viernes, 14 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (16 de Octubre)


EVANGELIO Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

¡Palabra del Señor!

* * *

El domingo pasado, a partir de la narración de la curación de los diez leprosos, de los cuales sólo uno volvió para dar gracias, veíamos dos modos de oración: la de petición “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”, y la de acción de gracias, uno de los diez leprosos curados “se volvió y se postró a los pies de Jesús dándole gracias”

Hoy el evangelio nos indica otra cualidad importante en la oración y por extensión a la vida cristiana: la perseverancia, que junto a la humildad, que se dejará ver en el evangelio del próximo domingo, completan toda una lección para quienes desea llevar una vida según Cristo.

Hablar de perseverancia en la sociedad que el Papa Francisco llama de la "rapidación”, donde se vive de manera acelerada y teniendo el consumo como objetivo prioritario, parece un atrevimiento mayúsculo; porque la perseverancia requiere paciencia, virtud poco amada ya que supone dilatar la consecución de lo que se espera o desea.

Muchos, por no decir todos los fracasos en la vida espiritual tienen como trasfondo la impaciencia. Se comienza a caminar en solitario o en grupos de fe con ilusión; normal si se tiene en cuenta que a la entrada en religión le suele preceder una vida de "cansancio vital". Pero más tarde o más temprano, el ideal de vida feliz que se esperaba de lo espiritual muestra su cara oculta: el aburrimiento y el hastío. 

* * *

La sociedad de consumo lo invade todo. No podemos negar que esta sociedad transforma a los alumnos de la universidad en proyectos de rentabilidad,  a los ancianos del geriátrico en clientes, al obrero en máquina de producción, al periodista en propagandista, al político en clérigo del bienestar o al intelectual en inventor de slogans. 

La espiritualidad y la religión no escapan a esta contaminación consumista. ¿No son consumistas las primeras comuniones, las bodas, los bautizos, e incluso las confirmaciones? La celebración de los sacramentos está cada vez más como orientada al consumo, y como tal requiere rapidez, desconexión con el espíritu crítico y sometimiento a los deseos superficiales de quien la recibe y al beneficio de quien negocian con ella. No hay tiempo (falta paciencia) para una preparación adecuada. 

Por otro lado, los grupos que parecen huir de la espiritualidad institucional repiten el esquema. La “nueva era” y movimientos afines ofrecen espiritualidades a la carta, prácticas de usar y tirar, centradas en el “qué bien estoy”, “qué bonito ha sido todo”, "cuánta energía he recibido", etc.; y cuando la "satisfacción espiritual" decae, me cambio a otra secta que esté más de moda donde  vuelva a reiniciar el proceso de ilusión-cansancio-abandono. 


Una vida espiritual auténtica sólo es posible desde la perseverancia en la fe. Santa Teresa insiste en ello:  "Tornando a los que quieren ir por él (camino de perfección o viaje divino) y no parar hasta el fin, ... digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo..." (Camino, 21,2). ¿No parece que la santa está describiendo la tenacidad de la a viuda del evangelio?

Sin perseverancia no hay avance en la vida interior. La viuda del evangelio espera justicia, pero las circunstancias no son las más apropiadas. La definición que por dos veces se da del juez de la parábola es lacónica y pone en evidencia el muro con el que se encuentra la fe, la realidad de un mundo “que ni cree en Dios, ni le importan los hombres”. ¿No es el ateísmo y la indiferencia una buena definición del ser íntimo del consumismo? Sólo me importo yo y mis intereses?

Queda claro que el mundo del consumo no está por la labor de mirar a Dios y potenciar el espíritu fraternal de la comunión de bienes.  Por eso, como el juez de la parábola, no hace caso al Evangelio. 

Pues bien, en un mundo de increencia e indiferencia toca hoy ser cristianos. ¿Cómo? Con ingenio y perseverancia en buscar y practicar lo que es justo y verdadero. Esto sólo es posible desde la constancia en la escucha de la Palabra de Dios como antídoto frente a la seducción del consumismo, desde la práctica de la oración constante para no dejar resquicio al diablo (Ef 4,27), y desde la perseverancia en la lucha por la justicia más allá de los convencionalismo políticos y sociales.

* * *


La viuda tenía motivos para desilusionarse y abandonar su militancia espiritual, pero no lo hizo, y siendo persistente en su clamor día a día logró derribar el muro del ateísmo y la desidia que parecía infranqueable. 

La conclusión de la parábola es clara: la perseverancia, hija predilecta de la fe, todo lo alcanza.  Viene muy bien aplicar esto a nuestra vida personal (formación, oración, práctica de la caridad), eclesial (¿quién ha dicho que un persistente anuncio del evangelio no puede derribar el individualismo y el consumismo sacramental?) y social (si quieres puedes, quien no cesa en su empeño por cambiar el mundo lo puede lograr).

Termina el texto, y yo este comentario, lanzando al aire la misma enigmática pregunta de Jesús tras ensalzar la perseverancia de la viuda. “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Para pensárselo. 

¡Feliz domingo!

Casto Acedo. Octubre 2022

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