darle al César lo suyo cumpliendo con los deberes políticos y fiscales necesarios para el bien común, y eso es inexcusable.

Lo que hace inexcusables los deberes económicos y políticos es la obligación de darle a Dios lo suyo, que es justicia y derecho, protección del pobre, del huérfano y de la viuda (Is 1,17), y en esto no hay elección. Ahora bien, no dice Jesús el cómo concreto para hacerlo; ¿pagando el denario al César? Tal vez. O mejor no pagando y acogiéndose a la objeción fiscal.  Si la autoridad se opone a lo que Dios quiere, entonces el cristiano no está obligado a someterse a ella, ya que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 4,19).

Creo que queda bien explicado el sentido de las palabras de Jesús sobre lo que corresponde  dar a Dios y al César.

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2.
DOMUND
Corazón ardiente, pies en camino 
 
Hoy celebramos el día del DOMUND (Domingo mundial de la propagación de la fe), día del misionero y las misiones.

Cuando hablamos de compromiso misionero seguimos anclados en tiempos pasados; imaginamos a sacerdotes, religiosos y religiosas que se van a países lejanos a dar a conocer a Jesús. Partimos de un presupuesto que cada día se muestra más falso: nosotros, que tenemos el evangelio, se lo transmitimos a quienes  no lo tienen.  ¿Tan seguros estamos de que ya tenemos el evangelio?

La misión no es transmitir catecismos, usos y costumbres religioso-sociales, es otra cosa. Nuestro mundo, aunque cada vez en menor grado, vive religiosamente, pero eso no significa que viva evangélicamente. Cada cual debería preguntarse a sí mismo hasta qué punto su conversión a Jesús es genuina. Ser misionero supone primeramente gozar de una experiencia de Dios, un encuentro con la persona de Jesús como evangelio vivo, como buena noticia gozada. Esa fue la experiencia de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) a los que hace referencia el lema del  Domund 2023: Corazón ardiente, pies en camino. 

Corazón ardiente; la experiencia de Dios como llama de amor viva es ya de por sí evangelizadora. No se enciende una lámpara "sino para ponerla en el candelera y que alumbre a todos los de casa" (Mt 5,15); no se estudia y reflexiona la Palabra o se meditan los misterios de Cristo para meterlos bajo el celemín de la propia fruición espiritual. La luz de la Palabra y la experiencia eucarística desligadas de la expansión misionera son un fraude, porque una luz interior que no rompe oscuridades es una mentira. La luz es esencialmente expansiva, misionera, pone los pies en camino. "Brille vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16). 

* * *
El DOMUND (domingo mundial de la propagación de la fe) no puede reducirse a una celebración puramente pietista, desligada de las realidades que nos toca vivir. Esta jornada quiere que nos concienciemos de la necesidad de seguir impregnándolo todo con el olor del evangelio. La venida de Jesucristo, misionero del Padre, nos da la clave esencial para esa misión: la encarnación. Primero encarnación de la "vida de Jesús en cada uno", entusiasmo por Jesucristo, amor loco por su persona y por la causa del Reino; sin este prefacio no hay nada que hacer. Luego, en segundo lugar, dejar que libremente fluya el evangelio que nos empapa empapando a los que nos rodean. Es fácil, basta con que cada uno procuremos hacer nuestros los valores del Reino para que estos se desborden hacia fuera (cf Mt 6,33). 

Para ser misionero no hacen falta muchas palabras, basta vivir la propia historia desde Dios. No sólo es sagrado el templo, la Biblia, las oraciones, los actos piadosos. Ya no hay una historia sagrada y otra profana; con la encarnación de Jesucristo Dios rompe todas las barreras que separaban lo sagrado de lo profano; lo del César -trabajo por un mundo justo- también es de Dios. La persona de Jesús lo testifica; no hay distinción ni separación entre amor a Dios y el amor al prójimo. Divinidad y humanidad confluyen en Jesucristo.

¿Quiere esto decir que con la venida de Jesucristo ya todo es profano? No, mejor decir que todo es sagrado; toda realidad está preñada de la presencia de Dios, y así la vida religiosa se juega en las relaciones del hombre consigo mismo, con la naturaleza, con el prójimo. Esta fue la misión del Hijo: hacer presente a Dios con su vida y reconciliar al mundo con Dios desde su vida diaria; y esta es también la misión de sus seguidores. 

Podemos decir que la vida misionera, como la moneda que presentan a Jesús en el evangelio de hoy, tiene dos caras, la de la experiencia de Dios (pagadle a Dios lo que es de Dios) y la de su repercusión  en el mundo (y al César lo que es del César). Ora et labora. Reza y trabaja. Res divina contemplare et contemplata alii tradere; contemplar el rostro de Dios y una vez contemplado llevar a otros a su contemplación.  La conjunción copulativa -et e y- verifica la verdad de la vocación y la misión. Deberíamos tomar conciencia de que para ser misionero se requiere en primer lugar ser misioneros de nosotros mismos, dándole a Dios la confianza y el culto que se merece, dejando primeramente que acceda o emerja en nuestra vida. Y también deberíamos considerar la verdad de que al dar al César (mundo) lo suyo, que son la justicia y la paz  propias de su vocación divina, le damos  también a Dios lo que le corresponde. Al fin y al cabo todo es de Dios y para Dios. Para nosotros: desasimiento, anonadamiento, humildad, virtudes básicas para saber estar y para ser misioneros.

Quien mueve las piernas, mueve el corazón. ¿Recuerdas este spot? Cierto es que quien obra la justicia con hechos concretos está alimentando su vida espiritual, pero  no menos cierto es que quien mueve el corazón mueve las piernas; quien cultiva la formación cristiana con el estudio, la oración y la vida sacramental fortalece su ser para una sabia evangelización De un corazón "movido", o mejor "conmovido" por Dios y por los sufrimientos del prójimo, salen misioneros, pies que hacen camino. 

Hoy, domingo misionero, no pongas tus ojos en la lejanía. Acerca tu mirada a tu misma persona (¡aquí estoy!) para luego volverla al mundo (¡envíame!).  Ahí, en los quehaceres diarios,  puedes "pagar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".  Cultiva tu  espíritu y da a todos lo mejor de ti mismo sabiendo que al hacerlo también estás dando a Dios el culto que se merece. Corazón ardiente, pies en camino. Jornada misionera de la Iglesia, DOMUND. 


Octubre 2023
Casto Acedo 

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