sábado, 6 de agosto de 2022

Al hilo de la palabra (7 de Agosto)

 

EVANGELIO Lc 12,32-37

Dijo Jesús a sus discípulos: 

«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo".

Palabra del Señor

 * * *

La semana pasada nos ponía el evangelio en guardia sobre cómo la muerte desvaloriza  lo que sobrevaloramos en vida. Siguiendo las palabras que se proclamaron entonces, el evangelio de san Lucas habla luego de la confianza en la providencia, invitando a no preocuparse del mañana más que del hoy, a contemplar a los pájaros y las plantas, que no se afanan por nada y Dios las sostiene dándoles vida y alimento (cf Lc 12, 22-29), y acaba  diciéndoles: por la comida y la supervivencia “se afana la gente del mundo, pero vuestro Padre ya sabe lo que necesitáis. Buscad más bien el reino, y él os dará lo demás” (Lc 12, 30-31).

Sigue el evangelio con el texto que hoy comentamos: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Tenemos aquí una llamada a soltar, a descargar la unvida de cosas, de negocios, de preocupaciones que no soportan la prueba de la finitud del hombre cuando se cruza con la infinitud de Dios. 

El evangelio de hoy es una invitación a relativizar todo trampantojo que se ofrece a nosotros como maravilloso, como fuente de la vida, pero que en realidad no es sino engaño,  apariencia, sueño, “representación de este mundo se termina” (1 Cor 7,31). 

La vida es sueño, recita Segismundo en la obra de Calderón de la Barca:

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Los negocios en los que solemos  poner la vida son invención de nuestra mente, fantasías que nuestro egocentrismo inventa para subsistir. Tan obsesionados estamos por vivir en ese mundo ficticio y de ensueño del “yo ideal”, que no nos damos cuenta de que ese mundo no existe, que es solo un constructo de nuestra imaginación. Por eso no nos satisface: ¡Todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende! 

Perseguimos propiedades, riquezas, distinciones, etc., con que mantener en pie el sueño de un personaje-facebook de cartón piedra, de pura apariencia. Por eso no entendemos la vida, ni hallamos sosiego, porque ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos, vivimos en un inexistente mundo de yupi. Ignoramos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Y lo peor de todo es que preferimos seguir engañándonos creyendo ser lo que nos gustaría ser (yo ideal) y gastando en ello nuestras energías.

Frente al “yo ideal” Jesús muestra el “ideal del yo”, es decir, la verdad de lo que cada uno es. Conocerse uno a sí mismo es el principio de todo camino de renovación espiritual. Sólo partiendo de él se puede vivir en la verdad. Y la verdadera identidad humana tiene un nombre: Jesucristo, Él es el ideal en persona y el ideal de persona. Si he sido creado a imagen y semejanza de Dios, y si Jesucristo es Dios hecho hombre, Jesús es el camino, la verdad y la vida que debo seguir si quiero encontrarme y vivirme a mí mismo. A eso vino al mundo, a mostrarme mi ser; a decirme quien soy; conocerle a Él es conocerme a mí; seguirle es encontrarme.

Vivir feliz es posible, para ello te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de su padre (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

Merece la pena meditar hoy esta frase: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”. Mira tu corazón. El mundo te propone riquezas que se apolillan y se pierden, Jesús te abre la puerta a otra dimensión: tu vida interior, tu corazón, un santuario donde todo adquieres sentido, un lugar donde se juega todo. Puedes poner tu corazón en lo exterior y material que te rodea o en lo interior y espiritual que te habita al tiempo que te envuelve.

¿Cómo hallar a Jesús? ¿Dónde encontrar la riqueza de su reino? * En la humildad (palabra que viene de humus, tierra, polvo), *en el reconocimiento de la fragilidad de la naturaleza humana, necesitada de la gracia de Dios para prosperar,  y *en la disponibilidad para el servicio a Dios en el prójimo: “¡dichosos los criados a los que el amo encuentre vigilantes cuando llegue”. ¿Qué va a ganar quien vive como Jesús? : el mismo Jesús "se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”. ¿Puedes imaginar un premio o un amor más grande? ¡aunque ninguno lo entiende!

Vivir feliz es posible, para ello te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de su padre (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

Merece la pena meditar hoy esta frase: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”. Mira tu corazón. El mundo te propone riquezas que se apolillan y se pierden, Jesús te abre la puerta a otra dimensión: tu vida interior, tu corazón, un santuario donde todo adquiere sentido, un lugar donde se juega el todo. Puedes poner tu corazón en lo exterior y material que te rodea o en lo interior y espiritual que te habita al tiempo que te envuelve. En el primer caso te pierdes, porque lo de este mundo pasa; en el segundo  ganas, porque el corazón atado al amor no pasa nunca (1 Cor 13, 8).

¿Cómo hallar a Jesús? ¿Dónde encontrar la riqueza de su reino? * En la humildad (palabra que viene de humus, tierra, polvo), *en el reconocimiento de la fragilidad de la naturaleza humana, necesitada de la gracia de Dios para prosperar,  y *en la disponibilidad para el servicio a Dios en el prójimo: “¡dichosos los criados a los que el amo encuentre vigilantes cuando llegue”. ¿Qué ganará quien  vive como Jesús?: el mismo Jesús "se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”. ¿Puedes imaginar como premio un amor más grande?

* * *

Contempla a Jesús, que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9), ¡oh admirable misterio! El amo sirviendo al criado, Dios mismo sirviéndote  a ti. Lo  hace en la Eucaristía que celebras hoy. Ahí te enseña qué es llevar una vida eucarística, de comunión fraterna, de servicio. Aprenderás mucho meditando esto. 

Jesús es tu “ideal de yo”, un espejo donde mirarte y reconocerte. Si le adoras, si le estudias, si le dejas entrar en tu vida, si pones tu confianza en su reino, si le tienes fe, brotará en ti espontáneamente, casi sin esfuerzo, eso de vender todas tus posesiones y darlo en limosna; y al hacer eso no perderás nada sino que ganarás todo, porque tu corazón ha encontrado el único Tesoro por el que merece la pena invertir con alegría toda tu vida (cf Mt 13,44).

Donde está tu tesoro, está tu corazón. ¿Dónde está tu corazón? ¿En la ilusión de una vida ficticia e inalcanzable? ¿En la fragilidad de unos sueños egoístas? Busca el tesoro del reino, busca a Jesús y pon en segundo plano todo lo demás. Ganarás en libertad, alegría y autenticidad.

¡Feliz Domingo!

Agosto 2022

Casto Acedo

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