jueves, 17 de julio de 2025

16º Domingo Ordinario C (20 de Julio)


EVANGELIO
Lc 10,38-42

Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Palabra del Señor. 

* * *

Sorprendente la respuesta de Jesús a Marta en el pasaje evangélico de hoy. Suena como a desprecio por la tarea que realiza. Lo más lógico es que hubiera dicho: “Llevas razón, Marta, tu hermana se está pasando; ahora mismo la mando a ayudarte en el servicio”. Sin embargo, Jesús, lejos de censurar a María la alaba, porque está haciendo algo poco habitual: hacerle sitio a Dios, darle un tiempo y un lugar en su vida.

Tenemos tantas cosas que hacer que no encontramos el momento para imitar a María, para entrar en silencio con Dios y hacer oración. 

Es una experiencia común: si nos ponemos a orar, a meditar un texto del evangelio, o a silenciar el corazón junto a la fuente de la amorosa presencia de Dios, inmediatamente nuestro ego, que vive sólo en y de la apariencia y la productividad,  nos advierte que estamos perdiendo el tiempo; y acuden con urgencia a nuestra mente multitud de cosas pendientes de hacer. Tenemos tiempo para ver televisión, para navegar sin rumbo por internet, para mirar detenidamente los chismorreos de facebook, istagram o whatsapp, para detenernos a comentar el último chisme sobre el vecino, la vecina o el compañero o compañera de trabajo  (¡qué obsesión esa de meternos en la vida del prójimo!), pero cuando se trata de estar a solas con Dios, no hallamos el lugar ni el momento. O tal vez nos asusta porque nos da miedo mirarnos en los ojos de Jesús.
* * *
Podemos vivir la vida desarrollando dos cualidades que pueden ser complementarias u opuestas: SER y HACER. Lo más normal es que nos identifiquemos más con lo que hacemos que con lo que somos. Escucha esta historia de Toni de Mello:

“Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
-¿Quién eres? -dijo una Voz.
-Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre de cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no aparecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿quién eres?
-Soy una cristiana.
-No he preguntado cuál es tu religión, sino ¿quién eres?
No consiguió pasar el examen y fue enviada nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente”.

María, la hermana de Marta, sentada a los pies de Jesús, buscaba la respuesta adecuada a la pregunta acerca de quién era. Porque si es verdad que tenemos una vida “hacia fuera”, unas actividades que nos definen en parte porque muestran algo de nuestros ser; no menos cierto es que tenemos "dentro" otra vida, un mundo interior tan importante o más que el exterior.

Cuidamos lo de fuera: el cuerpo, el alimento, la salud física, la imagen que damos, el estatus, pero ¿cuánto tiempo dedicamos a cuidarnos por dentro? Si una ecología o cuidado exterior es importante, no menos lo es una ecología de interiores. Es lo que hacía María a los pies de Jesús: cuidarse, sanarse, capacitarse para amar.

* * *

El pecado de Marta no es su actividad, su quehacer, sino el modo envenenado de hacerlo. Mírala: afanosa, servicial, eficiente en su tarea de tenerlo todo a punto para la comodidad del huésped. Mientras -pensaba- su hermana no mueve un dedo para ayudarla en algo tan necesario. No pudo evitar el juicio sobre María que delata la falta de amor en su trabajo: “¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano”. Hace algo poco elegante: criticar, rebajar a su hermana ante Jesús. Sus palabras muestran algo que desgraciadamente no es raro en el género humano: hacerse valer  desvalorizando al otro. 

La queja de Marta pone al descubierto que lo que está realizando no lo hace movida por un amor de gratuidad, sino con la intención de llamar la atención, de ganarse el afecto y la consideración de quienes la observan. Se considera el centro de la escena, no le mueve la humildad sino la soberbia. Más que servir a su prójimo sirve a su propio ego. Está insatisfecha, y de su insatisfacción nace la envidia y la crítica hacia su hermana.

María,  por su parte, dedica tiempo a sanar su corazón, a mirarse en los ojos de Jesús, a entrar desde esa mirada  dentro de sí misma y responder a la pregunta acerca de su verdadera identidad. Jesús la alaba, no por su inactividad sino por su inteligencia al valorar el cultivo espiritual. Luego, de su centro iluminado por Jesús, brotarán las obras propias de un corazón enamorado.

Dice santa Teresa que “Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer”. No se puede decir más claro que oración y acción, contemplación y vida, han de ir unidas. Una vida de oración sin compromiso es una “vida de beato” en el peor sentido de la palabra; una vida separada de su raíz en Cristo, cae fácilmente en un activismo sin sentido y sin reposo, una vida de esclavos. 

* * *

Jesús apostilla: si me das a elegir por importancia entre hacer y ser, "sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la mejor parte", déjala en paz,  ¿Cómo salir de una vida esclava del "hacer"? ¿Cómo conseguir que las prisas y el encanto productivista de la modernidad no nos enganche? La respuesta es escucha, oración y contemplación. Es lo que está haciendo María. 

Jesús no desprecia el servicio de Marta, pero sabe que cualquier tarea es esclava cuando no se hace desde el corazón. Es este un aviso a navegantes en un mundo en el que sólo se valora la rentabilidad material, donde sólo se  educa para conseguir beneficios económicos y donde, tristemente, se echa en falta una educación espiritual que conjugue lo que somos y lo que hacemos. Sólo así seremos felices.

Aprovecha el domingo para ponerte a los pies de Jesús. Descansa, ora, contempla, ama. Mantente firme en ello; habrás escogido la mejor parte, la que ve el mundo  con un corazón enamorado. Y amor de Dios nadie te lo podrá quitar. 

* * *


 He descubierto que el abandono de la oración suele llevarme al desorden en mis tareas. Y cuando las prisas y el estrés me superan, y mi carácter se agria como el de Marta, sé que sólo poniéndome con María a los pies de Jesús recupero la serenidad y la paz. Porque ahí recuerdo quien soy; y sólo cuando sé quien soy cobra sentido lo que hago.

Termino haciéndote participe de un texto que me acompaña mentalmente desde hace años y que me ayuda a valorar y volver a la oración cuando flaquea mi voluntad de dedicarle un tiempo regular.

Me levanté temprano una mañana,
y me lancé a aprovechar el día.
Tenía tantas cosas que hacer,
que no tuve tiempo para rezar.
“¿Por qué no me ayuda Dios?”- me preguntaba.
Y Él me respondió: - “No me los has pedido”.

Quería sentir la alegría y la belleza,
pero el día continuó triste y sombrío.
Me preguntaba por qué Dios no me las había dado.
Y El me dijo: “Es que no me lo has pedido”.

Intenté abrirme paso hasta la presencia de Dios,
y probé todas mis llaves en la cerradura pero no pude abrir.
Y Dios me dijo paciente y amorosamente:
-“Hijo, no has llamado a la puerta”

Pero esta mañana me levanté temprano,
y me tomé una pausa antes de meterme de lleno 
en las tareas del día.
Tenía tantas cosas que hacer, 
que tuve que tomarme tiempo para orar.

(Edwig Lewis, S.J. 
En casa con Dios, pg 88)

¡Feliz domingo!

Julio 2025
Casto Acedo

jueves, 10 de julio de 2025

15º Domingo Ordinario C (13 de Julio)

EVANGELIO 
Lc 10,25-37
Un hombre que bajaba de Jerusalén loa Jericó cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. 

¡Palabra del Señor! 

COMENTARIO  

Solemos titular este texto como “parábola del buen samaritano”, aunque sería mejor llamarlo “parábola del samaritano compasivo”, porque lo del "buen" samaritano parece un título que lleva implícita la existencia de "malos"; en este caso serían los judíos (el sacerdote y el levita). Y no existen pueblos ni razas, ni colectivos, esencialmente malos o buenos; sólo personas compasivas o ignorantes y acciones meritorias o censurables. 

La conclusión primera que sacamos de esta parábola es  muy simple: obras son amores y no buenas razones; es decir, no basta decir “¡Señor, Señor!” para entrar en el Reino; se requiere la vida, la ratificación de la palabra con los hechos (cf Mt 17,21).  El mandamiento -dice la primera lectura de hoy- está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas” (Dt 30,14), es decir, está en tu mano. 

Todos conocemos la enseñanza de Jesús,  su “mandamiento del amor”, pero ¿porqué no lo hago efectivo?, ¿qué me lo impide? Si lo importante en esto de amar está en la acción, ¿por qué se paralizan mis miembros cuando se presenta la ocasión?

* * *

Observemos a los personajes de la parábola. Son cinco: un hombre anónimo, un sacerdote, un levita, un samaritano y un posadero.

Al personaje anónimo atracado y malherido podríamos identificarlo con cualquier persona o grupo que es despojado de su dignidad, marginado o directamente descartado. “lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto”. Representa a cualquier ser humano en situación de necesidad y que, “por casualidad”, se cruza en nuestro camino.

En la parábola merecen mención especial el sacerdote y el levita, prototipos de religiosidad en su vertiente moral, ritual o teológica. ¿Por qué no se paran y ayudan al herido? Las razones son tan incomprensibles como evidentes. Tal vez la primera de ellas es que viven tan fuera de sí mismos y de Dios, tan estresados, tan en su mundo, que, “aunque miran no ven”; su obsesión por lo urgente les impide ver lo importante. ¿No te ocurre con frecuencia? Te enfrascas en planes, proyectos, tareas, deberes, … y te olvidas de que ahí, a tu lado, tienes a tu pareja, tus hijos, tus padres, tus vecinos, tus compañeros de trabajo ,… y ni siquiera reparas en ellos.

Una segunda razón para la inacción ante situaciones de injusticia que reclaman la atención es la que expone el pastor y mártir M. Luther King en una homilía orientada a despertar la conciencia de quienes eran remisos al compromiso  en la lucha contra la segregación racial. Comentando esta parábola  señala al miedo como la razón por la que el levita y el sacerdote decidieron pasar de largo. Puede que vivieran el miedo a que los salteadores estuvieran aún al acecho para caer sobre ellos; o incluso puede que el herido no fuera sino un impostor que finge estar herido para a traer incautos caminantes que serían presas fáciles de atrapar.

“Puedo imaginar entonces que la primera pregunta que se hicieron el sacerdote y el levita fuera: “Si me detengo para ayudar a este hombre, ¿qué me ocurrirá?”

Es importante reparar en la pregunta; se trata de un enfoque egoísta de la situación: “Si me detengo, … ¿qué me ocurrirá?”. Es evidente que quien se hace esta pregunta sólo piensa en sí mismo, lo cual le hace entrar en pánico, en un miedo que le impulsa a huir de la responsabilidad de atender al herido.  

Hay quien ha anotado que la causa del pasar de largo estaría en las prisas por llegar al templo o la prevención para no incurrir en impureza legal judía tocando un cadáver; pero  no se dice en la parábola que el sacerdote fuera a celebrar unos oficios, ni que el hombre asaltado estuviera ya muerto. Me inclino a creer que lo que les bloquea es el miedo.

Luego llegó el buen samaritano que, por la naturaleza misma de su corazón compasivo, invirtió la pregunta: “Si no me detengo para ayudar a este hombre, ¿qué le ocurrirá?”. 

Tenemos aquí una pregunta altruista y bondadosa. Este hombre vive en el presente, tiene consciencia de los hechos reales, posee una mente despierta que no se deja atrapar por el miedo de los pensamientos subjetivos. Al no focalizarse en su ego ve la realidad que hay fuera sí. Es un contemplativo compasivo que  vive la presencia y el dolor del herido como  propios; se sabe parte del próximo necesitado y lo siente como parte de su misma humanidad. Despreocuparse de aquel hombre sería despreocuparse de sí mismo. 

Viéndose realmente en la persona y situación del otro se despierta en el samaritano un altruismo y  una bondad naturales que le mueven a la práctica de la misericordia: “lo vio, se compadeció, le vendó las heridas, cargó con él, lo llevó a la posada y lo cuidó”, es decir, se complicó la vida; deja lo urgente que lleva entre manos  y opta por lo importante que le sale al paso. Al hacer eso no se despreocupa de sí mismo; al contrario, sabe que sólo ocupándose del herido se ocupa de sí. El samaritano, más que ola solitaria que acaricia la orilla, se sabe parte del inmenso océano de la humanidad; sabe que sin ella él sería inexistente. Tú eres yo, y yo no puedo ser yo plenamente si no soy tu. ¿No es maravilloso este grado de hermandad? Curar un miembro es sanar el cuerpo.  

Luther King, en la homilía que mencionamos, establece un vínculo entre las enseñanzas de la parábola y los costos personales que se exponían a pagar quienes ayudaban a los afroamericanos en su lucha por la justicia. Aplicó la parábola a las circunstancias que estaba viviendo entonces. A cada uno de nosotros nos costará sacar conclusiones prácticas para nuestro aquí y ahora. Hasta qué punto estoy dispuesto a complicarme la vida practicando la virtud de la caridad?

* * *

Nos queda un último personaje: el posadero. Normalmente lo vemos como una persona de confianza, un hombre honrado. Pero la verdad es que en la antigüedad los posaderos no eran miembros muy respetables de la sociedad. Quienes escuchan la parábola en boca de Jesús también debieron sorprenderse de la bondad del posadero del que habla Jesús. En las posadas eran frecuentes peleas, robos, prostitución, y hasta asesinatos. Dejar a un hombre herido en la posada, fiándose del posadero, es un desafío para el auditorio del narrador. La práctica de la justicia requiere dar un voto de confianza a otros; aunque la vox pópuli los considere inadecuados. Amar es también confiar. Y si, como dice Orígenes en su comentario al texto, la posada es la Iglesia, ¿no es también un gran acto de fe confiar al herido al cuidado de ella? La Iglesia, como la posada, no es casa de perfectos, pero no por eso deja de ser lugar de salvación.

En fin, en esta parábola todos actúan de modo contrario a las expectativas de quienes escuchan el relato. El samaritano, el sacerdote, el levita, el posadero, son personas que escapan a los patrones de conducta que se esperaría de ellos. Ahí está la fuerza de la parábola. Y ahí deberíamos incidir esta semana en nuestra oración. Romper los moldes de las falsas urgencias de nuestra vida para ir a lo verdaderamente importante: la compasión y la misericordia como virtudes a vivir en el presente, aquí y ahora, al ritmo del momento. Esto es lo que quiere decir la Palabra que ya hemos citado:  "El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas -lo vivas-". (Dt 30,14).

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PARA MEDITAR-ORAR

Hay un texto de Facundo Cabral que podría servir de oración para este domingo. Quizá ya lo conozcas. Invita a reconocer dónde está lo verdaderamente urgente en la vida, lo único importante. El Evangelio de hoy es una invitación a no huir del momento, a “vivir el presente”, a conectar con Dios en el único lugar e instante posible: aquí y ahora. Vivir el amor y la compasión hoy-aquí es la única urgencia, porque es lo único importante. Vivir el amor en el instante es vivir. El samaritano compasivo no pierde su vida al ayudar al herido, la encuentra (cf Mt 10,39). Las personas que el Señor pone ante nosotros en cada momento son un regalo que Él nos hace, una oportunidad para ser nosotros mismos, para vivir intensamente el amor.  

FACUNDO CABRAL.

Urgente 

https://www.youtube.com/watch?v=o_nY1lmWwxo

Texto

Para ti, que siempre vives la vida a un ritmo vertiginoso,  quiero recordarte que los más importante que tienes en la vida, eres tú y todos los que te rodean, y recuerda que ...

"Urgente", es una palabra con la que vivimos, día a día, en nuestra agitada vida, y a la cual, le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.

"Urgente", es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque sabes, el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas, que verdadera mente fueron urgentes.

"Urgente" , es que hagas un alto en tu ajeteadra vida, y te preguntes: ¿Que significado tiene todo esto que yo hago?.

"Urgente", es que seas más amigo, más humano, más hermano.

"Urgente", es que sepas valorar el tiempo que te pide un niño, una niña.

"Urgente", es que cada mañana, cuándo veas salir el sol, te impregnes de su calor, y le des gracias al Señor, por tan maravilloso regalo.

"Urgente", es que mires a tu familia, a tus hijos, a tu esposa, y a todos los que te rodean, y valores ese tan maravilloso tesoro.

"Urgente", es que le digas a las personas que quieres, hoy, no mañana, ¡cuánto los quieres!

"Urgente", es que te sepas hijos de Dios, y te des cuenta que él te ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida.


"Urgente", es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano que no puede echar tiempo atrás, que todo lo hizo urgente... que fue un gran empresario, un gran artista, un gran profesional, que llenó su agenda de urgencias, citas, proyectos, pero dentro de todo, lo más importante... se te olvidó vivir.

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Otro comentario  a la parábola de hoy en: