jueves, 27 de febrero de 2025

Discernir la vida espiritual (Domingo 2 de Marzo)

 

EVANGELIO
Lc 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:

—«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.

Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

¡Palabra del Señor!

* * *

Los textos del libro del Eclesiástico (27,4-7) y de san Lucas, que se proclaman este domingo, invitan  a discernir la vida espiritual, a hacer una lectura de la vida bajo la atenta y amorosa mirada de Dios. 

¿Desde dónde nos miramos? ¿Cuál es la medida que  usamos para conocer, evaluar y cambiar nuestra vida? Para esto la primera lectura nos da unas pistas: *“Cuando se agita la criba, quedan los desechos” (Eclo27,4), es decir, cuando llegan las dificultades concretas, las turbulencias de la vida, se puede ver con claridad la escoria y el grano, la oscuridad y la fe, la cobardía y el aguante que tenemos. En esas situaciones se aclara qué es lo que realmente valoramos. * Y añade que para conocerte es muy útil reparar en tus conversaciones y analizar tus palabras, porque "la persona es probada en la conversación" (Eclo 27,5). 

En cierto modo, lo que decimos de los demás dice más de nosotros que de ellos; en los juicios solemos proyectar  las propias frustraciones e insatisfacciones. 
*Oyes a alguien criticar lo mal que hace su trabajo un compañero y tienes ante ti a un soberbio que te está diciendo que él lo hace mejor; 
*te comentan lo que presume fulanito de sus lujos y lo que te muestra es cómo le corroe la envidia; 
*oyes a tal persona quejarse de lo mal que anda la juventud y te hallas ante alguien que añora esos tiempos o no soporta que los jóvenes sean distintos y disfruten lo que él no disfrutó; 
*se enerva aquel por la vida libertina de su vecina y oyendo sus juicios entrevés cierta frustración y lascivia por la fruición con que habla. 

Para un buen observador la viga en el ojo del hipócrita pecador es más evidente que la mota que éste ve en el ojo del prójimo. 

Hay expertos en detectar motas en ojos ajenos que se pasan la vida mirándose a sí mismos en el esposo o la esposa, el amigo, el vecino, el jefe de la oficina, etc. y conformarse con creer que basta hacer las cosas mejor que ellos; o quienes se miran en las mínimas normas morales que cree correctas para ser buena persona y concederse satisfechos un aprobado raspado. ¡Ten cuidado de elegir bien desde quién o desde qué normas morales te miras! Porque el ego es muy tramposo, y  tiende a que te mires no desde lo que eres sino desde  las apariencias y desde lo que crees sobresalir ante los demás. 

Un buen consejo: no te mires ni compares con nadie, ni con quien crees más santo que tú (puedes caer en desánimo) ni con quien consideras más pecador (podrías caer en soberbia): ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ¡hermano, déjame que te saque la mota del ojo!, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?”.  Al ego  le gusta el juego de comparar y condenar para afirmarse a sí mismo; le va la vida en ello. No le des cancha. Tú mírate desde el silencio, desde la transparencia, desde tu centro, donde habita Dios; contémplate  a ti mismo a la luz del Evangelio que deseas que configure tu ser. Y, como mucho, compárate contigo mismo ayer y mira si avanzas o retrocedes.

También es  importante que no evalúes el propio estado espiritual tomando como referencia las prácticas piadosas, ni los tiempos y modos de oración personal, ni el “postureo” que suele acompañar a las “nuevas espiritualidades". Todo esto es follaje que puede debilitar y ocultar la esterilidad de la planta que es tu vida. Recuerda la parábola de la higuera (Mt 21,18-22). El evangelio de  hoy apostilla: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20),  criterio esencial para discernir la bondad o maldad de la vida espiritualidad.

Dice santa Teresa a sus hijas: «cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece que no se osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden el camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor; y si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella… ". (Moradas V, 3,11)

Mira si gozas de los frutos del Espíritu, que a decir de san Pablo son “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí” (Gal 5,22-23). Las cosas espirituales son muy dadas al engaño (de ahí la proliferación de sectas) y al autoengaño (aquí el ego juega muy malas pasadas). Para hallar el camino correcto mira tus obras y tus intenciones. "El fruto revela el cultivo del árbol” (Eclo 27,6). Sabia sentencia. ¿Para qué quiero un árbol abundante en hojas si no da fruto alguno? ¿Para qué sirve un ego infructuoso? Para nada; lo mejor es arrancarlo y arrojarlo al fuego (cf Mt 13,40-41). 

Agita la criba de tu alma para separar lo bueno de lo malo,  para quemar la escoria y guardar en el corazón el grano del amor. Todo un trabajo para la Cuaresma que iniciamos el próximo miércoles.

Febrero 2025
Casto Acedo.

viernes, 21 de febrero de 2025

Amar como Jesús (23 de Febrero)

EVANGELIO. Lc 6,27-38

“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian … Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada… Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis… no condenéis, …perdonad… dad, … Os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros”. 

¡Palabra del Señor!

* * *


“Amad a vuestros enemigos”, o sea, amad sin exclusión; no consideres enemigo tuyo a nadie en el mundo, porque todos son parte de ti. Por eso nadie te debería ser indiferente.  amor totalmente inclusivo; La clave del mandato -mejor decir enseñanzamandato suena como a imposición- de amar está en la naturaleza humana, creada para el amor universal, para vivir en comunión con el universo, y en él con todas las personas. Si Dios es misericordioso, también tú, en tu núcleo interno, en tu ser creado a imagen y semejanza de Dios, eres misericordia. Sólo amando puedes ser feliz.

Ahora bien, esa compasión,  misericordia y felicidad que eres tiene dificultades para aflorar. El misterio del mal te envuelve y oculta a tus ojos el tesoro de amor que hay en lo secreto de tu corazón. Tu camino espiritual consiste en esto: excavar, abrirte paso hacia tu interior para extraer el tesoro de amor que se esconde en ti.  Pero, ¿cómo hacerlo?

Muchos hemos leído El arte de amar, de Erich Fromm, un magnífico tratado donde se dice que amar es un arte, y que como todo arte tiene una parte de intuición, de predisposición a él, y otra parte de técnica, de aprendizaje. Basta que observes cualquier actividad artística: literatura, música, pintura, danza, etc. Los grandes maestros en estas disciplinas tuvieron primeramente la intuición de apreciar el valor y la belleza de estas disciplinas y la fe suficiente para verse a sí mismos con cualidades y capacidades suficientes para desarrollarlas. El amor cristiano tiene mucho de anhelo y también de meditación y renuncias para lograr la perfección de ese arte.

El amor es un arte y el texto evangélico de hoy nos da unas claves técnicas para cultivarlo: *no cierres nunca tu puerta a quien ves o se muestra enemigo tuyo,  *no juzgues, deja que sea Dios quien tenga la primera y última palabra sobre las personas, *no condenes, ¿quién eres tú, pecador, para condenar a nadie?, *perdona, pasa por alto la ignorancia y  los errores de quienes realmente te han ofendido o te parece a ti que lo han hecho,*comparte lo que tienes, no seas indiferente a las necesidades de la humanidad. Son “mandatos de escuela”.

Las consignas citadas son "técnicas de amor", pero ¿basta saber y cumplir?, ¿cómo vivir estos mandamientos cristianos con alegría, con pasión, libres de la carga moral y legalista que dejan ver?, ¿cómo llegar a ser de los mejores en el arte de amar? ¿Cómo disfrutar y no sólo sufrir el amor?  Para esto hace falta algo más: amar amar, tener mucho amor al amor; en un lenguaje más comprensible: amar a Dios en Cristo, sentir pasión por la persona de Jesucristo. Amar al Amor.

Si hay un maestro en el arte de amar ese es nuestro Señor. Con razón insistía santa Teresa a sus hijas: “Los ojos en Él”, no apartéis la vista del Amado. Sin Él el amor a los enemigos es un imposible: "sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5), con Él lo puedes todo (cf Mt 19,26).  Por eso aconsejo  leer  este evangelio contemplando el amor todopoderoso de Dios manifestado en Jesús. Puedes poner tu mirada en la suya y  ver en sus pupilas la transparencia del amor:

*tú eres con frecuencia hostil, Él es siempre dulce contigo y con  todos; mira sus ojos;

*tú eres amigo de juzgarte y juzgar a otros, Él te ama y ama a todos incondicionalmente; déjate embaucar por su mirada;

*tú acostumbras a condenar a quien no es de tu agrado, Él no te condena, ama a todos por igual; sabe que sólo el amor  redime; "el mirar de Dios es amar" (San Juan de la Cruz); 

*a ti te cuesta perdonar, Él te perdona y olvida la ofensa; ¡mira al que traspasaron!, contémplalo perdonando en la cruz;

* tú te muestras poco generoso en el dar, Él lo da todo por ti y por todos; Jesús se da todo a ti, ¿qué esperas para darte todo a Él?; "el que pierde su vida por mi la encuentra" (Mt 10,39);

El evangelio de este domingo es de esos textos que, como el de las bienaventuranzas, sólo adquieren sentido mirando a Jesucristo. Sólo contemplando la apasionada entrega de Jesús, enamorándote de Él, puedes asimilar algo tan fuerte como el mandato de amar a tus enemigos.

"Amaos como yo os he amado" (Jn 13,34). “Como yo”. Jesús es más que maestro del arte de amar, es el mismo amor; es la referencia, el espejo donde mirarte en lo que eres por gracia de Dios, porque Dios es amor, y tú eres amor. Aunque te veas a ti mismo como un frío y pesado bloque de mármol sólo tienes que desbastar la piedra para sacar de ella la belleza de amor que escondes; haz de ti una obra de arte del amor de Dios. Con dedicación y esfuerzo (formación, oración, caridad) puedes extraer el Cristo que se esconde en tu interior.

Termina el evangelio de hoy con palabras que no pretenden asustar sino motivar: “Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros”. Me inclino a interpretar esta palabra a la luz del dicho de san Juan de la Cruz: “donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”; y es cierto, lo que siembras es lo mismo que cosechas; con “una medida generosa, colmada, remecida, rebosante”. Graba en tu corazón la verdad de que Dios es amor, que tú eres amor, y  que el amor es la fuente de  la vida. Este es el modelo: Jesucristo, amor y compasión universal. Ama, dijo san Agustín, y haz lo que quieras.

¡Feliz domingo!

Febrero 2025
Casto Acedo 

miércoles, 12 de febrero de 2025

La compasión equivocada (16 de Febrero)


EVANGELIO Lc 6,17.20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. 

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor
*


Que las bienaventuranzas son un revulsivo para la sociedad occidental instalada en su zona de confort es evidente. ¿A quién se le ocurre creer que son felices quienes llevan una vida de austeridad y sencillez (pobres), quienes tienen hambre de justicia humana y de trascendencia, quienes sienten como suyos los sufrimientos de la humanidad (los que lloran) o quienes son cancelados a causa de su compromiso en la defensa de los derechos humanos o su confesión de la fe en Cristo?.

La cordura mediocre de los sabios de este mundo considera que son de felicitar los que andan sobrados de bienes materiales  (ricos), los que tienen acceso libre e ilimitado a los placeres del cuerpo (los que están saciados), los que van de fiesta en fiesta cantando y bailando sin preocupaciones (los que ríen) y los que son agasajados, alabados y venerados (aquellos de los que el mundo habla bien).

Sin embargo, el pensamiento de Jesús no casa con lo los criterios formales del mundo. Sus gritos, los “ayes” del evangelio de Lucas (hay quien los llama malaventuranzas) se han de leer como palabras de lamento y compasión. Los gozos que llegan por la riqueza, los excesos, los honores, la fruición de los placeres y las alabanzas, son signos de una felicidad puntual y no sostenible; nada comparable a la sostenible felicidad fruto de la virtud. ¡Ay de vosotros los que os sentís ahítos de todo, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!, ¡ay de vosotros los que reís, porque lloraréis!, ¡ay de vosotros, porque cuando no tengáis nada nadie se acordará de vosotros! La débil felicidad del mundo es digna de compasión porque está incubando el fracaso. La felicidad genuina está en la virtud, y la desgracia en el vicio.

Debemos felicitar con Jesús a aquellos que se esfuerzan por ser honrados en sus negocios, aunque sean el hazmerreir de los corruptos, felicitar también a los que vierten lágrimas con y por los que sufren, a los encarcelados o marginados por defender la justicia y el derecho, felicitar, en fin, a quienes son ridiculizados y difamados por predicar la verdad. Si a éstos a quienes Jesús llama bienaventurados los consideramos dignos de lástima entramos en una compasión equivocada. Es como lamentarse por las fatigas que sufre el corredor de fondo que aspira al triunfo en la carrera. A este se le admira y se le felicita: ¡Quién pudiera tener su  preparación y su fuerza! Del mismo modo, Jesús no se compadece de quienes fortalecen su espíritu dando cada vez más de sí mismos en favor del Reino, sino que los llama bienaventurados, porque han  alcanzado la sabiduría y la madurez espiritual; practican las virtudes con entusiasmo y están por ello muy cerca de Dios. 

Para no caer en la compasión equivocada podemos tomar nota de la advertencia que Jesús  dirige a las mujeres de Jerusalén y a cuantos se golpeaban el pecho lamentándose por Él en el viacrucis de su pasión: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”. No me compadezcáis, porque yo sufro cumpliendo mi destino, me veis sufrir por ser fiel a mi misión; pero “si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?” (Lc 23,28.31). Soy un árbol verde del que brotarán frutos abundantes, dice Jesús; no lloréis por mí, llorad por aquellos cuyo espíritu es un árbol seco y estéril del que no se espea fruto alguno  y que  sólo sirve para ser quemado. Sostened y apoyad a quienes  trabajan por ser fieles al Reino de Dios.  Aunque sufran por ello  no les compadezcáis, mejor les felicitáis porque su fidelidad les hace grandes.  ¡Dichosos ellos! 

*

"La piedra que rechazaron los arquitectos es ahora la piedra angular" (Hch 4,11; Sal 118,22). Miremos la realidad como la mira Jesús. Los cantos de sirena del mundo son  seductores y es fácil dejarse arrastrar por ellos; si ves que tu corazón se inclina a compadecerse de aquellos que sufren por  estar promoviendo la justicia o la paz, corrige esa compasión. No tengas pena de quienes viven en su interior la noche oscura de la fe o la persecución exterior por causa del Reino; al contrario, admíralos, ámalos y apóyalos con tu simpatía; no les tengas lástima, porque son héroes. Y deja de mirar con envidia a quienes viven en el pico de su éxito; sabes que cuanto más suben están más expuestos a caer.  Estos sí merecen ser compadecidos. Reza por ellos. ¿Serás capaz? Y no te digo si serás capaz de rezar, sino capaz de mirarlos con compasión. Cambiar esa mirada tiene mucho de conversión. Deja que la mentalidad de Jesús expresada en las bienaventuranzas y en los "ayes" impregne tu ser, tu sentir y tu pensar.

Feliz domingo.

*
Un comentario con otro enfoque y algo más extenso en:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/02/bendiciones-y-maldiciones-13-de-febrer.html

*
Febrero 2025
Casto Acedo. 
 

jueves, 6 de febrero de 2025

En tu nombre echaré las redes (Domingo 9 de Febrero)

 

EVANGELIO Lc 5,1-11

Subiendo a la barca de Simón, Jesús le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».

Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse.

¡Palabra del Señor! 

El Papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013) habla de una “acedia paralizante” o desgana, un oscuro mal de nuestro tiempo (EG 81), arraigado en grandes sectores de la Iglesia y que puede tener una raíz más o menos consciente en el imposible de querer hacer un cristianismo sin Cristo. Muchas leyes, normas y costumbres, muchos ritos que resultan pesados e infructuosos para el ánimo, y poca experiencia de vida. El alma se seca en la rutina, y de ésta se pasa al aburrimiento. "Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo -dice el Papa-, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. ... Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante" (EG 81). En esta situación nos parecemos a los discípulos que tras una noche de brega  parecen poco animados a seguir la tarea. 

Y, de repente, en la palabra de hoy aparece Jesús, que concluido su sermón al pueblo desde el púlpito de la barca de Pedro podría proponer a los pescadores un tiempo de relajación y de charla amena. Sin embargo, “cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes”. La respuesta de Pedro no se hizo esperar: "hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada", no merece la pena insistir. ¡Qué bien parece describir esta escena el panorama expuesto por el Papa Francisco en el texto citado antes! Una Iglesia de cansados, poco dispuestos a la tarea de catequizar, desmotivados.

Sin embargo el Espíritu se abre paso en la mente de Pedro que recibe una luz que le obliga a seguir hablando: “Hemos estado bregando toda la noche ( ... ) Pero, por tu palabra, echaré las redes”. En el intermedio de las dos frases, ahí donde se abre un paréntesis con puntos suspensivos, hay un breve silencio que  saca a Pedro de su desgana. En la oscuridad del desánimo un rayo de fe abre la mente y el corazón del apóstol; un kairós o instante luminoso que prende en el alma de Pedro el fuego del entusiasmo. ¿Qué pasaría por su mente y su corazón para pasar de la desgana a la esperanza y la acción? La reconsideración del mandato de Jesús, "rema mar adentro", suscita en Pedro el entusiasmo necesario para ponerse manos a la obra. 

Hasta ese momento Pedro y los otros, fiados en su maestría de pecadores, habían gastado sus energías sin resultados; pero cuando salen a pescar con la seguridad de saber que lo hacen en nombre de Jesús, “puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaron a reventarse”. La maestría en el oficio de la evangelización (técnicas de evangelización) es muy importante, pero si no se va en nombre de Jesús (fe, experiencia) la pesca se resiente.

*


La sensación que damos en la Iglesia es la de pescadores cansados que lo han  intentado todo. Hemos inventado slogans ingeniosos y organizado eventos deslumbrantes para la evangelización, hemos cumplimentado con creces la agenda parroquial y diocesana de actividades, e incluso hemos atendido a más pobres que en ninguna otra época histórica; pero  sólo hemos conseguido unos pocos peces, de los cuales muchos enfermaron y otros murieron, porque lo más que le ofrecemos en el ámbito de  nuestras iglesias es una pecera estrecha, humanamente muy cómoda, pero poco propicia para un crecimiento y desarrollo espiritual en profundidad. Hemos caído en la trampa de querer una Iglesia adaptada a la mentalidad mundana, afín la "sociedad del cansancio";  así llama un perspicaz filósofo contemporáneo a nuestra cultura consumista e insatisfecha 

La pesca de Pedro fue abundante. La causa no estuvo en la fuerza de Pedro y los suyos. Estaban cansados y desanimados. “Hasta ahora no hemos pescado nada” ...  “pero no se haga mi voluntad sino la tuya… En tu nombre, por tu voluntad, echaré las redes”. Parte esencial para el milagro de la renovación de la Iglesia es la decisión de volver a considerar la invitación a pescar que hace Jesús, la decisión de Pedro de dejar de hacer las cosas según su criterio para hacerlas al gusto de Jesús. La fuerza de Dios obra en la debilidad del misionero. 

*

Puedes hacer tuyo en este día un conocido texto extraído de los Sermones de san Antonio:

En tu Palabra, no en la mía,
echaré las redes.

Mientras las eché en mi palabra
no pesqué nada.

¡Lástima!
Cuántas veces las eché en mi palabra,
me lo atribuí a mí mismo, no a Ti;
me prediqué a mí y no a Ti;
prediqué mis palabras, no las tuyas.

Por eso no pesqué nada;
y si algo atrapé no fueron peces,
sino ranas locuaces que me alabasen,
lo cual es nada.

Pero en tu palabra echaré la red.

Echa la red en la palabra de Jesucristo
quien nada se atribuye a sí mismo,
sino todo a Él;
quien vive en conformidad
con lo que predica;
si así lo hiciere,
la captura de peces será copiosa.

 Hermosa oración-reflexión-meditación. Aprovecha para hacerla tuya esta semana. Y para echar las redes en nombre de Jesús.

Feliz domingo.

Febrero 2025

Casto Acedo.