martes, 26 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (Día 9º. Puerta)

NOVENA 

A LA VIRGEN DE LA ALBUERA

Dia 9º. Puerta

Vos sois, ¡Oh Abogada y patrona nuestra!, aquella hermosa Puerta que vio Ezequiel cerrada siempre para la culpa y abierta para la misericordia. Vos sois aquella puerta de oro donde el pobre paralítico pedía limosna y la lograba. Vos sois, finalmente, aquella puerta del cielo que vio Jacob de nuestra España, Santiago, por donde todos los justos han entrado en la gloria. Hasta ahora a nadie se le ha cerrado esta puerta; a cualquiera que ha pedido a ella se le ha socorrido en lo necesario. Pues, Señora, no sea yo sólo el desgraciado que llegando a vuestra puerta, tan patente para todos, la halle para mí cerrada. Aquí me tenéis postrado a vuestros pies; llamando estoy a la puerta de vuestra misericordia; no me desechéis sin consuelo ni sin el favor que os pido en esta Novena, si conviene para adoraros por una eternidad en la gloria. Amén.

 * * *


Hay una puerta en la parte este de las murallas de Jerusalén (hoy tapiada; ver foto) que el profeta Ezequiel señala como la puerta por donde entrará el Mesías esperado en su venida. A esta puerta también se le llama la puerta Dorada o la puerta Hermosa. En esa puerta san Pedro curó a un paralítico que pedía limosna, según cuenta el libro de los Hechos de los apóstoles.

Apelando imaginativamente a esta puerta el autor de nuestra Novena nos presenta hoy a la Virgen de la Albuera como “aquella hermosa Puerta que vio Ezequiel cerrada siempre para la culpa y abierta para la misericordia” y “aquella puerta de oro donde el pobre paralítico pedía limosna y la lograba”. Ambos textos se refieren a la puerta Dorada de Jerusalén. La Virgen de la Albuera se muestra así como madre misericordiosa y atenta a las necesidades de quienes se le acercan.

También se menciona hoy en la Novena una “Puerta del cielo” que ve Jacob. El nombre de Jacob se refiere al patriarca Jacob, que tuvo la visión en sueños de una escalera que llegaba hasta el cielo por donde subían y bajaban ángeles. Ese sueño ha quedado en la historia de la espiritualidad cristiana como referente de la experiencia mística, es decir, de que es posible el acercamiento y la visión de Dios en esta vida, vislumbrando así el cielo.

Pero nuestro autor amplía el significado de esa escalera que lleva a la puerta del cielo hablando del “Jacob de nuestra España”.  El nombre de Jacob pasa a decirse en español San-tiago (que viene de “san-Iacob), a quien la Virgen María se aparece en Zaragoza, a orillas del Ebro, sobre un pilar animándole y ratificándole como apóstol misionero de España. La Virgen de la Albuera, contemplada sobre el trasfondo de la Virgen del Pilar, se presenta aquí como “la puerta del cielo que vió Santiago” cuando se le apareció la Virgen María.

En conclusión: la Virgen de la Albuera es puerta por donde nos viene la misericordia de Dios, puerta a donde podemos ir a pedir con la seguridad de que seremos escuchados si la petición es justa y conviene a nuestra salvación, y puerta del cielo, escalera de acceso a la eternidad; puerta, en fin,  por la que el Mesías entró en la historia y entrará  al final de los tiempos. Postrados ante la Virgen María podemos esperar su venida.

* * *


En el Evangelio es el mismo Jesús el que dice: “: yo soy la puerta de las ovejas. … Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. (Jn 10,7-9). La puerta que es María conduce a Jesús.

Esta puerta de entrada en Dios tiene sus exigencias; si se quiere entrar en la Vida de Cristo no se puede estar a Dios rogando y con el mazo dando, sirviendo a Dios y al dinero, golpeándose el pecho y mostrándose duro de corazón, pidiendo misericordia y condenando al prójimo; la puerta de la salvación pide elegir un modo de vida que sea coherente con el Evangelio reflejado en las virtudes que veneramos en la Virgen de la Albuera: transparencia de vida, obediencia a Dios, humildad, capacidad de sacrificio, etc.

Entrar en la Vida Nueva o en el Cielo a través de la puerta que es  nuestra Madre, y que asume en sí ser Puerta de acceso a su hijo Jesús,  pide el compromiso de esforzarnos en imitarla. “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; pero él os dirá: ´No sé quiénes sois´" ( Lc 13,24-25).

* * *

Hemos acompañado a la Virgen y a la comunidad parroquial esforzándonos con la participación en esta Novena. Ella es la puerta por la que queremos entrar en la vida de Dios.

Durante estos nueve días la hemos contemplado como Paraíso, Fuente, Piscina, Paloma, Nave, Nube, Columna, Torre y Puerta. Son imágenes bíblicas. Ella dijo en el momento de la Anunciación, cuando el Ángel le propuso el plan de Dios de ser Madre de Jesús, “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. Fue su compromiso, el culmen de su particular Novena. Lo que le propuso Dios no fue una puerta ancha para seguir los caprichos de su corazón sino una puerta estrecha sumisa a la voluntad del Padre. El anciano Simeón se lo profetizó: “A ti, una espada te traspasará el alma”.

Que la Virgen te conceda lo que le has estado pidiendo en esta Novena; y como es de bien nacidos el ser agradecidos, que tus peticiones vayan a unidas de tu parte  al compromiso de honrar a Nuestra Señora de la Albuera con aquello que ella más desea: que entres en comunión de vida con su hijo y tu hermano mayor Jesucristo; es decir, que no estés cerrado, sino con las puertas de tu alma abiertas, para que el Señor Jesucristo habite en ti como habitó en ella.

Decía más arriba que no es honrado el estar rezando y con el mazo dando. Si la Virgen ha abierto la puerta de su ser a la escucha de tus oraciones, ¿no es de recibo que tú también abras tu puerta a la Vida de Dios? A menudo te preguntas si tus oraciones serán correctas; lo serán cuando no te límites a pedir gracias a la Virgen sino cuando a tus peticiones le acompañe una respuesta positiva a la petición que ella te hace: “Haced lo que Él os diga”; haz lo que Jesús te dice; entonces, como en las bodas de Caná, se producirá el milagro. En tu vida se dará un paso importante; tu agua se convertirá en vino, tu tristeza en alegría, tu desazón en gozo. ¡Atrévete a responder a la petición que hoy te hace la Virgen de la Albuera!


Bajo tu amparo nos acogemos, 
Madre de la Albuera,
santa Madre de Dios.
No desoigas la oración 
de tus hijo necesitados.
Líbranos de todo peligro,
oh siempre Virgen,
gloriosa y bendita. 

San Pedro de Mérida
Abril 2022
Casto Acedo

sábado, 23 de abril de 2022

Al hilo de la Palabra (24 de Abril)



Domingo de la Divina Misericordia

EVANGELIO 
Juan 20,19-30

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Palabra del Señor

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Este segundo domingo de Pascua se celebra el Domingo de la Divina Misericordia, título que recibió gran impulso con el pontificado de Juan Pablo II.

¿Por qué la misericordia de Dios adquiere importancia en la Pascua? ¿No es más cosa de la Cuaresma? La Cuaresma invita a ponernos en manos de Dios misericordioso tras reconocer nuestros pecados, pero es en la Pascua donde se muestra explosiva y sorprendente la divina misericordia.

Contemplemos a los apóstoles “en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Habían apresado a Jesús y lo habían matado,  ¿qué esperaban sus seguidores sino correr la misma suerte? Ese miedo estaba justificado. Pero hay otro miedo del que no hablan  expresamente los evangelios, pero se intuye. En otros textos de apariciones, al presentarse Jesús a los suyos, comienza con una frase muy significativa: “No tengáis miedo”. ¿A qué miedo se refiere aquí el Señor? 

No es difícil de imaginar. Le  habían traicionado y abandonado. ¿Para qué vendrá Jesús ahora?  ¿Se vengaría de ellos por haberle traicionado? Tal vez por eso Jesús comienza calmándoles: “¡No tengáis miedo!”, tal como dijo a los de Emaús todo lo ocurrido estaba previsto por el Padre, y Él sabía que eran “torpes y necios para entender las escrituras” (Lc 24,25), muy limitados para la fe que se les exigía. Su principal pecado fue la ignorancia, "pues, si hubiesen conocido la sabiduría divina, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria" (1 Cor 2,8).

No entran la revancha y la exclusión en los planes de Dios Padre sino la restauración e inclusión de todo en Jesucristo, el Hijo. Dios no sólo perdona todo dando su Espíritu sino que, además, da con él el poder de perdonar, que no es otro que el poder de amar perdonando. "quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados".

“Dios es amor” (1 Jn 4,8) y en su ser “no puede negarse a sí mismo” (2 Tm 2,13), su respuesta al odio no puede ser otra que la misericordia. ¿Para qué vino Jesús sino para amar? Llegada la plenitud de los tiempos Dios envió a su hijo al mundo para que todos volvieran a Él, que es como decir para que nos diéramos cuenta de quién es Él;  no es un patrón que impone unas normas sino un Padre que ama y perdona; por su misericordia no eres siervo sino hijo de Dios (cf Gal 4,4-7). 

La resurrección va a suponer un giro de ciento ochenta grados. Es el punto omega en el que culmina el amor de Dios. Lo que va a contar de ahora en adelante no es el dedo acusador de la ley sino los brazos abiertos de la misericordia divina manifestada en Jesucristo. Decir "Jesús ha resucitado" es decir "Dios te ama".

“Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. A partir de ahora lo que moverá al discípulo de Jesús no será el temor servil a Dios, ni el miedo a los judíos, sino al amor y la alegría. Sabemos que lo más contrario al amor no es el odio sino el miedo; y lo más parecido a él no son las buenas obras sino la alegría con que éstas se hacen. La presencia de Jesús da alegría e infunde paz. Por tres veces repite Jesús en el evangelio: “Paz a vosotros”. La clave del crecimiento espiritual está en la paz y la alegría. Y quien vive en paz y alegría las irradia. 

Misericordia de Dios, paz de Dios y alegría de Dios brillan de modo especial en este domingo. No debemos confundir la misericordia de Dios con la nuestra, ni su alegría con nuestros contentos, ni su paz con el silencio de las armas. La misericordia divina no es el fruto de una “buena confesión de nuestros pecados”, ni su alegría es la consecuencia de nuestras satisfacciones, ni su paz el resultado de nuestra paciencia. La divina misericordia es ante todo un don de Dios que sólo se comprende desde la experiencia personal del encuentro con el Resucitado. Repito: la misericordia, la paz y la alegría  son dones de Dios; y quien los deja entrar en su vida, los goza. Si hasta ahora yo buscaba esos dones sin conseguirlos, ahora es Dios el que me los regala sin yo merecerlos. ¡Basta que tengas fe! "Dichosos los que crean sin haber visto".

Me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de los que se han encontrado con Jesucristo resucitado. ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!  Estas dos frases resumen la experiencia de ser Iglesia; en ellas yo confieso mi fe,  mi experiencia de haberme encontrado con Cristo, y otros ratifican y comparten conmigo esa experiencia. La Iglesia es la comunidad de los que comparten ese Misterio. A partir de mi experiencia todo lo que sabía sobre Jesús y sobre mí se ilumina. Cuando los discípulos conocen y aceptan al Resucitado, cuando “se les abrieron los ojos y le reconocieron”, se “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 31.45).  A la  luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús comprendieron su propia vida. Fue entonces cuando Tomás profesó su fe: “¡Señor  mío y Dios mío!”. Ha entrado en la Iglesia del Resucitado; ya no es un extraño entre los demás discípulos.

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No me resisto a señalar otro dato importante en el evangelio de hoy. Jesús resucita “el domingo de Pascua”, se aparece a los suyos “el primer día de la semana”, domingo, y vuelve a aparecerse estando Tomás “a los ocho días”, otro domingo. Los primeros cristianos celebramos el domingo como el día del Señor  (eso significa domingo) porque en este día recordamos la resurrección. Es muy importante no perder esta tradición fundamental para nosotros: el domingo. Su celebración participando en la misa, descansando, conviviendo con familia y amigos, debería adquirir relevancia en nuestra vida personal y parroquial.

Sobre la importancia del tema puedes leer lo publicado en otro de mis blogs:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/04/domingo-de-la-misericordia-24-de-abril.html

Feliz domingo de la octava, y no dejes de anunciar a otros que ¡Jesucristo ha resucitado!, porque ¡verdaderamente ha resucitado!.

Abril 2022

Casto Acedo

viernes, 22 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (Día 5º Nave)

 Novena a la Virgen de la Albuera


Dia 5º. Nave 
Vos sois, ¡Oh Abogada nuestra!, la Nave del Mercader divino, que desde el cielo lo trajiste a la tierra, el pan de ángeles y hombres, Jesucristo; nueve meses navegó felizmente el Dios humanado por el mar de este mundo, embarcado en vuestras purísimas entrañas. Pero ¿quién no navegará seguro por el mar de este mundo si se embarca en la Nave de vuestra protección? Espero de vuestra piedad compasiva que me conduciréis felizmente entre las olas y peligros de este siglo al seguro puerto de la eterna gloria y provecho de mi alma. Amén.

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Nos ofrece hoy la novena la imagen de una nave, un barco, para describir a la Virgen María, imagen muy común también a la  hora de describir el ser de la Iglesia. Existe una gran afinidad entre la Virgen María y la Iglesia.

Hoy me gustaría detenerme en reflexionar sobre esta relación tan íntima. También a la Iglesia la llamamos madre, nuestra santa madre Iglesia, una consideración sobre ella que no solemos tener en cuenta. La Iglesia es madre porque en ella, en la pila bautismal, nacimos a la vida nueva de hijos e hijas de Dios. La  Iglesia nos dió a luz por el agua y el Espíritu en el bautismo, y como buena madre nos educada con la catequesis y nos alimenta con los sacramentos.

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Nuestro concepto de Iglesia suele quedarse en su consideración como  institución de poder y autoridad. Vista así la Iglesia son el papa, los obispos, los curas, las monjas y monjes, los religiosos y religiosas. A esto es a lo que nos referimos normalmente cuando se habla de la Iglesia. Pero ¿es esto la Iglesia?

La  palabra “ecclesia”, latina, significa “asamblea”, y se aplicó a los primeros cristianos que se reunían cada domingo en asamblea. “Ir a la asamblea” acabó por significando  “ir a un lugar donde se reunían los cristianos”; y cuando se construyeron templos “ir a la Iglesia” pasó a ser “ir al templo”; la palabra iglesia pasó así a significar también el templo donde se reúnen los cristianos. Más tarde se identificó con el clero, los que gestionaban el culto y funcionamiento de los templos e instituciones religiosas, restando importancia al pueblo de Dios  como parte de ella. En el siglo XIX se impuso la idea de la Iglesia como “sociedad perfecta”,  lo cual generó una soberbia eclesiástica que no podemos negar. Pero ¿es la Iglesia un edificio,  un grupo de dirigentes eclesiásticos o una “sociedad perfecta”?

El concilio Vaticano II habla de la Iglesia definiéndola como “Pueblo de Dios”. Por tanto cada uno de los bautizados no es que "tengamos o estemos" en una Iglesia sino que "somos" Iglesia. También dice el Concilio que la Iglesia es “sacramento”, signo visible de la realidad invisible que es Cristo. A mí me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de aquellos que se han encontrado con Jesús resucitado o han sido encontrados por Él y comparten esa misma experiencia de muerte y resurrección, de amor y de entrega con Jesús.

Hay quien sigue pensando que los curas son unos funcionarios públicos que tienen la obligación de servir al pueblo en los ritos. La Iglesia son los curas, dicen. Pues que se preparen éstos para la desaparición de una Iglesia así,  porque los curas son una especie en vías de extinción. Si no se da un paso de “la Iglesia son los curas” a “todos somos Iglesia” estamos gastando energías para nada. 

Si queremos una buena enseñanza de lo que es y a lo que está llamada  la Iglesia podemos mirar a la Virgen. Mucho de lo que decimos de la Iglesia lo hemos aprendido de nuestra Madre. Igual que ella asumió la obediencia a Dios haciéndose portadora de la persona de Jesús durante nueve meses para dar a luz al Salvador, así la Iglesia, obediente a la voluntad de Dios, hace presente a Jesucristo. En la Iglesia, como en María, se sigue dando el misterio de la Encarnación de Jesús.  María cuidó con esmero la vida que habitó en ella y la dio al mundo. La Iglesia tiene la misma misión: mantener viva la presencia de Cristo en ella y darlo al mundo en la evangelización, las celebraciones litúrgicas y la caridad.

Por otra parte, los cristianos tenemos un deber  hacia la Iglesia, el mismo que tenemos hacia nuestra Madre la Virgen: cuidarla, acrecentarla, mimarla, atendiendo a sus necesidades materiales y espirituales (catequesis, celebraciones, cáritas). 

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La presencia de la Virgen María es muy “espiritual”, muy etérea, invisible e intocable. Pero Dios nos ha dejado su Iglesia como una “nave” más tangible, más palpable. Decimos hoy en la novena a la Virgen. “Espero de vuestra piedad compasiva que me conduciréis felizmente entre las olas y peligros de este siglo al seguro puerto de la eterna gloria y provecho de mi alma”. Muy bonito, pero ¿cómo va a hacer eso María? ¿Cómo puede protegernos realmente de los peligros? La respuesta la tenemos en la Iglesia. Ésta es la “nave” en la que La Virgen de la Albuera viaja y nos acompaña. La Iglesia nos protege dándonos a conocer el evangelio de Jesucristo frente a los peligros de las falsas enseñanzas del mundo, fortaleciéndonos con los sacramentos (bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, matrimonio, etc) y dándonos el apoyo caritativo de una comunidad que nos anima y nos permite sentir el cielo por adelantado.

La Iglesia, como María, es “la Nave del Mercader divino, que desde el cielo lo trajiste a la tierra, el pan de ángeles y hombres, Jesucristo”. En la misa la Iglesia sigue siendo nave que pone en el mundo a Jesucristo por la Palabra anunciada, la eucaristía celebrada y la caridad practicada.

No se puede ser devoto de la Virgen de la Albuera sin sentirse a la vez hijo de la Iglesia. Ella es también nuestra madre. ¿Permitiría una madre de muchos hijos que le profesara y confesara su amor a ella sin confesárselo a su vez a sus hermanos? Es verdad que la madre Iglesia no es tan perfecta como la Virgen, porque en ésta hay ausencia de pecado mientras que la Iglesia es santa (porque Dios está en y con ella) y a su vez pecadora (la formamos personas imperfectas). No obstante, una devoción a la Virgen solo es real y sincera si se da en el seno de una familia, la de la iglesia, en la que no todos los hijos son ejemplares. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. María es madre de misericordia, de perdón, y también a mi se me pide el esfuerzo de aceptar, perdonar y abrazar a los hermanos que formamos parte de la familia de María.

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María y la Iglesia forman una  unidad misteriosa y preñada de esperanza . No me resisto a transcribir un texto de Henri de Lubac que puede servirte de meditación sobre la Iglesia, más en concreto de tu parroquia,  desde el prisma de la Virgen de la Albuera:

“María contiene eminentemente todas las gracias y perfecciones de la Iglesia. Todas las gracias de los santos entran en ella, colmo todo los rios entran en el mar. Sobre ella, en quien ha puesto eternamente fija Su Mirada, el Eterno ha tomado la medida de todas las cosas. En ella se bosqueja toda la Iglesia, y al mismo tiempo llega ya a su última perfección. Ella es a un tiempo su germen y su pléroma. Ella es su forma perfecta, morada donde habita la plenitud de los santos. Ella es la Mansión de todos los bienaventurados, casa donde todos se alegran. María es en la Iglesia lo que la aurora es en el firmamento, y en su juvenil esplendor Ella es ya este nuevo universo que debe ser la Iglesia…

Al final de los tiempos, la Iglesia, que es la belleza de todas las almas individuales, será “toda hermosa”: María es “la misma belleza”. Ella es toda hermosa desde el primer momento de su ser… y su Amado puede decirle desde el primer instante: “No hay en ti mancha alguna”.

¡Qué espectáculo más arrobador el ver en esta sola alma, ya desde sus comienzos, todo lo que el Espíritu de Dios derramará un día sobre toda la Iglesia!

Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Ed Encuentro (Madrid, 2ª reimpresión, 1988) ,267.

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Es la Iglesia la que ha mantenido viva la fe y la fiesta de la Virgen de la Albuera. Sin Iglesia sólo tendríamos una "feria", un folklore exterior. La espiritualidad mariana que transmite la Iglesia, ligada a la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, Hijo de María, es la esencia debemos cuidar y transmitir con esmero. La Iglesia es la Nave en la que podemos encontrarnos con Jesús y María, porque están en ella. "Cuando dos o mas se reúnen en mi nombre yo estoy en medio de ellos" (Mt 18,20)

Abril 2022
Casto Acedo 

jueves, 21 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (4º día. Paloma)

 Novena a la Virgen de la Albuera


Dia 4º. Paloma 
Vos sois, ¡Oh Madre de misericordia!, Paloma que después de un diluvio de culpas llevaste a la Arca de la Iglesia el ramo verde de olivo, vuestro divino Hijo, ramo de paz, porque lo puso entre Dios y los hombres, y repetidas veces hiciste las paces entre vuestro hijo y  los pecadores, y suspendiste los diluvios de castigos que merecían por sus culpas.  Venid, pues, paloma mía, amantísima y Madre mía, haced entre en mi alma y vuestro Hijo una paz indisoluble, desterrad de mí todos los afectos impuros y pasiones desordenadas que ponen guerra contra Jesús y en vez de constituirme Paloma  cándida de pureza me  harían negro cuerpo de inmundicia; limpiad mi corazón de toda mancha par que con un corazón puro sirva a Jesucristo, venere vuestra piedad y alcance la merced que os pido den esta novena, si conviene para mi bienaventuranza eterna. Amén.

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Hoy miramos a la Virgen de la Albuera y nos llenamos de la paz que irradia su rostro. Dice la Biblia que Moisés, cuando se retiraba a hablar con Dios cara a cara, volvía con el rostro resplandeciente (cf Ex 34, 29-35). Pues bien, María Inmaculada, que no conoció sombra de pecado, que estuvo siempre en presencia del Altísimo, también irradia esa luz que proviene de una vida de relaciones transparentes con Dios, con el prójimo y con ella misma.

Sólo se puede dar lo que se tiene, y María da la paz al mundo porque tiene la paz en su corazón (vida contemplativa), y así la llevó en sus brazos para compartirla con todos (vida activa). 

Observa al niño llevando la paloma en sus manos. Nos recuerda, lo dice la novena, al episodio del Diluvio, cuando una vez acabada la tormenta la paloma que Noé había liberado del Arca para evaluar el estado de las cosas regresa con una rama de olivo en su pico. Con una imagen antropomórfica muy típica del Antiguo Testamento Dios se arrepiente de haber mandado el diluvio y promete nunca más dañar a la humanidad (cf Gn 8). Esa paloma ha pasado a la iconografía universal como símbolo de la paz.

No hay que ser muy sabio para ver que en el mundo hay guerras. Estos días nos abruman las noticias de la guerra en Ucrania, pero sabemos que no es la única; hay conflictos bélicos en más de treinta países del mundo. Pero no sólo hay guerras entre naciones, también se viven enfrentamientos, rencores, odios, entre regiones, pueblos pequeños, familias, o personas particulares. El veneno del rencor, la marginación y el desprecio hacia otras personas sigue estando presente en nuestra historia social y personal. A poco que te pares descubres en tu interior que hay personas a las que evitas o desprecias directamente.

La guerra y el odio no traen beneficio alguno. Nos engañamos al pensar que odiando o deseando el mal a nuestros enemigos somos más felices. Nada de eso. La violencia, sea física o del corazón, siempre se vuelve contra quien la practica. Quien siembra odio recoge odio.

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Contemplamos a María en este día como Paloma de paz. Una paz que se ha de trabajar en el corazón, porque las guerras no salen de la nada sino de corazones que optan por el egoísmo, la ambición y el poder. Por eso la novena pide: “Desterrad de mí todos los afectos impuros y pasiones desordenadas que ponen guerra contra Jesús”. ¿Qué son esos afectos impuros? No son otros que el apego a las riquezas, el poder y la consideración social. ¿Y quién es Jesús? El que tiene en sí mismo a toda la humanidad. Quien violenta a cualquier persona violenta a Jesús.

Entramos en guerra porque somos soberbios y queremos imponer a los demás nuestra autoridad, nuestro criterio y nuestros deseos. Y cuando los demás no se someten a nuestra voluntad los apartamos y arrojamos fuera de nuestro círculo de relaciones. 

Son los primeros pasos de la guerra: establecer fronteras para proteger mi territorio. ¿Quién no practica esto aunque sea a pequeña escala? Casi imperceptiblemente, con los juicios, los desplantes y el ninguneo del otro, vamos levantando muros y distancias donde Dios pide puentes y cercanía. Las fronteras exteriores comienzan con las alambradas del corazón.

Jesús predicó un amor sin fronteras: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros”. (Lc 6, 35-38). Esta es la enseñanza de Jesús. Dios es Padre misericordioso, y la Virgen María es madre de misericordia.

Por tanto, ¿cómo te atreves a odiar a nadie mientras rezas a la Virgen de la Albuera “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”?, ¿o cómo puedes decir al rezar el padrenuestro “perdona nuestras ofensas como nosotros personamos a quienes nos ofenden” si ésto último no responde a la realidad? 

Toda persona está llamada a ser transparente en su vida, como hemos dicho que lo es nuestra Madre. Y sin practicar la misericordia con todos no se puede vivir la transparencia del amor cristiano. Dice Jesús: “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6,14-15). No es que Dios y la Virgen dejen de ser misericordiosos  para quienes no perdonan; son éstos los que se cierra al perdón. El corazón del hombre es único, y no caben en él dos contrarios; el perdón y el odio no pueden estar en el mismo lugar. Quien cree eso es posible es un hipócrita. "Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Jn, 4,20).

Tal como hemos dicho antes, si siembras odio cosechas odio. Ahora bien, si siembras perdón en tu corazón y con tus obras cosechas perdón. “Donde no hay amor siembra amor y sacarás amor” (san Juan de la Cruz).

Te preguntas: ¿Cómo trabajar por la paz? Y te respondo: cultivando la paz, el perdón, el amor en tu alma. Esto es lo primero y fundamental. Las guerras no salen de la nada sino de la interioridad. “Del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias” (Mt 15,19). Y de todo esto la guerra.

“Haced entre en mi alma y vuestro Hijo una paz indisoluble”, dices a la Virgen de la Albuera. Y al pedirlo estás dando con la clave de una vida de paz, serenidad y armonía. Basta que coloques a Cristo en el centro de tu alma; que sea el más amado, el más presente en tu pensamiento y el referente primero para tus decisiones. Madre de la Albuera, “limpiad, mi corazón de toda mancha para que con un corazón puro sirva a Jesucristo”. Quien vive en Jesús tiene un corazón puro, como María.

* * *

Deténte hoy un momento y observa hasta qué punto vives en paz con Dios, con los hermanos y contigo mismo. Son tres facetas de la paz: paz interior, paz social y paz espiritual. Son inseparables. Quien no está en paz con el prójimo que no presuma de estar en paz consigo mismo y con Dios; miente. Quien rechaza a Dios habiéndole conocido rechaza al prójimo y se rechaza a sí mismo como creado a su imagen. Quien no tiene paz consigo mismo porque no se acepta o no acepta la historia que Dios le da, tampoco vive en paz con Dios al que desprecia ni tiene paz con el prójimo al que envidia.

Termina reconsiderando lo que dice la Novena refiriéndose a la Virgen de la Albuera: Eres “Paloma que después de un diluvio de culpas llevaste a la Arca de la Iglesia el ramo verde de olivo, vuestro divino Hijo, ramo de paz”. He repetido insistentemente estos días que María es figura de la Iglesia, la comunidad de todos los cristianos. Igual que ella al dar a luz a Jesús puso en el mundo al Príncipe de la paz, así la Iglesia, tú que eres iglesia, estás llamada o llamado a poner a Jesús en medio del mundo, y al hacerlo está trabajando por la paz mundial. Eso sí, como quedó dicho, sólo puedes dar lo que tienes. ¿Llevo a Jesús en mi corazón? ¿Qué importancia tienen para mí sus enseñanzas?


Hoy, unido o unida a la Virgen de la Albuera como Madre de la Paz, puedes rezar y meditar la oración de san Francisco, un buen resumen de lo que tenemos que creer y hacer por la paz siguiendo los pasos de Jesús y la Virgen.

"Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.

Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde hay desesperación,
yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas,
 yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, 
yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe, 
es olvidándose de sí mismo
como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita
a la vida eterna".

Vos sois, ¡Virgen de la Albuera, Madre de misericordia!, Paloma de paz. Haz que sea un digno hijo tuyo, una digna hija tuya, imitando tus virtudes.

21 de Abril de 2022
Casto Acedo 

miércoles, 20 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (3º día. Piscina)

 Novena a la Virgen de la Albuera



Dia 3º. PISCINA

Vos sois, ¡oh celestial Princesa! Saludable Piscina en quien todos los enfermos del linaje humano logran salud de cualquier enfermedad, y a veces más pronto lo consiguen al invocar vuestro nombre que el de vuestro Hijo Jesús. A vos, pues, acudo, clementísima Madre, para que sanéis no solo las enfermedades de mi cuerpo, sino las dolencias de mi alma. Quiero, Señora, la Salud y confío lograrla con vuestra poderosa intercesión,  junto con la gracia que os pido en esta Novena, si conviene para mi eterna salvación. Amén.

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PISCINA

No. No hablamos de las piscinas en las que refrescamos el verano para paliar las calores. Escasas serían esas piscinas en la época en que el autor de esta novena, publicada en 1937,  aplicó a la Virgen de la Albuera el título de Piscina. Tengamos en cuenta que hasta no hace mucho las piscinas sólo existían en los sanatorios, y eran valoradas por sus propiedades  curativas.

A esas piscinas acudían, y aún acuden, personas que buscan descansar y curar los achaques físicos y el estrés con sus baños; son balnearios como los del cercano pueblo de Alange o los Baños de Montemayor.

Hay dos pasajes evangélicos muy significativos que hablan de piscinas con propiedades curativas; uno se sitúa en  Betesda y el otro en Siloé.

“Hay en Jerusalén, dice el Evangelio de san Juan (5,2-9),  junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.  Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?».  El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».  Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».  Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar”.

Jesús se muestra aquí como el Sanador que sustituye al agua de la piscina de Betesda. No ayuda al paralítico a entrar en el agua, Él mismo lo baña con su amor infinito y lo sana con su palabra. Así Jesús se manifiesta como el agua de la nueva piscina. María, y la Iglesia con ella,  la Piscina, Jesús el Agua sanadora.

En otro texto del mismo evangelio Jesús, después de untar con barro los ojos de un ciego, le dice: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista" (Jn 9,7). Como signo de fe en que Jesús le puede curar le pide ese gesto: ¡ve a la piscina de Siloé y lávate en sus aguas!. Podríamos tomar hoy estas palabras de Jesús y escucharlas como envío a su Madre, Piscina llena del Agua de la Gracia: ¡Ve a lavarte, a bañarte en la Piscina que es  tu Madre de la Albuera!.

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Bajo la mirada de Jesús contemplamos hoy a la Virgen de la Albuera como Piscina sanadora. Ella nos sana, nos da la “salud”, que en latín se dice “salus”, palabra que significa salud, sanación,  y también salvación.  Nuestra Señora de la Albuera tiene en sus manos la medicina para curar: el niño Jesús, el Salvador-Sanador del mundo. El ángel de la anunciación llama a la Virgen Llena de Gracia, Piscina llena de la Presencia de Dios. ¿Qué mejor agua medicinal que el Amor de Dios escondido en el Misterio de la Inmaculada Concepción? "Ser sin pecado" es el paradigma de la perfecta salud.

La denominación de Albuera que aplicamos a María, nos remite por su mismo nombre a un lugar que contiene agua. Albuera viene del árabe, y significa “mar pequeño”, extensión de agua no muy grande, albufera. Por tanto, el mismo nombre de nuestra Madre viene a significar que ella contiene el Agua de la Salvación, de la salud, que no es otra que el mismo Jesucristo. Jesús es el océano inmenso, La Virgen de la Albuera "mar pequeño", y por eso más cercano. 

La novena  dice hoy: “Vos sois… piscina en la que todos los enfermos del linaje humano logran la salud de cualquier enfermedad”, y añade algo que parece escandaloso, y que conviene matizar: “Y a veces más pronto lo consiguen al invocar vuestro nombre que el de vuestro Hijo Jesús”. Conviene matizar esto último, porque si María cura y sana no es por su propio poder sino por el poder de Dios, el poder de su Hijo. A Jesús siempre se le ha tenido como  más lejano e inaccesible por divino -curioso si se tiene en cuenta que es Dios Encarnado, hecho hombre,  hecho cercanía- , y a María como más humana y cercana; tal vez por eso dice el texto de la novena que “más pronto consiguen” la salud al invocar a la Madre;  no porque sea ella la que sana sino porque parece que nos es más fácil acercarnos a Él por ella; solo Dios sana y salva. María no es diosa, pero sí es aquella a quien, tal vez por falta de la conveniente formación espiritual, nos acercamos con más confianza por parecernos  más accesible. 

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Cada vez son más las personas acuden al terapeuta; y no solo a los médicos que se encargan de curar las enfermedades físicas sino también a psicólogos y psiquiatras que sanen las heridas interiores. 

Pues bien, sólo con echar un vistazo a los evangelios, te das cuenta de la identidad de Jesús como terapeuta. Dice de Él el libro de los Hechos de los Apóstoles que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (10,38); el diablo es la encarnación del agente que causa todos los males corporales y espirituales. 

La gente sencilla acudía a Jesús, “venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6,18). Un centurión que se le acercó a pedir la sanación de su criado confesó el poder sanador de la oración dirigida a Jesús por los enfermos: “«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo;  tampoco me creo digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano” (Lc 7,6-7).

El médico Jesús ha venido a nosotros encarnándose en el vientre de la Virgen María. ¡Bendito el fruto de tu vientre, Jesús! La primera sanada fue ella misma, Inmaculada desde su concepción. 

Me atrevería a decir que Jesús es terapeuta y la Virgen de la Albuera la enfermera, la que cuida de cerca al enfermo, la que se sirve de puente entre el médico y el paciente. La Virgen es Piscina-Hospital, y quien ingresa en su casa encuentra toda la atención que requiere su enfermedad. ¿Qué devoto de la Virgen no tiene experiencia de ello? Si acudes a rezar a menudo  ante la imagen de la Virgen de la Albuera, si estás haciendo la novena, o leyendo este comentario, si tienes fe en ella,  piénsalo, es porque en algún momento te ha sanado, ya sea de algún malestar corporal o de algún sufrimiento espiritual. Ya sabes por experiencia que es portadora de la mejor Medicina y el mejor Terapeuta: Jesús,  Hijo suyo   y Hermano nuestro.

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Termina tu novena de hoy haciendo silencio.  Sigue estos pasos si te ayudan:

1. Busca un sitio tranquilo y acalla tus pensamientos y tu corazón. ... Si no estás en la iglesia ante la Imagen de la Virgen de la Albuera pon una estampa o un cuadro ante ti; y enciende una vela (con esto indicas que quieres estar unos minutos con ella, dejándote iluminar por su presencia).... Permanece sentado o en cualquier otra postura que facilite tu quietud interior  durante este lapso de tiempo. 

2. Por un momento deja a un lado las preocupaciones; inspira y espira dulcemente sin forzar la respiración. Silencia y relaja tu mente y tu cuerpo para estar con Ella.

3.Ahora cierra suavemente los ojos, o fíjalos entreabiertos en su imagen o estampa, y repite: ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sáname! Repite esta oración sin prisas, sintiendo como tu corazón sintoniza con el de la Virgen. Deja que el amor entre Ella y tú fluya ... ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sáname de …. (puede añadir lo que quieres que sane en ti!).

4. Añade peticiones de sanación por otras personas: ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sana a N. …. (Puedes añadir el nombre la persona por la que oras).

5. Déjate envolver por la mirada tierna y el amor dulce de la Virgen María, que es bálsamo y consuelo. ¡Gracias Madre, porque me amas; gracias porque me acoges; gracias porque me escuchas; gracias por dejar que me bañe en la Piscina sanadora de tu Amor!

20 de Abril de 2022

Casto Acedo.

martes, 19 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (2º día. Fuente)

 Novena a la Virgen de la Albuera


Dia 2º : FUENTE
Vos sois, ¡Oh soberana Reina!, fuente prodigiosa que, con las aguas de vuestros favores, regáis la redondez de la tierra. No sois como la fuente Sabática en Palestina, que sólo corría los sábados, porque vuestra piedad, como de fuente perenne, todos los días, horas e instantes, salen cristalinos raudales de beneficios, con tanta abundancia, que de pequeña fuente crecéis a ser caudaloso rio. Sois, en fin, fuente convertida en luces por las muchas que comunicáis a vuestros devotos. Conocéis, Señora, la sequedad de mi espíritu y la ceguedad de mi entendimiento; regad, pues, con aguas de vuestra piedad mi corazón para que reverdezca en el amor de vuestro Hijo y alumbrad con vuestras soberanas luces mi corazón, para que, conociéndoos os venere, y venerándoos os obligue a concederme la gracia que os pido en esta novena, si conviene para mi salvación. Amén.

A los momentos espirituales de dolor y sinsentido de la vida, los llamamos “sequedades”. Entrar en sequedad es entrar en depresión, en abandono, en desorientación. ¡No sé lo que me pasa, pero no estoy bien!, solemos decir.

Acostumbramos a echar la culpa de la sequedad a acontecimientos exteriores: un duelo, una ruina económica, un problema familiar, problemas con mis hijos, etc.  Estas cosas pueden llevar a sequedad, y puede que no , todo depende de cómo enfoquemos interiormente el hecho.

En el segundo día de la novena se dice. “Conocéis señora -Madre de la Albuera-  la sequedad de mi espíritu y la ceguedad de mi entendimiento”. Sequedad y pocas luces suelen ir a la par. Una persona inteligente, sabia, sabe conducirse para no caer en el vacío y la sequedad interior. 

Como buena madre, la Virgen sabe leer la alegría y la tristeza de sus hijos e hijas con sólo mira su rostro. Así sabe de nuestra sequedad ,  y también de nuestra ceguera.

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La imagen a contemplar este día  es la de la Virgen María como una fuente de la que brota el agua viva, que es Jesús. "Vos sois fuente prodigiosa que, con las aguas de vuestros favores, regáis toda la redondez de la tierra", eso decimos en la novena. Pero ¡ten cuidado de hacer de María una criada tuya al servicio de tus favores. Las aguas de sus favores no son otras que las aguas de la Gracia de Dios. María, llena de gracia. Si aún no has llegado a entender que el mayor favor que te hace la Madre es el de haberte dado un Hijo y Hermano en Jesucristo, vas mal. 

La Virgen María procura agua para regar nuestro corazón seco y para lavar nuestros ojos a fin de que podamos ver la vida con más claridad.  ¿No veis esto reflejado en la imagen de nuestra Virgen de la Albuera? ¿Dónde están el agua y la luz? El niño que lleva en sus manos es el “Agua viva” y la “luz del mundo”. Esto dijo Jesús a la Samaritana, mujer que vivía en sequedad y seguía buscando un agua que le saciara: “Yo soy el agua viva… El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. … Y en otro pasaje del Evangelio de san Juan se pone en labios de Jesús: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». (Jn 812).

Contemplamos hoy la imagen de María como Fuente. Y me encanta que el autor de la novena no dijera que la Virgen de la Albuera es “agua”, sino “fuente”, dejando así el símbolo del agua sólo para su Hijo Jesús. Ella es la fuente, su Hijo el agua que mana de la fuente.

 Y Jesús se hace agua viva para nosotros de modo especial  en la Eucaristía,  escondido en el misterio del pan consagrado. Éste don nos llega por María (la Iglesia). San Juan de la Cruz relata este misterio de Dios como agua de la fuente en un hermoso poema del que entresaco algunos versos:

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

 Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

Puedes imaginar a María, o a la santa Madre Iglesia, que en la Eucaristía te ofrecen lo mejor que tienen: Jesús, el Agua viva. Es una realidad que todavía vemos “a oscuras”, dice san Juan de la Cruz, es decir sólo con los ojos de la fe; pero su ocultamiento no indica su inexistencia sino la dificultad que por nuestra fe deficiente tenemos para captar claramente los misterios de la fe.

Contemplando a María como fuente; cito otra vez el evangelio de san Juan: “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: El que tenga sed, que venga a mí y beba  el que cree en mí; como dice la Escritura: "de sus entrañas manarán ríos de agua viva”. Mira que el mejor regalo que puedes hacer a tu esposo o esposa, a tus hijos o hijas, a cualquier otra persona, es el de “llenarte de agua viva”, llenarte de Jesús. Que Jesús sea la clave de tu vida; todo lo demás vendrá sólo; tu vida de sequía se acabará todo florecerá a tu alrededor:  de tus entrañas manarán torrentes de agua viva. Y todos los que se acerquen a ti saldrán beneficiados. 

“Regad, Señora, mi corazón para que reverdezca en el amor de vuestro hijo”, una petición para hoy. La Virgen de la Albuera riega nuestra alma y ésta reverdece y florece. No es que afuera desaparezcan las tormentas o el estío caluroso; es que en lo profundo de nuestro ser hay agua suficiente para que los elementos externos no apaguen la vida interior. Aunque a veces las hojas de una planta se sequen y caigan al suelo en otoño, no dudes de que si la humedad permanece en la hondura de la tierra, la planta volverá a verdear en primavera.


Esta es la imagen que contemplamos hoy. María fuente de la que mana el agua de la Gracia de Dios que es Jesucristo; y brota de ella porque está llena de gracia. Quien se llena de Dios gana en “verdor” y en frutos, y ese fruto (agua) salta con gozo hacia los que le rodean y hacia la vida eterna.

Gózate en tu Madre de la Albuera como fuente. Acogiéndote a ella tienes en servicio de aguas (atención espiritual en Cristo) garantizado. No desaproveches la oportunidad.

San Pedro de Mérida, 

19 de Abril de 2022

Casto Acedo