sábado, 24 de diciembre de 2022

Navidad (25 de diciembre)

¿Qué sería de la Navidad si prescindiéramos del relato que san Lucas hace del nacimiento de Jesús? (2,1-14). Es importante saber que la Navidad nace de un hecho histórico. Puede que muchos de los relatos bíblicos den sensación de mitos, de leyendas que no ocurrieron en el tiempo; pero es sólo la sensación, porque tras los relatos de la creación, de la caída, de Caín y Abel o del diluvio, hay unos acontecimientos reales: hay una naturaleza creada, hay un ego que engaña al yo para alejarle de su esencia, hay hermanos que están en guerra, catástrofes fruto de la sobreexplotación de la tierra, etc., hay historia.

En los últimos años ha habido una tendencia a "desmontar la Navidad" recurriendo a teorías que tienen su parte de verdad, pero no son toda la verdad. Es cierto que la Navidad se coloca como fiesta en la fecha del solsticio de invierno, día del "sol invicto" para los romanos y para otras culturas. Los primeros cristianos nunca supieron el día exacto del nacimiento de Jesús, pero al fijar una fecha echan mano de la fiesta pagana del sol naciente dándole un sentido teológico; se dijeron: este día celebramos el nacimiento de Cristo, encarnación de Dios, a quien simboliza el astro rey: “nos visitará el sol que nace de lo alto”, Lc 1,78); Cristo es el Sol que nos ilumina, la luz que nos ha nacido.

El nacimiento de Jesus es historia.  Y esto diferencia al cristianismo de las demás religiones; nosotros afirmamos algo inaudito: Dios se ha hecho hombre, ha entrado en la historia de la humanidad, el Eterno e Infinito se somete a las limitaciones del espacio y el tiempo, se ha abajado a ser uno de nosotros, semejante en todo menos en el pecado. Misterio incomprensible sólo explicable como misterio de amor. Si no tenemos claro esto y reducimos la Navidad a mito,  si no hay "nacimiento histórico de Dios en Jesús" no hay Esperanza (con mayúsculas, esperanza abierta a un futuro siempre nuevo) y nos quedaría sólo la minúscula esperanza  del eterno retorno de lo mismo (esperanza cerrada, que se cumplan cada año unas expectativas deseadas).

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El pasaje de san Lucas, por tanto, no es una leyenda que emociona sino una memoria, un relato generador de cambios en la persona y en el mundo.  Traigamos a  consideración algunos versículos del  Evangelio de la Natividad.

1) “Salió un decreto del emperador Augusto..., durante el mandato de Quirino”. La serie de datos históricos que  nos da en el evangelio de Lucas no son baladíes; nos dicen lo que ya comentamos, que el nacimiento de Jesús no es un mito, sino un hecho histórico que ocurre en un lugar y momento concretos. ¿Qué pintan el emperador Augusto y el gobernador Quirino en los escritos evangélicos? Pues eso, certificar que no estamos hablando de leyendas sino de historia. Muy importante esto.

Dice el relato que Jesús nace en circunstancias dolorosas, durante un largo viaje que el Emperador  obliga a hacer a sus padres para que se empadronen en su ciudad natal; unos padres que deben inscribirse en el censo de un imperio que ellos no han escogido, pero al que deben pagar puntualmente sus impuestos; ese era el objetivo del censo: asegurarse el pago, o lo que es lo mismo, poder explotar con cargas financieras a los pobres. Y Dios, que escribe derecho con renglones torcidos, aparece en la historia en esas circunstancias de injusticia. Nace en lo más bajo, tal vez porque así su lenguaje será entendido por todos. 

Aceptando esto, procura huir  de la Navidad del mito, que la reduce a sentimentalismo y beatería.  Acoge la Navidad como un toque a tu historia, porque el nacimiento del Niño-Dios no es un cuento, un mito intemporal y a-espacial, sino un acontecimiento, un hecho para ti "aquí y ahora". Navidad no es pasado (nació) ni futuro (nacerá), es presente, presencia de Dios (nace). "Hoy es el día de la gracia, Hoy  es el día de la salvación" (2 Cor 6,2). La Navidad conmueve las entrañas, desentumece los brazos, y mueve a la acción. El niño que calla ante la imposición imperialista que le obliga a nacer en una cueva de Belén, no callará ante el sistema demoníaco que hace del mundo un infierno. Si no percibes lo injusto de nacer en Belén, lejos del hogar, y no sientes una llamada a trabajar por la justicia, deberías "mirarte tu navidad".



2) “No tenían sitio en la posada”. Es una imagen muy socorrida para abrirnos los ojos a la solidaridad. A Dios mismo se le cierran las puertas de su casa. “Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron (Jn 1,11)”. La luz no es fácil de percibir cuando las tinieblas del pecado oscurecen los ojos. Durante el tiempo de Adviento se nos ha invitado a preparar el camino al Señor, a hacer una buena penitencia, a abrir nuestro corazón a la venida del Salvador.

“Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap,3,20); Cristo Jesús llama a tu puerta en Navidad. ¿Le abrirás? No sé qué harás, pero una cosa es segura: Él sí tiene las puertas abiertas para ti. Él mismo dice “yo soy la puerta” (Jn 10,9). En Navidad se abre la puerta de Dios,  la puerta de la Vida, las puertas del Reino de los cielos, para ti.

Muy importante es dejar que Dios entre en tu vida; pero más importante aún es que tú entres en la vida de Dios, en su Evangelio. Jesús viene para ser “puerta” abierta, brazos abiertos, para que entres en Dios y te dejes acunar por Él; con Jesús, que come con publicanos y pecadores, contigo, se te abren las puertas de la misericordia. Esto es Navidad.

3) “Había unos pastores… y un ángel del Señor se les presentó… Se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis”. ¿No nos recuerda esto a otra aparición de ángeles? “No temáis… no está aquí, ha resucitado” (cf Mt 28,5-6).

No tengáis miedo a Dios; Herodes le tendrá miedo y querrá quitárselo de en medio; igualmente los poderosos del momento (saduceos, fariseos, ...) querrán eliminar a Jesús, porque les hace la competencia –o al menos eso piensan ellos-; en contraposición, unos pastores, adelanto de aquellos que serán discípulos y apóstoles, acogen el anuncio del ángel y lo transmiten a los que encuentran en su camino; son los primeros evangelizadores: “Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores (Lc 2,18).

No tengas miedo a Dios, porque Dios es inofensivo. ¿Algo más inofensivo que un bebé? Míralo y déjate mirar por Él; y luego, cuenta a otros lo que has visto.


4) "Os traigo la gran noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Una señal: un niño fajado, envuelto en pañales; acostado en un pesebre; la tradición iconográfica de oriente suele pintar a Jesús totalmente aprisionado en las gasas, y acostado en un pesebre que más bien parece un pequeño sepulcro. Esa es la señal.

¿Cuál es la señal del cristiano? La santa cruz. Ese niño envuelto en debilidad, atado a la tierra, Dios-débil, es el mismo que será crucificado, “debilidad” del amor de Dios clavado en la cruz. En cierto sentido el amor es “débil”; “Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte” (1 Cor 1,27). El amor nos hace vulnerables.

Vulnerabilidad, debilidad, de Cristo en la cruz; arrodillarte ante el Belén es arrodillarte ante la cruz (recuerda el acto de “adoración” de la cruz del Viernes Santo), o, lo que es aún más exigente, arrodillarte ante el Santísimo expuesto,  o ante el Sagrario, “Belén viviente” expuesto todo el año; Dios con nosotros en la tienda del encuentro.

Navidad es un buen tiempo para hacerte débil, vulnerable en el amor. No temas emocionarte y llorar; no temas ser criticado por tu "debilidad de amor", por tu decisión de amar más allá de los cánones que te impone tu "personaje". La belleza de la vida no está en el egoísmo inmutable, encallecido e insensible; la hermosura brilla en la debilidad en la que nos sumerge el amor. Cada toque de amor que recibas estos días es un requiebro del amor de Dios que te va llevando a desearle a Él más y más. Sólo en el Niño-Dios va a encontrar remedio tu herida de amor.  

5) “Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.

Dios ama a todos. A todos desea la paz. El Salvador ha venido para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3). La Navidad es “universal” (católica); no puede reducirse a unos pocos, aunque esos pocos sean los que externamente la celebramos. Ese niño que nace en Belén viene para reconciliar a todos los hombres de todos los lugares y tiempos.

La Epifanía de Dios no tiene fronteras. El día 6 de Enero se nos recordará; judíos, griegos, paganos de todo tipo, tienen abierta una puerta para entrar en la vida de Dios. La Navidad es misionera, porque el Hijo de Dios ha sido enviado a anunciar a los hombres la Buena Noticia; y sus seguidores no pueden menos que hacer lo mismo que el Hijo, que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).

"En la tierra paz a los hombres que Dios ama”. Paz para Ucrania, paz para Rusia, paz para Siria, paz para cualquier pueblo en guerra, paz para todos, paz  para ti. ¿Sabes que Dios te ama? Deja que su voz susurre en tu silencio: "¡N. Te quiero!". Aquí tienes un buen ejercicio de contemplación para estos días. Contemplar, mirar, el amor que Dios te tiene. Mucho antes de que tú le amaras, antes de tu conversión, ya te tenía Él en su corazón. Gózate en esta Buena Nueva: "¡Siempre he estado contigo -te dice-, y hoy, con mi Natividad, vengo a decírtelo!". Sumérgete en la paz que da saberte en brazos de Dios.
 
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Unidos a la Iglesia y al mundo entero, celebremos y gocemos la Navidad del Señor, su inmenso amor a los hombres. Dios nos ama; y “si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rm 8,31).

¡FELIZ NAVIDAD DEL SEÑOR!

Diciembre 2022
Casto Acedo Gómez. 

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