EVANGELIO
sábado, 30 de julio de 2022
Al hilo de la Palabra (31 de Julio)
sábado, 23 de julio de 2022
Al hilo de la Palabra (24 de Julio)
EVANGELIO
"Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación»". (Lc 11,1-4)
A continuación de este texto narra el evangelista san
Lucas la parábola del amigo inoportuno (Lc 11,5-12), donde cuenta que a un hombre se le presenta de noche la inesperada visita de un amigo que iba de viaje y no tiene
un pan para darle de comer; entonces importuna a otro amigo, un vecino que
duerme plácidamente, y que, por comodidad, no le abre a la primera; pero nuestro personaje insiste
hasta que le abre y consigue lo que necesita. Jesús alaba la insistencia de este
hombre como modelo de lo que tiene que ser la insistencia y perseverancia en la
oración: si el amigo que duerme responde a la llamada a fin de no ser molestado más, ¡cuánto más hará vuestro Padre del cielo que nos ama y no se molesta por nuestras peticiones!
* * *
Es importante orar con perseverancia e insistencia.
Pero también lo es orar con inteligencia; sobre todo cuando hacemos oración de
petición. He aquí una historia que cuenta Toni de Mello y que atribuye al
místico musulmán Sa'di de Shiraz:
“ Cierto amigo mío estaba encantado de que su mujer hubiera quedado embarazada. El deseaba ardientemente tener un hijo varón y así se lo pedía a Dios sin cesar, haciéndole una serie de promesas.
Sucedió que su mujer dio a luz a un niño, por lo que mi amigo se alegró enormemente e invitó a una fiesta a toda la aldea.
Años más tarde, volviendo yo de La Meca, pasé por la aldea de mi amigo y me enteré de que estaba en la cárcel. «¿Por qué? ¿Qué es lo que ha hecho?», pregunté. Sus vecinos me dijeron: «Su hijo se emborrachó, mató a un hombre y salió huyendo. De manera que arrestaron al padre y lo metieron en la cárcel»”.
La historia concluye afirmando que es loable hacer oración
de petición, pero también es muy peligroso. ¿Por qué? Porque en nuestra
ignorancia no sabemos si lo que pedimos es bueno para nosotros y para el mundo.
Aun no habiendo mala voluntad por nuestra parte puede que ignoremos las consecuencias últimas de nuestras peticiones. De esa ignorancia quiso sacar Jesús a Santiago y Juan cuando les advierte sobre
su empeño en ocupar los primeros puestos en el Reino de Dios cuando éste llegare: “No sabéis lo que
pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?».” (Mt 20,22).
Ignoramos las
consecuencias que se puedan derivar de nuestras peticiones a Dios. Pero tenemos suerte, porque el mismo Dios pone los medios para que nuestra oración sea
acertada: “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no
sabemos pedir como conviene" (Rm 8,26). Expresa así san Pablo una enseñanza muy similar a
la de Jesús al animar a los que sufran persecución por su nombre: “Cuando os entreguen, no os preocupéis de
lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que
tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el
Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” (Mt 10,19-20).
La oración
es un acto esencialmente espiritual; y no sólo en el sentido de que es nuestro
espíritu el que se expresa en ella, sino espiritual porque en su grado más alto es el mismo Espíritu el que ora en nosotros y con nosotros y nos hace decir: "Abba, Padre!" (cf Rm 8,14-15). Cuando no nos dejamos llevar por el Espíritu
Santo en la oración corremos el peligro de hacer una “oración mundana”, que camina según mis intereses particulares, esperando que Dios se pliegue a
mis deseos. Una oración peligrosa que podemos desactivar invocando al Espíritu
Santo, para que sea Él y no yo quien marque el ritmo de mi oración.
Dada la importancia del Espíritu Santo en la vida espiritual no cabe duda de que el mejor modo de orar cristianamente sin equivocarse es hacerlo con oraciones inspiradas por Él.
Hay muchas en la Sagrada Escritura. De hecho, toda la Escritura es Palabra de Dios revelada bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por eso es aconsejable y merece la
pena orar con los Salmos, con el Magnificat de María (Lc 1,46-55) con el Benedictus de Simeón (Lc 1,68-79), o con cualquier oración o himno del
Antiguo o del Nuevo Testamento. Pero, sobre todo, merece la pena orar -al menos
tres veces al día- con el Padrenuestro, oración cristiana por excelencia.
Orando el Padrenuestro nunca te equivocas. A quien llega a la
perfección espiritual le basta esta oración.
* * *
Y ¿qué decimos y pedimos en el Padre nuestro? Tras invocar a Dios como Padre, lo cual supone ya un impulso del Espíritu Santo y un acto de abandono a la providencia divina, y desear de corazón que su nombre sea santificado sobre cualquier otro, pedimos que su Reino de paz, justicia y amor venga a nosotros; es decir, que su Evangelio sea el eje de mi vida y la piedra angular sobre la que se construya el mundo.
Aunque san Lucas no incluye la petición “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (cf Mt 6,10), al pedir que venga el Reino ya se estoy deseando y pidiendo a Dios que sea el motor de todo. Pido, por tanto, que el mundo y mi vida no sean lo que yo quiero sino lo que Él quiera; me encanta esta expresión: “dejar que Dios sea Dios”, permitir que el despliegue de mi ser y de la historia, el entorno físico, social y espiritual en el que vivo, lo marque Él y yo lo acepte con fe, y lo vida con esperanza y amor. Dejo que Dios sea Dios en los acontecimientos de mi vida, lo contemplo y me dejo llevar por lo que me inspira y me sugiere hacer en cada momento. En una palabra: pido que desaparezca de mi vida el ego, mi personaje de ficción y que Él sea el garante de mi identidad y el eje de todo lo que vivo, la fuente y el referente primero de mis actos.
Seguimos pidiendo: “Danos cada día nuestro pan
cotidiano”, dice san Lucas. Al pedir el pan corremos el riesgo de esperar que Dios nos dé
abundancia y hartura, pero no es eso; pedimos que nos de “el pan de cada día”; como
dice el libro de los Proverbios: “no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi
ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «Quién es el
Señor?»; no sea que robe por necesidad y ofenda el nombre de mi Dios” (Prov
30,8-9). En el medio está la virtud. Equilibrio. Confianza en la providencia. El pan de cada día, mañana Dios dirá. Cada día tiene su afán (Mt 6,34).
Sigue la oración del padrenuestro en san Lucas:” perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe”. Y aquí se nos revela la sabiduría del amor y el perdón. San Mateo añade, que “si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 5,14). No es que Dios no quiera perdonar o amar a quien no perdona ni ama, es que no puede hacerlo sin violentar su libertad. La puerta del corazón es una y no dos como pretenden los hipócritas. Es ignorancia pedir el perdón de Dios, abrir la puerta para que entre Él, y no perdonar al hermano, es decir, tener la puerta al mismo tiempo cerrada al prójimo y abierta a Dios. Quien honradamente y sinceramente pide perdón a Dios ha descubierto la riqueza de la misericordia y está dispuesto a perdonar al hermano. Lo contrario es hipocresía. No hay dos puertas en el corazón.
Finalmente, el Espíritu invita a reconocernos débiles, necesitados de Dios: “no nos dejes caer en tentación”. Importa pedir esto porque la soberbia nos hace creernos poderosos y autosuficientes cuando la verdad es que no podemos nada sin la gracia de Dios. “Sin mi -dice Jesús- no podéis hacer nada” (Jn 15,5). San Pablo lo entendió bien: “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12,16), porque es entonces cuando le doy al Espíritu Santo las riendas de mi vida. Deja, Señor, que sea yo, no hagas por mi nada que yo pueda hacer por mí mismo, pero no me dejes solo, no permitas que me aleje del camino recto.
* * *
* * *
Así que ya sabes, cuando ores no pidas al Señor barbaridades tales como que te toque la lotería, que le vaya mal al vecino al que odias o que tu vida sea un lecho de rosas. Tu avaricia, soberbia y comodidad serían tu perdición. No es que no puedas pedir a Dios bienes materiales para ti y los demás. Puedes pedirle, pero termina siempre diciendo: “si me conviene, le conviene a los otros, y si está en línea con tu voluntad concedermelo”.
Y aprende a orar con oraciones inspiradas. La oración litúrgica de la Iglesia (misa, oficio divino) es oración inspirada; en ella no falta la Palabra de Dios y la garantía que da la comunidad eclesial. Es más fácil equivocarse sólo que en comunidad. No sin razón Jesús enseña a orar diciendo “Padre nuestro” y no “oh Padre mío”. El Padrenuestro es la oración de la Iglesia, nuestra oración. Rezarla sin sentir el calor de los hermanos que cada día oran con estas palabras es un despropósito.
Padrenuestro. No dejes de rezar cada día, al menos tres veces, esta oración. Y párate en las palabras y su significado. Una contemplación asidua del Padrenuestro te descubrirá tesoros espirituales que ni siquiera sospechas.
¡Feliz domingo!
Julio
2022
Casto
Acedo.
sábado, 16 de julio de 2022
Al hilo de la Palabra (17 de Julio)
Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
“Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.-¿Quién eres? -dijo una Voz.-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.-Soy la madre de cuatro hijos.-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.-Soy una maestra de escuela.-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no aparecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿quién eres?-Soy una cristiana.-No he preguntado cuál es tu religión, sino ¿quién eres?No consiguió pasar el examen y fue enviada nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente”.
viernes, 8 de julio de 2022
Al hilo de la palabra (10 de Julio)
Un hombre que bajaba de Jerusalén loa Jericó cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
La conclusión primera que sacamos de esta parábola es muy simple: obras son amores y no buenas razones; es decir, no basta decir “¡Señor, Señor!” para entrar en el Reino, se requiere la vida, la ratificación de la palabra con los hechos (cf Mt 17,21). “El mandamiento -dice la primera lectura de hoy- está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas” (Dt 30,14), es decir, está en tu mano.
Todos conocemos la enseñanza de Jesús, su “mandamiento del amor”, pero ¿porqué no lo hago efectivo?, ¿qué me lo impide? Si lo importante en esto de amar está en la acción, ¿por qué se paralizan mis miembros cuando se presenta la ocasión?
* * *
Observemos a los personajes de la parábola. Son cinco: un hombre anónimo, un sacerdote, un levita, un samaritano y un
posadero.
Al personaje anónimo atracado y malherido podríamos identificarlo
con cualquier persona o grupo que es despojado de su dignidad, marginado o
directamente descartado. “lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon,
dejándolo medio muerto”. Representa a cualquier ser humano en situación de
necesidad que, “por casualidad”, se cruza en nuestro camino.
En la parábola merecen mención especial el sacerdote y el levita, prototipos de religiosidad en su vertiente moral, ritual o teológica. ¿Por qué no se paran y ayudan al herido? Las razones son tan incomprensibles como evidentes. Tal vez la primera de ellas es que viven tan fuera de sí mismos y de Dios, tan estresados, tan en su mundo, que, “aunque miran no ven”; su obsesión por lo urgente les impide ver lo importante. ¿No te ocurre con frecuencia? Te enfrascas en planes, proyectos, tareas, deberes, … y te olvidas de que ahí, a tu lado, tienes a tu pareja, tus hijos, tus padres, tus vecinos, tus compañeros de trabajo ,… y ni siquiera reparas en ellos.
Una segunda razón para la inacción ante situaciones de injusticia que reclaman la atención es la que expone el pastor y mártir M. Luther King en una homilía orientada a despertar la conciencia de quienes eran remisos al compromiso en la lucha contra la segregación racial. Comentando esta parábola señala al miedo como la razón por la que el levita y el sacerdote decidieron pasar de largo. Puede que vivieran el miedo a que los salteadores estuvieran aún al acecho para caer sobre ellos; o incluso puede que el herido no fuera sino un impostor que finge estar herido para a traer incautos caminantes que serían presas fáciles de atrapar.
“Puedo imaginar entonces que la primera pregunta que se hicieron el sacerdote y el levita fuera: “Si me detengo para ayudar a este hombre, ¿qué me ocurrirá?”
Es importante reparar en la pregunta; se trata de un enfoque egoísta de la situación: “Si me detengo, … ¿qué me ocurrirá?”. Es evidente que quien se hace esta pregunta sólo piensa en sí mismo, lo cual le hace entrar en pánico, un miedo que le impulsa a huir de la responsabilidad de atender al herido.
Hay quien ha anotado que la causa del pasar de largo estaría las prisas por llegar al templo o la prevención para no caer en impureza legal judía tocando un cadáver; pero no se dice en la parábola que el sacerdote fuera a celebrar unos oficios, ni que el hombre asaltado estuviera ya muerto. Me inclino a creer que lo que les bloquea es el miedo.
Luego llegó el buen samaritano, y por la naturaleza misma de su preocupación, invirtió la pregunta: “Si no me detengo para ayudar a este hombre, ¿qué le ocurrirá?”.
Tenemos aquí una pregunta altruista y bondadosa. Este hombre vive en el presente, tiene consciencia de los hechos reales, posee una mente despierta que no se deja atrapar por el miedo de los pensamientos subjetivos. Al no no focalizarse en su ego ve la realidad que hay que hay fuera sí. Es un contemplativo que vive la presencia y el dolor del herido como propios; se sabe y experimenta como parte de su misma humanidad. Despreocuparse de aquel hombre sería hacerlo de sí mismo.
Viéndose realmente en la situación del otro se despierta en el samaritano un altruismo y
una bondad naturales, que le mueven a la práctica de la misericordia: “lo vio, se compadeció, le vendó las heridas, cargó
con él, lo llevó a la posada y lo cuidó”, es decir, se complicó la vida; deja lo urgente que lleva entre manos y opta por lo importante que le
sale al paso. No por eso se despreocupa de sí mismo; al contrario, sabe que sólo ocupándose del herido se ocupa de sí. El samaritano, más que ola solitaria se sabe océano de la humanidad, inexistente sin ella. Tú eres yo, y no puedo ser yo plenamente si no soy tu. Tú eres Cristo, y sin tu compasión no tiene sentido mi vida. ¿No es maravilloso este grado de hermandad? Curar un miembro es sanar el cuerpo.
Luther King siguió su homilía estableciendo un vínculo entre
las enseñanzas de la parábola y los costos personales que se exponen a pagar
quienes ayudan a los afroamericanos en su lucha por la justicia. A casa uno de
nosotros no nos costará sacar conclusiones prácticas para nuestra vida. ¿Hasta
qué punto estamos dispuestos a complicarnos la vida practicando la virtud de la
caridad?
Nos queda un último personaje: el posadero. Normalmente lo vemos como una persona de confianza, un hombre honrado. Pero la verdad es que en la antigüedad los posaderos no eran miembros muy respetables de la sociedad. Quienes escuchan la parábola en boca de Jesús también debieron sorprenderse de la bondad del posadero del que habla Jesús. En las posadas eran frecuentes peleas, robos, prostitución, y hasta asesinatos. Dejar a un hombre herido en la posada, fiándose del posadero, es un desafío para el auditorio del narrador. La práctica de la justicia requiere dar un voto de confianza a otros; aunque la vox pópuli los considere inadecuados. Amar es también confiar. Y si, como dice Orígenes en su comentario al texto, la posada es la Iglesia, ¿no es también un gran acto de fe confiar al herido al cuidado de ella? La Iglesia, como la posada, no es casa de perfectos, pero no por eso deja de ser lugar de salvación.
En fin, en esta parábola todos actúan de modo contrario a las expectativas de quienes escuchan el relato. El samaritano, el sacerdote, el levita, el posadero, son personas que escapan a los patrones de conducta que se esperaría de ellos. Ahí está la fuerza de la parábola. Y ahí deberíamos incidir esta semana en nuestra meditación personal. Romper los moldes de las falsas urgencias de nuestra vida para ir a lo verdaderamente importante: la compasión y la misericordia como virtudes a vivir en el presente, aquí y ahora, al ritmo del momento. Esto es lo que quiere decir la Palabra que ya hemos citado: "El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas -lo vivas-". (Dt 30,14).
* * *
PARA MEDITAR-ORAR
Hay un texto de Facundo Cabral que podría servir de oración para este domingo. Quizá ya lo conozcas. Invita a reconocer dónde está lo verdaderamente urgente en la vida, lo único importante. El Evangelio de hoy es una invitación a no huir del momento, a “vivir el presente”, a conectar con Dios en el único lugar e instante posible: aquí y ahora. Vivir el amor y la compasión hoy-aquí es la única urgencia, porque es lo único importante. Vivir el amor en el instante es vivir. El samaritano compasivo no pierde su vida al ayudar al herido, la encuentra (cf Mt 10,39). Las personas que el Señor pone ante nosotros en cada momento son un regalo que Él nos hace, una oportunidad para ser nosotros mismos, para vivir intensamente el amor.
FACUNDO CABRAL.
Urgente
https://www.youtube.com/watch?v=o_nY1lmWwxo
Texto
Para ti, que siempre
vives la vida a un ritmo vertiginoso, quiero
recordarte que los más importante que tienes en la vida, eres tú y todos los
que te rodean, y recuerda que ...
"Urgente", es una palabra con la que vivimos, día a día, en nuestra
agitada vida, y a la cual, le hemos perdido ya todo significado de premura y
prioridad.
"Urgente", es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque sabes, el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas, que verdadera mente fueron urgentes.
"Urgente" , es que hagas un alto en tu ajeteadra vida, y te preguntes: ¿Que significado tiene todo esto que yo hago?.
"Urgente", es que seas más amigo, más humano, más hermano.
"Urgente", es que sepas valorar el tiempo que te pide un niño, una niña.
"Urgente", es que cada mañana, cuándo veas salir el sol, te impregnes de su calor, y le des gracias al Señor, por tan maravilloso regalo.
"Urgente", es que mires a tu familia, a tus hijos, a tu esposa, y a todos los que te rodean, y valores ese tan maravilloso tesoro.
"Urgente", es que le digas a las personas que quieres, hoy, no
mañana, ¡cuánto los quieres!
"Urgente", es que te sepas hijos de Dios, y te des cuenta que él te
ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida.
* * *
Un comentario más amplio a la parábola de hoy en:Feliz
domingo
Julio
2022
Casto Acedo
viernes, 1 de julio de 2022
Al hilo de la Palabra (3 de Julio)
EVANGELIO Lc 10,5-11
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado". Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad.
Del evangelio de hoy selecciono
el texto donde se habla de “sacudirse el polvo de los pies”, una expresión
que no hace mucho interpretaba como una actitud de desdén rechazo, desdén y
maldición de Dios sobre aquellos a los que se dirige el gesto. Hoy leo el texto con una mirada diferente.
La luz me vino al tratar con personas
buenas, que intentan con toda su buena voluntad acercar a otros a Dios, y que
cuando no lo consiguen entran en un estado de tristeza y culpabilidad que no
tiene justificación.
Son muchas las personas, sobre
todo madres muy religiosas, las que suelen acudir al sacerdote con un lamento:
“Mire usted, he intentado de todo con mis hijos a fin de que fueran personas de
Iglesia: catequesis, colegio religioso, acercamiento a la parroquia, etc. y
ninguno de ellos va a misa ni ha entrado en religión; ¿qué hemos hecho mal?”. Y
dejan entrever un sentimiento de culpa, como si el fracaso de su misión tuviera
su raíz en ellos.
La advertencia final del texto evangélico acerca de Sodoma y Gomorra, ciudades que fueron destruidas a causa de sus
pecados, no se dirige a quienes anuncian la Buena Nueva, sino a quienes no
la quieren escuchar. Conviene matizar
que estas ciudades fueron destruidas como lógica consecuencia de la corrupción personal,
familiar, social, económica, y política, no por una personal venganza divina. La
advertencia profética no pretende mostrar un Dios implacable y terrible,
sino llamar la atención sobre hacia donde se encaminan quienes no aceptan en sus vidas el amor y el perdón de Dios. Nuestro Dios, el Padre de
Jesucristo, desde siempre es “compasivo
y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia” (Sal 103,8). Seguir su Palabra edifica, darle la espalda destruye.
* * *
Aclarada esta premisa, ¿qué
lectura hacer del gesto de “sacudirse el polvo de los pies"? Me atrevería a
decir que ese polvo no es otro que el falso sentimiento de culpabilidad que pueda
quedar en el corazón del apóstol cuando no ve el fruto esperado. ¿Estaré evangelizando correctamente? ¿En qué me habré equivocado a la hora de educar a mis hijos? ¿No será que no valgo para esto? …
Si has puesto todo tu empeño y tu buena voluntad en la tarea misionera, ¡suelta esos
pensamientos!, arroja fuera ese polvo que se ha pegado a los pies de tu conciencia; es obra del diablo que siembra cizaña en tu campo y te hace creer
que no sólo eres el responsable de la siembra sino también el que hace crecer; y esto último es cosa de sólo Dios.
Muchos desánimos en sacerdotes, catequistas
y demás agentes de pastoral nacen del sentimiento de fracaso ante la supuesta esterilidad de la tarea. Tras años de
brega acaban enfadados con el campo que les ha tocado sembrar, demonizan la
tierra, ¡con esta gente no se puede hacer nada!, o lo que es peor, se flagelan a sí mismos acusándose a sí mismos por lo mal que ha salido todo.
Sigo invitando este domingo, como el pasado, a soltar, en
este caso a soltar la creencia de que esto del crecimiento del Reino depende de nosotros
cuando es cosa del Señor. Tal vez aquí está una de las claves de la tan actualmente reiterada conversión pastoral: trabajar en gratuidad. A ti sólo
te corresponde sembrar, el crecimiento y los frutos son cosa del Señor. Pensar de otro modo es soberbia.
Es el Señor el que da la cosecha mientras duerme el sembrador. El fruto de la siembra seguramente no será el
que esperas: misas llenas, mejor consideración social de la Iglesia, jóvenes
domesticados según tus propios criterios, vuelta del pueblo a viejas tradiciones, etc. Cuando
siembres compasión de Dios no esperes ver crecer espectáculos. Mira y observa;
como hacía Jesús. Fue el único que se dio cuenta de que aquella pobre viuda que echó la moneda en el cepillo del templo (cf Lc 21,1-4) era un signo evidente de que el Reino da frutos inesperados.
Tal vez aquellos a quienes te diriges en tu apostolado no respondan a
tus expectativas, pero las expectativas de Dios son de otro orden: amor y
misericordia; practicar esto es la mejor catequesis que puedes dar; y contemplarla
en otros el mejor modo de verificar que Dios sigue estando presente en nuestra historia.
Un consejo: no sacudas el polvo de tus pies (tus enfados y frustraciones, tus complejos de culpa) sobre nadie. Sólo hazles saber cuánto se pierden al darle la espalda al Dios de la misericordia y la vida. Y no esperes recompensa alguna por tu trabajo de apostolado; "cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: ´Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer´." (Lc 17,10).
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Otro comentario a las lecturas de este domingo:
https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/06/claves-para-anunciar-el-evangelio-3-de.html.
Julio 022
Casto Acedo