viernes, 27 de mayo de 2022

Al hilo de la Palabra (29 de Mayo. Ascensión)


HECHOS DE LOS APOSTOLES, 1,4-11

Dijo Jesús: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo" Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.

Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."

* * * 

 

La semana pasada comentaba en este blog acerca del lugar donde está Dios, e indicaba que me enseñaron que “Dios está en el cielo”; también añadía que ese cielo, lugar de Dios, me parecía hermoso pero frío, distante, aburrido. Concluía que Dios está en todo lo creado, en todo ser humano, y en mi interioridad.

 Hoy, teniendo de fondo la narración de la Ascensión en el libro de los Hechos de los Apóstoles, reflexiono sobre el cielo y el peligro de quedarme "plantado", con los ojos fijos en él.

Dios está en el cielo, oímos decir; y Dios está en todas partes. La segunda afirmación hace innecesaria la primera, sobre todo cuando considero el cielo como un lugar geográfico concreto.

Santa Teresa, en su comentario sobre el Padrenuestro, al explicar lo de “Padre nuestro que estás en el cielo”, me aclaró algo que ha determinado mi concepto de cielo:
“Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo” (Camino de perfección, 28,2).
Me impresiona la lógica de la Santa. Si donde está la corte, allí está el rey, donde está Dios está el cielo. Y si Dios, como dice san Agustín, está dentro de mí, el cielo también lo está. He aprendido con la Santa que el cielo es más que un lugar concreto, es un estado, un modo de vivirme, una manera de entender la vida.

Si el cielo está también en mi interior, los ángeles de la Ascensión también me previenen acerca del embeleso espiritual: ¿Qué haces ahí, pasmado todo el día, mirando tu cielo interior? ¿Te vas a quedar en el spa terapéutico y relajante de tu meditación? Es hora de volverme a Jerusalén, hora de abrirme al Espíritu Santo prometido. Él me sacará del lugar donde los miedos me tienen encerrado (el próximo domingo lo veremos); es hora de ir a Galilea, al trabajo de cada día, a las rutinas pastorales, a una sana relación con mis hermanos, a una mirada distinta a mi periferia, y a una lectura de mi historia desde los ojos de Dios. 

Salir. Este es el verbo. Dedico tanto tiempo a estudiar y predicar que a veces se me olvida vivir.  Me sé bien la lección, pero oigo voces a mi alrededor que, como a san Pablo, me dicen: "Estás loco, tu mucho saber te hace perder la cabeza" (Hch 26,24). San Ignacio me recuerda: "No el mucho saber harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente”. A fuerza de letras tiendo a reducir la fe a creencias, más aprendidas que gozadas o sufridas., acerca de Dios, el mundo y la Iglesia. Más que la cabeza temo perder el corazón a causa del engreimiento.

En el tiempo de silencio y meditación me cuesta mantener despierta la atención y  no anclar mi corazón a nubes pasajeras, a pensamientos que me distraen. Ensueños. Fácilmente caigo y soy cautivo del engaño cuando “estoy encantado de conocerme”, o “me duermo plácidamente en brazos de mi vanidad”, o “dejo de verme como persona en proceso de construcción”, o cuando “me tumbo plácidamente sobre el mullido colchón de mis perfecciones impostadas”, o "pongo mi personalidad en decirme maestro antes que discípulo”; en fin, me quedo prendado en el cielo cuando vivo esperando que Tú, Señor, me lo des todo porque me lo merezco. Soberbia.


Mientras espero el domingo de Pentecostés, dame Señor orar con más intensidad. Y con  más humildad. Con tu ayuda pondré la mirada en el cielo de mi alma; sin cerrar las ventanas, para que el viento de tu Espíritu entre con su fuerza y limpie la escoria que acumulo; que se  lleve mis apegos, y me impulse hacia fuera, a la calle, donde se pelea la vida. 

Que aprenda, Señor y Dios mío, que no estás tanto en el alto cielo en que me aguardas cuanto en la tierra en que aquí abajo me abrazas . ¿Acaso no me has enseñado que la tierra es un trozo de cielo en construcción? "Bienaventurados los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos, ... Bienaventurados los humildes porque heredarán la tierra" (Mt 5,3.5).  Dame un trocito de cielo en mis momentos de oración; pero no permitas que me quede  enganchado, "plantado”, apegado, estancado, en mis rezos; impedido de ir a Ti y a mis hermanos. Cielo sí, pero enraizado en la tierra. Lo contrario sería quedarme en medio del puente, renunciando a alcanzar la otra orilla.
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Otro comentario sobre los textos de este domingo en: 


Mayo 2022. 
Casto Acedo 

sábado, 21 de mayo de 2022

Al hilo de la Palabra (22 de Mayo)

 EVANGELIO

"El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió" 

* * *


Para empezar,  una pregunta: ¿dónde está Dios?

De niño me enseñaron que Dios está en el cielo, un lugar muy hermoso, aunque, la verdad, siempre lo imaginé un poco aburrido, sobre todo para los deseos e inquietudes de un niño.

También me dijeron que está “en todas partes”, pero no como presencia tranquilizadora, sino como juez que vigilaba todos y cada uno de mis pensamientos y acciones. ¿Recuerdas el triángulo con el ojo en el centro? ¡Cuidado, Dios te ve! Un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Mejor no vivir bajo su mirada.

Es verdad que Dios está arriba y está en todas partes, pero ¿cómo entender esto? Simplemente como que Dios es más grande que nada y que nadie, y que su presencia sostiene todo. “No hay brisa si no alientas, / monte si no estás dentro / ni soledad en que no te hagas fuerte. / Todo es presencia y gracia”, dice un himno del rezo de vísperas. En todas partes está Dios; la creación toda es expansión y reflejo de su Ser. 

* * *

En mi juventud descubrí un nuevo rostro de Dios: la persona de Jesucristo. Dios se hace hombre en Él. Me resultó atractivo este nuevo look divino. Enmanuel, Dios con nosotros, Dios conmigo. “El que me ama guardará mi palabra”, dice. Y su Palabra me parece digna de ser guardada, porque no es doctrina sino vida. Me fascina de Jesús su honestidad: todo lo que dice lo hace; su predicación va unida a su vida; se complementan. Dice lo que hace y hace lo que dice. ¿Se puede encontrar a alguien más digno de fe?

Al Dios “con nosotros”, Jesucristo, lo encuentro en la vida de cada día; en quienes se cruzan en mi camino: mi padre, mis feligreses, mis amigos, los enfermos que visito, las personas que acuden a mí buscando consuelo o consejo. En mi vida, en mi historia, en mis avatares de cada día; Jesús camina conmigo. También lo veo en quienes viven situaciones de marginación, o de "descarte", como dice el Papa Francisco; en ellos sigue crucificado. Desde ahí me llama a trabajar por un mundo más justo.

Dios está ahí donde me encuentro. Tal vez yo no sepa ver claramente donde está en cada momento, pero tengo la certeza de que Él sí sabe donde estoy yo; y esto no me produce temor sino confianza. Es mi amigo.


* * *

Pasados ya los sesenta años de edad, parece que miro más a mi interior, y voy descubriendo la verdad que esconde la sentencia de san Agustín: Si es verdad que Dios es superior summo meo (mayor que cualquier cosa mía), también es cierto que es interior intimo meo (más interior que mi misma intimidad). Con la edad me he vuelto introspectivo, explorador de mis entrañas. Donde más busco ahora a Dios es dentro de mí.

Antes pensaba que cuando yo le fallaba Él se alejaba, me dejaba solo. Y ahora descubro que cuando me alejo Él no se va, soy yo quien me voy de mí mismo. Su Espíritu está tan arraigado en mí interior que, si tal como hemos citado, no hay monte si Él no alienta, tampoco yo existo sin su Espíritu.

He descubierto que hay un Dios plural: Padre que está arriba y en todas partes, Hijo que está a mi lado, en mis hermanos y mis acontecimientos, y Espíritu que está dentro de mí. Y el evangelio de hoy me lo confirma. “Si alguno me ama -dice el Hijo- guardará mi palabra. Y vendremos a él y haremos morada en él”. Me encanta el plural. Dentro de mí los tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 

Ya no busco compulsivamente a Dios en las cosas de afuera, tampoco me obsesiona en exceso hallarlo en los que me rodean; ahora lo busco en mí, y sé que sólo cuando todo mi espacio interior sea suyo le reconoceré en verdad como el que está más arriba de todo y el que se halla al mismo tiempo en mi intimidad y en la intimidad de cada una de las personas que poblamos el mundo.

Ya no temo al Dios Todopoderoso, ni me escandaliza verlo en los heridos de este mundo, porque he visto cómo su grandeza de Padre se ha fijado en mi bajeza, y cómo en mi debilidad me ha dado fuerzas para amar a los menos amables, y para acoger con amor todo lo que antes ignoraba u odiaba. Si puedo hacer algo por alguien es porque Él está conmigo.

De ser un cristiano que vivió su infancia obsesionado por cumplir los mandamientos, y que pasó su juventud empeñado en salvar a otros como si fuera el mismo Mesías -¡qué soberbia!- he pasado a ser más espiritual, es decir, más humilde. Voy aprendiendo que si soy algo o alguien valioso no es debido a mis méritos y capacidades, sino a la presencia oculta de Dios en mí. Esto es lo que me sostiene, a esto me agarro cuando me fallan las fuerzas, en esto centro mi tiempo de meditación y oración y desde aquí ejercito mi sacerdocio, esperando que la compasión divina me despierte a vivir cada vez más intensamente en  sintonía amorosa conmigo mismo y con toda la humanidad.

Este domingo es un buen día para pedir al Dios que me habita que abra mi mente a una mayor conciencia de su presencia en mí,  que no deje de abrirme más y más el ojo interior de la fe, para poder verle, como dice san Juan de la Cruz, dibujado en mis entrañas.[1]

¡Feliz Domingo!

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Otro comentario a las lecturas de este domingo: 

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/05/dios-en-mi-interior-22-de-mayo.html

[1] Para quien sepa y se atreva con unos textos que parecen difíciles, pero no lo son tanto, le invito a meditar sobre la presencia del Dios (el Amado) en su  interioridad leyendo el comentario de san Juan de la Cruz a la Canción 12 del Cántico Espiritual: “¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que llevo en mis entrañas dibujados”.  

Mayo 2022

Casto Acedo

miércoles, 11 de mayo de 2022

San Isidro Labrador (15 de Mayo)

 

San Isidro fue beatificado por Paulo V el 14 de junio de 1619 y canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV, junto a San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, aunque la bula de canonización no fue publicada hasta 1724 por Benedicto XIII. Fue declarado patrono de los agricultores españoles por Juan XXIII en bula del año 1960.(Wikipedia, Isidro labrador)
Llama la atención que san Isidro fuera canonizado entre santos tan ilustres; ¿qué hace san Isidro –aldeano, analfabeto, peón agrícola- entre esos buques insignia de la santidad?: San Felipe Neri, italiano caracterizado por su dedicación a los más indigentes; santo que fundo la “cofradía de los pobres” para ocuparse de los convalecientes y peregrinos; santa Teresa de Jesús: viajera, fundadora, doctora de la Iglesia, figura clave en la literatura española, reformadora del Carmelo; san Ignacio de Loyola, de rica familia vizcaína, educado en la corte, dotado de fuerte personalidad y fundador de la compañía de Jesús, santo con una proyección universal indiscutible, y san Francisco Javier, navarro de familia noble, estudios universitarios en París, captado por san Ignacio para su obra y misionero incansable en la India, fallecido en la India y con las miras puesta en la evangelización de China.

¿Tiene mucho que ver san Isidro con ellos? ¿No parece insignificante su personalidad de labriego aldeano? Es insignificante la vida de san Isidro si entendemos que  ser cristiano es pasar por la vida sobresaliendo,  haciendo cosas espectaculares. San Isidro no dio espectáculo; pasó su vida en silencio, sin escribir ninguna página gloriosa de la historia de la Iglesia. "La virtud más eminente -según un dicho atribuido a santa Teresa- es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer" y así lo vivió san Isidro.


No obstante la distancia cultural y social, en cierto modo, por lo que toca a la santidad, san Isidro se equipara a los santos junto a los que se le canonizó:

a) No hubo de renunciar a su riqueza para dedicarse a los pobres como san Felipe Neri, nacido en Florencia, de padre notario y familia dedicada a los negocios. San Isidro fue pobre desde su nacimiento, con el estigma que eso suponía en el tiempo que le tocó vivir; por su origen pobre no tuvo que renunciar a su riqueza y posición, pero sí que hubo de abrazar la pobreza y la humildad como virtudes.

b) No fue san Isidro reformador de ninguna orden religiosa, como santa Teresa de Jesús, ni sus escritos místicos le valieron el reconocimiento de autor literario de renombre y doctor de la Iglesia. San Isidro era un simple laico, que no reformó ninguna institución eclesial, pero sí reformó su vida a la luz del evangelio de Jesús; su palabra y sus escritos fueron el silencio, el ocultamiento y la desconsideración de no saber siquiera escribir. Si la santa del Carmelo decía que “entre los pucheros también anda Dios”, san Isidro, con su sencilla espiritualidad de labriego, nos dice que entre arados, siembras, cosechas, eras y graneros, también Dios se mueve.
 
c) Tampoco fue san Isidro, como san Ignacio de Loyola, fundador de una sociedad de renombre universal como son los Jesuitas (Societatis Iesus), que tantos y tan grandes servicios han prestado a la Iglesia y que han aportado tantos mártires al santoral. Lo único que fundó san Isidro fue una familia cristiana con su mujer, santa María de la Cabeza; y educó a su hijo tan cristianamente que también es un santo venerado: san Illán. A los ojos de Dios lo importante es llevar adelante la vocación a la que hemos sido llamados, sea esta de proyección universal, local o familiar. “A la tarde -decía san Juan de la Cruz- te examinarán en el amor”; no alcanzarás la felicidad de tu vida porque hagas grandes obras eclesiales, sociales o políticas. Con san Ignacio de Loyola, y antes, ya que es anterior en el tiempo, san Isidro respondió con generosidad al objetivo del santo fundador de los jesuitas: hacerlo todo para mayor gloria de Dios (Ad maioren Dei Gloria). Porque lo que cuenta no es la magnitud  de lo que haces sino el amor que pones en ello.

 
d) Digamos finalmente que san Isidro no estudió en la universidad de París, aprendiendo de los grandes maestros de teología del momento, ni viajó muy lejos como hizo san Francisco Javier, patrono de las misiones. No, la universidad de san Isidro fue el campo, la observación de la naturaleza y la escucha de la predicación evangélica en su parroquia, su escuela fue su propia vida. No fue “misionero” si por ello entendemos a quien deja casa, familia, tierra, y parte a lugares lejanos a anunciar el evangelio; pero sí que lo fué, porque la misión empieza por la propia casa y el lugar donde se vive y trabaja; con su palabra y vida ejemplar san Isidro misionó, llevó la “buena noticia” de Dios a los suyos y a sus vecinos. Su fama de santidad da testimonio de esto. No se extendió la veneración a su persona por las artes publicitarias de sus hijos de fundación; fueron sus vecinos, gente tan pobre e inculta como él, los que se hicieron lenguas de su fe y bonhomía; sin esa propaganda de boca a boca san Isidro sería hoy un total desconocido.

Por tanto, tenemos ante nosotros a un santo poco aristócrata, tal vez considerado en su época no muy digno de recibir el título de santo, un personaje sin renombre y alta consideración familiar, poco intelectual y de poca actividad reformadora y fundadora; pero no cabe duda de que en san Isidro tenemos hoy, como sus vecinos lo tuvieron en su día, a un santo de gran humanidad.


No fue por tanto un despropósito que el papa Gregorio XV elevara a los altares a este santo junto con esos otros que hemos comentado y cuya sola mención traen a la memoria heroicas hazañas humanas y grandes éxitos pastorales. Entre ellos san Isidro nos sirve para equilibrar la balanza y hacernos comprender más llanamente lo que dice el concilio Vaticano II: «todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (Lumen gentium, 11. c). Todos estamos llamados a la santidad, cada uno en su propio estado, en su actual situación familiar, laboral y social. San Isidro, como otros santos de más renombre, respondió generosamente a esa llamada universal a la santidad.

¡FELIZ DIA DE SAN ISIDRO!
 
Mayo 2022.

Casto Acedo

sábado, 7 de mayo de 2022

Al hilo de la Palabra (8 de Mayo. Buen Pastor)


 EVANGELIO Jn 10,27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: 
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

* * *

Escueto y sustancioso el Evangelio de hoy, domingo del Buen Pastor.

Nos dice san Mateo que Jesús “al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor»” (Mt 9,36).

En el contexto de la historia de Israel, donde grandes personajes bíblicos habían ejercido el oficio de pastores (Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David), Jesús se aplica a sí mismo el título de “Buen Pastor”. Porque también había “malos pastores”, basta leer el capítulo 34 de Ezequiel, que se abre con un terrible lamento:.
“¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas? Os coméis las partes mejores, os vestís con su lana; matáis las más gordas, pero no apacentáis el rebaño. ¡ No habéis robustecido a las débiles, ni curado a la enferma, ni vendado a la herida; no habéis recogido a la descarriada, ni buscado a la que se había perdido, sino que con fuerza y violencia las habéis dominado” (2-4).
Tras estas palabras, Ezequiel profetiza que Dios será el Pastor de su Pueblo:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. … Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. … Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia» (11-16)
La profecía se cumple en Jesús, el Buen Pastor.

El breve evangelio de hoy nos quiere despertar a la suerte y la importancia de haber conocido a Jesús, Buen Pastor, y a la no menor suerte de formar parte de un rebaño. Porque ¿qué pastor sería ese que sólo tiene una oveja? Jesús es pastor de un rebaño, no olvides eso, porque podrías caer en la soberbia de creerte oveja única, perfecta y predilecta. El rebaño es plural: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”.

Termina el Evangelio con una frase misteriosa: “Yo y el Padre somos uno”. En el discurso de la última cena dirá Jesús “Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. (Jn 17,21).

¡Qué importante es la relación personal con Jesús! Pero también es importante saber que el conocimiento y la relación personal entre el Pastor y cada una de las ovejas no agota  el ministerio del Pastor. Si no hay comunidad, si no hay rebaño, si no hay unidad entre los miembros del rebaño, nadie creerá que Jesús es el enviado de Dios.

* * *

No me resisto a transcribir aquí una historia, que parece más bien un chiste, y que de simple parece da la sensación de poco profunda, más para reír y distraerte que para meditar:

Un caminante por el campo, se encuentra a un pastor con un rebaño de ovejas.
Y le pregunta al pastor:
- Oiga buen amigo, ¿dan mucha lana las ovejas?
- Cuales ¿las blancas o las negra?
....El caminante sorprendido le dice:
- Pues las blancas.
- Unos 7 kilos de lana por temporada.
- ¿Y las negras?
- También, también.
- ¿Y dan mucha leche las ovejas?
- ¿Cuales las blancas o las negras?.
- Pues las blancas.
- Unos tres litros por semana .
- ¿Y las negras?
- También, también. 
...el caminante bastante enfadado le dice:
- Pero oiga, ¿porque cuando le pregunto algo sobre las ovejas me dice las blancas o las negras?
- Hombre, es que las blancas son mías .
- Ahhhh ¿y las negras?
- También, también.
En realidad no hay ovejas blancas y ovejas negras, porque a los ojos de Dios todas son una misma oveja. Es nuestra mente discursiva la que se empeña en establecer distinciones y poner distancias. Al ego le gusta un mundo de blancos y negros para poder afirmarse en su supuesta blancura. La división desvirtúa, la unión santifica.

Creo que hoy es un buen día para despertar el oído al silbo amoroso del Pastor, que nos llama a entrar dentro de nosotros, y sentir ahí la intimidad y comunión con Él y con su Cuerpo que es la Iglesia, a sentirnos oveja con y en las otras ovejas. El amor del Pastor Bueno rompe las distancias y nos unifica; bajo su mirada no hay dos, porque “el Padre y yo somos uno”, y quien entra en su intimidad se hace uno con ellos, con todos y con todo. ¡Gran misterio este!

* * *

Puedes servirte para la oración de hoy de dos poemas clásicos en los que la figura de Jesús como Buen Pastor se describe hermosamente.


Uno es un conocido soneto de Lope de Vega, y te invita a mirar al Pastor desde tu propia alma:
Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú me hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.

 

 

El otro poema, de una magistral belleza mística en fondo y forma, es de san Juan de la Cruz, y describe el idilio de amor entre el Pastor (Jesús) y la pastora (alma, Iglesia), desde el lado de Aquel. 
Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento
y en su pastora ha puesto el pensamiento,
el pecho, del amor, muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido
aunque en el corazón está herido,
más llora por pensar que está olvidado.

Que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia!
Y el pecho, del amor muy lastimado.

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.
Compara ambos poemas. 

Lope de Vega mueve a conversión, a cambiar de vida, a imitar a Jesús, a seguir su ejemplo de amor. El poema de san Juan de la Cruz conmueve las entrañas al revelar con una ternura exquisita el amor puro y apasionado de Jesús, que sufre él mismo tu pecado, la ignorancia de su amor, la torpeza del olvido del Único Amor que puede sanar tus heridas.

¡Feliz Domingo del Buen Pastor!

Mayo 2022

Casto Acedo