viernes, 26 de agosto de 2022

Al hilo de la Palabra (28 de Agosto)


EVANGELIO  Lc 14, 1.7-14.

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

¡ Palabra del Señor!

* * *

Hay quien se toma muy a mal que le reserven un lugar  poco vistoso cuando asiste a un evento social, ya sea una comida de empresa, una conferencia, una boda o cualquier otro acto, incluso puede ser una misa. ¿Tan poco importante soy que me han colocado en este irrelevante rinconcito de la sala? 

Desde niños se nos educa para sobresalir, ser el primero, el más listo, el que llega más alto. Si queremos tener una vida provechosa y feliz has de triunfar sobre los otros. Quien educa para esto ignora que lo que hace es sembrar la semilla de la infelicidad en el corazón del educando.  

Aspirar compulsivamente a ser el centro de atención, a ocupar los primeros puestos, conduce a  una vida  constante de malestar y sinsabores como consecuencia de esos deseos inalcanzables. Si para ser feliz tengo que ser la estrella, el primero, digamos entre cien, tengo sólo un 1% de probabilidades de serlo, y un 99% de que no sea así. Es más, si tengo que ser la persona más perfecta y exitosa del mundo -¿quién no aspira a ello?- está claro que mis posibilidades de llegar a ser eso que aspiro son ínfimas, sino imposibles.

Tal vez la infelicidad sea la característica más peculiar del fariseo. Obsesionado por cumplir unas cuotas de perfección moral, cuando no logra hacerse con ellas se le abre la puerta al desánimo y la tristeza. 

¿Qué puedo hacer cuando no doy la talla que se espera de mí? Me quedan dos caminos: 

1. la aceptación de mi impotencia y el abandono a la gracia de Dios,  

2. o la hipocresía,  vivir en el engaño y la simulación, ocultando mis fallos por temor a ser rechazado si no respondo a la perfección que me imagino se espera de mi. 

En esta segunda opción se fragua el fariseo y su insatisfecha existencia. En su deseo de perfección, o por el cinismo de "ocultar para no escandalizar", se forja un ego hipócrita con que tapar sus debilidades. En un estúpido ejercicio de autoengaño llega a ocultarse a sí mismo sus propias faltas. ¿Hay alguien más desgraciado que quien es ciego y se niega aceptar su ceguera? El fariseo se ha inventado una personalidad ficticia, un ego falso, que ata su modo de vida al yugo del qué dirán y le desconecta de su propio ser. El fariseo llega a ser un zombi espiritual, un cuerpo sin vida, una forma sin fondo.

* * *

Jesús, invitado a comer en casa de “uno de los principales fariseos” observó “que los convidados -posiblemente otros fariseos- escogían los primeros puestos”. Ya dejé entrever que el fariseo cree merecer los mejores puestos y consideraciones en virtud de sus méritos; gusta de ser protagonista en todo; cuanto más débil es más se afana por mostrarse fuerte; trabaja para ocupar el primer puesto, y así abona el terreno para el enfrentamiento con otros muchos que ambicionan lo mismo. En la mesa del anfitrión no pueden todos sentarse a la derecha de éste, y como todos quieren ocupar ese puesto se producen los choques. En el pico de la pirámide sólo puede haber uno. Jesús te aconseja estar mejor en la base del edificio. 

Contra el fariseísmo aconseja Jesús hacer ejercicios de humildad: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto”. Un sabio consejo para no exponerse al ridículo y para curarse de la posible depresión de quien se  ha hecho una imagen aumentada de su valor. 

"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto". El fariseo, que tanto confía y presume de sus éxitos, es un personaje expuesto al ridículo; siempre vendrá alguien que le sacará los colores y hará evidente su fachada de cartón-piedra. 

Fruto de la contemplación del propio yo como humus (tierra), la humildad es remedio contra el fariseísmo y clave para lograr la felicidad. Humildad es “andar en verdad” dice santa Teresa; quien acepta la verdad de quién es, con sus defectos y también sus perfecciones, inicia un camino de vida interesante. El humilde sabe que  necesita del Otro y de los otros, se acerca a ellos y aprende sobre el amor, ya sea fascinado por la gratuidad del amor de un Dios que le quiere tal como es, o sorprendido por la verdad fundamental de que  no es feliz quien más recibe sino quien más da.

Amar no es recibir amor (honores, atenciones) sino dar el propio ser. Quien hace esto mata en sí el virus del fariseísmo. Esto del amor es el segundo consejo que da Jesús en el evangelio de hoy: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado” . 

Una característica propia del fariseo es la de hacer todo esperando cobrar.  En sus relaciones con el prójimo como en sus relaciones con Dios se rige por el principio del do ut des,  "te doy para que me des". Siempre anda por medio el interés. Así no se puede ser feliz. “Cuando des un banquete -corrige Jesús- , invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.  Serás dichoso si haces esto, porque has sido creado a imagen de Jesús, y tu vida se realiza abrazándote en Él, es decir, abrazando la tierra, la humildad, que eres, siendo  último, con la convicción de que “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Procurar la felicidad del prójimo es procurarte la tuya. Contra encumbramiento fariseo, fraternidad.


* * *

Si andas triste, si tu vida no es tan perfecta como te han dicho que debería ser, no desesperes. Si te sientes mal a causa de ello es porque algo hace aguas en ti. 

El mundo es como es, cambia a mejor lo que puedas, pero no pretendas someter a nadie a tus criterios de perfección. Reconoce que ni tú mismo te sometes a ellos. De hipócritas y de locos todos tenemos un poco. Convéncete de que tu infelicidad no te viene de fuera sino de dentro. La causa está en tu interior, en no aceptar la realidad de lo que eres y de lo que Dios pone en tu camino. Todo los obstáculos que encuentras en tu vida, incluso tus caídas, son oportunidades que Dios te ofrece para superarte en fe y abandono a Él y así cambiar por luz la oscuridad de tu ceguera farisaica. 

Acéptate y acepta tu historia, con sus aciertos y sus mentiras; no simules virtudes que no tienes ni ocultes vicios que tienes. Abre los ojos a la dura realidad de tu pecado y a la magnífica realidad de la misericordia de Dios.

San Pablo, que fue fariseo converso, decía que pretender salvarnos con nuestras perfecciones es un acto de soberbia mediante el cual hacemos inútil la pasión de Cristo. "Si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gal 2,21). Si yo puedo por mí mismo vivir la perfección del amor, ¿para qué murió Cristo? Si el ser humano puede con sus solas artes lograr la vida plena, ¿no hubiera bastado con que Dios nos diese los mandamientos para que los cumplamos? Jesús  te invita a la virtud, pero sabe también de tus pecados; tal vez el mayor de sea el del fariseísmo.

"Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte", serás feliz, porque tu felicidad no la tienes puesta en algo que alcanzar fuera sino en la gracia de Cristo que invade tu interior y modela tu corazón devolviéndote la imagen de Dios que eres. 

 ¿No es todo el evangelio un canto a los pecadores arrepentidos y un lamento por los fariseos pertinaces? El mayor obstáculo para la propia salvación es el de creerte santo cuando eres pecador. Abájate. La humildad y la caridad te igualan con el mismo Jesús, que no te llama a la perfección sino a vivir la unión con Él. Sólo Él es perfecto. Déjate en sus brazos.

¡FELIZ DOMINGO

Agosto 2022

Casto Acedo.

viernes, 19 de agosto de 2022

Al hilo de la Palabra (21 de Agosto)

EVANGELIO Lc 13, 22-30

"Jesús pasaba por las ciudades y aldeas enseñando. 

Uno le preguntó a Jesús:
- «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:
-«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera.

Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos".

!Palabra del Señor!

 * * *

"Uno le preguntó al Señor, ¿son pocos los que se salvan?" (Lc 13,23). La pregunta parece traslucir cierto miedo a perderse algo. 

Jesús no responde directamente a su requerimiento, pero aprovecha para dar una lección sobre la esencia de una vida religiosa que aspire a ser auténtica.  Ser auténtico, da a entender Jesús, no consiste en realizar oraciones, cultos, meditaciones, retiros, etc., sino en la práctica de la compasión y la misericordia a la que todo lo demás debe servir. No basta cumplir y decirse uno a sí mismo o decirle a Dios: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”, he ido a misa los domingos, he recibido la comunión y escuchado con atención las enseñanzas de la Iglesia. 

Las prácticas religiosas pueden ayudar a la salvación, a tener una vida feliz ahora y para siempre, pero  no lo garantizan. Sólo rezar y estudiar teología no garantizan entrar en el verdadero conocimiento de Jesús; ¡No os conozco!. “¡No sé de dónde sois!", dice Jesús en el evangelio. El conocimiento auténtico de Jesús sólo se da entrando con la vida en el ámbito de la misericordia.  Quien se limita a estudiar y a rezar y no es compasivo como Jesús recibirá una respuesta dura cuando acuda a Él: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. 

Estas palabras recuerdan las de Mt 25 42-43: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". La enseñanza es clara, no se salva quien piensa en su propia salud o salvación sino en la de los demás. Porque “no todo el que me dice ´Señor, Señor´ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21), "que quiere que todos los hombres se salven" (1 Tm 2,4).

La vida feliz, la salvación integral de la persona, consiste en algo tan simple como conjugar el verbo rezar al ritmo del verbo amar, aliñar la oración con mucha compasión, sustituir o  completar los sacrificios rituales con la misericordia. Acierta en el camino cristiano quien busca la salud, la felicidad, la dignidad del prójimo; o, lo que es lo mismo, busca su salud, su felicidad, su dignidad en la salud, la  felicidad y la dignidad del prójimo. No soy un eslabón suelto en la cadena de la vida; soy parte de un todo. El prefijo "com" de com-pasión o com-padecer, indica comunión; y esto es muy significativo para el tema que nos ocupa: solo puedo  salvarme en comunión-comunicación con otros. 

Una buena respuesta al que preguntó a Jesús podría haber sido ésta: "Busca el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás -salvación eterna incluida- se te dará por añadidura" (Mt 6,33). 

* * *

Imagina una situación límite. Tu vida está en peligro junto con la de otros muchos. En esos momentos, ¿qué es lo primero que harías? ¿Salir por piernas para salvarte tú o dar prioridad a otros para que se salven primero? No hace falta que respondas, porque cualquier respuesta dada mientras lees este post será sólo teórica.

Plantéate entrenarte en la práctica de la compasión y la misericordia, familiarizarte con la puerta estrecha, que es Cristo. Poniéndote a prueba en situaciones corrientes que te piden amor generoso, te prepararas para una entrega total, para ser el último, el servidor de todos, para dar tu vida por otros, como hizo el P. Maximiliano Kolbe, la mártir santa Eulalia o el mismo Jesús. Pusieron la vida de otros por encima de la propia; y so no salió de la nada, sino que vino precedido de una vida diaria de oración y amor.

A una respuesta del calibre de los santos mártires no se llega por arte de magia. El amor y la compasión hasta dar la vida se puede trabajar poco a poco. ¿Cómo? Haciendo tuyos en el día a día los sufrimientos y las necesidades del hermano, procurando su bienestar antes que el tuyo, haciendo de tus gestos de entrega y renuncia cotidianos un camino para acercarte a  Cristo; si practicas la misericordia, entonces verás la salvación de Dios (cf Is 58,6-14).

No te obsesiones por el tema de la salvación reduciéndola al momento del "juicio final" como día terrible (dies irae);  de eso se preocupan los que no quieren vivir amando. Tú vive la compasión para con todos, y no tengas miedo a ser el último, el siervo de los siervos. Te aseguro que el mismo Jesús te sentará a su mesa cuando venga. Te lo dijo el domingo pasado (cf Lc 12,37) y hoy te lo repite: sé el último y serás el primero. La salvación consiste en algo tan sencillo como estar dispuesto a perderte día a día en los otros.

¡Que tengas un buen Domingo!

Agosto 2022
Casto Acedo

sábado, 13 de agosto de 2022

Al hilo de la Palabra (14 de Agosto)

EVANGELIO Lc 12, 40-53

Dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

 * * *

¡Ladran, luego cabalgamos! Siempre me ha llamado la atención esta sentencia, porque pone de manifiesto que quien vive de veras con autenticidad genera a su alrededor situaciones que le hacen ser molesto a los que le rodean, y éstos, ¿cómo no?, ladran, critican, marginan, queriendo conjurar el peligro que supone para sus intereses.

Acostumbrados a un Jesús dulce, amable, acogedor, el evangelio de hoy nos deja ver que no tiene por qué ser así para todos. Él mismo se presenta como motivo de división, enfrentamiento y ruptura. No es que busque directamente el enfrentamiento, su postura fue siempre de diálogo y conciliación, pero hay personas que no comparten sus ideas ni su modo de entender la vida. Y esto crea problemas incluso en ámbitos tan sagrados como la familia: Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra”.

¿Por qué esas divisiones de las que habla Jesús? Porque incluso en el ámbito familiar no es fácil ejercer la libertad de vivir el evangelio. Son incontables los conflictos familiares que se han dado en la historia debido a cuestiones de fe religiosa.  No me refiero tanto al problema que puede generarse cuando algún hijo decide no casarse por la Iglesia y los padres se disgustan, ni al hecho de que algunos padres decidan no bautizar a su hijo con el consiguiente disgusto de los abuelos. Esto genera conflicto, pero sólo en la medida en que choca con los convencionalismos sociales al uso, y cada vez más secularizados. Tal como va la deriva de la religión hoy el choque se irá dando más bien en quien se bautiza o se casa por la Iglesia.

El verdadero conflicto se da cuando como consecuencia del enamoramiento de la persona de Jesucristo y su proyecto de vida, alguien decide plantar cara a situaciones que chocan con lo que se espera de una persona muy religiosa. A saber: se espera que sea dócil y obediente a su marido o a su mujer, que guarde la debida prudencia y cortesía en el lenguaje y las relaciones sociales, o que sea modestamente condescendiente con quienes desprecian lo religioso o que, en caso de conflicto, sepa ceder complaciente. 


Pero el seguimiento de Jesús no es cuestión de adaptación al medio, sino de revolución-renovación del mismo; no es sólo tema de ritos y preceptos sino de amor. Y ahí, donde al amor de Cristo arde, empiezan los problemas. Hay conflictos: 

*Cuando hablas con naturalidad de Jesús hasta el punto que quienes te escuchan piensan: ¡Anda, pero si va a ser verdad que existe, siempre pensé que era un abstracto!

*Cuando en un arrebato de locura cristiana perdonas a ese enemigo al que todo el mundo odia, y quienes eran hasta ahora tus amigos te dan la espalda por quererlo como a un hermano más;

*Hay conflicto cuando decides acoger con cariño y absoluto respeto a esas personas que de siempre han sido consideradas pecadoras a causa de sus creencias, su condición sexual o su modo diferente de vivir en pareja;

*Cuando haces de la compasión y la misericordia la clave de tu vida hasta el punto de perderlo, incluso tu reputación, para ganar en amor;

*Cuando vives la libertad de expresar tu fe y tus ideas con claridad y sinceridad, denunciando las mentiras concretas a las que nos someten las modas o los condicionamientos sociales, etc.

En definitiva, cuando Jesús y su seguimiento, su persona y su mensaje, son percibidos por los demás como piedras angulares de la existencia, y no como ridículos ritos y preceptos de obligado y virtuoso cumplimiento, entonces la cosa arde; Jesús pasa de ser un icono de devoción a ser motor de la vida. Y no a todos gusta su fuego, que purifica el mundo.

El fuego del que hablamos es el del Espíritu Santo, que prende en el corazón del creyente y le arrastra a ser profeta, como le pasó a “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”  (Hch 10,38).  

El incendio del Espíritu encuentra oposición en los enemigos de la cruz de Cristo, y se oponen a Él;  por eso se pide estar dispuesto a seguir los pasos de Jesús hasta el final: “con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!”. Ese bautismo es el de la cruz (cf Mc 10,38), destino más que posible de quien hace del amor sin límites  la consigna de su vida.

* * *

Esta semana te puedes hacer unas preguntas: ¿Entiendes tu fe como una mera práctica de ritos y cumplimientos morales o arde tu corazón por amor a Jesús? ¿Encuentras en tu entorno algún rechazo por ser cristiano? ¿Hasta qué punto eres fiel cuando eso te supone contrariar ciertas costumbres sociales? Cuando tu fe entra en conflicto con lo habitual ¿tienes a romper moldes o te acomodas? ¿Estás dispuesto a mantener tu fe aunque te acarree cierto rechazo o problemas incluso en tu familia? A Jesús le tocó lidiar con la oposición de los judíos más religiosos de su tiempo; no se acomodó sino que mantuvo su fidelidad al Padre por encima de todo. Su espíritu sigue incendiando el mundo. Déjate encender por Él.

Agosto 2022

Casto Acedo.

sábado, 6 de agosto de 2022

Al hilo de la palabra (7 de Agosto)

 

EVANGELIO Lc 12,32-37

Dijo Jesús a sus discípulos: 

«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo".

Palabra del Señor

 * * *

La semana pasada nos ponía el evangelio en guardia sobre cómo la muerte desvaloriza  lo que sobrevaloramos en vida. Siguiendo las palabras que se proclamaron entonces, el evangelio de san Lucas habla luego de la confianza en la providencia, invitando a no preocuparse del mañana más que del hoy, a contemplar a los pájaros y las plantas, que no se afanan por nada y Dios las sostiene dándoles vida y alimento (cf Lc 12, 22-29), y acaba  diciéndoles: por la comida y la supervivencia “se afana la gente del mundo, pero vuestro Padre ya sabe lo que necesitáis. Buscad más bien el reino, y él os dará lo demás” (Lc 12, 30-31).

Sigue el evangelio con el texto que hoy comentamos: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Tenemos aquí una llamada a soltar, a descargar la unvida de cosas, de negocios, de preocupaciones que no soportan la prueba de la finitud del hombre cuando se cruza con la infinitud de Dios. 

El evangelio de hoy es una invitación a relativizar todo trampantojo que se ofrece a nosotros como maravilloso, como fuente de la vida, pero que en realidad no es sino engaño,  apariencia, sueño, “representación de este mundo se termina” (1 Cor 7,31). 

La vida es sueño, recita Segismundo en la obra de Calderón de la Barca:

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Los negocios en los que solemos  poner la vida son invención de nuestra mente, fantasías que nuestro egocentrismo inventa para subsistir. Tan obsesionados estamos por vivir en ese mundo ficticio y de ensueño del “yo ideal”, que no nos damos cuenta de que ese mundo no existe, que es solo un constructo de nuestra imaginación. Por eso no nos satisface: ¡Todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende! 

Perseguimos propiedades, riquezas, distinciones, etc., con que mantener en pie el sueño de un personaje-facebook de cartón piedra, de pura apariencia. Por eso no entendemos la vida, ni hallamos sosiego, porque ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos, vivimos en un inexistente mundo de yupi. Ignoramos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Y lo peor de todo es que preferimos seguir engañándonos creyendo ser lo que nos gustaría ser (yo ideal) y gastando en ello nuestras energías.

Frente al “yo ideal” Jesús muestra el “ideal del yo”, es decir, la verdad de lo que cada uno es. Conocerse uno a sí mismo es el principio de todo camino de renovación espiritual. Sólo partiendo de él se puede vivir en la verdad. Y la verdadera identidad humana tiene un nombre: Jesucristo, Él es el ideal en persona y el ideal de persona. Si he sido creado a imagen y semejanza de Dios, y si Jesucristo es Dios hecho hombre, Jesús es el camino, la verdad y la vida que debo seguir si quiero encontrarme y vivirme a mí mismo. A eso vino al mundo, a mostrarme mi ser; a decirme quien soy; conocerle a Él es conocerme a mí; seguirle es encontrarme.

Vivir feliz es posible, para ello te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de su padre (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

Merece la pena meditar hoy esta frase: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”. Mira tu corazón. El mundo te propone riquezas que se apolillan y se pierden, Jesús te abre la puerta a otra dimensión: tu vida interior, tu corazón, un santuario donde todo adquieres sentido, un lugar donde se juega todo. Puedes poner tu corazón en lo exterior y material que te rodea o en lo interior y espiritual que te habita al tiempo que te envuelve.

¿Cómo hallar a Jesús? ¿Dónde encontrar la riqueza de su reino? * En la humildad (palabra que viene de humus, tierra, polvo), *en el reconocimiento de la fragilidad de la naturaleza humana, necesitada de la gracia de Dios para prosperar,  y *en la disponibilidad para el servicio a Dios en el prójimo: “¡dichosos los criados a los que el amo encuentre vigilantes cuando llegue”. ¿Qué va a ganar quien vive como Jesús? : el mismo Jesús "se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”. ¿Puedes imaginar un premio o un amor más grande? ¡aunque ninguno lo entiende!

Vivir feliz es posible, para ello te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de su padre (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

Merece la pena meditar hoy esta frase: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”. Mira tu corazón. El mundo te propone riquezas que se apolillan y se pierden, Jesús te abre la puerta a otra dimensión: tu vida interior, tu corazón, un santuario donde todo adquiere sentido, un lugar donde se juega el todo. Puedes poner tu corazón en lo exterior y material que te rodea o en lo interior y espiritual que te habita al tiempo que te envuelve. En el primer caso te pierdes, porque lo de este mundo pasa; en el segundo  ganas, porque el corazón atado al amor no pasa nunca (1 Cor 13, 8).

¿Cómo hallar a Jesús? ¿Dónde encontrar la riqueza de su reino? * En la humildad (palabra que viene de humus, tierra, polvo), *en el reconocimiento de la fragilidad de la naturaleza humana, necesitada de la gracia de Dios para prosperar,  y *en la disponibilidad para el servicio a Dios en el prójimo: “¡dichosos los criados a los que el amo encuentre vigilantes cuando llegue”. ¿Qué ganará quien  vive como Jesús?: el mismo Jesús "se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”. ¿Puedes imaginar como premio un amor más grande?

* * *

Contempla a Jesús, que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9), ¡oh admirable misterio! El amo sirviendo al criado, Dios mismo sirviéndote  a ti. Lo  hace en la Eucaristía que celebras hoy. Ahí te enseña qué es llevar una vida eucarística, de comunión fraterna, de servicio. Aprenderás mucho meditando esto. 

Jesús es tu “ideal de yo”, un espejo donde mirarte y reconocerte. Si le adoras, si le estudias, si le dejas entrar en tu vida, si pones tu confianza en su reino, si le tienes fe, brotará en ti espontáneamente, casi sin esfuerzo, eso de vender todas tus posesiones y darlo en limosna; y al hacer eso no perderás nada sino que ganarás todo, porque tu corazón ha encontrado el único Tesoro por el que merece la pena invertir con alegría toda tu vida (cf Mt 13,44).

Donde está tu tesoro, está tu corazón. ¿Dónde está tu corazón? ¿En la ilusión de una vida ficticia e inalcanzable? ¿En la fragilidad de unos sueños egoístas? Busca el tesoro del reino, busca a Jesús y pon en segundo plano todo lo demás. Ganarás en libertad, alegría y autenticidad.

¡Feliz Domingo!

Agosto 2022

Casto Acedo