viernes, 30 de diciembre de 2022

Santa María Madre de Dios (1 de Enero)

 

EVANGELIO
Lc 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor

* * *

Tres celebraciones concurren en el día de hoy. Por un lado la Solemnidad de santa María, Madre de Dios, el principal motivo de fiesta cristiana en este día; por otro lado, hoy la Iglesia nos quiere situar ante un reto que va más allá de lo confesional-cristiano: la construcción de la paz; finalmente, el 1 de Enero se inicia un nuevo año civil, acontecimiento que no puede pasar desapercibido para los creyentes, máxime cuando lo que celebramos durante todos estos días es el hecho de que Dios se ha encarnado, es decir, ha penetrado en nuestro tiempo y nuestro espacio, en nuestra historia, tomando carne en Jesús de Nazaret. 



1. Santa María, Madre de Dios.
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Desde el siglo VI se celebra en Roma, en la Iglesia de santa María la Antigua, la fiesta de la Virgen como Theotokos, Madre de Dios en griego,  Fiesta que hace memoria del Concilio de Éfeso (año 431) en el que se definió la maternidad divina de María y que hasta el año 1930 se celebró el día 11 de Octubre, y a partir de 1931 pasó a celebrarse el día primero de Enero. Madre de Dios es el título mayor y más importante de María, del que se derivan todos los demás títulos. 

Si en la persona de Jesús confluyen en una sola persona (el Hijo) dos naturalezas distintas (divina y humana) sin confusión, sin mezcla pero también sin separación, es lícito decir que María es Madre de Dios. Esto no quiere decir que Dios sea posterior a María sino que en su encarnación Jesús ha "nacido de María madre según su humanidad". Teniendo en cuenta que "no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen" (Concilio de Éfeso).

La fe en María y sus títulos no son autoreferenciales sino referidos a Cristo. No es grande María por sus méritos, sino por quien la ha engrandecido. "El poderoso ha hecho obras grandes por mí" (Lc 1,49). La encarnación de Dios en el seno de la Virgen es causa de gloria para ella; y también para nosotros, ya que el hecho de que una mujer de nuestra raza sea Madre de Dios nos engrandece; además del gozo de que María sea también en virtud de su maternidad divina  “madre nuestra”,  un dato más que a sumar a esta celebración.

Es hermoso que el primer día del año la Iglesia nos invite a mirar a María, a gozar de ella. ¿Qué es lo que se esconde tras la invocación “madre”? El solo hecho de pensar en una madre, de saber que está ahí, de sentirla cercana, lleva a la experiencia de una serie de sentimientos que no son sólo útiles, sino también necesarios para vivir: amor, cariño, seguridad, confianza, calor, ternura… ¡Cuántas riquezas para gozar y hallar consuelo y descanso! Contempla por tanto hoy a María, alégrate con ella, disfruta de su maternidad.

María Madre está siempre contigo te mira y te acompaña. Y tú, que esperas y recibes tanto de ella, no puedes ocultar la pregunta recíproca: ¿Qué espera una madre de su hijo? ¿Qué espera María de mí? ¿Qué desea recibir como regalo? Sin duda alguna espera que sea feliz, que vaya por el camino correcto, camino que tiene nombre propio: Jesús. “Yo soy el camino” (Jn 14,5). Ella aconseja bien y con pocas palabras: “Haced lo que él os diga” (Jn 2,5). 

Invita esta fiesta a gozar de la Madre y a venerarla imitando sus virtudes y siguiendo su evangelio, que no es otro que el de Jesucristo, su Hijo suyo y hermano nuestro. La renovación de la vida espiritual personal y la reforma de la Iglesia tienen en María un modelo y un magnífico apoyo.  


2. La paz

Otro motivo a tener en cuenta hoy: la paz. La paz no es solo el “orden establecido”; y tampoco la podemos reducir al “silencio de las armas”. Es un don mesiánico fundado sobre la justicia y la fraternidad. La bendición de Moisés que se proclama en la primera lectura del libro de los Números, desea la paz: “El Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6,26). La paz es, por tanto, concesión, dádiva, don, gracia de Dios.

Nos cuesta entender que la paz es don. Parece que basta con que cada cual decida ser pacífico y todo está hecho. Pero se engaña quien piensa así, porque no cuenta con un factor importante: el pecado, el egoísmo del hombre, que en su ignorancia se niega a acepar algo tan simple como es el  hecho de que en la guerra perdemos todos.

Llevamos ya casi un año de guerra en Rusia y Ucrania. Y existen conflictos olvidados en Siria, Yemen, Birmania, Afganistán, etc.; amén de infinidad de conflictos nacionales no resueltos. La amenaza de una guerra mundial pende como espada de Damocles sobre la humanidad. Y uno se pregunta, ¿cómo hemos podido llegar a esto? No hay duda de que el diablo (diabolo significa el que divide) anda por medio.

Donde hay diabolo poner unión (comunión con Dios, un Padre, una familia). La segunda lectura de este día dice: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz” (Nm 6,23-26). Buscar la paz, trabajar por ella, supone buscar el rostro de Dios. El salmista expresa su voluntad de conocer a Dios diciendo: “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro” (Sal 27,8; cf 143,7).  

¿Qué rostro buscamos? El rostro del crucificado. En ese rostro contemplamos la cara de los millones de víctimas de la guerra, el terrorismo, la opresión, el desprecio; y al mismo tiempo la misericordia infinita de Dios, su perdón para los que le crucifican. Cuando con los ojos de la fe alcanzamos la visión de ese rostro, cuando logramos vislumbrar a Dios en el crucificado sufriendo y perdonando, estamos dando los primeros pasos hacia la paz; porque Él nos señala el camino, que no es la simple justicia distributiva sino la misericordia, el perdón.

En la cruz Cristo es nuestra paz; el que respondió a la violencia con paciencia, el que aceptó morir antes que matar, el que nos enseña que vale más la paz que brota del amor que el odio que genera la violencia.

Es, por tanto, un día para dejarnos iluminar por el rostro de Dios, por su mirada, por su forma de ver el mundo y la historia; y obrar en consecuencia. Y desde ahí recibiremos la paz como un don; una paz íntegra, total. Vivir en paz no es vivir en un RIP (descanse en paz de las sepulturas), sino experimentar la propia vida como plenitud. La paz es una dimensión elemental de la vida; sin ella se pierde el sentido, porque la paz es permanecer en lo completo, lo íntegro, lo cabal, lo acabado, lo colmado… La paz es aquello que hace posible una vida lograda. 

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3. Año nuevo

Y ¿qué decir del año nuevo? Nos desearemos Feliz Año en un  momento en que la crisis económica y la guerra oscurecen nuestra esperanza. Pero ¿qué felicidad nos deseamos? Solemos equiparar la felicidad con la capacidad de consumo y bienestar, con el gozo de una buena salud, con la abundancia de dinero o con el hecho de que no falte el amor, entendido éste como algo “pasivo” –que se recibe-. ¿Tendremos una felicidad así de plena todo el año que ahora empieza? No somos ingenuos; sabemos que no. La felicidad genuina no está en eso que deseamos. ¿De veras crees que se van a cumplir todos tus deseos egoístas?

La felicidad no podemos reducirla a algo que nos viene de fuera. Nace de dentro. Sabemos que las cruces, los problemas, las dificultades de la vida, la crisis económica, no van a desaparecer; no viviremos un año nuevo de absoluta tranquilidad, de esa paz que hemos definido como RIP y que sólo existe en los cementerios.

Tal vez la felicidad esté en otro lugar; no tanto en que no nos vengan problemas, sino en que sepamos encararlos con entereza, no en vernos libres de cruces sino en afrontar las que vengan con realismo y paciencia. Queda por delante un año que se presenta difícil, y deberíamos mirarlo como una oportunidad para la práctica de la misericordia y la paciencia, un año para crecer espiritualmente, antes de esperar de él lo que no nos puede dar.

Contemplemos a Jesús, José y María como referentes para encarar este año que empieza: viven dificultades en Belén, en el templo -podemos imaginar las dificultades entre Jesús y sus padres a la hora de entenderse-, en la vida pública de Jesús, en el calvario… ¿Podemos decir que porque hubo dificultades no hubo felicidad? Pues la hubo. “Feliz tú, que has creído” (Lc 1,45), le dijo Isabel a María.

La felicidad no está en la ausencia de problemas sino en la fe, la esperanza y el amor que ponemos para superarlos. Esos son los mejores deseos para el año nuevo: “que el Señor se fije en ti y te conceda la paz”, que te permita no perder la fe, ni la esperanza, ni la paciencia, ni tu capacidad de amar, cuando vengan los momentos de cruz.

Felicitémonos por María; por Jesús, príncipe de la paz; y por el año nuevo, el 2023, una nueva oportunidad para convertir nuestra vida a veces gris en arco iris de esperanza.

Feliz día de Santa María Madre de Dios.
Que la paz te acompañe.
Feliz año Nuevo 2023.

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Diciembre 2022
Casto Acedo  

sábado, 24 de diciembre de 2022

Navidad (25 de diciembre)

¿Qué sería de la Navidad si prescindiéramos del relato que san Lucas hace del nacimiento de Jesús? (2,1-14). Es importante saber que la Navidad nace de un hecho histórico. Puede que muchos de los relatos bíblicos den sensación de mitos, de leyendas que no ocurrieron en el tiempo; pero es sólo la sensación, porque tras los relatos de la creación, de la caída, de Caín y Abel o del diluvio, hay unos acontecimientos reales: hay una naturaleza creada, hay un ego que engaña al yo para alejarle de su esencia, hay hermanos que están en guerra, catástrofes fruto de la sobreexplotación de la tierra, etc., hay historia.

En los últimos años ha habido una tendencia a "desmontar la Navidad" recurriendo a teorías que tienen su parte de verdad, pero no son toda la verdad. Es cierto que la Navidad se coloca como fiesta en la fecha del solsticio de invierno, día del "sol invicto" para los romanos y para otras culturas. Los primeros cristianos nunca supieron el día exacto del nacimiento de Jesús, pero al fijar una fecha echan mano de la fiesta pagana del sol naciente dándole un sentido teológico; se dijeron: este día celebramos el nacimiento de Cristo, encarnación de Dios, a quien simboliza el astro rey: “nos visitará el sol que nace de lo alto”, Lc 1,78); Cristo es el Sol que nos ilumina, la luz que nos ha nacido.

El nacimiento de Jesus es historia.  Y esto diferencia al cristianismo de las demás religiones; nosotros afirmamos algo inaudito: Dios se ha hecho hombre, ha entrado en la historia de la humanidad, el Eterno e Infinito se somete a las limitaciones del espacio y el tiempo, se ha abajado a ser uno de nosotros, semejante en todo menos en el pecado. Misterio incomprensible sólo explicable como misterio de amor. Si no tenemos claro esto y reducimos la Navidad a mito,  si no hay "nacimiento histórico de Dios en Jesús" no hay Esperanza (con mayúsculas, esperanza abierta a un futuro siempre nuevo) y nos quedaría sólo la minúscula esperanza  del eterno retorno de lo mismo (esperanza cerrada, que se cumplan cada año unas expectativas deseadas).

* * *
El pasaje de san Lucas, por tanto, no es una leyenda que emociona sino una memoria, un relato generador de cambios en la persona y en el mundo.  Traigamos a  consideración algunos versículos del  Evangelio de la Natividad.

1) “Salió un decreto del emperador Augusto..., durante el mandato de Quirino”. La serie de datos históricos que  nos da en el evangelio de Lucas no son baladíes; nos dicen lo que ya comentamos, que el nacimiento de Jesús no es un mito, sino un hecho histórico que ocurre en un lugar y momento concretos. ¿Qué pintan el emperador Augusto y el gobernador Quirino en los escritos evangélicos? Pues eso, certificar que no estamos hablando de leyendas sino de historia. Muy importante esto.

Dice el relato que Jesús nace en circunstancias dolorosas, durante un largo viaje que el Emperador  obliga a hacer a sus padres para que se empadronen en su ciudad natal; unos padres que deben inscribirse en el censo de un imperio que ellos no han escogido, pero al que deben pagar puntualmente sus impuestos; ese era el objetivo del censo: asegurarse el pago, o lo que es lo mismo, poder explotar con cargas financieras a los pobres. Y Dios, que escribe derecho con renglones torcidos, aparece en la historia en esas circunstancias de injusticia. Nace en lo más bajo, tal vez porque así su lenguaje será entendido por todos. 

Aceptando esto, procura huir  de la Navidad del mito, que la reduce a sentimentalismo y beatería.  Acoge la Navidad como un toque a tu historia, porque el nacimiento del Niño-Dios no es un cuento, un mito intemporal y a-espacial, sino un acontecimiento, un hecho para ti "aquí y ahora". Navidad no es pasado (nació) ni futuro (nacerá), es presente, presencia de Dios (nace). "Hoy es el día de la gracia, Hoy  es el día de la salvación" (2 Cor 6,2). La Navidad conmueve las entrañas, desentumece los brazos, y mueve a la acción. El niño que calla ante la imposición imperialista que le obliga a nacer en una cueva de Belén, no callará ante el sistema demoníaco que hace del mundo un infierno. Si no percibes lo injusto de nacer en Belén, lejos del hogar, y no sientes una llamada a trabajar por la justicia, deberías "mirarte tu navidad".



2) “No tenían sitio en la posada”. Es una imagen muy socorrida para abrirnos los ojos a la solidaridad. A Dios mismo se le cierran las puertas de su casa. “Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron (Jn 1,11)”. La luz no es fácil de percibir cuando las tinieblas del pecado oscurecen los ojos. Durante el tiempo de Adviento se nos ha invitado a preparar el camino al Señor, a hacer una buena penitencia, a abrir nuestro corazón a la venida del Salvador.

“Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap,3,20); Cristo Jesús llama a tu puerta en Navidad. ¿Le abrirás? No sé qué harás, pero una cosa es segura: Él sí tiene las puertas abiertas para ti. Él mismo dice “yo soy la puerta” (Jn 10,9). En Navidad se abre la puerta de Dios,  la puerta de la Vida, las puertas del Reino de los cielos, para ti.

Muy importante es dejar que Dios entre en tu vida; pero más importante aún es que tú entres en la vida de Dios, en su Evangelio. Jesús viene para ser “puerta” abierta, brazos abiertos, para que entres en Dios y te dejes acunar por Él; con Jesús, que come con publicanos y pecadores, contigo, se te abren las puertas de la misericordia. Esto es Navidad.

3) “Había unos pastores… y un ángel del Señor se les presentó… Se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis”. ¿No nos recuerda esto a otra aparición de ángeles? “No temáis… no está aquí, ha resucitado” (cf Mt 28,5-6).

No tengáis miedo a Dios; Herodes le tendrá miedo y querrá quitárselo de en medio; igualmente los poderosos del momento (saduceos, fariseos, ...) querrán eliminar a Jesús, porque les hace la competencia –o al menos eso piensan ellos-; en contraposición, unos pastores, adelanto de aquellos que serán discípulos y apóstoles, acogen el anuncio del ángel y lo transmiten a los que encuentran en su camino; son los primeros evangelizadores: “Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores (Lc 2,18).

No tengas miedo a Dios, porque Dios es inofensivo. ¿Algo más inofensivo que un bebé? Míralo y déjate mirar por Él; y luego, cuenta a otros lo que has visto.


4) "Os traigo la gran noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Una señal: un niño fajado, envuelto en pañales; acostado en un pesebre; la tradición iconográfica de oriente suele pintar a Jesús totalmente aprisionado en las gasas, y acostado en un pesebre que más bien parece un pequeño sepulcro. Esa es la señal.

¿Cuál es la señal del cristiano? La santa cruz. Ese niño envuelto en debilidad, atado a la tierra, Dios-débil, es el mismo que será crucificado, “debilidad” del amor de Dios clavado en la cruz. En cierto sentido el amor es “débil”; “Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte” (1 Cor 1,27). El amor nos hace vulnerables.

Vulnerabilidad, debilidad, de Cristo en la cruz; arrodillarte ante el Belén es arrodillarte ante la cruz (recuerda el acto de “adoración” de la cruz del Viernes Santo), o, lo que es aún más exigente, arrodillarte ante el Santísimo expuesto,  o ante el Sagrario, “Belén viviente” expuesto todo el año; Dios con nosotros en la tienda del encuentro.

Navidad es un buen tiempo para hacerte débil, vulnerable en el amor. No temas emocionarte y llorar; no temas ser criticado por tu "debilidad de amor", por tu decisión de amar más allá de los cánones que te impone tu "personaje". La belleza de la vida no está en el egoísmo inmutable, encallecido e insensible; la hermosura brilla en la debilidad en la que nos sumerge el amor. Cada toque de amor que recibas estos días es un requiebro del amor de Dios que te va llevando a desearle a Él más y más. Sólo en el Niño-Dios va a encontrar remedio tu herida de amor.  

5) “Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.

Dios ama a todos. A todos desea la paz. El Salvador ha venido para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3). La Navidad es “universal” (católica); no puede reducirse a unos pocos, aunque esos pocos sean los que externamente la celebramos. Ese niño que nace en Belén viene para reconciliar a todos los hombres de todos los lugares y tiempos.

La Epifanía de Dios no tiene fronteras. El día 6 de Enero se nos recordará; judíos, griegos, paganos de todo tipo, tienen abierta una puerta para entrar en la vida de Dios. La Navidad es misionera, porque el Hijo de Dios ha sido enviado a anunciar a los hombres la Buena Noticia; y sus seguidores no pueden menos que hacer lo mismo que el Hijo, que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).

"En la tierra paz a los hombres que Dios ama”. Paz para Ucrania, paz para Rusia, paz para Siria, paz para cualquier pueblo en guerra, paz para todos, paz  para ti. ¿Sabes que Dios te ama? Deja que su voz susurre en tu silencio: "¡N. Te quiero!". Aquí tienes un buen ejercicio de contemplación para estos días. Contemplar, mirar, el amor que Dios te tiene. Mucho antes de que tú le amaras, antes de tu conversión, ya te tenía Él en su corazón. Gózate en esta Buena Nueva: "¡Siempre he estado contigo -te dice-, y hoy, con mi Natividad, vengo a decírtelo!". Sumérgete en la paz que da saberte en brazos de Dios.
 
* * *
 

Unidos a la Iglesia y al mundo entero, celebremos y gocemos la Navidad del Señor, su inmenso amor a los hombres. Dios nos ama; y “si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rm 8,31).

¡FELIZ NAVIDAD DEL SEÑOR!

Diciembre 2022
Casto Acedo Gómez. 

martes, 20 de diciembre de 2022

San Pedro. Horarios de Navidad.

  

Parroquia de San Pedro Apóstol

SAN PEDRO DE MERIDA

Horarios de celebraciones Navidad 2022-2023

 




Sábado, 24 de diciembre (Nochebuena)
19 h. Misa de Vísperas de Navidad

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Domingo 25 de diciembre de 2022
12 h. Misa Solemne de Navidad

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26 al 30 de diciembre
No hay misas

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Sábado , 31 de diciembre (Nochevieja)
19 h Misa de vísperas

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Domingo 1 de Enero (Año nuevo)
12 h. Misa de Santa María Madre de Dios

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Martes, 3 y Jueves 5 de Enero
19 h. Misa

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Jueves 5 de Enero , vísperas de Reyes
19 h Misa de vísperas

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Viernes 6 de Enero, día de Reyes
11 horas Misa de Epifanía

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Sábado 7 de Enero
19 h. Misa de Vísperas

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Domingo 8 de Enero
12,30 h. Misa del Bautismo del Señor.





¡Participa en los cultos ce tu parroquia!



Casto  Acedo.


Trujillanos. Misas de Navidad

Parroquia de la Santísima Trinidad

TRUJILLANOS

Horarios de celebraciones 

NAVIDAD 2022-2023 

 


MISAS 
Sábado 24 de diciembre (Nochebuena)
20 h. Misa de Vísperas de Navidad

* * *
Domingo, 25 de diciembre 
13 h. Misa Solemne se Navidad.

*** 
26 al 30 de diciembre
No hay misas.

* * *
Sábado, 31 de diciembre (Nochevieja)
20 h. Misa de Vísperas

* * *
Domingo, 1 de Enero (Año Nuevo)
13 h. Misa; Santa María Madre de Dios

* * *
Miércoles, 4 de Enero
19 h. Misa

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Jueves, 5 de Enero 
20 h. Misa de vísperas de Reyes

* * *
Viernes, 6 de Enero 
12,30 h. Misa Solemne de Epifanía

***
Sábado 7 de Enero
20 h. Misa de vísperas

***

Domingo 8 de Enero , Bautismo del Señor. 
12,30 h. Misa de la fiesta



Esperamos tu participación 
en los actos de culto. 
Gracias., 


Casto Acedo.  


sábado, 17 de diciembre de 2022

María y José (IV Adviento. 18 de diciembre)


EVANGELIO
Mateo 1,18-24.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.

Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

¡Palabra del Señor!

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En el segundo domingo de Adviento contemplábamos al profeta Isaías y a san Juan Bautista como heraldos de la esperanza; y a ellos añadimos a la Virgen María en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Hoy vuelve a aparecer María en los textos: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros". Esta profecía aplicada a la Virgen anuncia que será la Madre del Señor. También el Evangelio habla de María, pero en íntima relación con san José su esposo; "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados".

Los protagonistas en este domingo previo a la Navidad son los padres de Jesús, que se nos presentan como el ejemplo más evidente de cómo preparar la Navidad. Ellos vivieron la preparación del nacimiento con el esmero y cuidado de unos padres que esperan el nacimiento de su primogénito.

No tuvieron la suerte de que todo saliera a su gusto; hubieron de gestionar tanto la aceptación del embarazo como el parto en circunstancias adversas. Debieron soltar muchas cosas; antes de la anunciación ellos tendrían sus planes, pero la irrupción de Dios en sus vidas lo cambió todo.

El mismo evangelio de hoy nos expone lo dramático de la situación: “María estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo". Imagina los sentimientos de José al enterarse de que la mujer a la que amaba y con la que ya había formalizado los desposorios le ha traicionado; sus ilusiones debieron venirse abajo. Lo más lógico es que surgiera en él un punto de rabia; pero no se refleja en su corazón desprecio ni violencia hacia María. El amor sigue estando ahí: "José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto”. Donde todos emitirían un un juicio de condenación sin embargo José perdona. Piensa que María no ha estado a la altura, pero ante el hecho que se le presenta (la infidelidad estaba castigada con la lapidación) pone la misericordia en lugar de la ley.

Aquí tenemos una pista para preparar la venida del Señor: soltar la ley, aflojar el espíritu legalista de nuestra fe, esperanza y amor. No es despreciarla, porque la ley cumple su función de poner en evidencia la falta, sino anteponerle la misericordia como mejor respuesta. La ley, más que premiar a quien la cumple (¿te premian porque te paras ante el semáforo en verde?), se usa para castigar a quién no la respeta; su pedagogía es negativa.  La misericordia, sin embargo, restituye al pecador su dignidad perdida. José es ejemplo de cómo Dios se abre paso en la historia a través de personas que están dispuestos a cambiar sus planes anteponiendo la compasión a la imposición del “esto tiene que ser así porque lo manda la ley, o la costumbre, o lo que siempre se ha hecho”. Si algo va a hacer el Niño que nace en Navidad es darle un giro a la idea de un Padre Dios legalista y vengativo; Dios es pura misericordia y compasión, amor sin límites; dispuesto a ser el último para devolvernos la pureza original de nuestra naturaleza.

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La Virgen en la anunciación dijo fiat, “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). José dio también su “sí”. Cuando se despertó del sueño en que le habló el Ángel, “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”. Es decir, aceptó también la misión de llevar adelante el Misterio que Dios le revelaba.

María y José dijeron sí a Dios, y se dijeron sí mutuamente en la Alianza Nupcial. Y es importante anotar que en sus vidas su sí personal y mutuo no generó contradicción ni conflicto alguno con su sí a Dios, porque el amor a Dios no anula ni empobrece el amor matrimonial y familiar; al contrario, lo  enriquece.

Cuando el demonio entra en la vida de una persona decimos que toma posesión de ella; por eso a los endemoniados se les llama “posesos” o “poseídos”, que no es otra cosa que decir “esclavos del mal”. Dios no actúa así. No se apodera con violencia o engaño del corazón de la persona, sino que obra con dulzura, pidiendo permiso. Dios no se apropia de nadie, encuentra aposento en quien libremente le recibe en su casa. Así lo hizo María en la Anunciación (cf Lc 1,26-38), y así lo hizo José respondiendo al sueño revelador de los planes de Dios. La feliz pareja se vio sorprendida por un gesto de amor inesperado de parte de Dios. 

Situados ante la vocación de acogida a la que Dios les invitaba imagino en ellos una mezcla de sentimientos de gozo, responsabilidad y temor. Su vida debió de cambiar mucho a partir del día en que con su matrimonio asumieron la tarea de formar una familia que acogiera al Niño que ella esperaba.

El “sí” de su amor mutuo se fundió con su “sí” a Dios. ¡Hermoso programa de vida familiar! Con su amor hicieron visible el amor de Dios incluso antes de que naciera Jesús; ellos mismos se hicieron sacramento de Dios, porque donde hay amor, allí está Él (cf 1 Jn 4,7-21).

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La meta del Adviento es soltar estorbos e impedimentos a la gracia de Dios, dejarte empapar por la misericordia divina y dejar que fluya libremente allí donde te encuentres.

Cercana su venida, Dios pide permiso para entrar en tu vida. ¿Estás dispuesto a acogerlo? En la preparación inmediata a la Navidad no debería de faltar una buena celebración sacramental de la penitencia; celebración que no ha de quedar reducida a un rito, un “cumplimiento”; ¡ay si José hubiera limitado a cumplir la ley!, María habría sido juzgada y condenada. Celebrar la penitencia es entrar en la senda de la conversión al Niño, ponerte en camino de ser bueno, acogedor, misericordioso, cercano al pobre y desvalido, abierto a Dios y a los que te rodean. Celebrar la Navidad es encender una lámpara en tu corazón.

¡Feliz Domingo cuarto de Adviento!

Diciembre 2022
Casto Acedo

viernes, 9 de diciembre de 2022

Alegría (III de Adviento. 11 de diciembre)

TEXTOS

“El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios” (Is 35,1-2).

“Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!” (Mt 11,2-5)

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«Mirad a los cristianos. Siguen a un resucitado, pero sus caras son de muertos. ¿Cómo voy a creer a estos cristianos que, siguiendo a un salvador, no tienen cara de redimidos?»Lo dijo hace más de un siglo F. Nietzsche, nihilista y ateo confeso. Ha pasado mucho tiempo y hace unos años esa misma idea la volvimos a ver promovida por grupos afines al nuevo ateísmo de Oxford, que hicieron campaña anti-religiosa con un eslogan que pasearon en autobuses urbanos de varias ciudades europeas: «Probablemente Dios no existe. No te preocupes. Disfruta de la vida».

Estas afirmaciones esconden una concepción de Dios y de la fe como algo oscuro y triste. No son pocos los que consideran la religión como un código de prohibiciones que limitan la felicidad del adepto. Pero ¿responde esa apreciación a la realidad del cristianismo de hoy? Muchas veces hemos escuchado aquello de que "un cristiano triste es un triste cristiano", una frase que expone el problema y nos obliga a pensar cómo vivimos cada uno nuestra fe personal y comunitaria. Y no solo pensarlo de cara a la galería sino también de cara a uno mismo. ¿Merece la pena engañarnos poniendo cara sonriente si de veras la felicidad no riega nuestras entrañas?

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El domingo tercero de Adviento es conocido como el domingo gaudete o de la alegría: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa, ... festejará con gozo y cantos de júbilo" proclama Isaías (35,1-2); en el evangelio el Bautista señala motivos para alegría: "Id y anunciad lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; lo s  leprosos quedan limpios y los sordos oyen; os muertos resucitan y a los pobres ese le anuncia la buena noticia". Estos textos de la liturgia de este domingo ponen de manifiesto que lo propio de quien cree en el Dios de Jesucristo es el gozo, la felicidad, la luz. Sin embargo ¿por qué a veces damos la impresión de tristeza y abatimiento? 

Tal vez el problema de la imagen gris que transmitimos tenga so origen en la educación religiosa recibida, más centrada en el cómo (moralidad, ascética) que en el qué (teología mística, experiencia viva de Dios) de la fe; falta vivencia interior, y como no se puede dar lo que no se tiene, no hay manera de plasmar en nuestros rostros la alegría de la Pascua.

 ¿No resulta absurdo hablar de “obligación de ir a misa” cuando nos referimos a la participación en el gozo de la Eucaristía dominical? ¿Tendría sentido una ley que obligara a una madre a amar a su hijo? La religión, y dentro de ella sacramentos de gozo como son la Eucaristía y la Reconciliación, más que una ayuda para encarar la vida con alegría es entendida por muchos como una ingrata sobrecarga añadida a sus múltiples esfuerzos por ser buenos cristianos. Por eso la impresión que damos es la de personas más encadenadas a Dios que liberadas por Él. ¿Tendrá razón Nietzsche?

Hemos de dar un paso para adentrarnos en el misterio de la alegría como experiencia profunda. Normalmente buscamos la felicidad y con ella la alegría en cosas exteriores, en un cambio del entorno. Tendemos a confundir la alegría con el placer efímero, aunque este sea espiritual. O la confundimos con el éxito personal o eclesial: ¿Seríamos más felices si la Iglesia creciera en devotos?, ¿basta que se cumplan mis deseos para ser feliz?, ¿consiste el gozo profundo en cumplir los mandamientos?, el joven del evangelio decía cumplirlos pero seguía insatisfecho: "Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?" (Mt 18,20).

¿Dónde se encuentra la verdadera alegría? Hay una florecilla de san Francisco que me impresionó desde el momento en que tuve noticia de ella y gusto de referirla una y otra vez. El relato descoloca la lógica mundana de nuestros pensamientos, pero  nos ayuda a entender de dónde nace y dónde se encuentra la verdadera alegría.

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El bienaventurado Francisco, en Santa María de la Porciúncula, llamó a fray León, que acudió a su lado y se dispuso a escuchar y escribir:

-Héme aquí preparado.

-Escribe –dijo Francisco– ¿cuál es la verdadera alegría?.

Imagina que viene un mensajero y dice que todos los maestros de la universidad de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría.

Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra entran a formar parte de nuestra hermandad. Escribe: No es la verdadera alegría.

Imagina también que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; o que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.

Pero, entonces, ¿cuál es la verdadera alegría? -repuso el hermano León-.

Piensa, hermano, que volvemos de Perusa y en mitad de una noche oscura llegamos aquí, a nuestra casa. Es tiempo de invierno, de lodos y de frío, hasta el punto de que se forman canelones de agua congelada en las extremidades de la túnica que hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas.

Envueltos en lodo, frío y hielo, llegamos a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, molesto por lo intempestivo de la hora, acude el hermano portero y pregunta: -¿Quién es? Yo respondo: -El hermano Francisco y el hermano León. Y él dice: Fuera; no os conozco, melindres, no es una hora decente para andar mendigando por los caminos; no entraréis. E insistiendo yo de nuevo, me responde otra vez: no os conozco, no os puedo abrir a esta hora.

Y yo de nuevo de pie en la puerta le digo: Por amor de Dios, abridnos. Y él responde: No lo haré. Iros al lugar de los Crucíferos y pedid allí.

Sigo insistiendo, y el hermano portero, perdida la paciencia, con un palo nudoso en sus manos, sale afuera y nos apalea a los dos dejándonos ensangrentados, bañados en lodo y ateridos de frío en la oscuridad de la noche.

Si en esas circunstancias, hermano, hemos tenido paciencia y no nos hemos alterado ni siquiera un ápice, y no hemos proferido palabra de reproche o deseado mal alguno al hermano portero, ahí está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la verdadera caridad.

Escribe, hermano León.

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En esta lección franciscana, difícil de entender desde una visión superficial de la realidad, queda claro que la verdadera alegría no es cosa que nos pueda llegar desde fuera, sino algo que nace dentro. Hay cierto gozo en que ocurran cosas buenas, como sería el hecho de que la orden franciscana tenga éxito o que todos los infieles se conviertan; o que yo llegue a ser un cristiano cumplidor y a través mío se acerquen muchos a Dios;  pero esos toques de gozo externo carecen de la firmeza propia de la perfecta alegría. ¿Qué ocurre si cambian las condiciones externas y no hay ni conversión de infieles, ni éxito de la orden franciscana, y aunque lo intento nadie se acerca a Dios por mi palabra? Si la felicidad es causada desde el exterior la alegría mostraría su imperfección. 

La explicación de san  Francisco va más a la raíz. La perfecta alegría no se escandaliza por las dificultades, los rechazos, las tribulaciones, porque su fuente no está en nuestros deseos sino en la adhesión a la cruz de Cristo, en la búsqueda y aceptación de la voluntad de Dios. "Considerad como perfecta alegría, hermanos -dice la carta de Santiago- el estar rodeados de pruebas de todo género. Tener en cuenta que al pasar por el crisol de la prueba vuestra fe produce paciencia, y la paciencia completará la obra de Dios, de manera que seáis perfectos y cabales, sin deficiencia alguna" (Sant 1,2-4). 

La felicidad y alegría dependen mucho de lo que se espera. Cuando mis esperanzas se confunden con mis deseos difícilmente seré feliz; todas las circunstancias exteriores a mi persona tendrían que coincidir con mis esperanzas. Pero si  abandono "mis esperanzas" y pongo la esperanza sólo en Dios, (¡esto es esperar en Adviento!) es posible que pueda estar alegre, porque sólo con Dios tengo garantías de estabilidad en medio de las pruebas de la vida. 

Referida esta florecilla franciscana no podemos dejar de mencionar el evangelio de las bienaventuranzas, que culmina con una afirmación aparentemente contradictoria:   "Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía. Alegraos y regocijaos" (Mt 5,11-12). Ésta, como las demás bienaventuranzas, canta la perfecta alegría evangélica. 

¿Cómo se puede estar alegre y feliz al tiempo que se sufren persecuciones y calumnias? Es la paradoja de la cruz; nunca se entenderá. Vivir esto es un don de Dios. Quien recibe esta gracia permanece firme en las tribulaciones, su firmeza no la puede derribar ni entristecer ninguna tragedia humana, por dolorosa que sea. Quien vive en la perfecta alegría no está libre del dolor, pero el sufrimiento que pueda conllevar es absorbido por la serena alegría interior.  

"Si en esas circunstancias, hermano León, hemos tenido paciencia y no nos hemos alterado ni siquiera un ápice, y no hemos proferido palabra de reproche o deseado mal alguno al hermano portero, ahí está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la verdadera caridad". La alegría verdadera está arraigada en el corazón y es el fruto del abajamiento a una humildad extrema capaz de perdonar al hermano portero que te apalea en su ignorancia, y capaz incluso de ver en ese suceso un motivo para dar gracias a Dios, que da en estas cosas la oportunidad para crecer en paciencia, bondad y misericordia.


Recuerda a Jesús en Belén. No parece haber muchos motivos de alegría en las circunstancias de su nacimiento: lejos de casa, sin posada, alojado en un establo y colocado en un pesebre. Pero muchos se alegraron de su nacimiento; entre ellos José y María, sus padres; y también los pastores; gente humilde. Está claro que su alegría no la motivaron brillos exteriores sino la contemplación del misterio de la presencia y cercanía de Dios,  que es la fuente de la alegría capaz de superar todas las dificultades que puedan salirle al paso.

La consciencia del amor de Dios, no de nuestro amor a Él sino de su amor por nosotros, es la clave de la alegría cristiana. Convéncete: Dios te ama. Si crees esto de veras ¿no brotará en ti la alegría?  Y si Dios te ama,  si Dios es amor, ¿no estará la verdadera alegría en amar? Así es, hay más dicha en dar amor que en recibirlo. Quién mira más por el prójimo que por sí mismo ha encontrado la felicidad.  Imagina a san Francisco perdonando la ignorancia del fraile que le apalea, y hallando en ello motivo de alegría; no porque fuera masoquista y disfrutara sufriendo, sino por experimentar en la propia carne que amar es siempre más gratificante que odiar. Si es así,  ¿por qué no lo pruebas estos días? 

La alegría del Adviento está ligada a la esperanza en Dios a pesar de las contrariedades. No nos alegran los días nuestros caprichos navideños sino el amor de Dios que en un arrebato de amor se ha encaprichado con nosotros.

Feliz domingo de la alegría.

Diciembre 2022
Casto Acedo