sábado, 23 de abril de 2022

Al hilo de la Palabra (24 de Abril)



Domingo de la Divina Misericordia

EVANGELIO 
Juan 20,19-30

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Palabra del Señor

 * * *


Este segundo domingo de Pascua se celebra el Domingo de la Divina Misericordia, título que recibió gran impulso con el pontificado de Juan Pablo II.

¿Por qué la misericordia de Dios adquiere importancia en la Pascua? ¿No es más cosa de la Cuaresma? La Cuaresma invita a ponernos en manos de Dios misericordioso tras reconocer nuestros pecados, pero es en la Pascua donde se muestra explosiva y sorprendente la divina misericordia.

Contemplemos a los apóstoles “en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Habían apresado a Jesús y lo habían matado,  ¿qué esperaban sus seguidores sino correr la misma suerte? Ese miedo estaba justificado. Pero hay otro miedo del que no hablan  expresamente los evangelios, pero se intuye. En otros textos de apariciones, al presentarse Jesús a los suyos, comienza con una frase muy significativa: “No tengáis miedo”. ¿A qué miedo se refiere aquí el Señor? 

No es difícil de imaginar. Le  habían traicionado y abandonado. ¿Para qué vendrá Jesús ahora?  ¿Se vengaría de ellos por haberle traicionado? Tal vez por eso Jesús comienza calmándoles: “¡No tengáis miedo!”, tal como dijo a los de Emaús todo lo ocurrido estaba previsto por el Padre, y Él sabía que eran “torpes y necios para entender las escrituras” (Lc 24,25), muy limitados para la fe que se les exigía. Su principal pecado fue la ignorancia, "pues, si hubiesen conocido la sabiduría divina, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria" (1 Cor 2,8).

No entran la revancha y la exclusión en los planes de Dios Padre sino la restauración e inclusión de todo en Jesucristo, el Hijo. Dios no sólo perdona todo dando su Espíritu sino que, además, da con él el poder de perdonar, que no es otro que el poder de amar perdonando. "quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados".

“Dios es amor” (1 Jn 4,8) y en su ser “no puede negarse a sí mismo” (2 Tm 2,13), su respuesta al odio no puede ser otra que la misericordia. ¿Para qué vino Jesús sino para amar? Llegada la plenitud de los tiempos Dios envió a su hijo al mundo para que todos volvieran a Él, que es como decir para que nos diéramos cuenta de quién es Él;  no es un patrón que impone unas normas sino un Padre que ama y perdona; por su misericordia no eres siervo sino hijo de Dios (cf Gal 4,4-7). 

La resurrección va a suponer un giro de ciento ochenta grados. Es el punto omega en el que culmina el amor de Dios. Lo que va a contar de ahora en adelante no es el dedo acusador de la ley sino los brazos abiertos de la misericordia divina manifestada en Jesucristo. Decir "Jesús ha resucitado" es decir "Dios te ama".

“Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. A partir de ahora lo que moverá al discípulo de Jesús no será el temor servil a Dios, ni el miedo a los judíos, sino al amor y la alegría. Sabemos que lo más contrario al amor no es el odio sino el miedo; y lo más parecido a él no son las buenas obras sino la alegría con que éstas se hacen. La presencia de Jesús da alegría e infunde paz. Por tres veces repite Jesús en el evangelio: “Paz a vosotros”. La clave del crecimiento espiritual está en la paz y la alegría. Y quien vive en paz y alegría las irradia. 

Misericordia de Dios, paz de Dios y alegría de Dios brillan de modo especial en este domingo. No debemos confundir la misericordia de Dios con la nuestra, ni su alegría con nuestros contentos, ni su paz con el silencio de las armas. La misericordia divina no es el fruto de una “buena confesión de nuestros pecados”, ni su alegría es la consecuencia de nuestras satisfacciones, ni su paz el resultado de nuestra paciencia. La divina misericordia es ante todo un don de Dios que sólo se comprende desde la experiencia personal del encuentro con el Resucitado. Repito: la misericordia, la paz y la alegría  son dones de Dios; y quien los deja entrar en su vida, los goza. Si hasta ahora yo buscaba esos dones sin conseguirlos, ahora es Dios el que me los regala sin yo merecerlos. ¡Basta que tengas fe! "Dichosos los que crean sin haber visto".

Me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de los que se han encontrado con Jesucristo resucitado. ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!  Estas dos frases resumen la experiencia de ser Iglesia; en ellas yo confieso mi fe,  mi experiencia de haberme encontrado con Cristo, y otros ratifican y comparten conmigo esa experiencia. La Iglesia es la comunidad de los que comparten ese Misterio. A partir de mi experiencia todo lo que sabía sobre Jesús y sobre mí se ilumina. Cuando los discípulos conocen y aceptan al Resucitado, cuando “se les abrieron los ojos y le reconocieron”, se “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 31.45).  A la  luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús comprendieron su propia vida. Fue entonces cuando Tomás profesó su fe: “¡Señor  mío y Dios mío!”. Ha entrado en la Iglesia del Resucitado; ya no es un extraño entre los demás discípulos.

* * *

No me resisto a señalar otro dato importante en el evangelio de hoy. Jesús resucita “el domingo de Pascua”, se aparece a los suyos “el primer día de la semana”, domingo, y vuelve a aparecerse estando Tomás “a los ocho días”, otro domingo. Los primeros cristianos celebramos el domingo como el día del Señor  (eso significa domingo) porque en este día recordamos la resurrección. Es muy importante no perder esta tradición fundamental para nosotros: el domingo. Su celebración participando en la misa, descansando, conviviendo con familia y amigos, debería adquirir relevancia en nuestra vida personal y parroquial.

Sobre la importancia del tema puedes leer lo publicado en otro de mis blogs:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/04/domingo-de-la-misericordia-24-de-abril.html

Feliz domingo de la octava, y no dejes de anunciar a otros que ¡Jesucristo ha resucitado!, porque ¡verdaderamente ha resucitado!.

Abril 2022

Casto Acedo

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